La vuelta al mundo de Magallanes termin¨® hace 500 a?os en una tierra de volcanes y especias
A menos de 11 meses para completar la odisea de la circunnavegaci¨®n del globo y tras dos a?os de viaje oce¨¢nico, la Armada de las Especias se dispon¨ªa a iniciar el regreso
El 8 de noviembre de 1521, el ¨²nico piloto malayo que quedaba entre la tripulaci¨®n de la Trinidad y la Victoria dio la noticia de que hab¨ªan llegado al Maluco. O al Maluku, en la lengua del piloto. Estaban en Tidore, una de las cinco peque?as islas, con Ternate, Motir, Maki¨¢n y Bach¨¢n, que siguen de norte a sur la costa occidental de la isla de Halmahera. Son la cima de volcanes submarinos y, salvo Bach¨¢n, que alcanza los 2.000, ninguna de estas islas supera los 150 kil¨®metros cuadrados. El Maluku no era, por tanto, lo que hoy son para nosotras las Molucas en Indonesia.
La fecha es trascendente, porque de eso trataba el proyecto que el portugu¨¦s Fernando de Magallanes expuso en febrero de 1518 ante un joven rey Carlos I que poco entend¨ªa todav¨ªa de las cosas de ultramar. Magallanes no solo sab¨ªa c¨®mo llegar a las Islas de las Especias siguiendo un rumbo hacia el poniente, sino que pod¨ªa demostrar que esas islas pertenec¨ªan a Castilla seg¨²n las demarcaciones geogr¨¢ficas del Tratado de Tordesillas. Ahora, tres a?os despu¨¦s de la exposici¨®n del proyecto, tras haber encontrado el deseado estrecho patag¨®nico y cruzado un desconocido oc¨¦ano Pac¨ªfico, ya muerto Magallanes, dos de las cinco naves de la Armada hab¨ªan conseguido llegar al Maluco.
All¨ª, de manera espont¨¢nea, crecen bosques de claveros y cuando su diminuta flor adquiere un color rojizo es el momento de recolectarla. Era una especia valiosa, codiciada y realmente cara, porque, ya en ¨¦poca de Vasco de Gama, muy a principio de siglo, en los mercados de la India el clavo duplicaba el precio de la canela y triplicaba el de la pimienta. En Occidente lleg¨® a valer 500 veces el precio al que se compraba en el Maluco, y eso que Europa no era el mayor consumidor, apenas llegaba una octava parte de la producci¨®n, nunca comparable a las toneladas de pimienta que se descargaban en un a?o. A modo de comparaci¨®n, en el a?o en que Magallanes se dispon¨ªa a zarpar hacia las Molucas, en 1519, llegaron a Lisboa 1.212 toneladas de pimienta, frente a ocho de clavo.
Durante siglos, y as¨ª segu¨ªa siendo cuando en 1511 se acercaron por all¨ª los portugueses, los que se encargaban de navegar hasta el Maluco para cargar clavo eran los javaneses, y desde Java lo distribu¨ªan, o a Java lo iban a buscar otros mercaderes. Era un ancestral sistema indirecto de comercio que hab¨ªa mantenido inc¨®gnitas las islas para el tr¨¢fico internacional de especias. De hecho, los ge¨®grafos ¨¢rabes medievales ten¨ªan el clavo y la nuez moscada como oriundos de Java, tambi¨¦n lo pensaron los chinos hasta bien avanzado el siglo XV y ah¨ª lo situaron Marco Polo, Ibn Batuta y Jordano de Severac; solo Niccolo di Conti situ¨® el clavo en la isla de Banda ¡ªequivoc¨¢ndose, porque de all¨ª es la nuez moscada¡ª y esa informaci¨®n pas¨® al mapamundi de Fra Mauro hacia 1460. Nadie (o ning¨²n occidental) en ¨¦poca de Tordesillas pod¨ªa marcar aquellas islas en el mapa del mundo, pero eso, obviamente, no quiere decir que no se supiera de su existencia desde hac¨ªa siglos, y hasta milenios.
De hace 4.000 a?os es la muestra arqueol¨®gica m¨¢s antigua que se conserva del clavo, encontrada en la baja Sumeria, y la primera referencia escrita aparece en el ¨¦pico Ramayana del siglo III a. C. Sin embargo, los primeros mercaderes musulmanes no aparecieron por el Maluco hasta el siglo XII, aunque el tr¨¢fico propiamente empez¨® 200 a?os despu¨¦s (y tambi¨¦n la islamizaci¨®n de todas aquellas islas).
El Maluco era remoto e inc¨®gnito, pero no por ello se vaya a pensar que no fuera poderoso. Las cortes de Tidore y Ternate eran fastuosas, aunque a eso no se aluda en los documentos portugueses m¨¢s inmediatos al primer encuentro. El sult¨¢n de Ternate y los raj¨¢s de Tidore y de Bach¨¢n controlaban la exportaci¨®n del clavo, exig¨ªan tributos a los archipi¨¦lagos vecinos y manten¨ªan armadas permanentes. El negocio estaba asegurado: en a?os de buena cosecha (que sol¨ªa ser irregular), se recog¨ªa entre 5.000 y 7.000 bares de clavo (es decir, de 1.000 a 1.500 toneladas). El Maluco era muy rico, eso todo el mundo lo sab¨ªa; o lo sab¨ªa todo el mundo que navegase por el Pac¨ªfico y el ?ndico.
