Manolito y el ¡®bullying¡¯
Pongo a mi personaje como ejemplo para observar a qu¨¦ conduce la excesiva pedagogizaci¨®n de la creatividad. Yo me lavo las manos: no lo escrib¨ª para educar a nadie
La madre se acerca a nuestra mesa en el bar dejando a su ni?a atr¨¢s. Me dice que quiere agradecerme lo que mis libros (Manolitos) han ayudado a su hija durante dos a?os, en que ha vivido una desesperante experiencia de bullying en el colegio. Me levanto y voy hacia la ni?a. Le doy un beso y veo que est¨¢ llorando. Aquellos que no han escrito jam¨¢s para ni?os no pueden imaginar de qu¨¦ manera los personajes entran en sus vidas, el influjo, el impacto, la identificaci¨®n. La ni?a se llama Abril, es bonita, sensible, tiene once a?os. La estrecho contra m¨ª. Emociona que este personaje, creado hace tantos a?os y distanciado ahora de m¨ª, siga actuando por su cuenta. No es la primera vez que una criatura que ha sufrido bullying se me acerca. Debe de ser que lo que m¨¢s necesita un ni?o o una ni?a fr¨¢gil es a un antih¨¦roe, a un ni?o que tambi¨¦n lo es, que lleva gafas y se las rompe el chulo del colegio, que no tiene grandes habilidades f¨ªsicas, tampoco es un cerebr¨ªn, pero posee el don de narrar historias y eso es lo que le une a tantas almas. Jam¨¢s pretend¨ª que fuera terap¨¦utico, escrib¨ª sin pretensiones, salvo la de dejarme llevar por el humor infantil. Ahora disfruto de que lectores ya adultos pueden contarme lo que supuso para sus vidas, y hay muchas historias, que si yo fuera disciplinada deber¨ªa contar.
Manolito, y perdonen que hable del personaje, pero es que ya no me pertenece, ha acompa?ado a muchos ni?os, pero tiene una especial funci¨®n sanadora con aquellos o aquellas que son m¨¢s vulnerables. Eso contrasta con los adjetivos que los vigilantes de la moralidad y la correcci¨®n le han dedicado, por ejemplo, en los Estados Unidos. Una de sus traductoras al ingl¨¦s, Caroline Travalia, escribi¨® un divertid¨ªsimo ensayo sobre las est¨²pidas censuras a las que fue sometido el texto. A tal punto llegaba el esfuerzo editorial por hacer de Manolito un ni?o ejemplar que llegaron a censurar alg¨²n dibujo: en una ilustraci¨®n de Emilio Urberuaga, Manolito y sus amigos est¨¢n de visita escolar en el Museo del Prado y se est¨¢n riendo delante de Las tres Gracias de Rubens. Pues bien, el dibujo de las tres Gracias fue sustituido por otro. Ya se sabe, tres se?oras desnudas del siglo XVII son m¨¢s nocivas para la mente infantil que un anuncio de Victoria Secret.
Creo que es en la literatura infantil donde se ceban m¨¢s con la tijera, pero no trasciende, porque se trata de un universo cultural que provoca escasa atenci¨®n. Es parad¨®jico que una de las acusaciones, porque de acusaciones se trataba, que me dedicaron en las cr¨ªticas americanas fue que mis libros fomentaban el bullying. Tambi¨¦n les inquietaba mucho la parte de humor escatol¨®gico (?bendito sea!) y el vocabulario. Y eso que los libros se publicaron en el chasis. En un pa¨ªs en el que tantos chavales se familiarizan con las armas a trav¨¦s de la cultura del rifle o de un cine violent¨ªsimo al que pueden acceder acompa?ados, un libro de un chaval de barrio con gafas al que se las rompe el chulito Yihad puede inducir a comportamientos violentos.
Cada vez que una ni?a se me acerca con una historia como la de Abril o que un joven ya profesional me agradece la compa?¨ªa que supuso para ¨¦l el h¨¦roe carabanchelero, me reafirmo en el convencimiento de lo poco que conocen el alma infantil aquellos que deciden qu¨¦ es lo que se debe leer en la infancia; tambi¨¦n me espanta lo aburrida que es su rigidez moral, que no induce a la bondad, sino que favorece, con su ultra proteccionismo, la debilidad emocional, adem¨¢s de no educar en la iron¨ªa sino en la literalidad.
A estas alturas no promociono a mi personaje, no le hace falta, sino que lo pongo como ejemplo para observar a qu¨¦ conduce la excesiva pedagogizaci¨®n de la creatividad. En Francia, Manolito no duerme en el mismo cuarto que su abuelo, vaya a ser que¡ Y hablamos de pa¨ªses defensores de la libertad creativa. En Ir¨¢n, donde goza de gran popularidad, est¨¢ censurado el ¨²ltimo, en el que el Orejones sale del armario. No nos echemos las manos a la cabeza, seguramente yo no podr¨ªa publicar esos libros ahora en una colecci¨®n infantil espa?ola. Por eso, harta de tanta idiotez, Manolito vive feliz en una colecci¨®n para adultos. Y yo me lavo las manos: no los escrib¨ª para educar a nadie.
Babelia
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