¡°T¨² puedes irte donde quieras. Yo no¡±: el documental sobre la vida imposible de los palestinos que viaj¨® de Berl¨ªn a un colegio de Cisjordania
El israel¨ª Yuval Abraham, que sufri¨® amenazas de muerte, y el palestino Basel Adra eligen para presentar ¡®No Other Land¡¯, galardonado en la Berlinale, un patio en la zona donde transcurre el relato
En una secuencia de No Other Land, el documental galardonado el mes pasado en la Berlinale, sus codirectores, protagonistas y ya entonces amigos ¨Del israel¨ª Yuval Abraham y el palestino Basel Adra¨D bromean con huir juntos a Las Maldivas para escapar de la agotadora y frustrante lucha por defender Masafer Yata, la zona del sur de Cisjordania de la que m¨¢s de mil residentes pueden ser legalmente expulsados en cualquier momento (el Supremo israel¨ª la confirm¨® en 2021 como zona de tiro), el ej¨¦rcito anega pozos y demuele escuelas, casas y postes el¨¦ctricos, y cientos de sus habitantes han bajado los brazos y deshecho la aldea para instalarse en otra parte. El p¨²blico r¨ªe la ocurrencia de Las Maldivas. Adra ¨Del palestino que defiende su tierra y no puede salir de Cisjordania¨D recuerda entonces a Abraham ¨Dque, como israel¨ª, puede volver a su casa en Jerusal¨¦n en cualquier momento¨D que su sue?o compartido es imposible: ¡°T¨² puedes irte donde quieras. Yo no¡±, le dice. Al p¨²blico se le congela la sonrisa y queda en silencio. Son m¨¢s de 200 activistas israel¨ªes e internacionales, lugare?os palestinos y amigos, as¨ª que todos ¨Ddesde uno u otro lado de la ecuaci¨®n¨D saben que es verdad.
Ven el documental all¨ª donde transcurre, sentados en sillas de pl¨¢stico y pese al fr¨ªo en el patio de la escuela (que aparece en la pel¨ªcula) a la que Adra acudi¨® de ni?o, en el poblado de Al Tuwani. Los vecinos reparten caf¨¦ con cardamomo, dulces y refrescos (ya han roto el ayuno por Ramad¨¢n), mientras los ni?os corretean entre las filas. Es la forma en la que han querido estrenarla tres semanas despu¨¦s de que sus discursos de agradecimiento del premio a mejor documental en la pasada Berlinale diesen la vuelta al mundo, se convirtiesen casi en asunto de Estado en Alemania y les granjeasen tantas cr¨ªticas y amenazas de muerte por sus cr¨ªticas a Israel que Abraham aplaz¨® el regreso a su pa¨ªs. Este pasado jueves, en Al Tuwani, se le notaba alica¨ªdo.
La paradoja es que el propio estreno prueba las palabras de Abraham. Los activistas israel¨ªes ¨Dalgunos de los cuales conocen la zona porque acuden por turnos para prevenir con su presencia los ataques de colonos¨D han podido venir a Al Tuwani porque est¨¢ en zona C. Es el 60% del territorio ocupado de Cisjordania que el ej¨¦rcito israel¨ª controla plenamente y donde viven medio mill¨®n de colonos jud¨ªos, en asentamientos levantados desde que lo conquist¨® en la Guerra de los Seis D¨ªas de 1967, seg¨²n la divisi¨®n establecida en los Acuerdos de Oslo de 1993. Han llegado en autobuses, furgonetas y coches desde Tel Aviv y Jerusal¨¦n, poniendo la voluntad para ayudar con el transporte. Y, como les recuerda una activista en el camino, llamar¨¢n a la polic¨ªa si sus compatriotas bajan de un asentamiento cercano a agredirles. Los palestinos de Cisjordania est¨¢n, en cambio, sujetos a la legislaci¨®n militar y tienen el movimiento limitado por puestos militares de control, verjas, mont¨ªculos de arena, permisos y carreteras segregadas.
Esta realidad ¨Dpor la que la proyecci¨®n no se celebra en Al Tuwani solo por el simbolismo, sino tambi¨¦n porque es donde tanto unos como otros pueden juntarse¨D es la que se?al¨® Abraham en su pol¨¦mico discurso en la Berlinale: ¡°Yo vivo en un r¨¦gimen civil y Basel en uno militar. Vivimos a 30 minutos el uno del otro, pero yo tengo derecho a voto y Basel, no. Yo puedo moverme libremente por el pa¨ªs, pero Basel, como millones de palestinos, est¨¢ atrapado en Cisjordania. Esta situaci¨®n de apartheid entre los dos, esta desigualdad, tiene que terminar¡±.
