Safo, Rosal¨ªa y Quevedo (con Bizarrap): vuelven los cl¨¢sicos
La m¨²sica urbana ha dinamitado la dicotom¨ªa entre cultura fr¨ªa y cultura caliente que separaba la Antig¨¹edad de la Modernidad

Quienes piensan que la Antig¨¹edad puede ser una gu¨ªa contra la incertidumbre o el estr¨¦s deber¨ªan tener presentes estas preguntas de Florence Dupont: ¡°?Qu¨¦ podemos pensar de los nobles atenienses, para quienes la droga y la pederastia eran formas superiores de la cultura y de la herencia de la ¨¦lite? ?Qu¨¦ pensar de los romanos, que consideraban un defecto la esperanza y para quienes el verdadero valor en un naufragio no estriba en aferrarse para sobrevivir sino en dejarse hundir lo m¨¢s deprisa posible?¡±.
Helenista e hija de Pierre Grimal ¨Del amarillo de su diccionario de mitolog¨ªa es un cl¨¢sico en s¨ª¨D, Dupont es autora de un provocador ensayo titulado La invenci¨®n de la literatura (Juan Antonio Matesanz lo tradujo para Debate en 2001). En ¨¦l sostiene que eso que llamamos literatura ¨Dseg¨²n ella, ¡°letra muerta¡±¨D tiene apenas 200 a?os. Lo anterior ser¨ªa un ente vivo, inaprensible en un discurso, algo m¨¢s cercano a una fiesta flamenca que a un simposio acad¨¦mico, por m¨¢s que esa palabra remita al banquete griego. ¡®Cantar para no decir nada¡¯ o ¡®Libros para no leer¡¯ son algunos de los ep¨ªgrafes en que se divide un estudio que considera las creaciones orales antiguas como inseparables de la fiesta, la ebriedad y el eros. Eran cultura caliente. Nada que ver con las letras modernas, que formar¨ªan parte de la cultura fr¨ªa, m¨¢s basada en lo reproducible que en lo irrepetible, en la biblioteca que en la discoteca. Pese al prestigio de Catulo o Apuleyo, Anacreonte o Safo (traducida musicalmente este verano por Christina Rosenvinge), no deber¨ªamos leer como monumento algo que fue un acontecimiento. Por kitsch que nos pueda parecer, las estatuas cl¨¢sicas ten¨ªan colorines.
Esas nociones de monumento y acontecimiento serv¨ªan hasta ahora para explicar la relaci¨®n tradicional entre disco y concierto. Pero lleg¨® la m¨²sica urbana y dinamit¨® esa dicotom¨ªa. La ceremonia es otra, necesita otra piel (por citar a otro cl¨¢sico). ?La letra? Eso queda para la literatura. Dos de las mayores estrellas de la actualidad no pasar¨¢n a la historia por una rima como ¡°?Esta noche qui¨¦n la borra? / T¨² me besaste y se me cay¨® la gorra¡±, pero la en¨¦sima paradoja es el valor que muchos m¨²sicos y gallos de batalla conceden al ingenio conceptista de las viejas figuras ret¨®ricas. ¡°Code¨ªna para parar de pensar / en esa mina mala, mata el bienestar / y me domina¡±, dice Khea en una aliteraci¨®n de libro. Y tiene gracia que en el n¨²mero uno mundial de Spotify el que lleve semanas sea Quevedo, cuya sesi¨®n con Bizarrap contiene, favorecido por el seseo, otro efecto barroco: ¡°Estoy a ver si me garantizas / que te me pegas como quien graba con Biza. / Y vi salir a las amigas del party / y ella se qued¨®¡±. Biza. Visa. Es un calambur y se puede bailar. Los griegos estar¨ªan orgullosos.
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