Este tipo de bandas ya no volver¨¢n
Durante unos a?os, los metales con querencias jazz¨ªsticas se incorporaron al arsenal instrumental del rock
Olviden la met¨¢fora de la flecha que avanza imp¨¢vida: uno sospecha que la evoluci¨®n de la m¨²sica rock es c¨ªclica. Que reaparecen todas las variedades estil¨ªsticas con caras frescas (y m¨ªnimos cambios en sensibilidad y tecnolog¨ªa). ?Todas? Por razones econ¨®micas, tal vez no veamos un revival de las bandas de metales, aquellas horn bands que centellearon entre 1968 y 1974, al calor de los apabullantes ¨¦xitos de Blood Sweat & Tears y Chicago.
Atenci¨®n a las fechas. Los instrumentos de viento conquistaron un hueco en los escenarios pop con el auge del soul sure?o, que se cerr¨® simb¨®licamente con la muerte de Otis Redding en accidente de aviaci¨®n, en diciembre de 1967. Eso coincide con una crisis en el negocio del jazz, que afecta incluso a Miles Davis, no habituado a tocar en clubes semivac¨ªos. Y cada a?o se grad¨²an abundantes m¨²sicos de jazz, formados en los rigores de las big bands universitarias, que se encuentran con un mercado laboral alarmantemente enflaquecido.
Hasta que el productor James William Guercio crea una demanda para sus servicios: reconstruye la oferta de Blood Sweat & Tears despu¨¦s de que el grupo deponga a su l¨ªder fundador, Al Kooper. Guercio tambi¨¦n gu¨ªa el debut (el primero de varios dobles elep¨¦s) de Chicago Transit Authority, luego simplemente Chicago, septeto con tres metales.
Simult¨¢neamente, en la lib¨¦rrima zona de la bah¨ªa de San Francisco, florecen proyectos-con-vientos como The Electric Flag, Cold Blood, Sons of Champlin o los indestructibles Tower of Power. En Illinois surge The Flock, un grupo de rock de garaje que a?ade saxos, trompeta y un violinista (Jerry Goodman) que, ay, termina monopolizando la imagen.
Tambi¨¦n ayuda que Van Morrison incorpore metales y ritmos deslizantes a partir de Moondance (1970). El fen¨®meno es contagioso: en Canad¨¢ despega la megabanda Lighthouse, que suma m¨²sicos de cuerda procedentes de la Sinf¨®nica de Toronto (y Howard Shore, futura confeccionador de scores cinematogr¨¢ficos para David Cronenberg o Peter Jackson). En Londres funciona C.C.S., un dream team de m¨²sicos de estudio encabezados por el veterano Alexis Korner.
En Espa?a, el impacto comercial del soul empuja a que conjuntos audaces incorporen metales, recurriendo a la gran reserva de instrumentistas valencianos. Los resultados no siempre son estimulantes: el Vivos!!!! de Los Canarios parece producido por su peor enemigo. M¨¢s marciano a¨²n es Conexi¨®n, grupo comandado por Luis Cobos, con mensajes cristianos y suficiente morro para grabar un alarde de 15 minutos de solos y bautizarlo como Concierto uno.
En la formulaci¨®n ideal, las horn bands deb¨ªan combinar el ¨ªmpetu del rock con la sofisticaci¨®n del jazz. Pero se requer¨ªa un intangible llamado ¡°actitud¡± y eso no se vend¨ªa en farmacias: un documental reciente, What the Hell Happened to Blood, Sweat & Tears?, retrata el error que les supuso girar detr¨¢s del Tel¨®n de Acero, con el patrocinio de la administraci¨®n de Richard Nixon.
Y la saturaci¨®n de la oferta. La misma discogr¨¢fica que lanz¨® a Blood Sweat & Tears y Chicago fich¨® a la banda del estupendo trompetista Bill Chase, que hac¨ªa b¨¢sicamente lo mismo. Como si fuera un macabro eco de la tragedia de Otis Redding, Chase y varios de sus m¨²sicos se mataron en 1974, cuando volaban a dar un concierto.
Babelia
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