La esquizofrenia, inteligencia, sangre y delicadeza de Robert Oppenheimer
El responsable cient¨ªfico del ¡®proyecto Manhattan¡¯, que desarroll¨® la bomba at¨®mica, fue una de las personas m¨¢s singulares del siglo XX por su car¨¢cter enigm¨¢tico y complejo y por las circunstancias que le toc¨® vivir. Christopher Nolan le dedica su nuevo filme
Yugoslavia a¨²n era un buen pa¨ªs en 1980 y sus escuelas de verano de f¨ªsica para postgraduados nos gustaban mucho a los j¨®venes doctores. El Adri¨¢tico se extend¨ªa ante John, Dora y yo. Aunque nuestros encuentros fueran espor¨¢dicos, quiz¨¢s aquel fuera el tercero, siempre nos ca¨ªmos bien. Hab¨ªa tres temas en nuestras conversaciones. La preferida de Dora era la situaci¨®n pol¨ªtica en Espa?a. La de John era mi trabajo sobre las reacciones entre n¨²cleos pesados. La m¨ªa era, evitando en todo lo posible alusi¨®n delicada alguna, indagar sobre algunos intr¨ªngulis del proyecto Manhattan, de los que sab¨ªa que John era uno de los m¨¢ximos expertos. Quiz¨¢s alentados por nuestros segundos slivovicas, John se solt¨® un tanto ante la mirada perdida de Dora. Y al rato de escucharlo absorto hice la pregunta fatal: ¡°?C¨®mo era Robert Oppenheimer, John?¡±. ?l apenas apag¨® su sempiterna sonrisa, pero Dora me mir¨® seria, despu¨¦s sonri¨®, se levant¨® y me revolvi¨® el pelo antes de marcharse dici¨¦ndome algo as¨ª como que era un charming Spanish baby boomer. Ped¨ª excusas a John (Robert Huizenga) y me apen¨® perder la compa?¨ªa de su joven esposa (25 a?os menor que ¨¦l: otra baby boomer nacida tras la Segunda Guerra Mundial), Dorothy Koeze.
A partir de entonces empec¨¦ a indagar sobre el director cient¨ªfico de la primera bomba at¨®mica. Le¨ª mucho sobre ¨¦l, pero lo que m¨¢s me interes¨® fue el testimonio de algunos de sus colaboradores directos y, sobre todo, de los disc¨ªpulos de aquellos que ten¨ªan mi edad m¨¢s o menos. La mayor fuente de informaci¨®n la obtuve, como es l¨®gico, a lo largo de los 18 a?os que colabor¨¦ con el Instituto Niels Bohr de Copenhague.
Este jueves se estrena la pel¨ªcula dedicada a ¨¦l, que promete ser la revelaci¨®n cinematogr¨¢fica de 2023. No me extra?ar¨ªa que fuera as¨ª porque trata de una las personas m¨¢s singulares del siglo XX por su car¨¢cter enigm¨¢tico y complejo y las circunstancias que le toc¨® vivir.
Julius Robert Oppenheimer naci¨® en Nueva York en 1904 en el seno de una familia rica de or¨ªgenes jud¨ªos y alemanes. Posiblemente, lo m¨¢s notable de su adolescencia fue el diagn¨®stico que le hicieron por su car¨¢cter oscuro: demencia precoz, es decir, esquizofrenia. Siempre fue enormemente generoso a la vez que mezquino y arrogante; enclenque de salud precaria y agresivo hasta llegar al l¨ªmite de dos intentos de homicidio; pacato de car¨¢cter, pero jinete temerario y navegante audaz; odiado e idolatrado; sexualmente confuso al que amaron mujeres de singular inteligencia y fuerte personalidad. Resalto solo esto ¨²ltimo e invito a que se indague m¨¢s sobre Charlotte Riefenstahl, Jean Tatlock y Katherine Puening. La primera lo dej¨® para casarse, dos veces, con Fritz Houtermans, f¨ªsico nuclear al que los nazis detuvieron y torturaron acusado de esp¨ªa sovi¨¦tico y los estalinistas hicieron lo propio acusado de esp¨ªa nazi. Tatlock fue una comunista y psiquiatra de gran renombre, que acab¨® suicid¨¢ndose. Kitty, con la que Oppenheimer tuvo hijos, hab¨ªa sido viuda de un brigadista internacional en Espa?a, comunista enardecido, acribillado en el Ebro. Robert siempre neg¨® haber sido comunista, pero su hermano Frank lo fue y ¨¦l mismo contribuy¨® decididamente con oratoria y dinero a defender la Rep¨²blica espa?ola.
