Manet y Degas fueron los mejores enemigos: la rivalidad que cambi¨® la historia de la pintura
El Museo de Orsay de Par¨ªs recorre la historia de amistad y enfrentamiento entre los dos artistas, que mantuvieron un tenso di¨¢logo a trav¨¦s de sus obras a finales del siglo XIX
Manet y Degas se conocieron hacia 1860 en el Louvre, mientras el segundo, de 27 a?os, copiaba La infanta Margarita, de Vel¨¢zquez, sobre una l¨¢mina de cobre, sin dibujo previo como entonces era costumbre. A Manet, solo dos a?os mayor, le fascin¨® su atrevimiento. Fue el principio de una amistad breve pero intensa, hecha de emulaci¨®n y tambi¨¦n de rivalidad. Termin¨® cuando se pelearon en torno a otro cuadro: ?douard Manet y su esposa, pintado casi una d¨¦cada despu¨¦s, que disgust¨® profundamente al matrimonio. Descontento con el retrato de su mujer, a la que ve¨ªa deformada por la ineptitud de su amigo, Manet decidi¨® cortar la obra por la mitad para sacar a su esposa del lienzo. Degas no soport¨® que mutilara su obra, se la llev¨® a su casa y le devolvi¨® un bodeg¨®n que Manet le hab¨ªa regalado. Ser¨ªa el principio del fin entre ambos.
Ese cuadro se encuentra al inicio de Manet/Degas, la gran exposici¨®n que el Museo de Orsay dedica a la relaci¨®n entre ambos pintores, que se puede visitar en Par¨ªs hasta el 23 de julio antes de viajar al Metropolitan Museum de Nueva York durante el oto?o. Esa cercan¨ªa convertida en enemistad es, en gran parte, una leyenda, ya que apenas se conservan cartas u otros escritos que documenten la realidad de su relaci¨®n. La apuesta de la exposici¨®n es observarla en los cuadros que ambos pintaron, en los que ese tenso di¨¢logo resulta innegable.
La muestra re¨²ne 200 obras, muchas de ellas valiosos pr¨¦stamos de colecciones europeas y estadounidenses, que reflejan lo mucho que ten¨ªan en com¨²n. Hijos de la burgues¨ªa parisiense, los dos nacieron durante los a?os 1830, frecuentaron los mismos c¨ªrculos ¡ªcomo el cen¨¢culo del caf¨¦ Guerbois, en la frontera entre Montmartre y Batignolles, por el que tambi¨¦n pasaron Monet, Renoir, Sisley o Zola¡ª, demostraron los mismos intereses tem¨¢ticos y tuvieron la misma necesidad de reconocimiento. Tambi¨¦n contribuyeron a forjar la vanguardia que constituir¨ªa el impresionismo, aunque Manet nunca quiso asociarse oficialmente al movimiento.
Por apego a su independencia, ninguno de los dos tuvo una formaci¨®n cl¨¢sica, si bien Degas pas¨® brevemente por la Escuela de Bellas Artes de Par¨ªs. Aprendieron copiando, trasladando el legado de aquellos grandes maestros a los que veneraban al tiempo presente: por ejemplo, Manet emul¨® a Tiziano en su Olympia y a Chardin en Las burbujas de jab¨®n. Estuvieron en los mismos bistr¨®s y burdeles, donde observaron escenas de la vida urbana y recogieron en sus lienzos ¡°lo transitorio, lo fugaz y lo contingente¡±, como el resto de pintores de la vida moderna.
Aun as¨ª, tambi¨¦n exist¨ªan algunas diferencias entre ambos. Manet, que era un posrom¨¢ntico confeso, admiraba a los espa?oles, mientras que Degas segu¨ªa a Ingres y a los italianos, privilegiaba el dibujo y el trazo preciso. El primero era un animal social y mundano, un seductor nato que siempre persegu¨ªa el aplauso, mientras que el segundo, orgulloso de su misantrop¨ªa, era m¨¢s discreto y reservado, e imped¨ªa que los curiosos entraran en su atelier, que consideraba una especie de laboratorio. ¡°Es m¨¢s vanidoso que inteligente¡±, sol¨ªa decir Degas de su mejor enemigo.
