La campeona que jugaba al ajedrez con Lauren Bacall
Una novela relata la azarosa vida de Sonja Graf, una ajedrecista maltratada por sus padres que escap¨® de la Alemania nazi, se refugi¨® en Argentina, residi¨® en Hollywood y compiti¨® con una bandera ap¨¢trida en la que solo figuraba la palabra ¡°libre¡±
El escritor David Torres ha recreado en una novela reciente, La mujer que no entend¨ªa el mundo (Reino de Cordelia), la vida de la gran ajedrecista Sonja Graf, poco conocida incluso entre los entendidos. Fue una mujer inusual, de car¨¢cter fuerte, infancia desamparada, vida bohemia y pasado tortuoso, adicta a un juego que se lo dio todo y se lo quit¨® casi todo. Naci¨® con un don m¨¢gico que, con todo, no bast¨® para llegar a lo m¨¢s alto, ya que estuvo condenada a ser eternamente la segunda del mundo, por detr¨¢s siempre de la campeona brit¨¢nica Vera Menchik, felizmente casada y con hijos, con menos personalidad y una vida menos atractiva e interesante, pero con un mil¨ªmetro m¨¢s de talento y de seguridad en s¨ª misma: as¨ª es el ajedrez.
La novela describe todo el arco vital de Graf: sus tumbos de pensi¨®n en pensi¨®n desde la adolescencia, de amante en amante, de pa¨ªs en pa¨ªs y de tablero en tablero, y su inesperado final en Nueva York tras vivir muchos a?os en Hollywood, tambi¨¦n felizmente casada con un honesto y apacible marino. Es muy posible, sostiene Torres, que muchas de las partidas que Graf disputara en sus ¨²ltimas dos d¨¦cadas las jugara con los famosos miembros de un exclusivo club de ajedrez pr¨®ximo a su casa donde acostumbraba a pasarse a beber vodka, otra de sus adicciones. Sus rivales eran Marlene Dietrich, Billy Wilder, Lauren Bacall, Humphrey Bogart o John Wayne. Se dice que Dietrich jugaba muy bien. Tambi¨¦n Bacall. Wayne era muy aficionado, pero se le daba peor.
En realidad, sabemos poco de Graf. Naci¨® en M¨²nich, pero no est¨¢ claro si fue en 1908 o en 1909. La primera idea de Torres, autor de m¨¢s de siete novelas y finalista del Nadal en 2003 con El gran silencio, que se top¨® con la figura de la ajedrecista en el libro de Leontxo Garc¨ªa Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas, fue la de elaborar un guion para un documental. Pero la falta de im¨¢genes y de datos biogr¨¢ficos fiables le disuadieron pronto. La misma Graf escribi¨® dos libros autobiogr¨¢ficos, As¨ª juega una mujer y Yo soy Susann, pero contienen tantas mentiras y medias verdades en ellos ¨Dy deja sin contar tantas cosas¨D que el escritor prefiri¨® al final convertir a su hero¨ªna en carne de novela y rellenar los huecos y las sombras de su vida con imaginaci¨®n. Al escritor no le import¨® que su personaje no llegara nunca a ser campeona del mundo. Al contrario: ¡°Me gustan los segundones. El hecho de no ganar la hace incluso m¨¢s atractiva. El ganador es aburrido. El perdedor, no. Que estuviera a punto todo el tiempo de alcanzar a Menchik, el que corriera siempre detr¨¢s de ella, convierte a Graf en un personaje tr¨¢gico. Adem¨¢s, est¨¢ su infancia¡¡±.
Golpes, palizas, rabia y tristeza
Su infancia: los padres de Graf la maltrataron, cada uno a su manera. Su padre, un pintor mediocre especializado en falsificar obras de arte famosas, simplemente la tund¨ªa a golpes por costumbre. Su madre la ignoraba, despreci¨¢ndola siempre, prefiriendo a cualquiera de sus hermanos. Tras una de esas palizas paternas, Sonja decidi¨® una tarde escaparse de casa. Ten¨ªa 15 a?os y nada en los bolsillos excepto la rabia y la tristeza. Todo lo resumi¨® en una frase que Torres, convenientemente alterada, ha utilizado como t¨ªtulo de la novela: ¡°No entiendo al mundo¡±. Ella no entend¨ªa al mundo. Pero, seg¨²n el novelista, el mundo tampoco la entendi¨® a ella.
