Helena B¨¦jar era una voz necesaria
Muere a los 67 a?os la pensadora y escritora espa?ola cuya obra es una gran aportaci¨®n al pensamiento sociol¨®gico de nuestro pa¨ªs
La brutalidad de la noticia de la muerte de Helena B¨¦jar hizo que, en un primer momento, muchos nos plante¨¢ramos una pregunta por completo improcedente: ?por qu¨¦? Pero de inmediato se hace notorio que plantearse algo as¨ª cuando alguien ha tomado la decisi¨®n dram¨¢tica, sobrecogedora, de acabar con sus d¨ªas, no solo es que no proceda, es que probablemente constituya una profunda falta de respeto hacia su memoria. Tendr¨ªa algo de obsceno ni tan siquiera hacer el intento de asomarse a los territorios oscuros del alma, a las zonas en sombra de quien ha podido llegar al convencimiento de que la mejor de sus opciones era precipitar el propio final.
En cambio, s¨ª procede, hasta el punto de que en cierto modo cabr¨ªa decir que se lo debemos ¡ªque constituye una deuda que nos dej¨® al cobro¡ª el evocar su dimensi¨®n m¨¢s luminosa, la relacionada con su trabajo intelectual, con su sostenido esfuerzo por ir componiendo una obra que pudiera ser valorada, a la hora de pasar cuentas, como su particular aportaci¨®n al pensamiento sociol¨®gico de nuestro pa¨ªs.
No es esta evocaci¨®n una tarea que quepa abordar de una forma neutra, as¨¦ptica, y ya no digamos fr¨ªa. Lo primero que constatar¨ªa quien quisiera componerse una idea de conjunto del trabajo de Helena B¨¦jar es una cruel paradoja: el ¨²ltimo libro que escribi¨® una persona a la que finalmente la vida se le hizo insoportable fue un libro sobre la felicidad, idea a la que defin¨ªa en el subt¨ªtulo como La salvaci¨®n moderna. M¨¢s all¨¢ de las consideraciones de car¨¢cter personal que la paradoja permitir¨ªa (?qu¨¦ deb¨ªa pensar mientras escrib¨ªa unas p¨¢ginas tan poco premonitorias?), el texto, como todos los suyos, era un texto solvente, acad¨¦micamente impecable, y en el que se transparentaba lo que con toda probabilidad constituya el hilo conductor del conjunto de su obra.
Hace escasos d¨ªas, Emilio Lamo ¡ªque no ha perdido la pertinaz costumbre de tener raz¨®n en casi todo cuanto escrib¡ª defin¨ªa a Helena B¨¦jar como una ¡°brillante analista del individualismo moderno¡±. As¨ª lo dej¨® acreditado en sus dos primero libros, El ¨¢mbito ¨ªntimo y La cultura del yo, aunque su curiosidad intelectual le llev¨® a explorar tambi¨¦n otros territorios. Prueba de ello son textos tan diferentes de los mencionados, y al mismo tiempo tan diferentes entre s¨ª, como El coraz¨®n de la rep¨²blica, El mal samaritano, La dejaci¨®n de Espa?a (su libro menos conseguido, a mi juicio) o su monograf¨ªa sobre Zygmunt Bauman, Identidades inciertas.
Acaso sea en esta diversidad tem¨¢tica donde resida la clave para entender adecuadamente el trabajo de nuestra autora. Porque la curiosidad que se acaba de mencionar ¡ªuna curiosidad de amplio espectro, m¨¢s pr¨®xima a la filosof¨ªa en sentido amplio que a la sociolog¨ªa en sentido estrecho¡ª estar¨ªa lejos de constituir un m¨¦rito si no se hubiera visto acompa?ada de una virtud que, sin duda alguna, ella pose¨ªa. Tal vez no sea la palabra t¨¦cnicamente m¨¢s precisa, pero es la primera que, en estos momentos, con las prisas, me viene a la cabeza: Helena B¨¦jar ten¨ªa olfato. Olfato para detectar lo que necesitaba ser pensado, lo que ten¨ªamos pendiente de intentar entender y, desde luego, los t¨®picos emergentes que no pod¨ªamos aceptar sin cr¨ªtica. Echaremos en falta su voz. Era una voz necesaria.
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