Romeo Santos: el d¨ªa que la bachata tom¨® Madrid
El m¨²sico neoyorquino inici¨® anoche una serie de cuatro conciertos en el WiZink Center con todo vendido. Una reivindicaci¨®n del g¨¦nero caribe?o pasada por el tamiz del pop y gui?os al reguet¨®n
Comenz¨® en 2002 y los a?os siguientes se extendi¨® por el mundo. Un estribillo que era la representaci¨®n sonora del algod¨®n de az¨²car nos explicaba que lo que sent¨ªa el protagonista de la canci¨®n no era amor, sino que lo que en realidad ten¨ªa se llamaba obsesi¨®n. ?Qui¨¦n no se ha descubierto tarare¨¢ndola en alguna ocasi¨®n? El tema en cuesti¨®n, Obsesi¨®n, no solo se convirti¨® en el mayor ¨¦xito de la banda Aventura, formada en el barrio neoyorquino del Bronx por cuatro j¨®venes de ascendencia dominicana, sino que fue la puerta de entrada de muchos, en especial a este lado del Atl¨¢ntico, al sonido infeccioso de la bachata moderna.
Poco m¨¢s de dos d¨¦cadas despu¨¦s, uno de esos cuatro chicos, ahora reci¨¦n entrado en los cuarenta, desembarc¨® en el WiZink Center de Madrid con una serie de cuatro conciertos en d¨ªas consecutivos con todas las entradas agotadas (unas 60.000 en total). Una muestra del poder de Anthony Romeo Santos como estrella global de la m¨²sica latina, pero tambi¨¦n el perfecto ejemplo de c¨®mo los sonidos surgidos del Caribe han crecido en esos 20 a?os hasta plantar cara a la m¨²sica popular de ra¨ªz anglosajona. Solo hay que pensar en la coincidencia en el tiempo de este p¨®ker de llenazos con un macroevento musical como Mad Cool (6, 7 y 8 de junio) para poner en contexto su capacidad de movilizaci¨®n.
Acompa?ado de una docena de m¨²sicos, Romeo Santos apareci¨® de la nada. Aupado por una plataforma, surgi¨® de debajo del escenario con el look que se le supone a una estrella de los ritmos que incitan al baile sudoroso: traje y chaquetas color perla, camisa blanca abierta hasta la mitad y gafas de sol. Fue el primer golpe de efecto esc¨¦nico (habr¨ªa m¨¢s) de un artista que ha ido incorporando con los a?os elementos diversos a su discurso. Un ejemplo en el arranque: El pa?uelo, su colaboraci¨®n con Rosal¨ªa (sustituida en esta ocasi¨®n, obviamente), una de esas ocasiones en las que dos m¨²sicos se unen para intentar alcanzar la audiencia ajena.
El primer tramo del directo de Santos funcion¨® como un reloj, en este caso uno sincopado. Fue un aplastamiento por bachata. Enlazando temas sin apenas parones, dio rienda suelta a gran parte de sus ¨²ltimos ¨¦xitos (La diabla, Eres m¨ªa, Cancioncitas de amor¡), todas comandadas por un estilo vocal, pura melaza sonora, que hace del falsetto y la influencia del R&B un veh¨ªculo para la sensualidad. En el universo de Santos, el amor se despliega en todas sus formas, desde el desenga?o hasta la carnalidad, casi sin dejar espacio a cualquier otra experiencia humana. De la amargura de Bebo, la cr¨®nica de un enga?o sufrido, a la flagelaci¨®n de Ay¨²dame, reflejo de las cambiantes pasiones a trav¨¦s de redes sociales. Mejor as¨ª que en cambios de tercio como el de Suegra, en la que todos los t¨®picos sobre la madre de la pareja afloran de la peor manera posible.
Tras ese tramo inicial, el neoyorquino levant¨® el pie del acelerador para ir mostrando su permeabilidad a los g¨¦neros latinos actuales, que le sirve para no ser engullido por el paso del tiempo. En Imitadora se acerca a la producci¨®n del rap contempor¨¢neo, mientras que en Siri se adue?a de la r¨ªtmica del reguet¨®n para llevarlo a terrenos m¨¢s suaves. Otras veces, la ausencia de los numerosos colaboradores que participan en sus discos emborronan su traducci¨®n al directo, como en X si volvemos, su dueto con la colombiana Karol G, sustituida por las voces pregrabadas y el p¨²blico a partes iguales.
Santos tambi¨¦n fue desgranando recursos esc¨¦nicos, algunos con mayor fortuna que otros. Pese a sus ra¨ªces caribe?as (madre puertorrique?a y padre dominicano), ha crecido en el show business estadounidense y se nota. Por eso seguramente ret¨® a ambos lados del recinto a gritar m¨¢s fuerte que el otro (medidor de ruido incluido) y coloc¨® un trono plateado en el frontal del escenario, una nada sutil referencia a su t¨ªtulo autoimpuesto de ¡°rey de la bachata¡±. Tampoco falt¨® la invitaci¨®n a un fan a cantar sobre el escenario, en unos minutos que no sabemos si se le hicieron m¨¢s largos a ¨¦l o al resto del p¨²blico.
Antes de recuperar Obsesi¨®n, el origen de todo, y dar la noche por terminada con los gui?os tangueros de Propuesta indecente (cuando un t¨ªtulo es tambi¨¦n un spoiler) otro detalle resumi¨® el esp¨ªritu del momento. Pasando lista a las distintas nacionalidades del p¨²blico, esperando los v¨ªtores de cada sector de procedencia, toda la Am¨¦rica hispanohablante estuvo representada. Una manera f¨¢cil de enfervorizar a la audiencia, s¨ª, pero tambi¨¦n la reivindicaci¨®n de un orgullo latino que ha acabado por mostrar su m¨²sculo ante una industria que siempre se ha expresado en ingl¨¦s.
Babelia
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