Igort vuelve a contar y dibujar el drama de Ucrania: ¡°No hemos querido ver. Y ahora Putin sigue adelante¡±
El dibujante, que pas¨® varios a?os en la zona para escribir los celebrados reportajes gr¨¢ficos ¡®Cuadernos ucranianos y rusos¡¯, relata a trav¨¦s de las redes sociales la vida de los amigos y familiares que le llaman desde el terreno
El d¨ªa que Rusia atac¨® Ucrania, las ni?as se preparaban para ir al colegio. Como todas las ma?anas. Algo, sin embargo, cambi¨® la rutina de la familia. Mientras ayudaba a sus hijas, Galya empez¨® a ver las noticias. Y el ¨²nico titular, el 24 de febrero, dec¨ªa que estaban invadiendo su pa¨ªs. Entr¨® en p¨¢nico, como recuerda su marido, el dibujante Igort. ?l le ayud¨® a calmarse, ¡°para no aterrorizar a las chicas¡±. Pero, por m¨¢s que residieran a miles de kil¨®metros de Kiev, la guerra hab¨ªa entrado en su casa. Desde entonces, apenas consiguen dormir. Intentan enviar dinero y ayudas, han colaborado para sacar a gente del infierno. Y reciben cada d¨ªa llamadas y mensajes de familiares y amigos desde Ucrania. El artista comparte esos relatos en Facebook: c¨®mo la beb¨¦ de Seroja grita de dolor porque no tienen nada para curar su infecci¨®n en la boca; o c¨®mo Miriana fue herida en la cara por disparos rusos cerca de Vasylvka. Cuentos dominados por el horror, pero con espacio para la poes¨ªa. Incluso para alguna sonrisa. Igort dice que es su forma de contribuir, de mostrar ¡°c¨®mo es una guerra, algo que en Occidente se ha olvidado¡±.
¡°Intento ense?ar la historia desde el punto de vista del ciudadano cualquiera, no de los h¨¦roes; quiero reflejar c¨®mo las atrocidades se reproducen en la vida cotidiana¡±, agrega uno de los dibujantes m¨¢s respetados de Italia, cuyo nombre real es Igor Tuveri (Cagliari, 63 a?os). Ese mismo principio le llev¨®, hace casi tres lustros, a viajar durante a?os por Ucrania, Rusia y Siberia. Pregunt¨®, escuch¨® y visit¨® escenarios hoy en la boca de todos, de Crimea a la capital chechena, Grozni. Luego, junt¨® esos testimonios en Cuadernos ucranianos y rusos (Salamandra Graphic), considerado uno de m¨¢s valiosos reportajes en c¨®mic. Hace poco, adem¨¢s, public¨® en Robinson, el suplemento cultural de La Repubblica, un tebeo sobre el drama que vive ahora Ucrania.
Desde hace semanas, el mundo no habla de otra cosa. ?l, en su cuenta de Facebook, tampoco. A la gran narraci¨®n oficial intenta a?adir la ¡°peque?a¡±. La ha bautizado como Cr¨®nicas al tel¨¦fono. Diario de una invasi¨®n. En su perfil, se descubre que Olya y Sasha intentaron abandonar Melitopol junto con sus cuatro hijos, pero en un puesto de control ruso les exigieron 250 euros por persona. Tuvieron que volver atr¨¢s. Otra publicaci¨®n cuenta el regreso de varios pueblos al trueque, ya que nadie logra cobrar la pensi¨®n o conseguir dinero en efectivo. Anatoly le confes¨® a Igort que intercambia huevos por queso y patatas. El dibujante narra la doble huida de Victoria, o la verg¨¹enza que ahora siente Ludmila: en la fuga lo ha perdido todo, incluida su dentadura postiza. El 22 de marzo, Igort escribi¨® solo: ¡°No tengo fuerzas. Historias de violaciones y horror¡±. El 4 de abril, despu¨¦s de que se conociera la matanza de Bucha, colg¨® una vi?eta negra.
El autor conf¨ªa en que todo este material se convierta pronto en un libro. Y agradece que se le cuestione: ?no le parece c¨ªnico generar ingresos gracias a la tragedia de los ucranios? ¡°Es una pregunta justa¡±, afirma. Explica que el dinero que surja ir¨¢ destinado a ayudar. Igual que lo que cobr¨® de Robinson. O lo que recaude el posible audiolibro de los Cuadernos ucranios y rusos, un proyecto en fase de elaboraci¨®n y que interpretar¨ªa Toni Servillo. El actor, seg¨²n Igort, tambi¨¦n ha accedido a donar su remuneraci¨®n a las v¨ªctimas de la guerra.
¡°Nosotros vivimos en la parte afortunada de Occidente. Muchos de ellos afrontan serias dificultades para sobrevivir. Algunos ten¨ªan cuentas en bancos rusos que operaban en Ucrania y no pueden recibir transferencias por el bloqueo internacional¡±, insiste el artista. Aunque recibir noticias, al menos, demuestra que est¨¢n vivos. Cada vez que el silencio se prolonga, el autor y su esposa tiemblan. Aun as¨ª, algunos de sus familiares no quieren salir: ¡°Est¨¢n dispuestos a morir all¨ª¡±. Otros protagonistas de sus cr¨®nicas, en cambio, forman parte de los cuatro millones de refugiados que han abandonado su tierra.
