La pasi¨®n art¨ªstica, seg¨²n Morante
El torero entusiasm¨® a la plaza con una faena inspirad¨ªsima y arrebatadora que no culmin¨® en la suerte suprema
Lo que son las cosas¡ El toro cuarto fue seriamente protestado por su extra?o comportamiento de salida; parec¨ªa lastimado o descoordinado y a punto estuvo de ser devuelto a los corrales. Pues ese toro, Derribado de nombre y de 540 kilos, ha sido el colaborador necesario de una faena inolvidable de ese torero barroco, singular, artista, veleidoso y exc¨¦ntrico a veces, que se llama Morante de la Puebla.
Hay episodios en la vida que no se pueden contar, que hay que verlos para disfrutarlos, para sentirlos y gozarlos; es lo que sucede, sin duda, con las obras de arte.
Pues hoy, 23 de septiembre, en la plaza de La Maestranza, a eso de las siete y cuarto de la tarde, m¨¢s o menos, un artista se sinti¨® abducido por un ramalazo de inspiraci¨®n y dej¨® a todos los presentes con la boca abierta, la carne de gallina y el ¨¢nimo conmovido.
As¨ª, sin m¨¢s. Los tendidos puestos en pie no parec¨ªan dar cr¨¦dito a lo que estaban viendo, y a los gritos de ¡°torero, torero¡± veneraron a su manera la gracia de un torero en estado de gracia.
?Qu¨¦ pas¨®? Pas¨® que Morante hizo acopio de valor, de pasi¨®n, de creatividad, de intensidad¡ para hilvanar una faena indescriptible, arrebatadora, inspirad¨ªsima de principio a fin que no pudo rematar con la espada. Nadie sabe qu¨¦ hubiera sucedido si acierta a la primera; lo cierto es que pase¨® una oreja ante unos tendidos sobrecogidos por la emoci¨®n.
Nada de toreo a la ver¨®nica inicial; el toro cumpli¨® en el caballo, y, a rengl¨®n seguido, Morante dibuj¨® tres chicuelinas a su peculiar modo que fueron un prodigio de sorprendente naturalidad.
Muleta en mano, se acun¨® en tablas y traz¨® unos ayudados ce?idos, con los que se sac¨® el toro hacia las dos rayas. Cit¨® con la mano derecha y se gust¨® en un muletazo redondo casi circular, despacioso y templad¨ªsimo. Se llev¨® el toro a los medios, tom¨® el enga?o con la zurda y cit¨® por el pit¨®n que el animal ya lo hab¨ªa avisado; aguant¨® y le rob¨® naturales henchidos de hondura. Dos tandas m¨¢s con la mano derecha, un portento de imprevisi¨®n. Otra vez por naturales, tragando la mirada incierta de su oponente, mientras la plaza rug¨ªa ante el l¨ªo gordo que estaba presenciando; y otra secuencia final de redondos antes de tomar el estoque de verdad.
Indescriptible el momento que a esa hora se viv¨ªa en La Maestranza, porque lo que acababa de acaecer en el ruedo era una obra de orfebrer¨ªa, tan bella como inesperada, tan sublime como imprevisible. Despu¨¦s, fall¨® con la espada, Morante se encerr¨® en el burladero y escondi¨® la cabeza entre las manos en un gesto de profundo desamparo, mientras los espectadores, incr¨¦dulos, se tiraban de los pelos.
La vuelta al ruedo fue de las que hacen ¨¦poca, una mezcla de decepci¨®n y conmoci¨®n a un tiempo. La plaza entera era una sonrisa de felicidad ante la gran obra, inconclusa, pero grande de un artista del toreo.
Morante ya hab¨ªa avisado en su primero, al que recibi¨® con siete ver¨®nicas en las que sobresalieron la lentitud y el temple gracias, tambi¨¦n, al buen son del animal que abri¨® el festejo. No hubo conexi¨®n con este toro, y el buen inicio de ayudados con la rodilla en tierra se fue diluyendo poco a poco.
El torero de La Puebla estuvo acompa?ado por Juan Ortega y Tom¨¢s Rufo. El primero no tuvo un lote propicio para su toreo, y pas¨® sin pena ni gloria. Alg¨²n detalle con el capote ante el quinto y poco m¨¢s. Apagados sus toros y triste ¨¦l, con esa imagen de conformismo que tanto resta a su buena condici¨®n art¨ªstica.
Y Rufo se mostr¨® como un torero experimentado, con oficio y buenas maneras en su primer toro, codicioso y con repetida acometividad. Lo mulete¨® con facilidad y hondura, pero su oponente ped¨ªa algo m¨¢s que el joven diestro no supo darle. Es decir, que estuvo correcto, pero por debajo de las condiciones del toro. Y lo mismo le sucedi¨® ante el sexto. Es verdad que, despu¨¦s del bombazo de Morante, la corrida perdi¨® color, y eso deben notarlo, m¨¢s que nadie, los toreros. Rufo estuvo de nuevo f¨¢cil y solvente, pero no a la altura que se esperaba ante un toro que repiti¨® lo suficiente para otro resultado final.
Este toro sexto se lo brind¨® a su subalterno Jos¨¦ Antonio Carretero, que se despidi¨® de los ruedos y se cort¨® la coleta, muy emocionado y en presencia de su hija peque?a, al final del festejo.
Jim¨¦nez/Morante, Ortega, Rufo
Toros de Hnos García Jiménez-Olga Jiménez, bien presentados, mansurrones en los caballos, nobles, sosos y justos de fuerza.
Morante de la Puebla: pinchazo y media estocada (ovación); pinchazo _aviso_ pinchazo y estocada caída (oreja).
Juan Ortega: pinchazo hondo y un descabello (silencio); dos pinchazos y media tendida (silencio).
Tomás Rufo: pinchazo y estocada (ovación); estocada, cuatro descabellos y el toro se echa (silencio).
Plaza de La Maestranza. Primera corrida de la Feria de San Miguel. 23 de septiembre. Casi lleno.
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