El destino como desdicha

Javier Cort¨¦s se encontr¨® de salida con un toro que llevaba un cortijo en los pitones, pero se tuvo que conformar con un adosado; Francisco Jos¨¦ Espada hizo lo m¨¢s dif¨ªcil, que fue meter en la muleta a un manso que estaba loco por salir corriendo, y lo tir¨® todo por la borda por su empe?o en alargar sin sentido su faena; y Tom¨¢s Campos tuvo una mala tarde, con la mente poco despejada, un d¨ªa de esos que todo lo ves negro y no te sale nada; pero, claro, en su situaci¨®n, una tarde oscura no es un asunto menor.

A ver si va a ser verdad aquello de que cada cual est¨¢ donde tiene que estar; a ver si va a ser cierto que cada uno tiene un destino y no hay forma de cambiarlo¡­

Ojal¨¢ que el aforismo no sea m¨¢s que una habladur¨ªa popular, y que cada cual tenga capacidad para modificar su trayectoria a base de disposici¨®n, esfuerzo y voluntad. Pero, ciertamente, la terna de esta tarde no ha estado fina; o, mejor, no ha estado todo lo fina que ped¨ªan las circunstancias para cambiar radicalmente el destino.

La corrida de El Pilar sali¨® dispuesta a encumbrar a los toreros. Bien presentados los toros, astifinos, cumplidores en l¨ªneas generales en los caballos, y nobles y con movilidad en el tercio final. Exig¨ªan, eso s¨ª, valor, actitud y buenos alimentos; es decir, una muleta poderosa. Y algo m¨¢s: una mente despejada, que tuviera claro que todo no consiste en dar pases y m¨¢s pases, sino en adivinar con justeza la faena que un toro pide y el fondo y las formas necesarias para conectar con los tendidos.

Cort¨¦s se encontr¨® con el toro de su vida en la plaza m¨¢s importante. Un animal bravo, noble, que humillaba en cada embestida, con clase y ritmo. Y la faena fue correcta, entonada, con momentos lucidos y otros irregulares, pero aceptable. Falt¨® la garra, el arrojo, hacerse uno con el toro a cambio del riesgo impredecible, para cortar las dos orejas, salir por la Puerta Grande y tomar un camino diferente. Mat¨® muy bien, pero solo cort¨® una oreja. Ese fue el justo premio a sus buenos muletazos por ambas manos, algunos derechazos muy hondos y largos, y no faltaron naturales de enjundia. Pero falt¨® la guinda, esa cabeza capaz de poner a hervir a una plaza que estaba dispuesta a acompa?arlo en el triunfo. Y no pudo ser.

Tampoco se rompi¨® en el cuarto, con tandas tan cortas de esas que no dan tiempo a que surja la emoci¨®n. Hubo estatuarios ce?idos, naturales hermosos y tres trincherillas de cartel, pero falt¨® cerrar el c¨ªrculo y acabar con el cuadro. Adem¨¢s, mat¨® mal. No obstante, no debe quedar en el olvido un primoroso quite por chicuelinas y una media extraordinaria.

Espada tiene valor, maneras y buen gusto. Alarg¨® tanto su labor ante el tercero que acab¨® aburriendo al respetable, y pas¨® un quinario a la hora de matar al sexto, el m¨¢s retra¨ªdo de la corrida; la campana lo salv¨® del tercer aviso tras fallar reiteradamente con el verduguillo.

Y dicho queda que Tom¨¢s Campos estuvo sin estar en ¨¦l. Embarullado se mostr¨® ante su primero, muy por debajo de las condiciones del toro, y dio muchos pases insulsos, y casi siempre despegado, al quinto.

En fin¡­ que ojal¨¢ no se cumpla aquello de que cada cual est¨¢ donde tiene que estar; porque los tres toreros no han hecho lo necesario para salir de esa situaci¨®n inc¨®moda e insatisfecha de sentirse en tierra de nadie.