Entre tantos v¨ªnculos personales, viajes, entrevistas, el artista conoce a fondo el ¨¢rea. Aunque subraya: ¡°No soy un profeta, ni un soviet¨®logo. Simplemente he contado lo que he visto, como pudieron hacer otros¡±. Lo cierto es que, en sus cuadernos, aparec¨ªan muchos elementos hoy tan actuales. Aunque el artista part¨ªa de dos temas concretos ¡ªla hambruna de principios del siglo XX en Ucrania y el asesinato de la periodista Anna Politk¨®vskaya en 2006¡ª, en sus p¨¢ginas se lee de soldados rusos sin preparaci¨®n, de fosas comunes o de censura. Se escuchan los ecos de Stalin y los gritos de la propaganda. El propio dibujante recibi¨® amenazas durante la realizaci¨®n del c¨®mic. ¡°No hemos querido ver la guerra con Georgia, la intervenci¨®n en Abjasia y Osetia del Sur, los gobiernos t¨ªteres como los de Chechenia o Bielorrusia, la anexi¨®n de Crimea o la infiltraci¨®n en el Donb¨¢s. Y ahora ¨¦l sigue adelante, ante miradas asustadas y estupefactas¡±, reflexiona el artista.
¡°?l¡± tiene nombre y apellido: Vlad¨ªmir Putin. Igort defiende que el presidente ruso procede con ideas muy claras. ¡°Se trata de una estrategia deliberada, que en el Kremlin llaman ¡®El plan¡¯. Se intenta cancelar una naci¨®n, su lengua, su identidad y la independencia con la que hace tres d¨¦cadas Ucrania eligi¨® una v¨ªa distinta, m¨¢s europe¨ªsta¡±, sostiene el dibujante. Aunque, tras el choque militar, cree que se esconde una batalla de principios. Como le dijo hace unos d¨ªas Galia Ackerman, traductora y amiga ¨ªntima de Anna Politk¨®vskaya, ¡°hay que afirmar claramente que es una guerra entre una visi¨®n dictatorial y una democr¨¢tica¡±. Igort recorre a varios ejemplos: subraya que t¨¦rminos como ¡°guerra o invasi¨®n¡± est¨¢n prohibidos en Rusia, cita los envenenamientos y encarcelamientos de opositores, o la paradoja de desplegar a los mercenarios de la brigada Wagner, admiradores declarados de las SS, para ¡°denazificar¡± Ucrania. Y recuerda el reciente cierre de N¨®vaya Gazeta, el diario donde trabajaba Politk¨®vskaya: ¡°Ni siquiera durante el ataque a Chechenia se lleg¨® a tanto. Es un Estado de represi¨®n policial¡±.
De ah¨ª que el dibujante se muestre irritado por los que difunden el verbo de Putin. En su pa¨ªs, ¨²ltimamente, los ejemplos se multiplican: un tercio de los parlamentarios se ausent¨® el d¨ªa que el mandatario ucranio, Volod¨ªmir Zelenski, intervino ante el Congreso italiano; algunos argumentaron que era injusto escuchar solo una de las dos voces; y uno de cada cuatro italianos se muestra esc¨¦ptico ante las noticias e im¨¢genes de las masacres, que considera amplificadas o incluso falseadas por el Gobierno de Kiev, seg¨²n una reciente encuesta publicada por La Repubblica. ¡°Nos estamos trayendo la basura dentro de casa, en forma de informaci¨®n falsa. Son ¨²tiles idiotas, muy preciados para el Kremlin. No niego que exista tambi¨¦n una propaganda ucrania, pero lo que ocurre est¨¢ a la vista del mundo entero. Los periodistas desplazados han recogido cientos de testimonios. Y adem¨¢s los rusos est¨¢n especializados en dar tres o cuatro versiones de la misma historia, cadenas que se desmienten una con otra. Deben de ser funcionarios que no comunican entre ellos. Yo los llamo ¡®tropiezos¡¯. Primero, dijeron que el hospital de Mariupol nunca hab¨ªa sido bombardeado; luego, que acog¨ªa a guerrilleros ucranios. Y, despu¨¦s, que se trataba de una farsa y una recreaci¨®n¡±, reflexiona Igort.
Sus cr¨®nicas tambi¨¦n son verdaderas. Aunque a veces la vida ofrece momentos incre¨ªbles, como el relato del 3 de abril. Oleg y Maxim han dejado a sus familias sanas y salvas en Polonia y han vuelto a Rivne, para estar con Anya, su madre, de 83 a?os. Comen del huerto y de lo que han podido conservar. Los chicos han colocado camas, una mesa y algunas l¨¢mparas en el s¨®tano, para pasar las noches al reparo de los bombardeos. Pero Anya quiso quedarse arriba: ¡°Si he de morir, lo har¨¦ en mi casa¡±. Por la ma?ana, los hijos suben a ver c¨®mo est¨¢ la anciana. Un d¨ªa la encontraron escondida en un armario. Cubierta por abrigos y jers¨¦is. Se hab¨ªa dormido all¨ª.
Babelia
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