Oppenheimer fue tan extraordinariamente inteligente que pod¨ªa aprender idiomas extra?os, como el neerland¨¦s o el s¨¢nscrito, en meses y asimilar cualquier teor¨ªa f¨ªsica por compleja que fuera. Eso fue lo que hizo con la mec¨¢nica cu¨¢ntica cuando sus padres le financiaron una larga estancia en Europa. Aqu¨ª conoci¨® al patriarca de esa ciencia, el dan¨¦s Niels Bohr. Al regreso a Estados Unidos se percat¨® de que nadie en el pa¨ªs ten¨ªa noticia de aquella nueva ciencia f¨ªsica y de ambos acabaron diciendo que Bohr era dios y Oppie (Oppenheimer) su profeta en aquella tierra. Pero ah¨ª estaba la esquizofrenia de nuevo. Entre los grandes f¨ªsicos europeos se impuso el consenso de que las ideas de Oppenheimer eran todas interesantes y sus c¨¢lculos, todos incorrectos. Le fallaban las matem¨¢ticas y no pod¨ªa pisar un laboratorio sin estropear algo. Lo primero lo fue arreglando, lo segundo ni lo intent¨®: lleg¨® a ser un profesor desastroso y un venerado maestro de doctorandos.
Lo ¨²ltimo que considero que caracteriz¨® a Oppenheimer fue lo que le respondi¨® a su amigo jud¨ªo y gran f¨ªsico Isidor Rabi al comentarle este que del cristianismo le desconcertaba su combinaci¨®n de sangre y delicadeza: ¡°Justo eso es lo que m¨¢s me atrae¡±.
La fisi¨®n nuclear
En cuanto los alemanes Strassmann y Hahn sospecharon que hab¨ªan encontrado fragmentos de un n¨²cleo pesado y Frish y, particularmente, su t¨ªa Lise Meitner explicaron el mecanismo de esa fisi¨®n nuclear, se intuy¨® que estaban ante la posible liberaci¨®n de una energ¨ªa descomunal. Einstein y, sobre todo, el h¨²ngaro Le¨® Szil¨¢rd escribieron al presidente de los Estados Unidos, el progresista Franklin D. Roosevelt, para alertarlo de que los alemanes ten¨ªan toda la capacidad cient¨ªfica y tecnol¨®gica para desarrollar una bomba at¨®mica que, sin duda, decidir¨ªa la victoria nazi en la guerra.
Estados Unidos hac¨ªa tiempo que se hab¨ªa impregnado de anticomunismo, por lo que se enfrentaba a un dilema con la guerra en Europa desencadenada. Si sus aliados naturales ca¨ªan en manos del nazismo, su papel en el futuro quedar¨ªa desdibujado. Pero quien m¨¢s ferozmente estaba luchando contra los nazis era la Uni¨®n Sovi¨¦tica, por lo que, tras el teatral por falso pacto entre Stalin y Hitler, los rusos se hab¨ªan convertido en el mejor aliado de la Europa libre y de Estados Unidos. Si los nazis consegu¨ªan la bomba at¨®mica, el futuro estaba decidido; pero si los sovi¨¦ticos los arrollaban, ese futuro, aunque en el sentido opuesto, ser¨ªa tan distante del esp¨ªritu estadounidense como el nazi.
