La propiedad del c¨¦lebre c¨®mic ¡®F¨¢bulas¡¯ enfrenta a su creador, que quiere regalarlo al dominio p¨²blico, con la editorial DC
Bill Willingham anunci¨® que su obra m¨¢s conocida y exitosa ya es de todos, en protesta contra el maltrato que denuncia haber sufrido. El sello amenaza con tomar las ¡°acciones necesarias¡±
Esta historia est¨¢ llena de cuentos de hadas. Hasta se parece a uno, de alguna forma. Y sin embargo, a la vez, demuestra que rara vez, en el mundo real, se comen perdices. Bill Willingham, padre de la c¨¦lebre serie de c¨®mics F¨¢bulas, anunci¨® hace unos d¨ªas que regalaba su obra m¨¢s preciada al dominio p¨²blico. Es decir, a todos. Justicia po¨¦tica, ya que de ah¨ª sac¨® a los protagonistas de sus tramas, de Blancanieves al Lobo, de Pinocho al pr¨ªncipe azul, recolocados en una Nueva York moderna. Y huida hacia adelante del h¨¦roe, acorralado por el largo maltrato de la editorial DC ¡ªdue?a de Vertigo, que publica la obra en EE UU¡ª y sus directivos, los villanos de su versi¨®n.
¡°Si no puedo evitar que F¨¢bulas caiga en malas manos, al menos puedo hacer que caiga al mismo tiempo en muchas buenas manos¡±, escribi¨® en un texto online donde denunciaba los repetidos intentos del sello de apoderarse de sus creaciones y les opon¨ªa su ¨²ltimo, extremo, remedio. Pero la compa?¨ªa respondi¨® que, en efecto, se considera la aut¨¦ntica due?a de la saga. Y amenaza, en un comunicado publicado por el medio especializado IGN, con tomar ¡°las acciones necesarias¡± para defender sus derechos. De ah¨ª que el final de la contienda resulte incierto. Cabe dudar, eso s¨ª, de que todos ser¨¢n felices.
Por lo pronto, Willingham celebr¨® en una nueva publicaci¨®n el masivo apoyo recibido. Tanto que ha declinado de momento cualquier petici¨®n de entrevista ¡ªno contest¨® a la de este diario, igual que la editorial¡ª argumentando que prefer¨ªa volcar los pr¨®ximos d¨ªas en nuevos proyectos art¨ªsticos. Mientras, sin embargo, el debate contin¨²a. Se trata, al fin y al cabo, de una de las novelas gr¨¢ficas m¨¢s aplaudidas de los ¨²ltimos 20 a?os, fuente de spin-offs y una adaptaci¨®n al videojuego (The Wolf Among Us). Y se toca un tema clave: la propiedad intelectual de personajes y obras. En un sector, adem¨¢s, donde los colosos Marvel y DC han sido acusados por decenas de dibujantes y guionistas durante d¨¦cadas de presionarles para ceder sus ideas y aceptar contratos por encargo. Willingham lo resume en una pol¨ªtica dirigida a ¡°fichar aut¨®nomos y aplastar sus cabezas¡±. Todo ello dispara la resonancia de un gesto ya de por s¨ª destinado a generar ruido.
La pelea por la autor¨ªa, en realidad, es tan vieja como el c¨®mic contempor¨¢neo: el origen de Superman, Batman o Los Cuatro Fant¨¢sticos arrastra disputas irresueltas y quejas de Jerry Siegel, Bill Finger o Jack Kirby por el menosprecio sufrido. Y un peso pesado como Alan Moore lamenta desde hace a?os que DC le sustrajo la propiedad de obras tan famosas como Watchmen. Junto con prestigio y principios, est¨¢n en juego decenas de millones de euros, sobre todo desde que el cine se ha interesado por los tebeos. ¡°Cuando firmas un acuerdo con DC tus responsabilidades hacia ellos est¨¢n esculpidas en la piedra, mientras que las suyas hacia ti se tratan como ¡®sugerencias ¨²tiles que intentaremos atender cuando podamos, pero somos adultos serios, ocupados con asuntos serios y no siempre podemos encontrar el tiempo para complacer las necesidades de estos ni?os que trabajan para nosotros¡±, escribe en su blog el autor de F¨¢bulas (editado en Espa?a por ECC).
