Alice Coltrane: iluminaci¨®n y rabia de la gran maestra espiritual del jazz
La publicaci¨®n de un concierto in¨¦dito de la pianista en el Carnegie Hall, grabado en la ¨¦poca en la que dio con su sonido, marca el inicio de un a?o de celebraciones en torno a la viuda de John Coltrane
El saxofonista Ravi Coltrane, hijo de las leyendas del jazz John y Alice Coltrane, recuerda que el l¨ªder espiritual hind¨² Satchidananda Saraswati era una presencia constante en la casa familiar de Long Island (Nueva York). Tambi¨¦n, que sol¨ªan tener caballos y que Satchidananda ¡°saltaba sobre su lomo para montarlos sin silla¡±; tal era su ¡°poderosa conexi¨®n con las personas y con los animales¡±. A ¨¦l, por alg¨²n motivo que a¨²n se le escapa m¨¢s de medio siglo despu¨¦s, prefer¨ªa llamarlo Paul, no Ravi.
El gur¨² se hab¨ªa convertido en un gran apoyo para su madre tras la muerte en 1967, a los 40 ...
El saxofonista Ravi Coltrane, hijo de las leyendas del jazz John y Alice Coltrane, recuerda que el l¨ªder espiritual hind¨² Satchidananda Saraswati era una presencia constante en la casa familiar de Long Island (Nueva York). Tambi¨¦n, que sol¨ªan tener caballos y que Satchidananda ¡°saltaba sobre su lomo para montarlos sin silla¡±; tal era su ¡°poderosa conexi¨®n con las personas y con los animales¡±. A ¨¦l, por alg¨²n motivo que a¨²n se le escapa m¨¢s de medio siglo despu¨¦s, prefer¨ªa llamarlo Paul, no Ravi.
El gur¨² se hab¨ªa convertido en un gran apoyo para su madre tras la muerte en 1967, a los 40 a?os, del saxofonista John Coltrane, uno de los grandes m¨²sicos del siglo XX. Alice se vio de pronto con 29 a?os, viuda y con cuatro hijos peque?os, tres suyos y la mayor, de una relaci¨®n anterior de su marido. ¡°Ahora tendr¨¦ que vivir toda mi vida sin ¨¦l, aunque s¨¦ que su mano invisible me ayuda¡±, declar¨® en una entrevista a la revista Ebony. En Monument Eternal, sus memorias, habla de lo que sigui¨® despu¨¦s: noches de insomnio, alucinaciones y meditaciones de hasta 20 horas diarias. Perdi¨® 15 kilos de peso durante un frondoso duelo no solo por un esposo; tambi¨¦n se fue un ¡°compa?ero espiritual¡± y el m¨²sico en cuyo quinteto toc¨® en los dos ¨²ltimos a?os de la fulgurante carrera del saxofonista.
Por suerte, la pena no impidi¨® a Alice encontrar su propio sonido: una m¨²sica devocional y enigm¨¢tica con trazas de blues. Empez¨® a tocar el arpa, un regalo de John, y la t¨¦cnica que desarroll¨® con ella, dice en una entrevista por videoconferencia desde San Francisco su hijo Ravi ¨Da sus 58 a?os, una estrella del jazz por derecho propio¨D, influy¨® en su manera de acercarse al piano: ¡°Tradujo la t¨¦cnica del glissando a una especie de sonido en cascada¡±.
Basta leer a los cr¨ªticos de la ¨¦poca para comprender que no todos tomaron en serio a la viuda del gran m¨²sico. Le toc¨® lidiar con la sombra de un legado gigantesco, y hacerlo, adem¨¢s, en un mundo de hombres. ¡°Las mujeres instrumentistas solo pod¨ªan llamar la atenci¨®n por las cualidades supuestamente masculinas de su interpretaci¨®n: las elogiaban si su ritmo era fuerte, su sonido amplio y sus improvisaciones desafiantes¡±, escribe Franya J. Berkman en su biograf¨ªa de la artista. ¡°Quienes esperaban encontrar la intensidad agresiva que caracteriz¨® su trabajo con John Coltrane se sintieron como poco decepcionados con Alice¡±.