Los primeros c¨¢lculos fueron estremecedores: aquello implicar¨ªa la tarea de decenas de miles de personas encabezadas por los mejores f¨ªsicos e ingenieros del pa¨ªs, con una inversi¨®n escalofriante y con el Ej¨¦rcito detr¨¢s de toda esa organizaci¨®n. El proyecto se denomin¨® Manhattan porque all¨ª estaba la sede del regimiento de ingenieros. El jefe militar de aquella tremenda organizaci¨®n fue f¨¢cilmente decidido: el coronel Leslie Groves, que acababa de dirigir la construcci¨®n del mayor edificio en planta del mundo, el Pent¨¢gono.
El problema era qui¨¦n dirigir¨ªa a los cient¨ªficos. El dilema era inquietante: por inteligencia, capacidad de liderazgo entre cient¨ªficos iguales y sobre todo superiores, versatilidad tem¨¢tica, conocimiento personal de los f¨ªsicos alemanes sin duda implicados en la bomba nazi, y muchas otras caracter¨ªsticas, el candidato ideal era Robert Oppenheimer. Por su tendencia declaradamente comunista, si hab¨ªa alg¨²n cient¨ªfico invalidado para el puesto de director cient¨ªfico del proyecto era ¨¦l mismo. Y ah¨ª intervino la arrolladora personalidad del ya general Groves. Si Oppenheimer era id¨®neo para dirigir el proyecto, de las posibles consecuencias de su ideolog¨ªa se responsabilizaba ¨¦l. Uno de los comentarios que hizo Oppenheimer al aceptar, para mayor inquietud de los militares, fue que, si los espa?oles hubieran resistido un poco m¨¢s, Franco y Hitler habr¨ªan compartido la misma tumba.
Aquella fue una de las mayores haza?as cient¨ªficas de la historia de la humanidad llevada a cabo en tan solo dos a?os y medio, pero el resultado fue tan espantoso que se consider¨® que hab¨ªa supuesto el fin de la f¨ªsica, cuando no el de la ciencia. Los cient¨ªficos e ingenieros decisivos en el proyecto se sublevaron al ver que el mediocre y artero Truman, sustituto por fallecimiento del inteligente Roosevelt, pod¨ªa acceder al deseo de los militares y lanzar la bomba sobre poblaci¨®n civil no solo desarmada sino derrotada. Alemania estaba destruida desde los cimientos, Hitler hac¨ªa meses que se hab¨ªa suicidado y Jap¨®n, tras ser arrasada con napalm, solo estaba discutiendo los t¨¦rminos de la rendici¨®n.
Meses antes, los f¨ªsicos hab¨ªan propuesto firmemente invitar a Los ?lamos, la sede central del proyecto, a cient¨ªficos rusos y hacer que los resultados de la ciencia fueran, como hab¨ªa sido siempre, patrimonio de la humanidad. El secretismo solo llevar¨ªa a una carrera armament¨ªstica nuclear global. Del principal inspirador de esta postura, el consagrado Niels Bohr, se dice que fue amenazado por Winston Churchill al sugerir que aquella postura era ¡°mortal¡±.
Pero estas son historias que sin duda la pel¨ªcula de Christopher Nolan nos desvelar¨¢ con todo rigor y dramatismo, as¨ª como reflejar¨¢ la compleja personalidad de uno de los personajes m¨¢s decisivos y turbadores del siglo XX.
A veces recuerdo el amable desplante de Dora Huizenga aquel atardecer en el Adri¨¢tico, as¨ª como la infinidad de conversaciones que he tenido con otros f¨ªsicos nucleares de mi generaci¨®n baby boomer. Creo que todos, en particular los de car¨¢cter progresista, hemos llegado a la misma conclusi¨®n que nos atenazar¨¢ hasta que nos extingamos: si nos hubi¨¦semos enfrentado a la disyuntiva de unirnos o no al terrible proyecto Manhattan, habr¨ªamos aceptado participar en ¨¦l.
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