Qued¨¦monos a vivir en esta canci¨®n de Father John Misty
Vivieron en la canci¨®n hasta el punto de dar sentido al verso que dec¨ªa: ¡°Puede que solo seamos nosotros los que nos sintamos as¨ª¡±

Hubo una vez una pareja que invent¨® una hermosa ceremonia: escuchar I Love You, Honeybear de Father John Misty a medida que se desnudaban para hacer el amor. Lleg¨® de casualidad, como la mayor¨ªa de cosas bonitas que permanecen en el recuerdo. Esa noche, hab¨ªan coincidido en el concierto de Father John Misty. Como las buenas fans, ella estaba en primera fila y ¨¦l, unos pasos detr¨¢s, observando como ella contoneaba el cuerpo con esas canciones abrasivas. Se conoc¨ªan y se atra¨ªan y, a la salida del concierto, consiguieron esquivar a sus pandillas y escaparse al piso de ¨¦l. Una copa de vino, derramada por el suelo, y la m¨²sica rodeando la estancia. No hac¨ªa falta m¨¢s. Ella puso esa canci¨®n un par de segundos antes de invitarle a desabrocharla el primer bot¨®n. Cayeron los primeros acordes de piano, aparecieron los violines y tambores y esa voz desliz¨¢ndose provocativa hasta derretirse en un simple: ¡°I Love You, Honeybear¡±. Y, entre mordisco y mordisco, ella dijo: ¡°Qued¨¦monos a vivir en esta canci¨®n de Father John Misty¡±.
Vivieron en la canci¨®n hasta el punto de dar sentido al verso que dec¨ªa: ¡°Puede que solo seamos nosotros los que nos sintamos as¨ª¡±. Sentirse elegidos y ¨²nicos es lo que les pasa a los buenos amantes. A ellos tanto les pas¨® que ella, siempre con frases espontaneas, solt¨® revoloteando por la cama: ¡°Somos un espect¨¢culo de feromonas cuando nos juntamos¡±. Apenas llevaban un mes vi¨¦ndose y el espect¨¢culo y la canci¨®n le empujaron a ¨¦l a invitarla a que conociese Par¨ªs. Ella, que puso en su estado de WhatsApp la letra de I Love You, Honeybear, justo le hab¨ªa correspondido con un cuadro de la pel¨ªcula Manhattan. A ella le atra¨ªan los chicos interesados en la m¨²sica, la literatura y el cine y ¨¦l era un chico que habl¨® con ella de Woody Allen y Nueva York. A ¨¦l le gustaban las chicas el¨¦ctricas y ve¨ªa en ella un esp¨ªritu lleno de posibilidades. Pusieron I Love You, Honeybear y cientos de canciones m¨¢s mientras recorr¨ªan las noches y los d¨ªas con un verso sujeto a sus sonrisas y que cantaba Father John Misty solo para ellos: ¡°Nunca dudes de esto. Mi amor, eres t¨² con quien quiero ver el barco hundirse¡±.
Dec¨ªa un viejo proverbio algo cenizo que el mundo es una mierda y, luego, te mueres. I Love You, Honeybear es una canci¨®n que recuerda que el mundo es una mierda, pero no para esos dos amantes que bailan felices con la orquesta del Titanic. ¡°Todo est¨¢ condenado y nada se salvar¨¢, pero te amo, cari?o¡±, canta Father John Misty con una elegancia extraordinaria. La pareja se agarr¨® por primera vez la mano en Par¨ªs y estuvieron sin solt¨¢rsela en ciudades de toda Espa?a y media Europa. En la casa a la que se fueron a vivir juntos, cogieron una costumbre al dormir en la cama: ella se tumbaba boca abajo y ¨¦l boca arriba y ella le ped¨ªa todas las noches que le metiera la mano por debajo de las bragas y la dejase ah¨ª, en su culo, como si nada, hasta que se durmiese. A ¨¦l le encantaba. Los dos se tatuaron en Madrid algo que les complementaba. Si el mundo era una mierda, ellos lo har¨ªan frente.

El mundo sigui¨® girando en su ritmo loco y ellos con el mundo. Giraron tanto que se dieron la vuelta. Julio Cort¨¢zar escribi¨® una de las definiciones m¨¢s bellas del amor, o, al menos, la que m¨¢s le gustaba a ¨¦l, tal y como le cont¨® una vez a ella: ¡°Vos no eleg¨ªs la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando sal¨ªs de un concierto¡±. Lo que ambos empezaron a preguntarse era c¨®mo tal cantidad de lluvia, esa agua bendita que les empap¨® a la salida del concierto de Father John Misty, se hab¨ªa secado tan r¨¢pido, aunque r¨¢pido fueran cuatro a?os. La felicidad siempre pasa volando. No solo se lo preguntaban, sino que se empezaron a alarmar de los secos que estaban. Hab¨ªa d¨ªas que ni ve¨ªan una gota. O quiz¨¢, despu¨¦s de tantas vueltas en un mundo de mierda, hab¨ªan perdido la capacidad de sentir el agua en sus cuerpos. Eso era tambi¨¦n triste. Porque los dos buscaban semanalmente la lluvia el uno en el otro.
