Las firmas de la Feria del Libro, un zoo de escritores con bol¨ªgrafo: ¡°Me siento como una cucaracha¡±
En este evento libresco y popular, a pesar de la constante amenaza de lluvia, los escritores convierten ese objeto seriado e industrial que es un ejemplar en algo personalizado


Dicen que la literatura es la conexi¨®n m¨¢gica que sucede entre alguien que escribe en pijama y alguien que lee en pijama. Y en mitad de eso, sucede la cadena y la industria del libro. A veces esa comunicaci¨®n a distancia se cortocircuita porque el autor y el lector se encuentran f¨ªsicamente en un lugar del espacio-tiempo. Y el lector ofrece al autor su propio libro, que es ahora de los dos. Y el autor lo firma. La Feria del Libro de Madrid va de eso: de comprar libros y de que el autor los firme y de que todo el mundo se d¨¦ las gracias. Para el que escribe la firma puede ser un buen barniz para su ego¡ o una cura de humildad.
¡°Espa?a no suele tener tradiciones civilizadas, sino oscurantistas, de modo que una tradici¨®n c¨ªvica y popular como esta es de celebrar¡±, dec¨ªa Antonio Mu?oz Molina antes de entrar este s¨¢bado a mediod¨ªa a la caseta de la librer¨ªa internacional Pasajes, donde ya se estaba formando cola. ¡°M¨ªrale, ah¨ª viene, qu¨¦ majo¡±, dec¨ªa un lector que llevaba un buen rato esperando, al ver aparecer al novelista. ¡°Son encuentros muy breves, pero uno aprende r¨¢pidamente a captar algo que pueda servir para que la firma tenga un peque?o toque personal. Algunos vienen a las firmas con regularidad, as¨ª que ya les vas conociendo, te suena la cara y hasta te sabes el nombre¡±, explica el autor.
Hay lectores muy fetichistas de la firma, otros no tanto. Es curioso que los autores considerados literarios, por muy notorios que sean, suelen generar menos barullo que los escritores de best sellers, los influencers, los youtubers, los famosos con libro o personajes como El Pollo Pepe, que recibi¨® a sus fans ante gran expectaci¨®n (no es para menos). Se dir¨ªa que el lector considerado literario es menos fan, m¨¢s horizontal, quiz¨¢s m¨¢s arrogante. Es curioso, ninguno de los autores literarios entrevistados dice haber sido perseguidor de firmas como lector, lo que da para alg¨²n pensamiento sociol¨®gico.

Agradable agobio o fatigoso descanso
En la cola de Fernando Aramburu, el s¨¢bado por la tarde en la caseta de Fnac, hay expectaci¨®n, y el autor llega apresurado. Nunca ha acudido a la feria como lector, solo como autor. ¡°Tengo la fortuna de que mis libros generan inter¨¦s, as¨ª que siempre tengo muchas firmas, pero no me cansa, es halagador¡±, dice. Aunque no siempre fue as¨ª, tambi¨¦n fue de esos escritores que se pasan la tarde mirando a los paseantes. ¡°Prefiero este agradable agobio que el fatigoso descanso de otros tiempos. Haber pasado por eso me parece una lecci¨®n de vida, de modestia, no me parece afortunado triunfar inmediatamente¡±.
Unos metros m¨¢s all¨¢, en la misma caseta, est¨¢ Elvira Navarro, delante de una monta?a de sus ¨²ltimas novelas, Las voces de Adriana (Literatura Random House), y sin tanta cola. ?C¨®mo se siente? ¡°Me siento como una cucaracha¡±, bromea. Navarro solo acudi¨® en una ocasi¨®n a una firma de libros: era para conseguir la r¨²brica de Paco Umbral sobre Mortal y rosa. ¡°Fue una cosa muy fr¨ªa, porque Umbral estaba hasta los cojones de firmar¡±, recuerda. A veces esos deseados encuentros no son del todo satisfactorios, y los ¨ªdolos resultan tener los pies de barro. ¡°Cuanto m¨¢s famoso es el escritor y m¨¢s demanda tiene, menos tiempo tiene para sus seguidores¡±, observa la novelista.
¡°Menos mal que esto dura lo que dura: si fuera siempre as¨ª, ser¨ªa una locura¡±, dice Sara Mesa, muy sonriente, mientras firma un ejemplar de Un amor (Anagrama) en la caseta de la librer¨ªa Grant. ¡°Me gusta mucho firmar, pero a la vez me aturde¡±, explica, ¡°porque soy una persona t¨ªmida, la gente te dice cosas, y muchas veces no s¨¦ c¨®mo responder a los elogios¡±. La propietaria del libro, Xandra, se dispone a explorar el universo de Mesa. ¡°Esto me parece una forma m¨¢s personal de comprar el libro, mejor que una plataforma grande¡±, cuenta. La novelista se arrepiente de no haber pedido firma, por verg¨¹enza, a algunos autores que admira, como Mariana Enriquez. ¡°Es una grande, y la he visto varias veces, la conozco, pero nunca le he pedido que me firme, por no molestar¡±.
Lo cierto es que la r¨²brica del autor es un modo de personalizar un objeto que es seriado, industrial, id¨¦ntico y se produce por cientos o por miles en cada tirada. Cuando encontramos un ejemplar en una librer¨ªa de viejo, por ejemplo, lo que lo hace singular y diferente a todos los dem¨¢s es la firma y la dedicatoria. En un mundo en el que nos esforzamos por distinguirnos, una firma es un activo contra la creciente uniformidad. Nos hace ¨²nicos.

