¡®Electric Poet¡¯: hueca hagiograf¨ªa de Patti Smith

El intento de vendernos Patti Smith: Electric Poet como el retrato definitivo de la ¡°madrina del punk¡± provoca cierto bochorno y hartazgo ante el en¨¦simo producto audiovisual mit¨®mano y hueco. La pel¨ªcula de Anne Cutaia y Sophie Peyrard es otra hagiograf¨ªa de una leyenda del rock de la que pr¨¢cticamente ya se ha contado todo (empezando por ella misma y sus estupendas memorias), y que merece un acercamiento m¨¢s original, inteligente y cr¨ªtico.

Quiz¨¢ el intento funcione para un p¨²blico ne¨®fito, y ah¨ª al menos cumple un papel, pero sacar¨¢ de quicio a cualquiera que conozca la trayectoria de la autora de Horses, uno de los discos de rock m¨¢s influyentes de la historia. Smith ha cumplido 75 a?os y su fascinante figura siempre merece un acercamiento, pero no uno tan simple que ni siquiera se plantea las grandes preguntas que rodean a una mujer que se puso chaqueta y corbata para pelear por su lugar en la historia de la m¨²sica.

Andr¨®gina, t¨ªmida y extremadamente sensible, Smith convirti¨® su precioso primer libro de memorias, Just Kids, en un cautivador punto de partida para un relato que ella misma ha sembrado de mitos y leyendas. Aunque en Electric Poet hay buen material de archivo y entrevistas con ella en distintos momentos de su vida, el recuento resulta timorato, incapaz de cuestionar una biograf¨ªa que, como la propia artista ha desgranado en sus libros, est¨¢ estrechamente ligada a su propia fantas¨ªa de la figura rom¨¢ntica del artista.

Electric Poet recrea la vibrante escena neoyorquina de los a?os setenta, pero a¨²n est¨¢ demasiado cerca de la memoria una obra may¨²scula del g¨¦nero como The Velvet Underground, de Todd Haynes, que es la demostraci¨®n de c¨®mo se puede contar de otra manera una historia archisabida, o la serie de Netflix Los diarios de Andy Warhol que, sin la grandeza del documental de Haynes, al menos aporta mucho material original y detalles ¨ªntimos de un personaje tan escurridizo como Warhol. Es probable que ambas comparaciones sean injustas, pero en un momento en el que la explosi¨®n de los documentos musicales roza la sobredosis, se impone empezar a ponerse exigentes.