Charlotte Gainsbourg abre las puertas de la mitificada casa de su padre: ¡°Para m¨ª fue un peso durante 32 a?os¡±
La residencia del m¨²sico Serge Gainsbourg en Par¨ªs podr¨¢ visitarse junto a un museo dedicado al artista franc¨¦s
Para acceder a la casa parisiense de Serge Gainsbourg, que abrir¨¢ al p¨²blico por primera vez el 20 de septiembre, hay que cruzar primero una puerta met¨¢lica. A la derecha, otra puerta conduce al sal¨®n. Es como entrar en una pecera o en un espacio en el que el tiempo se hubiera detenido.
Todo, o casi, est¨¢ igual que el 2 de marzo de 1991, el d¨ªa que muri¨® Gainsbourg, el m¨²sico y poeta que produjo decenas de hits y sigue representando una imagen de modernidad. Ten¨ªa 62 a?os. La luz tenue, las paredes negras, el piano Steinway y el ¨®rgano Lowrey, una mesa cubierta de insignias policiales y unas esposas, una fotograf¨ªa enorme de Brigitte Bardot, una de sus c¨¦lebres parejas: todo presenta un aire irreal.
¡°Es como un sue?o¡±, dec¨ªa Jane Birkin, pareja de Gainsbourg entre 1969 y 1980, en Jane por Charlotte, el documental que la hija de ambos artistas, la actriz y cantante Charlotte Gainsbourg (Londres, 52 a?os), estren¨® en 2021. Birkin muri¨® el 16 de julio pasado. ¡°Se dir¨ªa que son cosas prehist¨®ricas¡±, a?ad¨ªa en la pel¨ªcula. ¡°Como Pompeya¡±.
El 5 bis de la rue Verneuil, un edificio de dos pisos en una calle tranquila en el barrio de Saint-Germain-des-Pr¨¨s, fue, entre 1968 y su muerte, la residencia de Gainsbourg. Despu¨¦s qued¨® cerrada. La fachada se llen¨® de grafitis y dibujos en homenaje al autor de Je t¡¯aime moi non plus y Melody Nelson. Charlotte regresaba de vez en cuando. Una vez se le ocurri¨® convertirla en una residencia de artistas, o en venderla. Lo descart¨®. Hace unos a?os sopes¨® un proyecto con el arquitecto Jean Nouvel: una vitrina que, desde la calle, permitiera ver el interior, como una casa de mu?ecas. Tambi¨¦n descartado. Una vez lleg¨® a pensar en volver a vivir all¨ª. Su marido, el cineasta Yvan Attal, le dijo: ¡°?Est¨¢s de broma?¡±.
Un templo pop
Ahora, 32 a?os y medio despu¨¦s de la muerte de Serge Gainsbourg, y dos meses despu¨¦s de morir Jane Birkin, Charlotte Gainsbourg desvela el interior ¡°5 bis¡±, como lo llama ella, un verdadero templo pop y lugar de peregrinaci¨®n, desde hace a?os, de fans y curiosos. Hasta ahora ten¨ªan que quedarse fuera; en unos d¨ªas, podr¨¢n entrar.
Queda claro, nada m¨¢s poner un pie dentro durante una visita para la prensa, que esto forma parte, tambi¨¦n, de la obra gainsbourguiana, como sus discos o libros: parece un museo, aunque ya lo era cuando ¨¦l viv¨ªa aqu¨ª. El nuevo Museo de la Casa Gainsbourg consta, adem¨¢s de la casa, de un espacio en la misma calle en la que hay un museo sobre el artista y un bar con el nombre de Gainsbarre, su alter ego gamberro.
¡°Yo iba a la casa, pero no mucho. Al principio era muy doloroso, despu¨¦s un poco menos, pero siempre con mucha carga¡±, explic¨® este mi¨¦rcoles Charlotte Gainsbourg a un grupo de periodistas en una mesa del Gainsbarre. ¡°Todo se conserv¨® gracias a que nadie entraba y a que no hab¨ªa mucha luz, y para m¨ª era muy importante conservar el olor: el perfume Van Cleef, el olor de los gitanes, de alcohol¡¡±.
Todo se conserv¨® gracias a que nadie entraba y a que no hab¨ªa mucha luz, y para m¨ª era muy importante conservar el olor: el perfume Van Cleef, el olor de los ¡®gitanes¡¯, de alcohol¡¡±, cuenta su hija Charlotte
Dentro, no se siente tanto este olor, quiz¨¢ se empieza a disipar, aunque en la min¨²scula cocina quedan conservas antiguas y las botellas de vino vac¨ªas que ¨¦l dej¨®. En las visitas, solo podr¨¢n entrar dos personas a la vez y pueden estar un m¨¢ximo de diez minutos en el interior. La casa es relativamente peque?a, teniendo en cuenta que ah¨ª viv¨ªa una estrella: unos 130 metros cuadrados que parecen menos. Quiz¨¢ porque los techos son bajos, los pasillos y la escalera estrechos y buena parte de la casa est¨¢ enmoquetada o con alfombras, y repleta de muebles y objetos de todo tipo, como una vieja figura, en tama?o real, de un ser humano.