Tras errar por la ciudad ese d¨ªa funesto acab¨® de casualidad frente a la cristalera del caf¨¦ Rats, en la Marienplatz de M¨²nich. Desde ah¨ª ve¨ªa a varios jugadores de ajedrez en plena partida. Le maravillaba ese juego. Su padre le hab¨ªa ense?ado a jugar, hab¨ªa jugado con sus hermanos hasta que estos se hartaron de perder ante ella. Contemplaba sin moverse las diferentes partidas que se suced¨ªan con tanto detenimiento y tanta fijaci¨®n que los jugadores de dentro acabaron por reparar en la chica y la invitaron a pasar y a sentarse. Aquella tarde, solo con la fuerza de su instinto, bati¨® a todos los jugadores del caf¨¦. La escena es inveros¨ªmil, pero como tantas cosas inveros¨ªmiles, cierta. Termin¨® con el caf¨¦ entero ovacionando a la desconocida.
Esa tarde Sonja Graf abandonaba a la vez su casa y su infancia y nac¨ªa como ajedrecista profesional. Desde entonces, ese deporte se convirti¨® en su itinerante modo de vida, en su tabla de salvaci¨®n y su veneno: vivi¨® durante muchos a?os pegada al tablero, sin nada m¨¢s a qu¨¦ agarrarse, jug¨¢ndose al principio el pan y la habitaci¨®n del hotel en partidas de bar y acudiendo despu¨¦s a torneos cada vez m¨¢s prestigiosos y mejor remunerados, pero siempre por dinero.
El libro de Torres, que se desarrolla a lo largo de una larga conversaci¨®n imaginaria en Los ?ngeles entre la protagonista, ya en el final de su vida, y una joven que quiere rodar una pel¨ªcula sobre ella, va narrando otros episodios determinantes de la vida de Graf: en 1939, poco antes de que estallase la II Guerra Mundial, escap¨® de la Alemania nazi y recal¨® en Buenos Aires para jugar, como ap¨¢trida, el Torneo de las Naciones, bajo una bandera sin colores en la que solo figuraba la palabra ¡°libre¡±. Todo un s¨ªmbolo de su personalidad y su destino.
Fue all¨ª cuando m¨¢s cerca estuvo de ganar el campeonato del mundo, aunque, como siempre, en el combate definitivo, acab¨® derrotada por la inevitable Vera Menchik. ¡°Ten¨ªa la partida ganada, pero hice los tres movimientos m¨¢s est¨²pidos que uno puede imaginar¡±, confes¨® muchos a?os despu¨¦s a la revista The New Yorker. Durante todo ese tiempo fue, como la describe Torres, ¡°una mujer soltera, independiente, sin marido ni hijos, que vest¨ªa como un hombre, que fumaba como dos y que se acostaba con quien le daba la gana, hombres o mujeres¡±.
Al final, en su madurez, cansada de la vida a salto de mata, de la bebida, y tras comprobar que su talento ajedrec¨ªstico mermaba con los a?os y que llegaba una nueva generaci¨®n de ajedrecistas sovi¨¦ticas destinadas a desbancarla, decidi¨® retirarse tras casarse y tener un hijo. ¡°Da la impresi¨®n de que, a la postre, Graf hizo tablas con la vida¡±, resume Torres.
¡°En el fondo el ajedrez no es el tema de la novela, sino el escenario¡±, aclara el escritor, tambi¨¦n ¨¦l un aficionado a este juego. Y a?ade: ¡°El libro, que quiere ser un homenaje a las mujeres ajedrecistas, las grandes olvidadas de este deporte, va en verdad sobre la identidad, sobre qui¨¦n es realmente esa mujer, qui¨¦n cree que es, qui¨¦nes nos creemos nosotros que somos realmente¡±.
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