?ngeles Caballero: ¡°Me han sobrado a?os de vida de mis padres por c¨®mo se han visto cuando estaban enfermos ¡±
La periodista debuta como escritora en ¡®Los parques de atracciones tambi¨¦n cierran¡¯, libro donde narra la historia ¡°sin ¨¦pica¡± de su familia y sus vivencias al tener que convertirse en ¡°madre¡± de sus padres durante las enfermedades que se los llevaron por delante
La entrevistada llega tard¨ªsimo al Ateneo de Madrid, donde quedamos, por un atascazo en el centro, al que la entrevistadora llega tras comerse otro, infernal, desde la periferia. Ni nos inmutamos. Colegas dentro y fuera del oficio, ambas sabemos lo nuestro de esperas, centros y extrarradios. ?ngeles Caballero, periodista en EL PA?S, ha ido m¨¢s lejos en su af¨¢n por contar la vida y ha escrito un libro donde narra, sin ahorrar pelos, se?ales, sangre, sudor ni l¨¢grimas, pero tampoco carcajadas, el viaje de sus padres, Manolo y Juli, de origen humilde, desde sus buenos tiempos de casa pudiente en Getafe (Madrid), a su enfermedad y muerte en un hospital y una residencia, completamente dependientes de ella. Y tambi¨¦n su propia traves¨ªa por el dolor y el amor cuid¨¢ndolos hasta el fin y enter¨¢ndose, de paso, de alg¨²n secreto de familia.
?Qu¨¦ necesidad ten¨ªa de desnudarse y desnudar a los suyos?
Hay una parte de exhibicionismo y narcisismo. Mis art¨ªculos m¨¢s le¨ªdos son los que tienen que ver con cosas que le pasan a la gente. Y esto, el tener que ocuparte de tus padres, o te ha pasado o te va a pasar. Mi familia, tan normal, tan sin ¨¦pica, se parece mucho a Espa?a.
Cuid¨® sola de sus padres, teniendo una hermana. Su madre enferma la trat¨® mal. ?Hay tambi¨¦n algo de ajuste de cuentas?
Cuando empec¨¦ a escribir, a¨²n en vida de mi madre, absolutamente. He tenido que dejar pasar tiempo para darme cuenta de que criticaba a todo el mundo menos a m¨ª, pensaba que me ech¨¦ todo a la espalda mientras el resto del mundo me fall¨®. Y no fue tan as¨ª. Ahora que he encontrado paz he escrito sobre algo muy duro y descarnado, s¨ª, pero a la vez lleno de amor.
?Su hermana ha le¨ªdo el libro?
No. Y es de las cosas que m¨¢s temo. Tener una sola hermana, 14 a?os mayor y que viva lejos desde mis 13 a?os, hace que sea casi mi madre. Ella no vino, o vino poqu¨ªsimo durante el proceso, y me he sentido muy sola, pero luego pens¨¦ que cada una lo hizo lo mejor que pudo. Ella sabe que la quiero, y ahora de forma mucho m¨¢s bonita que en esos cinco a?os de enfermedad en los que las dos estamos arrasadas.
?Imagina leer este mismo libro escrito por un hombre?
No. Y no porque no cuiden, aunque en la residencia y en los hospitales ve¨ªa sobre todo a mujeres: hijas, hermanas, nueras, sino porque los hombres no hablan de estas cosas, por verg¨¹enza, por miedo. Y si lo hacen, ser¨ªan m¨¢s cautos a la hora de exponer y exponerse. Una vez, cuando trabajaba como periodista econ¨®mica, un jefe me dijo que fuera a cubrir la cuenta de resultados de L¡¯?real, que yo era graciosa y eso eran cosas de t¨ªas. Me encanta ser la graciosa, en mi estado de WhatsApp tengo el lema: ¡°Lina Morgan vive, la lucha sigue¡±, pero tambi¨¦n soy la seria, la que se cabrea. En los peores a?os de mis padres yo estaba destruida, pero lo disimulaba: segu¨ª trabajando como la primera.
?C¨®mo disimulaba, con antiojeras?
Con eso, y con el humor. El humor me sirve para tapar muchos dolores y muchas carencias. Eso lo exploto mucho tambi¨¦n en el oficio. No intento pasar por quien no soy. Cuando no s¨¦ por d¨®nde tirar, tiro de gracejo, que es mi manera de expresarme, pero creo que la ligereza no resta profundidad.
?Qu¨¦ opina de los colegas que dicen no saber qui¨¦n es Bel¨¦n Esteban o Jorge Javier V¨¢zquez?
Que deber¨ªan ser expulsados de la profesi¨®n. Yo s¨¦ qui¨¦n es Mahler y Maim¨®nides. Se puede explicar casi cualquier cosa de la vida con frases de Bel¨¦n Esteban y del universo del programa S¨¢lvame, y con memes de Pedro S¨¢nchez en el perfil de Twitter de M¨ªster Handsome. Si no sabes qui¨¦nes son esas personas tienes un problema si quieres contar la vida.
?Tratamos bien a los viejos en Espa?a?
