Los cortijos andaluces pelean por sobrevivir
Los cambios agrarios y la despoblaci¨®n rural amenazan estos valiosos edificios hist¨®ricos que pujan por acoger nuevos usos
La hacienda El Peral sigue siendo la misma que en la madrugada del 2 de enero de 1820 dio posada a las tropas cansadas y caladas de lluvia del general Rafael Riego. Ah¨ª siguen sus dos bellas torres palomares pintadas de almagre, su gran patio y sus ruedas de moler aceite. Hasta en sus escrituras sigue apareciendo el apellido Martell, el mismo de quien aloj¨® a Riego justo despu¨¦s de iniciar su pronunciamiento en Las Cabezas de San Juan (Sevilla). Pero a su alrededor todo ha cambiado. Su silueta, casi de fortaleza, se otea ahora fugaz por la ventanilla de todo coche que circule por el nudo de conexiones de la autov¨ªa A-382, a su paso por Arcos (C¨¢diz). Aunque siga siendo agr¨ªcola, ya no est¨¢ rodeada de olivares. Como El Peral, 2.225 cortijos, haciendas, lagares y casas de vi?as est¨¢n dispersas por Andaluc¨ªa, inmersas en una encrucijada de incierto final. Tan hist¨®ricas e identitarias como para ser elementos culturales protegidos; tan enormes y rurales como para sobrevivir a merced de unos usos agr¨ªcolas en claro retroceso que las obligan a reconvertirse o a acabar varadas en mitad de la nada entre el abandono y la ruina.
?ngela Adrover y Ana Luque son conscientes de lo contradictorio que puede resultar el relato de su historia como recientes propietarias de una de esas edificaciones rurales. ¡°Si volviera al principio sabiendo el coste, no lo har¨ªa¡±, explica la primera. Un rosario de tediosas trabas burocr¨¢ticas y reformas m¨¢s caras de lo previsto complic¨® el sue?o de esta pareja de asesoras fiscales de comprar una t¨ªpica casa de vi?as del Marco de Jerez para vivir. Pero ahora que se ven habitando con su hijo ese edificio del siglo XIX en El Puerto de Santa Mar¨ªa, reconvertido en alojamiento rural, espacio de reuniones y bodega ecol¨®gica, tienen claro que lo suyo es, ante todo, ¡°un proyecto de vida¡±, como recalca Adrover de inmediato. Ahora su casa y negocio se llama La Bendita Locura en honor al ¡°est¨¢is locas¡± que les espetaron muchos a los que narraban su plan, pero en realidad su nombre hist¨®rico es Nuestra Se?ora del Carmen.
As¨ª aparece inscrita en Cortijos, Haciendas y Lagares de Andaluc¨ªa, un cat¨¢logo que enfrasc¨® a m¨¢s de 20 arquitectos y especialistas durante 11 a?os (de 1991 a 2002) en la cuantificaci¨®n, estudio y an¨¢lisis de las 2.225 grandes construcciones que a¨²n pueblan el campo andaluz, por encargo de la actual Consejer¨ªa de Fomento de la Junta de Andaluc¨ªa. El arquitecto Jos¨¦ Manuel Aladro, uno de los redactores del manual, explica: ¡°Debemos ser conscientes de la importancia patrimonial que tienen, no solo como edificios. La arquitectura agraria forma parte de nuestra identidad cultural. Habla de una forma de vida, una relaci¨®n del hombre con su territorio¡±. De hecho, su trabajo sirvi¨® para reconstruir la historia y caracterizar tipol¨®gicamente estas construcciones, tan diversas como la funci¨®n para la que sirven o la zona en la que est¨¢n. ¡°Las variaciones dependen de las necesidades funcionales y de los recursos que proporciona el territorio¡±, a?ade Aladro.
Poco o nada tiene que ver un lagar con una casa de vi?as; incluso dos tipolog¨ªas de edificios iguales, como una hacienda, son distintas en funci¨®n de si se levantan en la zona occidental u oriental de la regi¨®n. No obstante, todos comparten elementos propios de la arquitectura vern¨¢cula popular andaluza o extreme?a, como es el uso de la cal (para acabados y morteros), el ladrillo o la teja. Y recursos arquitect¨®nicos transversales, como el blancor de sus acabados y su articulaci¨®n en torno a un patio central, seg¨²n explica el arquitecto. Hasta que el equipo de expertos que integr¨® a Aladro se puso a visitar y catalogar todas estas caracter¨ªsticas, buena parte de los ayuntamientos no repararon en su valor. ¡°A ra¨ªz de la elaboraci¨®n del inventario, la mayor¨ªa de los municipios empezaron a protegerlas e incorporarlas en sus planes generales¡±, apunta el arquitecto.
Todo eso no ha salvado a m¨¢s de una de estas construcciones del abandono y la ruina, acelerados por los cambios agr¨ªcolas y la despoblaci¨®n rural. El historiador del arte Jos¨¦ Manuel Baena Gall¨¦ repar¨® en el problema mientras visitaba la imponente hacienda Ibarburu (Dos Hermanas), un excepcional ejemplo de arquitectura tan rural como palaciega datada en 1748, que hoy en d¨ªa se consume entre expolios y derrumbes. Ni su nobleza ni su catalogaci¨®n con la m¨¢xima protecci¨®n de Bien de Inter¨¦s Cultural (2002) han evitado que la asociaci¨®n Hispania Nostra la incluyese, el pasado septiembre, en su Lista Roja del Patrimonio, ante los incendios provocados y ¡°la p¨¦rdida del 70% de sus cubiertas¡±, detalla Baena. ¡°Si se ha llegado a esto es por falta de usos. La agricultura y la ganader¨ªa se han modificado y eso puede ser positivo, pero tambi¨¦n son p¨¦rdidas patrimoniales, de costumbres o usos¡±.