El visitante se coloca unos auriculares y escucha una grabaci¨®n de la voz susurrante de Charlotte que le gu¨ªa. ¡°Mir¨¢bamos la tele mientras com¨ªamos¡±, dice la voz en la cocina. ¡°?l siempre com¨ªa con el mismo tenedor. Creo que se lo hab¨ªa llevado de Maxim¡¯s.¡± El visitante sube por las escaleras y descubre el armario con la ropa de Gainsbourg: sus americanas y sus corbatas, su uniforme de tejanos y camiseta tejana, sus zapatos blancos Repetto, siempre sin calcetines, aunque nevase. Al lado est¨¢ la habitaci¨®n de las mu?ecas, donde Charlotte y Serge jugaban a los videojuegos, y el diminuto despacho en el que Serge le¨ªa y escrib¨ªa. Ah¨ª est¨¢ la m¨¢quina el¨¦ctrica con la que escrib¨ªa, una IBM blanca, y un Tratado de patolog¨ªa m¨¦dica que le gustaba consultar. Tambi¨¦n una ara?a disecada. Despu¨¦s vendr¨¢ el ba?o y el dormitorio: todo a la vista.
El lado imp¨²dico de los Gainsbourg
En la mesa del Gainsbarre, comenta Charlotte Gainsbourg: ¡°Hay un lado voyeur en esto. Mi madre dec¨ªa: ¡®Est¨¢ bien, voyeur¡¯. No me extra?a de ella. Yo tengo un lado imp¨²dico. En mi familia tenemos algo p¨²dico y, al mismo tiempo, muy muy imp¨²dico. De todas maneras, tengo la impresi¨®n de que todo el mundo lo sabe todo de ¨¦l. No tengo en absoluto la sensaci¨®n de revelar secretos sobre ¨¦l¡±.
Y, sin embargo, produce una sensaci¨®n extra?a asomarse al ba?o con su l¨¢mpara ornamentada, o al dormitorio en el que quedan los perfumes de Jane Birkin y el tapiz con escenas de canibalismo. En la grabaci¨®n que el visitante escucha durante la visita, Charlotte recuerda que a veces, cuando ella iba a la escuela por la ma?ana, sus padres regresaban de una noche de copas y discotecas. Y recuerda algo m¨¢s: la muerte del padre en esta misma cama y c¨®mo ella, su hermana Kate y Bambou, entonces la pareja de Gainsbourg, se estiraron junto al cad¨¢ver. En la calle los fans cantaban sus canciones. Todo est¨¢ intacto en la habitaci¨®n, hasta los chicles Stimorol, el regaliz Florent, la piruleta y las chocolatinas Smarties que Gainsbourg ten¨ªa en la mesilla de noche.
Charlotte, en la mesa del bar, cuenta m¨¢s detalles. Explica que, dos d¨ªas antes de morir su padre, este le invit¨® a volver a vivir con ¨¦l en el 5 bis. En una de sus ¨²ltimas agendas apunt¨®: ¡°Dar las llaves a Charlotte. Charlotte dormir¡±. Ella sufr¨ªa en aquellos d¨ªas un desenga?o amoroso. Su padre le prepar¨® la habitaci¨®n de las mu?ecas. Junto a la cama, para su hija que entonces ten¨ªa 19 a?os, dej¨® un cenicero, un paquete de Marlboro light y una caja del medicamento Lexomil. ¡°Esto chocar¨¢ a muchos padres responsables¡±, sonr¨ªe la hija.
Cuando explica los motivos para abrir la casa, Charlotte Gainsbourg habla de sus propios hijos: ¡°Tuve miedo que no supiesen qu¨¦ hacer con ella. Para m¨ª fue un peso durante 32 a?os¡±. Y a?ade: ¡°Me dije: ¡®Imag¨ªnate que me muero, ?qu¨¦ har¨¢n?¡±. El proyecto ha tardado cuatro a?os en gestarse. Han trabajado con Gainsbourg el director de contenidos Anatole Maggiard y el comisario S¨¦bastien Merlet, entre otros. Para ella, seguramente tambi¨¦n es el fin de un cap¨ªtulo.
En el documental Jane por Charlotte, la hija le comentaba a la madre mientras visitaban el 5 bis de la rue de Verneuil: ¡°Me apetece soltarlo todo y pensar que esto funcionar¨¢ sin m¨ª¡ Ser¨¢ el fin de algo¡±. Ahora, a punto de abrirla, comenta: ¡°Reconozco que, en efecto, es el fin de algo, pero no quiero formul¨¢rmelo as¨ª todav¨ªa¡±.
Babelia
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