Manet logr¨® la fama una d¨¦cada antes: hacia 1860, ya era una figura central del arte parisiense y hab¨ªa expuesto en el sacrosanto Sal¨®n, mientras que Degas segu¨ªa siendo un desconocido. ¡°La diferencia se equilibrar¨¢ una d¨¦cada m¨¢s tarde, por el papel que el segundo tuvo en la organizaci¨®n de las exposiciones impresionistas a partir de 1874¡å, se?ala la comisaria de la muestra, Isolde Pludermacher, que insiste en que ninguno de los dos fue, como se dice a menudo, un pintor maldito.
Incluso despu¨¦s de su enfado, la conversaci¨®n entre ambos fue permanente a trav¨¦s de sus cuadros. A media exposici¨®n, aparece la famosa Escena de la carrera de obst¨¢culos (1866) de Degas, con su jinete ca¨ªdo en primer plano. Y, a su lado, el no menos c¨¦lebre Torero muerto (1864-68) de Manet, pr¨¦stamo de la National Gallery de Washington, segunda versi¨®n de una composici¨®n de mayor tama?o que representaba una corrida desde un plano m¨¢s general. Ante las malas cr¨ªticas recibidas, Manet decidi¨® centrar el cuadro en la figura del matador, con la que conquist¨® todos los aplausos. Su amigo lo consider¨® un plagio indudable. ¡°Degas acus¨® a Manet de copiarle sus temas, aunque hoy nos demos cuenta de que a menudo suced¨ªa lo contrario¡±, matiza el otro comisario de la exposici¨®n, St¨¦phane Gu¨¦gan.
El mejor ejemplo podr¨ªan ser las siluetas femeninas de Manet, con sus desnudos intempestivos en medio de almuerzos campestres o sus retratos de la pintora Berthe Morisot, de la que siempre disimul¨® mal que estaba enamorado. La contemporaneidad flagrante de Manet contrasta con los retratos m¨¢s cl¨¢sicos de Degas en sus comienzos. ¡°Cuando yo pintaba el Par¨ªs moderno, ¨¦l todav¨ªa retrataba a Sem¨ªramis¡±, fanfarroneaba Manet. Degas le sigui¨® el paso pintando a mujeres infelices, muchas de ellas prostitutas, que observaba en melanc¨®licos interiores o hincando el codo en los bulevares de Par¨ªs, como sucede en Los bebedores de absenta (1876). Un a?o despu¨¦s, Manet pint¨® La ciruela, composici¨®n casi id¨¦ntica y ambientada en un bar, igual que la de Degas. Los dos cuadros son casi siameses, como sucede con La modista (1881), de Manet, y En la sombrerer¨ªa, que Degas empez¨® antes, pero termin¨® cinco a?os despu¨¦s. ?Qui¨¦n copi¨® a qui¨¦n?
La exposici¨®n es una sucesi¨®n apasionante de ejercicios comparativos. Est¨¢n sus retratos de mujer con ave al fondo, sus desnudos casi id¨¦nticos de demi-mondaines en la ba?era, sus modernas marinas y sus estampas playeras, sus jockeys con el rostro difuso en plena carrera de caballos. La suya tambi¨¦n fue una competici¨®n permanente, aunque la muestra proponga una especie de reconciliaci¨®n en su tramo final. Tras la muerte de Manet en 1883, muchas de sus obras pasaron a formar parte de la colecci¨®n privada de Degas, que se las compr¨® a su viuda o al marchante Ambroise Vollard, y vivi¨® rodeado de esos cuadros hasta su muerte, tres d¨¦cadas m¨¢s tarde.
El aut¨¦ntico final feliz llega en la ¨²ltima sala. Los herederos de Manet hab¨ªan tenido la peculiar idea de cortar en varios fragmentos La ejecuci¨®n del emperador Maximiliano (1867-69), un pol¨¦mico cuadro sobre el fusilamiento del soberano de M¨¦xico que, en un nuevo tropismo hispanizante, parece inspirado en El 3 de mayo de Goya. Nunca se lleg¨® a exponer en Francia y se vendi¨® a pedazos tras la muerte del pintor. Degas se dedic¨® a buscar los recortes que hab¨ªan sobrevivido para reunirlos en un ¨²nico lienzo, un homenaje p¨®stumo que traduce, tal vez de forma definitiva, la admiraci¨®n que sinti¨® por su camarada, pese a todos sus desencuentros e irritaciones mutuas. Tal vez sean los propios de cualquier amistad profunda.
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