De la taza del v¨¢ter emanaba una luz azul
El retrete, espacio de retiro y concentraci¨®n, es sagrado en tiempos en los que hasta la defecaci¨®n ha de ser vertiginosa
Existen muros y alambradas de espino, infancia asesinada, de los que deber¨ªamos hablar a diario. Gaza. Tambi¨¦n aqu¨ª hay l¨ªmites que separan brechas de desigualdad profundas: la clase media se lamina, y de ello encontramos muestras en la cesta de la compra de las grandes superficies alimentarias y de los supermercados culturales. Las pol¨ªticas de la desprotecci¨®n neoliberal y del s¨¢lvese quien pueda, simult¨¢neas al mantra frustrante del ¡°t¨² puedes¡± ¡ªtan rentable¡ª, aspiran a diluir barreras a trav¨¦s de embaucamientos y mentiras que te dejan contenta fraudulentamente. Se emborrona la diferencia entre alta y baja cultura que, como ya comentamos, se desdibuja desde lo alto de la pir¨¢mide alimentaria. As¨ª los leones comen mejor, y el chaval que podr¨ªa ser virtuoso del viol¨ªn y ha tenido la desgracia de nacer en Los Pajaritos lo tiene crudo: la cuerda del instrumento se le hace, no ya l¨ªmite, sino filo que corta las yemas.
Dicho lo cual, yo querr¨ªa traer aqu¨ª una pregunta: ?el dise?o de retretes e inodoros, las formas ideadas para sus funciones, caen del lado de la alta o de la baja cultura? Lo pregunto porque el retrete, espacio de retiro y concentraci¨®n, es sagrado en tiempos en los que hasta la defecaci¨®n ha de ser vertiginosa. Lo pregunto porque Kafka padec¨ªa de estre?imiento y es evidente la relaci¨®n entre la fauna bacteriana del intestino ¡ªmicrobiota¡ª y la salud mental. Lo pregunto porque, rumbo a un evento de los que me hacen vivir la fantas¨ªa de que pertenezco a la aristocracia literaria y soy prueba viviente de que si se quiere, se puede, aunque yo me sienta sobre el filo del cuchillo, tuve dos experiencias paranormales con sendos inodoros que me devolvieron al dilema entre alta y baja cultura para trasladarlo a la distancia que existe entre estilista y peluquero; modista y dise?adora de Sepu y dise?adora de Dior; Dabiz Mu?oz y la cocinera de un bar gentrificado alimentariamente: ¡°El foodie es un depredador de la identidad ajena¡±, declaraba Jos¨¦ Berasaluce, coordinador del m¨¢ster gastron¨®mico de la Universidad de C¨¢diz¡ De la ingesta a la evacuaci¨®n, me interesa reflexionar sobre el l¨ªmite que separa el dise?o de inodoros de gasolinera y el de inodoros de hoteles de lujo. Desde las letrinas compartidas de Pompeya al privado retrete real y la invenci¨®n del sif¨®n con que Alexander Cummings, en 1775, consigui¨® que el hedor de cacas no volviera a subir por el desag¨¹e. El inodoro contempor¨¢neo. Diosa bendiga a Alexander Cummings.
En el hotel en el que me aloj¨¦, al entrar al ba?o, viv¨ª una experiencia m¨ªstica: de la taza del v¨¢ter emanaba una luz azul Klein maravillosa que me guiaba entre las sombras. El asiento de la taza, ajaponesadamente, se calentaba al contacto con mis muslos y el agua flu¨ªa de la cisterna cuando la micci¨®n hab¨ªa finalizado. ¡°Alta cultura, sin duda¡±, pens¨¦ yo. Lo pens¨¦ despu¨¦s de haber parado de camino en una gasolinera en la que, sobre un desangelado retrete, le¨ª un mensaje impreso en letras de molde ¡ªno era un grafiti¡ª: ¡°Cree en ti y todo ser¨¢ posible¡±. Vi a gente haciendo fuerzas tit¨¢nicas para excretar, vi a Kafka y el bote de Mierda de artista de Manzoni. Pens¨¦ en que ya ni siquiera se pod¨ªa defecar sin que el bien te adoctrinase y en la invasi¨®n de los espacios privados por parte del pensamiento positivo. ¡°Baja cultura¡±, pens¨¦. Y mi mente volvi¨® al violinista de Los Pajaritos y a la infancia condenada de Gaza que, por mucho que crea en s¨ª misma, sin nuestro compromiso y ayuda, no llegar¨¢ a ninguna parte.
Babelia
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