Abraham, periodista de 29 a?os, recibi¨® tantas amenazas que sus padres tuvieron que irse de casa. ?l decidi¨® quedarse unos d¨ªas en Chipre, por miedo a ser agredido al aterrizar en su pa¨ªs. Un tuit en el que lamentaba las cr¨ªticas en Alemania a su discurso (¡°Si esto es lo que est¨¢s haciendo con tu culpa por el Holocausto... no quiero tu culpa¡±, conclu¨ªa) suma 60.000 me gusta.
Ya de vuelta y en un breve encuentro con la prensa antes de la proyecci¨®n cuenta una an¨¦cdota que refleja esta situaci¨®n. ¡°Cuando volv¨ª a Jerusal¨¦n, tuve un flashback de los d¨ªas en que dorm¨ªa aqu¨ª, cuando Basel me cont¨® que cuando ten¨ªa cinco a?os [tras el primer arresto de su padre] se iba a dormir con las zapatillas puestas por si ten¨ªa que salir corriendo. Me acord¨¦ de eso, pero a la vez sab¨ªa que yo estaba en Jerusal¨¦n, no iba a entrar un soldado israel¨ª a mi casa en medio de la noche y no ten¨ªa que dormir con los zapatos puestos¡±, se?ala junto a Adra, en el aula en el que estudi¨®. Ambos son hoy activistas, periodistas y codirectores n¨®veles.
¡°Es dif¨ªcil llevar una vida normal¡±
El documental no solo narra la situaci¨®n de Masafer Yata. Tambi¨¦n c¨®mo ambos van forjando su amistad entre silencios, risas y conversaciones en ¨¢rabe fumando pipas de agua. Desde que Abraham llega como periodista por primera vez y un distante Adra le pide que sea ¡°sensible¡± al preguntar a la gente hasta octubre de 2023, poco despu¨¦s del ataque de Ham¨¢s que desencaden¨® la guerra de Gaza y multiplic¨® en Cisjordania los muertos y desplazados forzosos. ¡°Es dif¨ªcil llevar una vida normal cuando tanta gente est¨¢ muriendo y pasando hambre. Seguiremos hablando de Gaza [como hizo ¨¦l en su discurso en la Berlinale] y de Masafer Yata¡±, se?alaba Adra antes de la proyecci¨®n, a la que el p¨²blico reaccion¨® con un aplauso en pie durante casi un minuto. ¡°Este momento me da fuerza, pero me cuesta ser optimista viendo los hechos sobre el terreno¡±, admit¨ªa despu¨¦s.
Uno de los asistentes, el activista palestino Hisham Sharabati, ejemplificaba los hechos sobre el terreno a los que alud¨ªa Adra. Cuenta que sol¨ªa acercarse dos veces por semana desde la cercana ciudad de Hebr¨®n, pero esta es apenas la segunda desde que empez¨® la guerra. A su lado, un amigo lo apura por miedo: ¡°Vente al coche, venga, que ya es de noche y no quiero que se haga m¨¢s tarde, por los colonos¡±.
El documental muestra tambi¨¦n con nitidez c¨®mo un colono dispara a un palestino desarmado mientras un soldado mira y c¨®mo un soldado dej¨® tetrapl¨¦jico a otro cuando forcejeaban por la confiscaci¨®n de un generador el¨¦ctrico.
El poder es, de hecho, un elemento frecuente en No other land. Es el que ten¨ªa en 2006 el entonces representante del Cuarteto de Oriente Pr¨®ximo, Tony Blair, al lograr de inmediato la legalizaci¨®n de la escuela, que las autoridades israel¨ªes iban a demoler, al visitar Al Tuwani. El del colono que lanza ¡°Vete a escribir un art¨ªculo¡± a Adra, que ve impotente un ataque al poblado por j¨®venes encapuchados. O el que exhibe Ilan, el polic¨ªa de fronteras que va decidiendo qu¨¦ estructuras demoler cada semana, al responder con indolencia a los reproches de Abraham en la lengua que comparten, hebreo.
¨D Sabes que les destrozas las vidas, ?no?
¨D No me molestes por las ma?anas.
Por eso, el hoy cineasta palestino, que ya acudi¨® a su primera manifestaci¨®n con siete a?os, le dice en un momento del filme al m¨¢s entusiasta Abraham: ¡°Pretendes acabar con la ocupaci¨®n en 10 d¨ªas. Hace falta paciencia, acostumbrarse a las derrotas¡±.
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