Schoenberg, 150 a?os de su nacimiento y todo un siglo de rechazo
Es sorprendente que varias generaciones se hayan enrocado en que el compositor era el culpable de que el bonito para¨ªso musical cl¨¢sico se haya extraviado para siempre
Conozco pocos casos de rechazo tan contumaz como el que ha experimentado el compositor Arnold Schoenberg, Viena, 1874. Se puede llegar a asimilar la animadversi¨®n de su ¨¦poca, compartida con sus colegas y amigos, como el arquitecto Adolf Loos, el de Ornamento y delito; el genial polemista y escritor Karl Kraus, o los pintores Kandinsky o Mondrian. Al final, todos ellos han sido asimilados y hasta banalizados menos ¨¦l.
?Cu¨¢l puede ser el gen disruptivo de Schoenberg para que con ¨¦l siga el rechazo? ?La creaci¨®n de la dodecafon¨ªa? ?Su intransigencia en buscar siempre el camino m¨¢s dif¨ªcil? ?Su esp¨ªritu jud¨ªo, y no un jud¨ªo cualquiera, un jud¨ªo vien¨¦s? Es sorprendente que varias generaciones de aficionados a la m¨²sica se hayan enrocado en que Schoenberg era el culpable de que el bonito para¨ªso musical cl¨¢sico se haya extraviado para siempre.
Pero, con similar contumacia, varias generaciones de creadores musicales han seguido insistiendo (hemos, dir¨ªa yo) en que el legado de Schoenberg es el que ha iluminado la dif¨ªcil tarea de dotar a la composici¨®n musical de un haz de luz intelectual y sensual deslumbrante.
El concierto que han brindado el fabuloso tr¨ªo formado por Ilya Gringolts, viol¨ªn; Lawrence Power, viola; y Nicolas Altstaedt, violonchelo, en la temporada contempor¨¢nea del CNDM en el impagable Auditorio 400 ha servido para varias cosas. Primero, abrir el a?o Schoenberg y recordar que, tras 150 a?os de su nacimiento, su m¨²sica contin¨²a siendo una causa. Y segundo, mostrar un relevo generacional que, pese a su escaso equilibrio, contin¨²a siendo el verdadero motor de cualquier posible evoluci¨®n musical. Schoenberg falleci¨® en 1951, un a?o despu¨¦s, 1952, naci¨® el hasta hace poco joven compositor Wolfgang Rihm; sus dos periplos vitales cubren el siglo y medio que ahora recordamos y la idea misma es m¨¢s que suficiente para justificar un programa excepcional que solo se desequilibra en las duraciones absolutamente dispares de las obras. El Tr¨ªo de cuerda de Schoenberg dura en torno a los 20 minutos y es todo un mundo, el Tr¨ªo de Rihm dura una hora y la disparidad temporal termina pesando como el plomo, solo la genial prestaci¨®n del tr¨ªo de int¨¦rpretes mantiene el equilibrio que las duraciones rompen.
Y no es balad¨ª el asunto de la interpretaci¨®n. El compositor y analista de Schoenberg, Ren¨¦ Leibowitz, hablaba as¨ª de este Tr¨ªo: ¡°¡ la profusi¨®n de ideas es tal que nos preguntamos como pueden ¡®caber en un espacio tan reducido¡¯. Lo que se traduce, en el plano instrumental, por una escritura detallada, de una extrema dificultad de interpretaci¨®n y el gran temor de que haya que esperar mucho tiempo antes de poder escuchar una interpretaci¨®n adecuada de esta obra maestra¡±. Pues bien, ese tiempo ha llegado y el tr¨ªo de genios reunidos en torno a este proyecto han tocado un Tr¨ªo op. 45 de Schoenberg para el recuerdo.
Pero el concierto conten¨ªa otra parte, el Tr¨ªo para tres cuerdas de Rihm, y este duraba tres veces m¨¢s que el anterior; y si en Schoenberg se puede hablar de profusi¨®n de ideas que caben en un espacio tan reducido, el joven Rihm no se cort¨® en cuanto a duraci¨®n cuando, en 1977, escribi¨® este mamotreto de obra que pide una disciplina de militante para terminar de escucharla. Pese a ello, el Tr¨ªo de Rihm contiene momentos deslumbrantes y otros de gran belleza, pero los 20 minutos de Schoenberg podr¨ªan haberlos contenido sin problemas. La furia sonora del Tr¨ªo de Schoenberg transmite una emoci¨®n muy intensa dif¨ªcil de expresar, la furia de Rihm parece reclamar una amplificaci¨®n electr¨®nica y lleva al excelente y entregado tr¨ªo de int¨¦rpretes a llevarse por delante una buena parte de las cerdas de sus arcos.
Imagino que es un dilema de dif¨ªcil soluci¨®n, no hay muchos tr¨ªos de cuerda que armonicen en un contexto hist¨®rico como el buscado y quiz¨¢ ninguno soporte la comparaci¨®n con la obra de Schoenberg.
Pero, a la postre, carece de importancia, la escucha del Tr¨ªo de cuerda op 45, de Schoenberg a cargo de estos int¨¦rpretes de privilegio, esa obra compuesta en 1946 tras un grav¨ªsimo trastorno de salud que llev¨® al compositor a una suerte de muerte temporal de la que volvi¨® con esta obra, es una de esas cosas que uno llevaba esperando mucho tiempo, quiz¨¢ bastante m¨¢s que el que citaba Leibowitz. Ahora ya sabemos que la obra es viable en un concierto apasionado y que art¨ªsticamente es un jal¨®n imprescindible que el viejo Schoenberg imagin¨® y que sus descendientes hacemos nuestra para seguir soportando nuestros esfuerzos.
Ficha t¨¦cnica
Arnold Schoenberg, Trío de cuerda, op. 45. Wolfgang Rihm, Música para tres cuerdas. Ilya Gringolts, violín; Lawrence Power, viola; Nicolas Altstaedt, violonchelo. CNDM. MNCARS, Auditorio 400. 19 de febrero.
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