As¨ª que siete meses y siete d¨ªas despu¨¦s de haber abandonado a toda prisa la filipina y casi invisible Ceb¨², donde qued¨® el cuerpo sin vida de su capit¨¢n mayor Magallanes y los de muchos otros m¨¢s, los de la Armada de las Especias finalmente hab¨ªan llegado a Tidore. Les pareci¨® un lugar hermoso, as¨ª se lo contaba el capit¨¢n G¨®mez de Espinosa al emperador Carlos V desde la prisi¨®n de la indost¨¢nica Coch¨ªn en 1525 (o se lo dictaba a un copista portugu¨¦s, porque Espinosa era analfabeto): ¡°Se?or, no tenga vuestra Sacra Majestad en poco las islas del Maluco, y las de Banda y Timor, porque Se?or, son tres vergeles, los mejores que hay en el mundo¡±. El caso es que en Tidore el recibimiento fue estupendo, seg¨²n dice el cronista Antonio Pigafettra, porque el rey hab¨ªa so?ado que iban a llegar.
Los espa?oles le ofrecieron regalos y el sult¨¢n al-Mansur (as¨ª se llamaba el rey) dijo que quer¨ªa que fueran ¡°amigos eternos¡±, que todos ser¨ªan ¡°muy fieles vasallos del rey de Espa?a¡±, que los ten¨ªa ¡°como si fu¨¦ramos sus propios hijos¡± y que ¡°a partir de ahora su isla ya no se llamar¨ªa Tidore sino Castilla¡±. Y dos d¨ªas despu¨¦s, el 10 de noviembre, a¨²n segu¨ªa aquel se?or regalando los o¨ªdos de los espa?oles: que si quer¨ªa ¡°un sello y una bandera real¡±, que si ¡°estaba dispuesto a combatir hasta la muerte por el rey [de Espa?a]¡±. En fin¡, si¨¦ntanse libres de pensar lo que quieran sobre estas frases tan ilusionantes para los hombres de la armada del emperador. Puede que al-Mansur ya tuviera noticias del deambular de aquellas naves y de su inminente llegada y, adem¨¢s, quiz¨¢ vio en aquella gente una posible ayuda para enfrentarse a su enemigo Abu Hayat, rey de Ternate, con el que hac¨ªan negocios los portugueses. En cualquier caso, lo mejor de todos aquellos acuerdos de buena voluntad y amistad es que dio lugar al Libro de las pazes e amistades que se an hecho con los reyes e se?ores de las islas e tierras donde hemos llegado, y son las anotaciones que fue haciendo el escribano de la Victoria, Mart¨ªn M¨¦ndez. Una aut¨¦ntica mina de informaci¨®n.
En Tidore encontraron al portugu¨¦s Pedro de Lourosa, quien les dio una noticia que sin duda hubiera entristecido al capit¨¢n Magallanes. Su amigo Francisco Serr?o, su compa?ero de aventuras y conquistas en Oriente previas al viaje hacia el poniente, aquel que le hab¨ªa ido mandando cartas a Lisboa anim¨¢ndolo a organizar la empresa del clavo y la nuez moscada, hab¨ªa muerto envenenado. El destino hab¨ªa hecho que ambos amigos murieran apenas con un mes de diferencia: Serr?o en marzo y Magallanes en abril de 1521.
Sin embargo, a los espa?oles les debi¨® de preocupar mucho m¨¢s la segunda noticia que les dio Lourosa: las naves del portugu¨¦s Ant¨®nio de Brito iban a su encuentro para apresarlos. Era evidente que ten¨ªan que espabilar con las especias, y el 12 de noviembre empezaron las negociaciones por el clavo, a cambio de, b¨¢sicamente, los productos robados a los juncos que los espa?oles hab¨ªan ido atacando durante aquellos meses de navegaci¨®n por las Filipinas, Borneo y el mar de C¨¦lebes. A?ade Pigafetta que ¡°la prisa que ten¨ªamos por regresar a Espa?a nos hizo cambiar nuestras mercanc¨ªas por mucho menos de lo que hubi¨¦ramos podido obtener¡±.
Tan observador como siempre, el cronista Pigafetta explica muy bien las cosas que fue aprendiendo del clavo y de la nuez moscada, y tambi¨¦n las costumbres de los maluque?os, destacando en concreto que los hombres ¡°tienen tantos celos de sus mujeres ¡ªa las que, en la frase anterior, ha considerado feas¡ªque no quer¨ªan que baj¨¢ramos a tierra con las braguetas abiertas¡±, frase que habla por s¨ª sola y no merece mayores comentarios¡ Durante los d¨ªas sucesivos siguieron comprando clavo y disparando artiller¨ªa cada vez que aparec¨ªa alg¨²n se?or de alguna isla cercana a visitarlos, hasta que ¡°ya no nos quedaban mercanc¨ªas [para negociar y] cada uno empez¨® a vender su propia capa, o los zapatos o la camisa u otras prendas de vestir para obtener su parte en el cargamento¡±. Parece que los espa?oles iban a soltar amarras hacia Espa?a un poco desabrigados.
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