Tras el impacto del mensaje original, Willingham ha lanzado estos d¨ªas otros dos textos. Sostiene que ten¨ªa pensada esta decisi¨®n para cuando falleciera pero que ¡°ciertos eventos¡± han trastocado sus planes: entre otros, enumera los cambios de directivos y actitud en la c¨²pula de la editorial; los m¨²ltiples incumplimientos de obligaciones como consultarle para portadas, dibujantes para nuevas tramas o adaptaciones e incluso el olvido de pagos por parte de DC, que le forzaron a reclamar facturas de hasta 30.000 d¨®lares; la sospechosa frecuencia con la que la editorial atribu¨ªa todo ello a ¡°despistes¡±, hasta el punto de que el autor les exigi¨® dejar de usar esa expresi¨®n; y el tiempo y las oportunidades que les dio para respetar el pacto, renegociarlo o hasta romperlo y separarse consensualmente.
¡°En nuestro acuerdo, mientras yo segu¨ªa siendo el due?o de la propiedad, ellos ten¨ªan el derecho exclusivo de publicar los c¨®mics de F¨¢bulas y, m¨¢s tarde, de explotarlos en otros formatos, como filmes y TV. Me pagaron un precio justo (en esa ¨¦poca) por estos derechos, y se portaron como si fuera una colaboraci¨®n. [¡] Pero DC ya no parece capaz de actuar de forma honesta. De hecho, trataron este acuerdo como si fueran los jefes y yo el sirviente. Con el tiempo empeor¨®, ya que m¨¢s tarde reinterpretaron el contrato para asumir que poseen F¨¢bulas totalmente¡±, lamenta Willingham. De ah¨ª que el autor terminara concluyendo: ¡°No puedes razonar con lo irrazonable¡±.
Descartada una demanda judicial, por demasiado cara y larga a sus 67 a?os, hall¨® una soluci¨®n m¨¢s creativa: si le imped¨ªan poseer sus obras, y beneficiarse de ellas como le correspond¨ªa, ¨¦l tampoco dejar¨ªa que lo hiciera la editorial. O, al menos, que el planeta entero pudiera usarlas como quisiera. Aunque el sello se apresur¨® a aclarar en el comunicado remitido a IGN: ¡°Los c¨®mics de F¨¢bulas publicados por DC, y tramas, personajes y elementos ah¨ª contenidos, pertenecen a DC y [¡] no son de dominio p¨²blico¡±. El propio Willingham, a la vez, promete seguir batallando por todas las condiciones de su contrato a¨²n en vigor que considera violadas, igual que por los ¨²ltimos episodios de la saga, cuyo guion final entreg¨® hace dos a?os.
Vendr¨¢n, pues, nuevos cap¨ªtulos de esta contienda. Y de otras muchas parecidas: en 2024, sin ir m¨¢s lejos, entra en dominio p¨²blico en EE UU y otros pa¨ªses la primera, hist¨®rica, imagen de Mickey Mouse, la que protagonizaba el corto Steamboat Willie, de 1928. El copyright en EE UU rige durante 95 a?os y el ¨¢lgebra es una ciencia exacta. En pocos a?os, por tanto, el mismo destino tocar¨¢ a King Kong, Superman o Popeye. Pero The New York Times se preguntaba, igualmente, c¨®mo reaccionar¨¢ la ¡°notoriamente litigiosa¡± Disney y hasta d¨®nde llegar¨¢ a pelear por la v¨ªa judicial. Y qui¨¦n se atrever¨¢ a usar libremente todas estas obras ante el miedo a una demanda millonaria. Una cuesti¨®n semejante rodea a DC y otras muchas empresas por el estilo. Porque en el mundo real los cuentos de hadas escasean. O acaban en los tribunales.
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