La recepci¨®n de su obra fue mejorando con los a?os, hasta explotar en la ¨²ltima d¨¦cada, gracias al rescate de unos ¨¢lbumes que no se parecen al resto, y al homenaje de referentes del rock (Radiohead) o del hip-hop y la electr¨®nica (Flying Lotus, que adem¨¢s es su sobrino). El signo de los tiempos parece soplar a su favor: Alice Coltrane (con el resto de eso que etiquetan como jazz espiritual) puede encajar en algunas de las corrientes que definen el presente, del afrofuturismo a la b¨²squeda de alternativas espirituales en un mundo fracturado. El relato desjerarquizado que fomentan las nuevas formas de consumo musical tambi¨¦n ayuda, y eso ha contribuido, opina Ravi, a hacerla conectar mejor que otros iconos del g¨¦nero con las generaciones m¨¢s j¨®venes.
La carrera de Alice Coltrane dio un gran salto con su cuarto disco, Journey in Satchidananda, una obra maestra que suena fuera del tiempo y est¨¢ dedicada al gur¨² que la introdujo en la m¨²sica y en las religiones orientales. La tradici¨®n hind¨², explic¨® despu¨¦s ella, fue la que mejor se adapt¨® a la b¨²squeda de una espiritualidad universalista que defini¨® tambi¨¦n sus ¨²ltimos a?os con John Coltrane. Terminada la grabaci¨®n, parti¨® en diciembre de 1970 junto a Satchidananda a un viaje de cinco semanas por la India: nad¨® en el Ganges, visit¨® monasterios en el Himalaya y peregrin¨® al Taj Mahal.
En febrero, una semana despu¨¦s de la publicaci¨®n del ¨¢lbum, la l¨ªder reclut¨® a dos saxofonistas (Pharoah Sanders y Archie Shepp, destacados disc¨ªpulos de John Coltrane), dos contrabajistas (Jimmy Garrison y Cecil McBee), dos bater¨ªas (Ed Blackwell y Clifford Jarvis), y sendos int¨¦rpretes de tambura (Kumar Kramer) y armonio (Tulsi Reynolds) para tocar en directo en el Carnegie Hall de Nueva York dos temas de aquel disco y dos composiciones del repertorio de su marido. Les pidieron que no pasaran de los 20 minutos pactados, y acabaron rozando los 80.
Las cintas perdidas
Su productor de la ¨¦poca, Ed Michel, registr¨® el concierto, pensando en una publicaci¨®n que nunca lleg¨®, porque los jefes de Impulse!, sello en el que hab¨ªa militado John Coltrane desde 1961, pensaron que no tendr¨ªa salida comercial. Ese desd¨¦n, escribe Michel en el libreto del nuevo disco, escond¨ªa otra cosa: si la mantuvieron en el cat¨¢logo fue porque pose¨ªa las llaves del legado del saxofonista. El 22 de marzo pasado, la m¨²sica de aquella noche, que se conoc¨ªa parcialmente en ediciones piratas, vio por fin la luz 53 a?os despu¨¦s, tras una reconstrucci¨®n a partir de la grabaci¨®n de dos pistas que se qued¨® Michel como recuerdo. Las cintas originales de cuatro pistas se perdieron: una estaba en el archivo de la familia, y la otra, en las arcas de la discogr¨¢fica, cuya propiedad fue cambiando de manos con los a?os (hoy pertenece a Universal).
El rescate de The Carnegie Hall Concert es importante porque no se conservan documentos en directo de esa ¨¦poca decisiva en la carrera de Alice Coltrane, pero sobre todo por la segunda parte del concierto: las largas interpretaciones de Leo y Africa prueban que aquella banda tambi¨¦n sab¨ªa sonar rabiosa y presentan a su l¨ªder como algo m¨¢s que la caricatura beat¨ªfica a la que a menudo se la reduce a ella y por extensi¨®n al jazz espiritual.