Una burbuja de intimidad
¡°Para m¨ª siempre fuiste el libro del verano¡±, dice la lectora Pilar a Elvira Lindo, en la librer¨ªa Antonio Machado. Tiene un ejemplar de su ¨²ltima novela, En la boca del lobo (Seix Barral), firmado de serie, de esos que se compran ya firmados en las librer¨ªas. Pero no es lo mismo, as¨ª que trae otro. ¡°Si es que yo lo que quiero es ver a Elvira y saludarla¡±, a?ade. La escritora se afana en la firma. ¡°Al principio me pongo nerviosa, no se acostumbra una a esta exposici¨®n. Aqu¨ª se escucha de todo, eso que dicen de ti desde la cola¡±, se r¨ªe, ¡°que si se ha cortado el pelo, que si su marido est¨¢ en otra caseta¡¡± Observa Lindo una cosa muy extra?a: en mitad del barullo de la feria se forma a veces una burbuja de intimidad entre lector y escritor. Sobre todo en el caso de una autora como ella, que genera un v¨ªnculo extraordinario con el p¨²blico. ¡°Esa intimidad impresiona, es como asomarse al abismo del coraz¨®n de una persona¡±.
Por ah¨ª va caminando Miguel ?ngel Hern¨¢ndez, que sale de firmar su novela Anoxia (Anagrama) y deambula por donde el puesto de perritos calientes. ¡°Es un momento de antropolog¨ªa, el momento de encontrarte con gente que es inimaginable, y se producen situaciones curiosas: me acaban de preguntar si la librera era mi mujer¡±, cuenta divertido. Tambi¨¦n aprecia el momento de compa?erismo con el que firma al lado. Por ejemplo, Santiago Lorenzo, con el que acaba de pasar el rato. ¡°Nos hemos hecho amigu¨ªsimos¡±, dice. ¡°Como ¨¦l firmaba mucho y yo poco, les dec¨ªa a sus lectores que se compraran mi libro. Amistad de firmantes¡±.
Marta Sanz, en la caseta de la librer¨ªa Altamarea, se abisma en una libretita donde apunta minuciosamente los ejemplares de cada t¨ªtulo de su nutrida producci¨®n que firma. ¡°As¨ª veo lo que pervive en el tiempo o lo que interesa solo en un momento del tiempo¡±, explica. Es la ¨¦poca de los datos, as¨ª que Sanz hace sus modestas exploraciones del Big Data a mano, ¡°aunque sea de letras¡±. Su novela Clav¨ªcula (Anagrama), por ejemplo, se vende siempre bien. Far¨¢ndula (Anagrama), que gan¨® el Herralde, fue una venta de aluvi¨®n. ¡°Despu¨¦s de tantos a?os, he aprendido que la mejor forma de disfrutar es no preocuparse por el agravio comparativo¡±, dice. No le importa el ¨¦xito de famosos o youtubers, va a lo suyo. ¡°Eso s¨ª, el concepto de literatura se ha ido estrechando por las l¨®gicas del mercado¡±, explica, ¡°y solo se considera literatura lo mas comercial. Los m¨¢s intr¨¦pidos nos vamos quedando aparcados¡±.
El viernes por la tarde Sergio del Molino comparec¨ªa, despu¨¦s de un chaparr¨®n disuasorio, de esos que parece que este a?o los dioses van a arrojar con frecuencia sobre esta feria, en la caseta de El Corte Ingl¨¦s. El autor de Un tal Gonz¨¢lez (Alfaguara) ha reflexionado en muchas ocasiones sobre su condici¨®n de escritor ¡°feriante¡±, que viaja por el mundo haciendo presentaciones, asistiendo a eventos y dando charlas, encontr¨¢ndose con gente. La modalidad de la firma no es de sus favoritas. ¡°Esto de estar como un animal expuesto a las iras de lectores y paseantes ocurre solo en estas semanas. Es bonito, claro, pero quiz¨¢s a veces exageramos esto de la conexi¨®n con los lectores. A veces tambi¨¦n es pesado¡±. Lo del animal es una observaci¨®n pertinente, porque al pasear por las casetas y ver a los escritores ah¨ª sentados parece que transitamos un zoo, por la situaci¨®n de exposici¨®n del escritor, algo desvalido, y por lo variopinto de sus pelajes. Quiz¨¢s a Del Molino se le haga a veces pesado porque ¨¦l nunca le ha dado demasiada importancia a las firmas, e incluso tiene libros de amigos (algunos fallecidos), que ha presentado o prologado, sin firmar. ¡°Es que para m¨ª un libro es, fundamentalmente, un instrumento de trabajo¡±, cuenta.

Que ese cabr¨®n me lo devuelva
Unas casetas m¨¢s all¨¢, Leonardo Padura, premio Princesa de Asturias de las Letras, depart¨ªa amenamente con los libreros de la librer¨ªa M¨¦ndez. ¡°Se habla siempre del encuentro con los lectores, pero firmar tambi¨¦n es una gran oportunidad para charlar con los libreros¡±, contaba. Recordaba, tambi¨¦n, las restricciones de la pandemia: ¡°Me parec¨ªa conmovedora la enorme fila que se formaba fuera para entrar a algo tan importante como comprar libros. No estaban haciendo cola en un centro comercial, sino aqu¨ª¡±.
Quiso aprovechar el cubano para emitir un mensaje que ya ha aireado alguna que otra vez en los medios: est¨¢ en busca hace tiempo de un ejemplar de Y Dios entr¨® en La Habana, de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, regalado y firmado por el autor, en agradecimiento por la ayuda prestada para su elaboraci¨®n. ¡°Se lo preste a alguien que no recuerdo y ese alguien no me lo devolvi¨®. S¨¦ que es un amigo, porque no presto libros a los enemigos. Si ese cabr¨®n lee esto, que me lo devuelva¡±.
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Sobre la firma
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