¡°Los celos hacen crecer el amor¡±
Hay algo en Celia Paul que siempre se me escapa, que me molesta y me incomoda, y creo que es algo bueno, a veces pienso que es mejor no tratar de entenderlo
Leo, en el magn¨ªfico ejercicio de ficci¨®n en formato epistolar que Celia Paul dedica a la pintora Gwen John (1876-1939), una carta que esta ¨²ltima escribi¨® a su amiga Ursula Tyrwhitt. Le habla de la pausa y del recogimiento. Casi al mismo tiempo y a m¨¢s de tres mil kil¨®metros, la pintora Helena Westermarck escrib¨ªa una carta a la tambi¨¦n pintora Helene Schjerfbeck aconsej¨¢ndole que trabajara tranquila, haciendo o¨ªdos sordos a la opini¨®n ajena.
Imagino las vidas de estas mujeres observando la luz del norte de Europa hace m¨¢s de cien a?os, resolviendo la atm¨®sfera de una habitaci¨®n con empastes de diferentes tonos de blanco. Una tetera casta?a sobre un mantel de un color mezcla de blanco de titanio, ocre amarillo y tierra sombra natural. Enfrent¨¢ndose a ellas mismas un d¨ªa tras otro en el espejo, sintiendo el paso del tiempo en la piel y en la materia. ?Qu¨¦ pensar¨ªan si supieran de la inmediatez con la que lidiamos las pintoras contempor¨¢neas? Llevo casi tres a?os sin mostrar mi trabajo y siento que ahora pertenezco a un lugar en el que todo se construye poco a poco, a espaldas del mundo, que qued¨¦ rezagada en esta carrera que nos obliga a estar siempre visibles y produciendo alineadas con los objetivos e intereses de otros, alardeando de torrente de ideas y de capacidad creativa. Siento, tambi¨¦n, un alivio que es una gran recompensa.
Buscando el silencio en la paleta de tonos blancos en la que trabajo, me meto de lleno en la nueva publicaci¨®n en formato epistolar de Celia Paul, la pintora que pinta lo espiritual de la carne. Me interesa su visi¨®n pausada del mundo y la belleza que es capaz de transmitir con unas pocas manchas. En la primera carta, el llanto de un ni?o en la habitaci¨®n contigua rompe los pensamientos de Paul, tiernamente sombr¨ªos: la vista de la playa de Santa Monica desde su habitaci¨®n de hotel le hace pensar en El s¨¦ptimo sello. ¡°Pienso que te habr¨ªa gustado Ingmar Bergman¡±, le escribe a Gwen John. Avanzo en la lectura de la edici¨®n inglesa, sabiendo que en breve tendr¨¦ en mis manos una traducci¨®n al castellano, y, suponiendo que har¨¦ exactamente lo mismo que hice con su primer libro (leer la edici¨®n inglesa una vez y la traducci¨®n de Chai Editora tres veces m¨¢s), s¨¦ que por m¨¢s que comulgue con la manera de mirar de la autora, por m¨¢s placer que encuentre ley¨¦ndola, describir c¨®mo se ha resuelto la composici¨®n en una obra, por m¨¢s feliz que me haga encontrar una voz en la que me reconozco y que mira la luz como yo lo hago, hay algo en Celia Paul que siempre se me escapa, que me molesta y me incomoda, y creo que es algo bueno, a veces pienso que es mejor no tratar de entenderlo.
Me atrae el movimiento de su pincel sobre la tela, una templanza que envidio, y no estar siempre de acuerdo con ella. ¡°Los celos hacen crecer el amor¡±, escribe, y yo me enfurru?o porque el amor ha de poder vivirse en libertad. ¡°Los celos crean dolor y lo alimentan, hacen crecer la desconfianza¡±, quiero escribir en una carta que no le llegar¨¦ a enviar. En su libro Cartas a Gwen John, Paul rescata un autorretrato de esta ¨²ltima sosteniendo una carta pegada a la garganta. El papel es como el filo cortante de un cuchillo de carnicero. Es muy probable que se trate de una de las muchas cartas que John escribi¨® a Auguste Rodin. Rodin respondi¨® solo algunas de ellas: la amaba, pero no era el centro de su vida, escribe Paul. La escucho hablar del profundo amor que sinti¨® por Lucian Freud (con quien mantuvo una relaci¨®n asim¨¦trica cuando ¨¦l ya era un artista respetado y ella empezaba a estudiar pintura, como John y Rodin) y, de repente, su pintura Painter and model (pintada un a?o despu¨¦s del fallecimiento de este) se carga de un significado nuevo, la veo como un duelo que dialoga directamente con el Painter and model que pint¨® Freud en 1986 y que representaba a una joven pintora Celia Paul delante de un modelo masculino estirado en un sof¨¢.
La pint¨® como pintora, pero el pintor era ¨¦l.
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