Preocupado por la dejadez de Ibarburu, el profesor Baena escribi¨® el pasado a?o el art¨ªculo Patrimonio rural y cambio clim¨¢tico en la revista especializada en patrimonio andaluz PH, en el que plantea c¨®mo la alteraci¨®n del medioambiente est¨¢ impactando contra este patrimonio etnol¨®gico. ¡°Si pasamos de olivares extensivos al girasol afecta al tipo de fauna, a la polinizaci¨®n, a c¨®mo se relaciona el clima con el suelo y cambian las temperaturas¡±, detalla el historiador, en relaci¨®n con unos edificios que acaban despojados del destino para el que fueron concebidos. Eso, sumado a la p¨¦rdida de rentabilidad de las explotaciones y los elevados costes de mantenimiento de los edificios, ha llevado a una presumible p¨¦rdida de haciendas y cortijos andaluces que se desconoce. M¨¢s de 20 a?os despu¨¦s de que el cat¨¢logo contabilizase 2.225 edificaciones, la Consejer¨ªa de Fomento admite a este diario que no se plantea actualizarlo para conocer su estado actual. Adem¨¢s, la Junta de Andaluc¨ªa no tiene ning¨²n programa de protecci¨®n patrimonial o de ayudas econ¨®micas espec¨ªficos para ellas y se limitan a los programas generales auton¨®micos ya existentes.
Con esos mimbres, Francisco Martell hace lo que puede en su hacienda El Peral, conocida por aquella estancia del general Riego, aunque hoy nada lo recuerde en la zona. ¡°Est¨¢ bastante mal. Yo voy arreglando lo que voy pudiendo, pero estoy centrado en la modernizaci¨®n agraria de la finca¡±, explica el propietario, que la hered¨® de su padre hace dos a?os en una saga familiar que viene desde el siglo XIX. Aunque las dos torres palomares que la caracterizan son, en verdad, contrapesos de dos prensas de viga, all¨ª hace d¨¦cadas que no se produce aceite. Ahora da servicio a cultivos de trigo, girasol, habas o garbanzos, pese a que Martell apenas puede usar una de las naves, la ¨²nica en la que cabe la maquinaria. Con todo, el due?o se muestra decidido en su deseo de darle futuros nuevos usos al edificio: ¡°Habr¨¢ que hacer algo, no s¨¦ qu¨¦. Si no existiese el tema agr¨ªcola, aquello se caer¨ªa. Todo es planteable, pero al final hay que tener dinero¡±.
Pese a esa cantidad de trabas que complican la conservaci¨®n y los casos de abandono, Agust¨ªn Garc¨ªa L¨¢zaro, experto en el patrimonio rural de Jerez, asegura advertir ¡°una vuelta al campo entre los propietarios, a arreglar estos cortijos, a diversificar usos, quien tiene posibilidad est¨¢ volviendo a eso¡±. El especialista pone como ejemplo la hacienda La Pe?uela o el cortijo Espanta Rodrigo, dos fincas gaditanas restauradas que han sido capaces de compatibilizar las actividades ganaderas y agr¨ªcolas con la organizaci¨®n de grandes eventos, como bodas. Y hay m¨¢s casos de ¨¦xito, como el de la hacienda sevillana Guzm¨¢n, especializada en el cada vez m¨¢s pujante oleoturismo.
Esa diversidad de oportunidades fue la que termin¨® de convencer a Adrover y Luque. Cuatro a?os despu¨¦s de iniciar su aventura y de invertir 1,2 millones de euros ¡ª174.000 euros, procedentes de los fondos europeos Feder¡ª, la pareja ha llegado m¨¢s lejos de lo que pensaba. Adem¨¢s de su alojamiento rural con encanto de tres habitaciones, disponen de salones para actos y se han lanzado incluso a producir vino ecol¨®gico, que ofrecen en visitas de enoturismo con catas. ¡°Nuestra idea no era vivir de ello, ahora nos estamos planteando dejar la asesor¨ªa y dedicarnos solo a esto¡±, apunta Adrover.
Aladro es consciente de que casos de nuevas vidas y usos como el de La Bendita Locura no son siempre posibles, ya que no existe capacidad para que todas esas casas que recortan el horizonte campestre andaluz sean explotadas como turismo rural. Pero minimiza el recelo a esos cambios que parecen constituir el ¨²nico salvavidas posible, una vez que los beneficios del campo ya no son los que eran. El arquitecto Aladro zanja con esperanza: ¡°Ni podemos mantener todos los palacios y conventos para lo que fueron concebidos, ni se puede mantener toda la arquitectura agraria para lo que funcion¨®. No hay que tener miedo a la reutilizaci¨®n. Pero s¨ª hay que ser conscientes de lo que estamos interviniendo para que no se pierda su memoria¡±.
Babelia
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