M¨¢s all¨¢ del frenes¨ª de los sanfermines
Es posible vivir las fiestas de San Ferm¨ªn con cierta calma espiritual y la vestimenta blanca impoluta. O hacerlo pr¨¢cticamente todo el a?o, como los pe?istas
Uno acaba pregunt¨¢ndose si en los sanfermines hay vida m¨¢s all¨¢ del frenes¨ª. Y s¨ª, la hay. Es la de esas personas que mantienen impoluta la vestimenta blanca, caminan con parsimonia de ac¨¢ para all¨¢ y disfrutan la fiesta a otro ritmo. La llaman ¡°la fiesta de la gente de aqu¨ª¡±. Un ejemplo de esas personas es Marta Centuri¨®n, que, parad¨®jicamente, reside en Estados Unidos y no se pierde un 7 de julio desde 1997.
Marta Centuri¨®n, de Miami, ten¨ªa un padrastro que trabajaba en la multinacional qu¨ªmica Union Carbide, una de cuyas factor¨ªas se encontraba en Navarra. En los a?os sesenta pas¨® con su madre un invierno en Pamplona. Y ah¨ª habr¨ªa quedado la cosa si en 1997 no hubiera decidido llevar a su hijo, que cumple a?os en la semana de los sanfermines, a conocer esa fiesta de la que se hablaba tanto.
¡°Nos enamoramos de San Ferm¨ªn y de la gente¡±, dice. Marta pens¨® que tal vez el enamoramiento ser¨ªa fugaz y para salir de dudas volvi¨® al a?o siguiente. La familia se qued¨® todo un mes y comprob¨® que se trataba de un amor eterno. Como alojar a toda la familia en un hotel sal¨ªa bastante caro, decidi¨® comprar una vivienda: un piso en plena calle Estafeta que se aprovecha cada vez m¨¢s. Este a?o han hecho ya cinco veces la ruta Miami-Pamplona.
Ahora est¨¢n en Pamplona todos sus hijos y, por primera vez, sus dos nietos, de seis y cuatro a?os. Para ella, los sanfermines no son una fiesta de despiporre, sino de ¡°ambiente familiar¡±. El 7 de julio comienza la jornada con la procesi¨®n tras la estatuilla del santo y culmina con la corrida de toros. ¡°San Ferm¨ªn¡±, explica, ¡°significa encontrarse con los amigos, ir a cenar, bailar un poco, tomar una copa, llevar a los nietos a la ofrenda de los ni?os al santo¡ cosas familiares¡±. Las copas se toman en el Windsor de la plaza del Castillo, ¡°donde nos reunimos los americanos¡±.
Gozar de los sanfermines con una cierta calma espiritual requiere experiencia y preparaci¨®n. Pobre del que intenta conseguir mesa a ¨²ltima hora, en un restaurante o en una terraza. El 7 de julio no qued¨® libre ni un palmo de mantel, y para sobrevivir a base de pinchos hubo que enfrentarse a procelosas mareas humanas.
Otra opci¨®n es la de vivir San Ferm¨ªn pr¨¢cticamente todo el a?o, como hacen los pe?istas: unos 6.000 adultos, unos 1.500 menores y una cantidad dif¨ªcilmente calculable de personas que, sin afiliarse a una de las 16 pe?as, mantiene vinculaci¨®n con ellas. ¡°Funcionamos y hacemos cosas desde septiembre hasta junio, aunque las fiestas sean el gran momento¡±, dice Endika Lacuey, expresidente de la federaci¨®n de pe?as, que, como Marta Centuri¨®n, acude a los toros el 7 de julio. Las primeras pe?as se fundaron hacia 1880 o 1890. Y a la m¨¢s antigua de las actuales, la ?nica, se le atribuye una antig¨¹edad cercana a los 120 a?os, aunque la edad precisa no puede determinarse porque sus documentos iniciales se perdieron durante la Guerra Civil.
¡°Montamos comidas, salimos con la charanga, organizamos conciertos de m¨²sica y jotas o actividades para los ni?os¡ en las pe?as hacemos ese tipo de cosas¡±, explica Lacuey, para quien la excelente relaci¨®n entre las asociaciones sanfermineras constituye ¡°lo mejor de la fiesta¡±. Hay cosas que le parecen peores, como la tensi¨®n entre las pe?as y el actual alcalde, Enrique Maya, de Navarra Suma (coalici¨®n de Uni¨®n del Pueblo Navarro, Partido Popular y Ciudadanos). ¡°Nos pone trabas continuamente. El alcalde rechaza cualquier cosa que se organice al margen del programa oficial¡±, se queja Lacuey.
Los dos a?os sin fiesta de San Ferm¨ªn por la pandemia no han modificado algo que puede considerarse ya casi tradicional: los roces pol¨ªticos. En la procesi¨®n del 7 de julio, que encabezan la figura del santo, el alcalde en traje de gala y la corporaci¨®n municipal al completo, no pod¨ªa faltar el incidente. Cuando la comitiva de este a?o, compuesta por el santo, las autoridades y muchos centenares de ciudadanos, pasaba por la calle Curia, un grupo de personas, identificadas con Bildu, lanz¨® gritos despectivos hacia el alcalde. Intervino la guardia municipal, volaron algunos vasos, hubo agresiones y un polic¨ªa result¨® herido. Luego el alcalde llam¨® ¡°fascistas¡± a los de Bildu.
Estas cosas ocurren e inmediatamente quedan sumergidas por la fiesta, que sigue girando a un ritmo vertiginoso. El ritmo con que los camiones de abastecimiento surten de comida y bebida a los bares y restaurantes; el ritmo con que se recogen m¨¢s de mil toneladas de residuos; el ritmo con que minutos despu¨¦s del encierro se retiran las vallas y la calle Estafeta vuelve a llenarse de multitudes vaso en mano.
Las cosas van deprisa, los conciertos y los fuegos artificiales (quiz¨¢ el evento m¨¢s masivo) parecen encadenarse con la diana matutina y el encierro. Y nada es un problema, mientras no haya heridos de gravedad al correr con los toros ni agresiones sexuales en la hora m¨¢s oscura de la noche.
Babelia
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