El objetivo de la velada era recaudar fondos para el gur¨² indio, y adem¨¢s tocaron la cantautora Laura Nyro y la banda de rock The Rascals, cuyo l¨ªder, Felix Cavaliere, era, como Nyro, disc¨ªpulo de Satchidananda. Para este, que dej¨® su carrera como empresario y abraz¨® la religi¨®n tras la muerte de su esposa, no era la primera colisi¨®n con la cultura pop: el swami (maestro) lleg¨® a Estados Unidos en 1966 y se hizo famoso al pronunciar la bendici¨®n de apertura del festival de Woodstock. En el Carnegie Hall, recaud¨® 8.000 d¨®lares (el equivalente a 61.000 d¨®lares actuales, unos 56.500 euros) para su instituto de yoga, que, en plena explosi¨®n de la era new age, pas¨® de tener una sede en Nueva York a 25 centros por todo el pa¨ªs entre 1970 y 1972, a?o en el que, seg¨²n apunta la escritora Lauren Graf en el libreto, se vio envuelto en el primero de una serie de esc¨¢ndalos ¡°por sus relaciones [inapropiadas] con sus alumnos¡±. ¡°Aquel gur¨², como muchos otros, result¨® ser demasiado humano¡±, concluye Graf.
Hace un par de semanas, McBee, uno de los dos contrabajistas del Carnegie Hall, hizo memoria desde su apartamento de Nueva York en una videoconferencia con EL PA?S, a la que se present¨® vestido con una elegante corbata y una camisa negras. Aquel concierto, dijo, ¡°fue bastante exigente¡±. Nunca supo que lo hab¨ªan grabado hasta que lo contactaron recientemente de la disquera. ¡°Menos mal, porque entonces yo era un joven que se abr¨ªa paso en Nueva York y creo que me habr¨ªa puesto nervioso¡±. En los a?os siguientes, McBee se convertir¨ªa en uno de los compositores m¨¢s interesantes del jazz de vanguardia y tambi¨¦n en uno de los acompa?antes m¨¢s solicitados de la escena.
¡°Alice era la persona m¨¢s tranquila e introspectiva que puedas imaginar¡±, explica el contrabajista, que a sus 88 a?os a¨²n est¨¢ en activo. ¡°Te dejaba mucha libertad, y confiaba en que t¨² supieras tomar decisiones que se salieran de lo esperado. Rara vez te dirig¨ªa la palabra, y si lo hac¨ªa, siempre era para hablar de m¨²sica¡±. Una de esas raras ocasiones fue en la grabaci¨®n de Journey in Satchidananda, cuando la pianista le dict¨® la contagiosa l¨ªnea de bajo mel¨®dica en 3x4 que abre el disco. ¡°Ambos eran muy callados e intuitivos¡±, confirma Ravi Coltrane sobre sus padres. ¡°Por eso se entend¨ªan tan bien. Y creo que se influyeron mucho mutuamente. Nunca he conocido a una persona ni remotamente parecida a mi madre, y eso hace que sea tan dif¨ªcil de describir¡±, a?ade el m¨²sico, que no hab¨ªa cumplido dos a?os cuando muri¨® el saxofonista.
McBee se encontr¨® por primera vez a la pianista en sus a?os en Detroit, donde esta naci¨® en 1937. A principios de los sesenta, a¨²n se llamaba Alice McLeod e interpretaba bebop. Creci¨® tocando el ¨®rgano en la iglesia, se fue un tiempo a estudiar a Par¨ªs y al regresar a Estados Unidos estuvo en la banda del vibrafonista Terry Gibbs. En Nueva York, conoci¨® a John Coltrane. Se casaron en 1965 y al poco ella entr¨® a formar parte del nuevo y revolucionario quinteto del saxofonista, junto a Jimmy Garrison, el viejo contrabajista, y otros dos j¨®venes, el recientemente fallecido Pharoah Sanders y el bater¨ªa Rashied Ali. Ninguno de los tres lo tuvo f¨¢cil con la legi¨®n de fans del l¨ªder: los culpaban de que hubiese dejado atr¨¢s su cuarteto cl¨¢sico y con ¨¦l, una cierta ortodoxia. Pero ella se llev¨® la peor parte, tanto antes, como cuando despu¨¦s de su muerte se qued¨® con el poder sobre qu¨¦ grabaciones in¨¦ditas ver¨ªan la luz y de qu¨¦ manera.