Los tratamos como podemos. Me irrita profundamente que se les infantilice. Son viejos, no tontos, aunque, cuando mi madre perd¨ªa la cabeza, a veces los fogonazos de lucidez los ten¨ªa mi hija de 9 a?os. Tampoco voy a venir yo a decir c¨®mo se tiene que cuidar. Cuidamos como podemos y tambi¨¦n como tenemos nuestra cuenta corriente. Eso es evidente.
Tiene dos hijos adolescentes. ?No teme su reacci¨®n cuando descubran, como descubri¨® usted, que su abuela era alcoh¨®lica?
Mis hijos ni me leen ni me escuchan como periodista. Para ellos soy la pesada de su madre, que les dice que se laven los dientes. Pero el libro lo leer¨¢n cuando quieran. Yo me enter¨¦ de que mi madre era alcoh¨®lica cuid¨¢ndola. Cuando pregunten, les dir¨¦ lo que me dijo en una entrevista el escritor Manuel Vilas y se me ha quedado grabado. Les dir¨¦ que, probablemente, su abuela se hizo alcoh¨®lica por el miedo atroz a quedarse no ya sola, sin mi padre, sino reducida a la inutilidad absoluta en un tipo de Espa?a en que las mujeres no sab¨ªan ni conducir, ni salir solas, ni cu¨¢nto dinero ten¨ªan en el banco. Y tambi¨¦n les dir¨¦ que su abuela pod¨ªa haber sido su madre, si yo, en vez de un vino, o dos, en lo peor de aquella ¨¦poca me hubiera tomado la botella entera, o me hubiera tirado a las tragaperras, o a las compras compulsivas. Un refugio barato para aplacar el dolor.
Duele leer tambi¨¦n que lleg¨® a desear la muerte de sus padres.
Vas a decir qu¨¦ bruta soy, pero a m¨ª me han sobrado a?os de vida de mis padres. La frase que m¨¢s repet¨ªamos mi marido en los peores d¨ªas era: bendito infarto. Quiero que se me entienda. Cuidar de mis padres ha sido un regalo. Me han sobrado por amor a ellos, por c¨®mo se han visto, por la mirada que transmit¨ªan de no querer que se les viera as¨ª. Y eso que mi madre tuvo la fortuna de no recordar cuando nos quer¨ªa pegar a todos. Yo estaba deseando que se murieran cuando estaban as¨ª.
?Se lo pregunt¨® a ellos?
No. Pero una noche, estando con ¨¦l de guardia en el hospital, o¨ª gritar a mi padre: quiero morirme. No dije nada. Me he tenido que quedar con eso en la mente, como con las noches de los demonios de mi madre. No hubiera querido verlo, pero no por m¨ª, sino por ellos. Por eso, en cuanto enterr¨¦ a mi madre, que muri¨®, adem¨¢s, en una residencia de Madrid, en plena ola de covid, sin poder despedirme de ella, tom¨¦ decisiones.
?Hizo testamento vital?
S¨ª. He cambiado de opini¨®n respecto a la idea que ten¨ªa de cuidar. Yo era de las que pensaba que las residencias son un aparcamiento de viejos. Todos esos clich¨¦s me los he quitado. Cuando muri¨® mi madre me sali¨® el orgullo de los Caballero y dej¨¦ por escrito que, si tengo tal deterioro cognitivo que no conozca ni me reconozcan, no quiero ver a mi familia ni que ellos me vean.
?Me lo est¨¢ diciendo en serio?
Totalmente. Me ha generado mucha tristeza y fragilidad ver como vi a mi madre. No a la mujer fr¨¢gil, a la enferma, a la que he limpiado el culo mil veces, sino a la persona a la que no reconoc¨ªa. No quiero que los m¨ªos me vean as¨ª, sino que se queden con la imagen de la madre graciosa, la madre-trueno, la de los parques de atracciones, la volc¨¢nica, la de los ataques de ira, la que no es tan maja como parece. Yo.
EL GENIO DE 'LA CHIQUITITA'
Ángeles Caballero (Madrid, 47 años) empezó a sentirse "madre" de sus padres a los 13 años, cuando su única hermana, 14 años mayor que ella, cogió un avión para aprovechar una oportunidad laboral en Estados Unidos y ya nunca volvió a residir en España. Entonces, Mari, La chiquitita, como la llamaban en casa, pasó a tener que convertirse en "animadora de resort" para su madre, Juli, que se pasaba el día llorando la ausencia de la hija pródiga, y su padre, Manolo, un empresario sin más formación que su don de gentes, que se pasaba el día trabajando. Eran, pese a todo, buenos tiempos. No faltaba en casa ni dinero, ni amor, ni salud. Fue con la enfermedad de su padre, primero, y de su madre, después, cuando Caballero, ya una mujer de 40 años, esposa y madre de dos hijos, periodista autónoma en varios medios, cuando la metáfora se convirtió en cruda realidad y los padres pasaron a depender, literalmente, de su hija pequeña. En Los parques de atracciones también cierran, su primer libro, Caballero, colaboradora de EL PAÍS, ha querido "dar una patada" a su imagen de cronista de la cara amable de la vida y ponerle alma, corazón y vida a las alegrías, y los dramas, de una familia media española. La suya.
Babelia
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