Un d¨ªa, ¨¦l escuch¨® el nuevo disco de Father John Misty, Chlo? And The Next 20th Century, que se despliega ante los o¨ªdos como una pel¨ªcula en blanco y negro del viejo Hollywood. Se lo coment¨® a ella, como tantas cosas que se comentaban con las prisas de los d¨ªas y las rutinas incrustadas. Tuvieron mejores cosas que hacer que escucharlo juntos. De hecho, ninguno de los dos recordaba ya cu¨¢ndo fue la ¨²ltima vez que celebraron su ceremonia de I Love You, Honeybear. A ¨¦l, que siempre andaba buscando significados profundos en letras de sus artistas favoritos, le caz¨® una canci¨®n: Kiss Me (I Loved You). Escucharla era como pasear por una ciudad desierta. Adem¨¢s, era un paseo solitario. La canci¨®n habla en pasado. ¡°B¨¦same, yo te am¨¦¡±. Y habla de besos que se piden con desesperaci¨®n, aunque los sue?os parezcan acabarse, aunque el final parezca retumbar cada vez con m¨¢s fuerza. Pero para ¨¦l un verso retumbaba a¨²n m¨¢s que todo lo dem¨¢s en toda la canci¨®n: ¡°El amor es mucho menos misterioso que a qui¨¦n se lo das¡±.
Puede que as¨ª sea. Con esa voz teatral, Father John Misty al menos convence. El amor es siempre el mismo espect¨¢culo, la misma canci¨®n, la misma lluvia. Son las personas las que cambian, o las que muestran su verdadera cara cuando se apagan las luces. Ese es el verdadero drama de la m¨²sica que ya no se escucha como antes: saber que los misterios vienen de las mismas personas que prometieron ver juntos hundirse el barco. La verdad dolorosa es comprobar que esas mismas personas se hagan extra?as el uno para el otro por ego¨ªsmo, inseguridades, problemas de comunicaci¨®n y peque?os desastres cotidianos. A ellos les pas¨®: ¨¦l cerraba por su cuenta bares que nunca cerraban y ella buscaba conexi¨®n en ojos de otras personas.
La pareja decidi¨® darse un tiempo, todo ese espacio extra?o en el que aceptas la derrota o crees en el milagro. Quiz¨¢ una de las cosas m¨¢s ilustrativas de una vida en com¨²n da?ada por la separaci¨®n es saber que la m¨²sica volver¨¢ a escucharse en soledad, pero tambi¨¦n saber que esa serie de televisi¨®n que ten¨ªas a medias y ve¨ªas a la hora de cenar no tendr¨¢s fuerza ni ganas de continuarla por tu cuenta. ?l empez¨® a pasear por los alrededores de su antiguo piso, donde escucharon por primera vez a Father John Misty. Observaba desde la acera y recordaba esa terraza y ese vino derramado. Y luego, como si fuera uno de esos personajes de una pel¨ªcula de Jon¨¢s Trueba que andan siempre buscando su lugar en la vida, segu¨ªa por Las Vistillas, su lugar favorito de Madrid y por donde el sol sol¨ªa caer anunciando un verano de promesas. All¨ª en Mar¨ªa Pandora celebr¨® uno de sus cumplea?os con ella m¨¢s fant¨¢sticos. Ella paseaba por El Retiro, a la salida del trabajo, buscando sentir el perfume de las flores que antiguamente siempre la esperaban. Y recordaba que en El Retiro ¨¦l le prepar¨® una fiesta de cumplea?os sorpresa a ella. Tantas aventuras vividas y ahora silencio. Sus tatuajes segu¨ªan en los brazos de ambos, pero sus dedos llevaban demasiado tiempo sin agarrarse ni buscarse. Ahora, cada uno solo era responsable de sus propias manos.
Esta pareja existi¨®. Los que creen en los milagros dicen que quiz¨¢s todav¨ªa puede seguir existiendo. Cuando ¨¦l se fue de casa, con ese ruido de la puerta que persigue hasta en lo profundo de la noche, ella sab¨ªa que no llamar¨ªa a nadie inmediatamente para desahogarse. Aunque era ya una chica repleta de dudas, ella estaba convencida de que ¨¦l siempre se pondr¨ªa una canci¨®n para ir ad¨®nde tuviera que ir. En un hogar partido, ella no pod¨ªa pensar, pero si le hubiesen preguntado dir¨ªa que, sin saber cu¨¢l, ¨¦l buscar¨ªa alguna dolorosa o rabiosa. ?l no hubiese dicho nada porque tampoco lo sab¨ªa. Siempre segu¨ªa su instinto, el mismo que le llev¨® a quedarse con el verso: ¡°El amor es mucho menos misterioso que a qui¨¦n se lo das¡±.
Al llegar a la calle, ¨¦l agarr¨® el m¨®vil y puso en sus cascos I Love You, Honeybear. No hab¨ªa caminado ni tres pasos cuando empez¨® a llorar las mismas l¨¢grimas que ella y, con la m¨²sica abraz¨¢ndole, record¨® aquella frase dicha en aquella noche que inventaron su ceremonia: ¡°Qued¨¦monos a vivir en esta canci¨®n de Father John Misty¡±.
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