Javier Mar¨ªas, el mejor narrador de mi generaci¨®n
Siento gran debilidad por ¡®Negra espalda del tiempo¡¯, donde difumin¨® con maestr¨ªa las fronteras entre pensamiento y ficci¨®n
El pasado agosto, en plena can¨ªcula, literalmente achicharrado en Barcelona y no sabiendo ya c¨®mo escapar de lo que me ten¨ªa africanizado, atenazado, abrasado, consumido, volv¨ª a Julien Gracq. Regres¨¦ a unas l¨ªneas suyas que sol¨ªan devolverme la alegr¨ªa. En ellas, Gracq dec¨ªa no estar refiri¨¦ndose al oto?o de hojas muertas, sino m¨¢s bien ¡°al primer frescor que se cuela cuando declinan los d¨ªas de verano, y parece que el fr¨ªo empieza a manar a ras del suelo, incluso se dir¨ªa que por todos los poros del planeta¡±.
Hab¨ªa en mi relectura de agosto una evidente ansia de que llegara aquel primer frescor del oto?o. Pero poco pod¨ªa imaginar que un domingo, ya en pleno septiembre y con el primer fr¨ªo a¨²n por aparecer, irrumpir¨ªa en la sofocante tarde la glacial noticia de la muerte de Javier Mar¨ªas.
Mar¨ªas ha sido, de largo, el mejor narrador de mi generaci¨®n. Siento gran debilidad por Negra espalda del tiempo, donde difumin¨® con maestr¨ªa las fronteras entre pensamiento y ficci¨®n. Con sus lectores, por cierto, tuvo una relaci¨®n que se est¨¢ volviendo rara en nuestros d¨ªas: les ofrec¨ªa, con prosa excepcional, su aguda visi¨®n del mundo. Pens¨¦ en todo esto y la g¨¦lida noticia me devolvi¨® a Gracq y a sus intemporales l¨ªneas, aquellas donde afirmaba que, con el primer frescor oto?al, le entraba una corriente imaginativa capaz de crearle el deseo de escribir un nuevo libro. Un deseo que ya le hab¨ªa asaltado otras veces, en momentos que tal vez fueran, dec¨ªa Gracq, el tema aut¨¦ntico de aquello que se propon¨ªa empezar.
?Se hallaba el tema aut¨¦ntico en la inmensidad de un espacio anterior a la escritura? Posiblemente Gracq se refer¨ªa a indistintos momentos de plenitud o de suprema penuria, en los que todo est¨¢ por empezar, todo por decir, tanto sobre la muerte como sobre la vida. Hay m¨²sicas que coinciden con ese estado de ¨¢nimo. You and I, la canci¨®n de Caribou que abre El ojo cr¨ªtico, por ejemplo. Hace ya a?os que, nada m¨¢s o¨ªrla, muchos nos dejamos llevar por nuestra propia corriente imaginativa y por la apertura mental sin l¨ªmites que parece estar anunci¨¢ndonos, aunque nunca olvidamos que a un despliegue de libertad suele seguirle, en nuestro pa¨ªs, un agujero negro. ?Ley de vida? ?O un simple presentimiento de fr¨ªo? Tal vez el temor a revivir la sensaci¨®n de incomunicaci¨®n que anda detr¨¢s de toda relaci¨®n humana y de toda escritura. Para ilustrarla ah¨ª est¨¢ la larga historia de la incomprensi¨®n de la obra de Mar¨ªas por parte de tantos de sus carpetovet¨®nicos paisanos.
Por eso he visto a tantos escritores quedar traspuestos tras la aparentemente t¨®pica pregunta sobre el ¡°tema autentico¡± de su libro. Porque, en realidad, muchas veces responderla exige revivir, primero, la sensaci¨®n de incomunicaci¨®n que a tantos les atormenta cuando escriben, y m¨¢s a¨²n cuando temen que caiga, de nuevo sobre ellos, la angustia que ocultan y que, a¨²n acompa?ados de un presentimiento de fr¨ªo, podr¨ªa animarlos a responder y, por tanto, a tratar de comunicarse. Pero, por dios, a veces se preguntan, ?comunicarse con qui¨¦n? Con el fr¨ªo, sentenciar¨ªa Gracq.
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