Agust¨ª Villaronga: entra?able, conmovedor y magn¨ªfico
Junto a su gran sensibilidad, el cineasta pose¨ªa una inteligencia brillant¨ªsima, una socarroner¨ªa imprevista y un alma oscura
Lo primero al saber que se ha muerto Agust¨ª Villaronga, aparte de notar mucho m¨¢s el fr¨ªo que hace y sentir unas ganas irresistibles de llorar ¡ªcomo le ha pasado indefectiblemente a todos los amigos de Agust¨ª, incluso los menos sentimentales¡ª, ha sido llamar a tres mujeres que lo quer¨ªan y que representan para m¨ª ¨¦pocas de su vida: Isona Passola, mi hermana Graziella y Susan Gray. De Isona todo el mundo sabe que fue su amiga y productora y que ha estado siempre a su lado, incluso ahora al final. Con mi hermana le un¨ªa a Agusti una amistad maravillosa, enraizada en la juventud, cuando compartieron muchos momentos preciosos ¡ªGrazie, entonces inmersa en la fotograf¨ªa, le hizo de foto fija en el rodaje de Tras el cristal¨D y mantuvieron toda la vida el contacto, basado en el cari?o (es incre¨ªble cuantas veces te sale la palabra cari?o hablando de Agust¨ª), las afinidades literarias, los recuerdos y amistades comunes como la del realizador Pere Caula. La ¨²ltima vez que vi a Agust¨ª fue precisamente en casa de mi hermana y ¨¦l ya estaba enfermo. Cenamos y hablamos de todas esas cosas que nos un¨ªan, los aguafuertes que se mantienen indelebles a lo largo de una vida mientras todo lo dem¨¢s se desliza hacia el olvido.
La tercera persona que he llamado ha sido a Susan. Con Susan tuvimos un tri¨¢ngulo curioso cuando los tres, Agust¨ª, ella y yo estudi¨¢bamos a finales de los setenta, en el Institut del Teatre, la escuela oficial de artes esc¨¦nicas de Barcelona. Agust¨ª cursaba escenograf¨ªa, Susan Pantomima y yo Interpretaci¨®n, y coincid¨ªamos en varias clases, en el edificio de la calle Elizabets, como las de Iago Pericot, tan divertidas y en las que hicimos tantas gamberradas. A m¨ª me gustaba Susan y a ella Agust¨ª, aunque era consciente de que lo ten¨ªa dif¨ªcil. En aquellos a?os el Institut era un semillero de pasiones mezcladas indisolublemente con el aprendizaje art¨ªstico y una vehemencia vital y emocional que encontraba su eco colectivo en las agitaciones callejeras de la Transici¨®n. En aquel ambiente efervescente en todos los ¨¢mbitos, donde ¨¦l se mov¨ªa a placer, conoc¨ª a Agust¨ª. Era una persona que se te met¨ªa en el bolsillo desde el principio. Muy guapo, de una manera l¨¢nguida y abandonada, con rizos, ojos profundos, rasgos grandes y miembros delicados; unas manos que eran de lo m¨¢s caracter¨ªstico, tan expresivas y que parec¨ªan hechas para sujetar un cigarrillo. Causaba estragos casi sin saberlo. Parec¨ªa inc¨®modo en su cuerpo largo y eso, y cierto aire melanc¨®lico, le daba a¨²n m¨¢s encanto. De voz profunda y acariciadora, a menudo le sal¨ªa el catal¨¢n mallorqu¨ªn y entonces solo le entend¨ªan los isle?os como ¨¦l.
Bajo su apariencia entonces de Tadzio ¡ªaunque m¨¢s pasoliniano que viscontino¨D, crecidito e intelectual hab¨ªa una personalidad much¨ªsimo m¨¢s compleja: ten¨ªa una inteligencia brillant¨ªsima, una socarroner¨ªa imprevista y un alma oscura, la materia espiritual de la que han salido sus pel¨ªculas m¨¢s c¨¦lebres. A veces me sorprende ver algunas escenas perversas de esos filmes, pero eso tambi¨¦n era parte del mundo de Agust¨ª. Un Agust¨ª que amaba la belleza, en las personas y los paisajes, que nunca dej¨® de ejercer su insularidad, esa mallorquinidad que da tantos artistas, y que se revest¨ªa de una timidez encantadora que era lo primero que destacaba en ¨¦l.
Pocas personas dejan en la vida una impresi¨®n y un vac¨ªo como Agust¨ª. Hoy mucha gente recordar¨¢ sus virtudes art¨ªsticas, su genio cinematogr¨¢fico, acreedor de tantos premios, pero yo solo puedo pensar en la p¨¦rdida irreparable de un ser entra?able, conmovedor y magn¨ªfico, una parte maravillosa de nuestras vidas.
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