Los colgantes de Brasil que anticipan miles de a?os la llegada a Am¨¦rica del ¡®Homo sapiens¡¯
Dos investigadoras brasile?as confirman que unos artefactos hechos con huesos de perezoso gigante fueron tallados hace al menos 25.000 a?os, en contra de la tesis de cruce del Estrecho de Bering hace 15.000 a?os
Tres peque?os fragmentos de hueso de un perezoso gigante, una de las fascinantes especies de animales que reinaban en el Pleistoceno, podr¨ªan estar a punto de obligar a revisar muchas de las certezas sobre la presencia del ser humano en Am¨¦rica. Hasta poco tiempo atr¨¢s hab¨ªa cierto consenso en afirmar que el Homo sapiens lleg¨® al continente americano desde Eurasia atravesando lo que hoy es el Estrecho de Bering, entre Rusia y Alaska, hace unos 15.000 a?os. Pero hace d¨ªas, dos investigadoras brasile?as publicaron un estudio que demuestra que en un rinc¨®n del centro de Brasil, hace al menos 25.000 a?os, ya hab¨ªa humanos puliendo huesos del perezoso, fabricando, quiz¨¢s, las joyas m¨¢s antiguas de Am¨¦rica.
Las autoras del descubrimiento son la arque¨®loga Mirian Liza Alves Forancelli Pacheco y la paleont¨®loga Thais Rabito Pansani, de la Universidad Federal de S?o Carlos, que publicaron el resultado de a?os de trabajo en la revista brit¨¢nica Proceedings of the Royal Society B. Durante a?os estuvieron trabajando sobre unas piezas de hueso, ¡°artefactos¡±, dicen ellas, peque?os, algo triangulares, y muy misteriosos. Lo cierto es que se encontraron hace 28 a?os en el yacimiento de Santa Elina, en el centro-oeste de Brasil, donde tambi¨¦n hay numerosas pinturas rupestres. En todo este tiempo se averiguaron varias cosas, como que se trataba de restos ¨®seos de perezosos gigantes que hab¨ªan vivido en la zona entre 27.000 y 25.000 a?os atr¨¢s. Tambi¨¦n se sab¨ªa que los orificios no eran obra de la erosi¨®n natural, sino que hab¨ªa una mano humana detr¨¢s. Eran una obra deliberada de artesan¨ªa. La gran duda era: ?coincidieron en el tiempo los humanos y el perezoso? ?o los humanos trabajaron sobre un animal fosilizado que ya llevaba all¨ª enterrado miles de a?os?
La respuesta ser¨ªa decisiva para datar la presencia del hombre en la regi¨®n. Para responder a la pregunta del mill¨®n, Pacheco decidi¨® atacar el problema con un equipo multidisciplinar formado por arque¨®logos, paleont¨®logos, qu¨ªmicos e ingenieros, seg¨²n explica en una entrevista por tel¨¦fono. Sus conocimientos complementarios, junto con t¨¦cnicas de microscop¨ªa electr¨®nica y fotoluminiscencia arrojaron resultados claros: ¡°Vimos que el pulimiento era muy uniforme, lo que significa que la carcasa era fresca, y que los huesos hab¨ªan sido ro¨ªdos por ratones¡±. Los huesos fueron convertidos en objetos cuando el animal llevaba muerto poco tiempo. Los ratones, ¨¢vidos de materia org¨¢nica, no hubieran ido en busca de un hueso en avanzado proceso de fosilizaci¨®n.
Las investigadoras tambi¨¦n concluyeron que se trata de artefactos de uso personal. Seguramente fueran ornamentos, en uno de los orificios hay marcas que muestran que estaban colgados, porque hay un lado m¨¢s desgastado que el otro. Su uso, eso s¨ª, es un misterio. ¡°Puede ser simb¨®lico, ritual¨ªstico, pero es dif¨ªcil decirlo¡±, confiesa la arque¨®loga, que no se siente muy c¨®moda al hablar de joyas. Mejor seguir con el menos atractivo pero m¨¢s prudente t¨¦rmino ¡°artefactos¡±. Los tres huesitos dicen mucho sobre la interacci¨®n del ser humano con la megafauna de la Edad de Hielo, y no son un caso aislado, como explica Brito, la paleont¨®loga, que se sum¨® entusiasmada al desaf¨ªo de descifrar el misterio.
Ante todo, a esta experta le gusta recordar de qu¨¦ animal estamos hablando: un corpulento mam¨ªfero, de hasta 500 kilos, que se desplazaba a cuatro patas y que al ponerse en pie pod¨ªa alcanzar los seis metros de altura. Era b¨¢sicamente herb¨ªvoro, aunque ten¨ªa una poderosa mand¨ªbula y fuertes garras. Una de sus peculiaridades es que, a diferencia de los actuales perezosos, ten¨ªa una especie de cubierta ¨®sea bajo la piel, unas placas duras parecidas a las de los armadillos. Esas piezas son los osteodermos, el material con el que los hombres de su tiempo hicieron artesan¨ªa. Los perezosos gigantes desaparecieron de Am¨¦rica hace unos 11.000 a?os, pero sus restos f¨®siles son abundantes. Cada vez hay m¨¢s evidencias de la relaci¨®n de los humanos con estos enormes animales, y se habla incluso de su posible papel en su extinci¨®n. Adem¨¢s, van apareciendo vestigios con dataciones cada vez m¨¢s antiguas. En Uruguay se encontraron huesos de perezoso gigante con marcas de corte que sugieren 30.000 a?os de antig¨¹edad, y en Nuevo M¨¦xico (EE UU) incluso huellas de este animal intercaladas con huellas humanas que podr¨ªan tener unos 23.000 a?os. Por eso, las investigadoras de Brasil subrayan que su descubrimiento no es un caso aislado, sino otra evidencia de peso que obliga a repensar cronolog¨ªas.
No es tarea f¨¢cil. En el mundo acad¨¦mico a¨²n hay reticencias en aceptar la teor¨ªa del poblamiento temprano. ¡°Cada vez aparecen m¨¢s, pero cuando surgen estas dataciones antiguas algunos investigadores son esc¨¦pticos y dudan de la presencia humana en el continente en una ¨¦poca tan antigua. Cient¨ªficamente el debate siempre es bienvenido, pero hay muchos que simplemente est¨¢n instalados en un dogma¡±, lamenta la paleont¨®loga. Pacheco, su compa?era, va un paso m¨¢s all¨¢ y habla de un ¡°movimiento etnoc¨¦ntrico¡± que s¨®lo admite ciertas explicaciones cuando vienen del norte. En cualquier caso, estas dos investigadoras no piensan dar tregua en su lucha por demostrar que el hombre est¨¢ en Am¨¦rica mucho antes de lo que se piensa. ¡°Aparecer¨¢ mucha cosa todav¨ªa. Santa Elina tiene mucho potencial, y aunque las excavaciones pararon ya estamos pensando en volver¡±, avisa Pansani. De momento, los tres artefactos permanecen bien guardados en los almacenes del museo de la Universidad de S?o Paulo (USP), lejos de las miradas de los visitantes.
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