¡®La abuela¡¯: terror y venganza de la tercera edad

Para una sociedad esclava de la juventud y sus cuerpos lozanos, la vejez se ha convertido en terreno abonado para la neurosis. Pel¨ªculas recientes como Tiempo, de M. Night Shyamalan, o Relic, de Natalie Erika James, ahondaban en una enfermedad contempor¨¢nea alimentada por el p¨¢nico a lo ¨²nico inevitable: el paso del tiempo. Despu¨¦s de las desasosegantes Ver¨®nica y Quien a hierro mata, el director Paco Plaza se suma a esta corriente de terror existencial con La abuela, retorcida f¨¢bula sobre la c¨¢rcel del cuerpo, su decrepitud y la fatalidad de los lazos de sangre.

Con su particular personalidad narrativa, capaz de apelar a los cl¨¢sicos del g¨¦nero con una mirada propia que nunca necesita imponerse a lo que cuenta, Plaza sit¨²a este drama de terror psicol¨®gico en un decadente y se?orial edificio madrile?o donde una abuela y una nieta se enfrentar¨¢n a un turbio destino com¨²n. La joven es una modelo que tiene que dejar su fulgurante carrera en Par¨ªs para cuidar a su elegante y misteriosa matriarca en su tr¨¢nsito final hacia la muerte. La anciana solo es un despojo en silla de ruedas, una vida que se resiste al ¨²ltimo aliento.

Escrita junto a Carlos Vermut (algo que va m¨¢s all¨¢ del chiste de llamar Magical Girl al perfume que anuncia la protagonista del filme), La abuela es una pel¨ªcula que redunda en esa idea de la sororidad vamp¨ªrica que Vermut despleg¨® en Qui¨¦n te cantar¨¢, su ¨²ltima pel¨ªcula. Pero, ante todo, La abuela es una revisi¨®n del mito de Caperucita Roja donde ya nada es lo que aparenta, como si los cuentos de hadas ya solo fuesen terror¨ªficos espejos deformantes.

De la alcoba de esa abuela que a los 85 a?os da vida la exmodelo y actriz Vera Valdez a los jers¨¦is rojos de Almudena Amor, en la piel de la candorosa y estilizada nieta, La abuela es una historia de ocultismo urbano en la que el director de Ver¨®nica vuelve a desplegar las alas de una retorcida conjura de deseos y posesiones. Con una banda sonora firmada por Fatima Al Qadiri que cruje tanto como la madera del piso donde todo pasa, Paco Plaza indaga una vez m¨¢s en un terror psicol¨®gico y sobrenatural en el que una mirada inocente se enfrentar¨¢ a un poder ancestral y diab¨®lico, una guerra entre cuerpos suspendidos en el tiempo que va calando en los huesos y cuya lectura sobre el abandono y la muerte no deja de mutar en nuestro siniestro presente.