Cada vez m¨¢s alejada del jazz, Alice Coltrane se mud¨® en 1972 con la familia a Los ?ngeles, donde alcanz¨® el grado de swamini, maestra, y abandon¨® su nombre secular por el de Turiya, abreviaci¨®n de Turiyasangitananda (en s¨¢nscrito, ¡°el canto de bienaventuranza m¨¢s elevado del Se?or Trascendental¡±). Tambi¨¦n cambi¨® de sello (a Warner) y hasta grab¨® un disco con Santana, Iluminations (1974). Fund¨® una escuela v¨¦dica en su casa, y a principios de los ochenta un monasterio (ashram) en las monta?as de Santa M¨®nica. Para entonces, ya estaba retirada de la vida p¨²blica, pero, concentrada en dos nuevos instrumentos, su voz y los sintetizadores, nunca dej¨® de hacer m¨²sica, tampoco de grabarla y publicarla en casetes que se vend¨ªan en el ashram. El profesor de yoga Purusha Hickson, uno de sus primeros disc¨ªpulos, record¨® en una conversaci¨®n con EL PA?S el impacto de escucharla cantar por primera vez una de esas cintas: ¡°Su voz era muy poderosa. Ella nos dec¨ªa que simplemente era Dios manifest¨¢ndose a trav¨¦s de su cuerpo. Fue el gran referente en mi vida¡±.
En 2004, su hijo Ravi la convenci¨® para grabar un ¨²ltimo disco de tintes jazz¨ªsticos. En 2007, muri¨® en Los ?ngeles. Ten¨ªa 69 a?os.
En el d¨¦cimo aniversario de su fallecimiento, Luaka Bop, sello fundado por David Byrne, lanz¨® con ¨¦xito una recopilaci¨®n de canciones de aquellas casetes dif¨ªciles de encontrar, y con ella, una reconsideraci¨®n de la m¨²sica devocional de la artista. Hace un par de a?os, Impulse! edit¨® ¨ªntegra por primera vez en CD y en vinilo una de esas cintas, Turiya Sings (1982). Ravi explica el renovado inter¨¦s por su madre diciendo que el mundo por fin entendi¨® lo que ella quer¨ªa expresar. ¡°No buscaba la fama, el reconocimiento o el favor de la cr¨ªtica. Consideraba la creatividad como un regalo que no te pertenece, que hay que compartir. Es una m¨²sica muy especial, y cada cual se encuentra con ella a su propio ritmo. Por suerte, cada vez m¨¢s gente est¨¢ llegando a esa estaci¨®n¡±. McBee, por su parte, cree que los discos que hicieron en los setenta ¡°son mejor comprendidos ahora que entonces¡±.
La publicaci¨®n del concierto del Carnegie Hall es el primer hito de lo que los tres hijos que a¨²n viven han bautizado como ¡°el a?o Alice¡±. ¡°Pensamos que era una buena idea dedicarnos a su memoria antes de que en 2026 se cumpla el centenario de mi padre, para dedicarle su gran momento a ella tambi¨¦n¡±, aclara Ravi. Entre los festejos figura un plan de reediciones en nuevos formatos de viejos discos, rescate de m¨¢s materiales in¨¦ditos, el lanzamiento de un proyecto de ¡°historia oral¡± sobre Alice Coltrane, el encargo de un ballet al core¨®grafo Alonzo King a partir de su m¨²sica, una exposici¨®n de artistas contempor¨¢neos en Los ?ngeles o la restauraci¨®n del arpa que John le compr¨® poco antes de morir.
El instrumento tard¨® varios meses en llegar, y cuando por fin lo hizo, el saxofonista ya estaba muerto. En sus memorias, Alice Coltrane recuerda que cuando las ventanas de su casa de Long Island estaban abiertas, el viento a veces hac¨ªa sonar sus cuerdas. Como si una ¡°fuerza invisible¡± las rasgara.