Muere Carmen Herrera, la artista que triunf¨® a los 89 a?os
La pintora de origen cubano, fallecida a los 106 a?os en Nueva York, deja obra en los principales museos del mundo
La cubano-estadounidense Carmen Herrera, cuyas pinturas de colores radiantes y formas geom¨¦tricas pasaron inadvertidas durante d¨¦cadas antes de despuntar en el mundo del arte, ha muerto en Nueva York este s¨¢bado. Ten¨ªa 106 a?os y una vida entregada a los pinceles, en silencio y sin esperar un reconocimiento que le lleg¨® tarde, a punto de cumplir los 90. Pintaba porque ten¨ªa que hacerlo, repet¨ªa. ¡°No he pintado ni por gloria, ni por dinero, lo he hecho por necesidad y porque se me da bien¡±, explic¨® en 2010 en una entrevista a este diario. ¡°Claro que me interesaba vender mi trabajo antes y me mortificaba no hacerlo, pero no soy comerciante¡±.
Herrera naci¨® en La Habana, en 1915, en una familia de periodistas: su padre fue uno de los fundadores del diario El Mundo y su madre era reportera. Estudiante de arquitectura en la universidad de La Habana, estableci¨® desde joven una especie de puente a¨¦reo entre la capital cubana y Par¨ªs, en los a?os treinta y cuarenta, donde lleg¨® a exponer en el Salon des R¨¦alites Nouvelles, el templo de la abstracci¨®n en la ¨¦poca. Tambi¨¦n viaj¨® con frecuencia a Nueva York, adonde dio el salto definitivo a mediados de los cincuenta tras casarse con Jesse Lowenthal, profesor de literatura de secundaria y a quien permaneci¨® unida hasta la muerte de este, en 2000. En el amor y en el arte Herrera ha sido ejemplo de constancia inquebrantable.
Antes de establecerse en la Gran Manzana hizo pr¨¢cticas entre 1942 y 1943 en la Liga de Estudiantes de Arte. Pero destacar como artista siendo mujer en el Estados Unidos de la posguerra era un reto dif¨ªcil; tanto, como hacerlo siendo latino: dos factores que muchos a?os despu¨¦s contribuir¨ªan a su revelaci¨®n. ¡°La gente no estaba lista para recibir mi trabajo¡±, declar¨® Herrera al Observer de Londres sobre aquellos a?os. Galeristas de vanguardia en Nueva York le dec¨ªan, sin disimulo, que por interesante que fuera su obra, nunca le dedicar¨ªan una exposici¨®n por el hecho de ser mujer. El desconocimiento del p¨²blico y del mercado fue positivo, sostuvo siempre: porque le permit¨ªa trabajar s¨®lo conforme a su inspiraci¨®n y su gusto, sin depender de las corrientes en boga ni las demandas de los galeristas o un hipot¨¦tico p¨²blico.
A su epifan¨ªa como artista no fueron ajenas dos tendencias que varias d¨¦cadas despu¨¦s intentaron remediar la infrarrepresentaci¨®n de minor¨ªas en el mundo del arte en EE UU: en concreto, la de los artistas latinos, y la de las mujeres. Herrera era la combinaci¨®n perfecta, gracias a una obra s¨®lida, atesorada sin desmayo durante d¨¦cadas y que se revel¨® al mundo en una sala en 2004. Fue entonces cuando vendi¨® su primera obra. A ra¨ªz de la muestra, la influyente coleccionista Ella Fontanals-Cisneros, tambi¨¦n de origen cubano y propietaria entonces de una importante fundaci¨®n en Miami, compr¨® cinco cuadros suyos. Tambi¨¦n se rindieron a su obra otras coleccionistas tan reputadas como Estrellita Brodsky, embajadora del arte latinoamericano, y Agnes Gund, presidenta em¨¦rita del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa).
Superados esos 60 a?os de discreto y fruct¨ªfero silencio, en los que paulatinamente se embarc¨® en ¡°un proceso de purificaci¨®n de por vida, un proceso de quitar lo que no es esencial¡± -seg¨²n la nota biogr¨¢fica, actualizada, que le dedica la galer¨ªa Lisson de Londres-, las pinturas de Herrera, composiciones minimalistas llenas de l¨ªneas rectas, formas y color, se pueden ver hoy en colecciones permanentes de importantes museos como el Whitney de Nueva York y la Tate de Londres. Su vinculaci¨®n al Museo del Barrio, dedicado al arte latinoamericano, fue destacada, ya que expuso en ¨¦l una d¨¦cada antes de su consagraci¨®n formal. Fue precisamente el presidente del patronato de este museo, Tony Bechara -a la saz¨®n amigo y vecino de la artista- quien recomend¨® su obra al galerista Frederico S¨¨ve, y este, a Fontanals-Cisneros y Brodsky.
¡°El meollo de la pintura de Carmen Herrera es un impulso por la simplicidad formal y un sentido impresionante del color¡±, recuerda la galer¨ªa Lisson. ¡°Una maestra de las l¨ªneas marcadas y planos crom¨¢ticos en contraste, Herrera crea simetr¨ªa, asimetr¨ªa y una variedad infinita de movimiento, ritmo y tensi¨®n espacial en el lienzo¡±. Sus pinceles produjeron configuraciones geom¨¦tricas minimalistas, en blanco y negro y luego en colores brillantes, con ecos de Mondrian y el Pop Art: tri¨¢ngulos y trapecios, conchas, espirales flotando en un universo pr¨ªstino. De la Smithsonian de Washington a Minneapolis, de Nueva York al Reina Sof¨ªa, la labor callada y sin alharacas de Herrera ha sido el secreto mejor guardado del arte contempor¨¢neo. Una mujer de apariencia quebradiza que no s¨®lo super¨® el techo de cristal del g¨¦nero y de la etnia, tambi¨¦n el de la edad, en un mercado tan proclive al v¨¦rtigo de la novedad.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.