¡®Mentes maravillosas¡¯: mucha conciencia social para una trama inveros¨ªmil

La intrahistoria de ciertas pel¨ªculas es a veces tan interesante o m¨¢s que la pel¨ªcula en s¨ª: qui¨¦n hay detr¨¢s de ese determinado trabajo, cu¨¢les son los entresijos vitales de sus autores. Ahora bien, lo que en principio no deber¨ªa ocurrir es que para entender o gozar una pel¨ªcula sea necesario haber le¨ªdo u o¨ªdo la intrahistoria. Entonces tenemos un problema, porque el espectador, al sacar su entrada y disponerse a disfrutar del t¨ªtulo en cuesti¨®n, no tiene por qu¨¦ conocer lo que hay detr¨¢s. Y algo (o mucho) de eso hay en Mentes maravillosas, escrita por Bernard Campan y Alexandre Jollien, y dirigida por el primero: tierna, simp¨¢tica, agradable, bienintencionada, inclusiva, con conciencia social, leve pese a la profundidad de sus textos, y del todo incomprensible en cuesti¨®n de credibilidad respecto de la relaci¨®n de uno de los personajes con el resto de seres humanos con los que interact¨²a.

La intrahistoria: el suizo Jollien, persona con discapacidad neuromotora por estrangulamiento con el cord¨®n umbilical al nacer, pas¨® 17 a?os en un centro de educaci¨®n especial. Ahora, aunque ande con dificultad y no pueda cortarse un filete de carne por sus problemas de movilidad, es un reputado fil¨®sofo y un escritor de ¨¦xito, con obras publicadas en medio mundo. Jollien se hizo amigo del actor franc¨¦s Campan, y ambos han escrito y protagonizado Mentes maravillosas, en la que uno y otro interpretan no a un actor y a un fil¨®sofo, sino a un empresario de pompas f¨²nebres y a un chaval con discapacidad que apenas tiene amigos, vive con su madre y se gana la vida repartiendo fruta y verdura ecol¨®gica con su bicicleta.

Hasta ah¨ª, todo bien. La pel¨ªcula es blandita y curiosa. Una m¨¢s de las producciones francesas que parecen sacadas del molde de la triunfadora Intocable: una road movie en la que dos personas de caracter¨ªsticas f¨ªsicas y sociales bien distintas se ven obligadas a convivir durante un tiempo; que en principio se rechazan para despu¨¦s ir conectando de tal forma que sus vidas cambian para siempre, y para mejor. Eso s¨ª, aunque se vea con una media sonrisa, conforme avanzan los di¨¢logos tambi¨¦n puede ir apareciendo una mueca de incredulidad porque el personaje de Jollien, el repartidor de fruta, empieza a ejercer de trasunto del propio int¨¦rprete y creador. Es decir, a soltar perlas filos¨®ficas en cada frase, a hablar con una admirable elocuencia que roza lo literario: ¡°Quer¨ªa tener una experiencia metaf¨ªsica¡±; ¡°los estoicos dec¨ªan que¡­¡±; las teor¨ªas de Nietzsche, el epicure¨ªsmo¡­ Aforismos continuos, entremezclados en un relato de cotidianidad absoluta.

Ojo, no estamos diciendo en modo alguno que una persona con esa discapacidad no pueda tener esos conocimientos y no pueda hablar con tal propiedad. Faltar¨ªa m¨¢s. De hecho, la existencia del mismo Jollien confirma que esa creencia es absurda. Pero admitamos que no es lo habitual, y que en la historia interna de Mentes maravillosas Jollien no es un famoso fil¨®sofo, sino un hombre cualquiera que cita a Arist¨®teles cada tres frases.

As¨ª que, si no nos ciegan los buenos sentimientos, resulta incre¨ªble ¡ªy he aqu¨ª la clave del desequilibrio de la pel¨ªcula en su fondo¡ª que ni un solo personaje le pregunte d¨®nde ha aprendido todo eso, que nadie se interese por su intrahistoria. Y que, como consecuencia, sean bastante inveros¨ªmiles secuencias y di¨¢logos como los de la despedida de soltera y la noche de cari?o y sexo con la prostituta. En la vida diaria, cualquiera de los roles que se entrecruce con un joven que hable de esa manera, aunque no tuviera discapacidad alguna ¡ªy he aqu¨ª la segunda de las claves¡ª, se preguntar¨ªa de d¨®nde ha salido semejante portento.

¡°Todo el mundo se empe?a en encasillarme¡±, dice el personaje a su madre en el relato. Y, por desgracia, tiene raz¨®n con respecto a la vida real. Sin embargo, en la pel¨ªcula nadie le encasilla. Y eso no acaba de encajar.