Cr¨®nica de un sue?o
La mansa, descastada y muy blanda corrida de Alcurruc¨¦n dio al traste con uno de los carteles estrella de la feria
El reloj de la plaza pasaba unos minutos de las ocho y cuarto. Los tendidos irrumpen en una cerrada ovaci¨®n. Morante, que estaba resguardado en el callej¨®n, tom¨® el capote, se lo dobl¨® sobre el brazo izquierdo, la montera en la mano derecha, y apareci¨® parsimonioso por el burladero de cuadrillas. Dio unos pocos pasos sin prisa hacia el tercio, levant¨® la vista al infinito, y se inclin¨® solemne para agradecer el afecto.
?Qu¨¦ hab¨ªa pasado? Casi nada. Bueno¡ Lo que hab¨ªa sucedido, quiz¨¢, es que el artista sevillano hab¨ªa hecho so?ar al p¨²blico. Ser¨ªan los ecos del rabo que cort¨® en La Maestranza, o esa majestad incalificable de este torero, pero se hab¨ªa producido algo parecido a una sesi¨®n de hipnosis. El p¨²blico crey¨® ver algo que no acaeci¨®, que solo se hizo presente en la imaginaci¨®n de cada cual. He ah¨ª la fortaleza del arte.
Despu¨¦s de la profunda decepci¨®n que supuso para todos la incalificable falta de casta y fuerzas del toro que abri¨® plaza, Morante recibi¨® al cuarto con otro talante, y despu¨¦s de capotearlo por alto en un par de ocasiones, se estir¨® en lo que quiso ser una ver¨®nica y no fue, pero la gente crey¨® ver una pincelada chispeante y vibr¨® al un¨ªsono como en un estallido.
El Juli quit¨® por airosas chicuelinas y eso es algo que Morante no perdona. Como un rayo se fue hacia el toro para dibujar tres ver¨®nicas y dos medias que no fueron m¨¢s que un boceto de trazo grueso, pero los tendidos prefirieron so?ar.
Comenz¨® por alto la faena de muleta, con su torer¨ªa innata, y, de pronto, una tanda de derechazos impregnados de prestancia y aroma. Y hubo poco m¨¢s porque el toro, un moribundo con cara de buena persona, anduvo por all¨ª como alma en pena, y Morante aprovech¨® la extremaunci¨®n para dejar algunos detalles de su barroquismo personal. Pinch¨® antes de cobrar una estocada, y todo se redujo a esa ovaci¨®n reverencial.
Fue un sue?o bonito, sin duda; los ecos, seguro, de un triunfo sevillano que ha marcado una ¨¦poca. Bendito el torero que tiene la suerte de entrar en el coraz¨®n de la gente, que se emociona no solo con la realidad, sino con lo que puede llegar a imaginar.
La tarde, plena de expectaci¨®n, fue un jarro de agua fr¨ªa a causa del fracaso sin paliativos de la corrida de Alcurruc¨¦n, mansa, descastada, blanda y casi lisiada en el tercio final.
El Juli demostr¨® otra vez que su t¨¦cnica es prodigiosa, que torea con pasmosa facilidad y es capaz de exprimir las entra?as de un toro hasta lo inimaginable. A los dos de su lote les sac¨® lo que no ten¨ªan a base de tes¨®n y conocimiento de los terrenos; y, ciertamente, dibuj¨® pasajes de exquisiteces por ambas manos. Los dos eran bombones de alm¨ªbar, pero su fortaleza se asemejaba a la de un mu?eco de trapo.
Y la impresi¨®n que dej¨® Tom¨¢s Rufo fue de cierta desilusi¨®n. Veronique¨® con soltura a su primero, otro manso desbordante de nobleza, al que banderillero con brillantez Fernando S¨¢nchez. Brind¨® a la concurrencia el matador, y los primeros instantes fueron brillantes. Desde casi el centro del anillo cit¨® al toro, que sesteaba en tablas, ¨¦ste acudi¨® al quite con presteza y el encuentro fue un cartel de toros. La segunda tanda, del mismo tenor, abrigaba la esperanza de que, por fin, habr¨ªa faena; pero, no. La labor de Rufo fue de m¨¢s a menos, y las secuencias siguientes resultaron embarulladas, sin ligaz¨®n, sin acople, y la ilusi¨®n se difumin¨®. Hubo muchos pases en la b¨²squeda incansable de una emoci¨®n que no se hizo presente.
Al sexto lo banderille¨® primorosamente Fernando S¨¢nchez, pero Rufo no pudo lucirse porque el animal se par¨® y rompi¨® el encanto que hab¨ªa surgido en el segundo tercio.
Qued¨® el sue?o, que no es poco. Qued¨® la sensaci¨®n de que todos hab¨ªamos visto destellos de arte, pero no eran m¨¢s que producto de la hipnosis que acompa?a a ese mago llamado Morante de la Puebla.
Alcurruc¨¦n/Morante, El Juli, Rufo
Toros de Alcurrucén, justos de presentación, mansos, descastados, muy blandos y nobles
Morante de la Puebla: pinchazo y media atravesada y baja (silencio); pinchazo y estocada (ovación).
El Juli: pinchazo y un descabello (ovación); cuatro pinchazos, casi entera _aviso_ y un descabello (ovación).
Tomás Rufo: _aviso_ pinchazo y bajonazo (silencio); estocada (silencio).
Plaza de Las Ventas. 18 de mayo. Octavo festejo de la Feria de San Isidro. Lleno de ´no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa).
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