Rafael Navarro de Castro, autor de la novela ¡®Planeta invernadero¡¯: ¡°Le hemos declarado la guerra a la naturaleza... y lo malo es que vamos ganando¡±
El autor, que dej¨® Madrid para vivir en Sierra Nevada, utiliza la historia de una ingeniera agr¨®noma que toma conciencia para relatar los problemas de contaminaci¨®n, salud o explotaci¨®n laboral que provoca la agricultura industrial
En el cambio de siglo, Rafael Navarro de Castro (Lorca, 56 a?os) viv¨ªa en el madrile?o barrio de Malasa?a, ep¨ªtome de lo urbanita cool, donde trabajaba en el sector del cine y la publicidad como t¨¦cnico de luces. No le iba nada mal. Pero se hart¨®. ¡°Vend¨ª mi buhardilla de 30 metros cuadrados y me compr¨¦ un terreno en la monta?a de 10.000¡å, cuenta divertido. Desembarc¨® all¨ª con un cami¨®n lleno de maderas y se construy¨® una casa. Concretamente en Monachil, Granada, donde sigue viviendo, muy contento, en contacto directo con la naturaleza. ¡°No creo que todo el mundo deba irse a vivir a la monta?a, eso es imposible, pero s¨ª que deber¨ªamos tener una relaci¨®n diferente con ella, con los animales, con las plantas, con lo que comemos¡±, cuenta.
Navarro de Castro se licenci¨® en Sociolog¨ªa y se diplom¨® en Extensi¨®n y Desarrollo Rural; ahora, en la falda de la Sierra Nevada, adem¨¢s de a escribir, se dedica a la agricultura tradicional, a la fontaner¨ªa de monta?a o a la cr¨ªa de gallinas ponedoras. Es alto y flaco, de piel morena por la vida campestre, en¨¦rgico al hablar e indignado con una situaci¨®n medioambiental que conocemos de sobra pero que no llegamos a tomarnos en serio. El cambio clim¨¢tico lo ve ante sus ojos, en su casa: ¡°Este a?o he perdido cinco nogales. Cerca de mi casa hab¨ªa un bosque de miles de nogales que se han secado. Antes pod¨ªan vivir sin riego alguno, durante 100 a?os. Ahora es imposible¡±, cuenta.
Escribe precisamente de nuestra relaci¨®n con el mundo natural. En 2019 public¨® La tierra desnuda (Alfaguara), donde trataba la agricultura tradicional, la vida campesina, en un texto en el que algunos vieron destellos de John Berger, Miguel Delibes o Rafael Chirbes, y que ha vendido cuatro ediciones. Ahora publica Planeta invernadero, en la nueva colecci¨®n Voces de Alianza Editorial, una novela de 700 p¨¢ginas (viene unirse a otros libros gruesos de esta temporada como Los Escorpiones de Sara Barquinero o La pen¨ªnsula de las casas vac¨ªas, de David Ucl¨¦s), donde trata, y critica, la agricultura industrial. Una escritura ¨¢gil, directa a la trama, sin floritura pero muy detallista, que hered¨® de cuando escrib¨ªa guion cinematogr¨¢fico.
¡°El cultivo bajo pl¨¢stico es la met¨¢fora perfecta del mundo moderno. Si titulo el libro Planeta invernadero es para que no se entienda el cambio clim¨¢tico como un problema local o de un territorio: es un problema planetario¡±, dice el autor. La Tierra no tiene un pl¨¢stico que la recubra, pero s¨ª gases que hacen el mismo efecto: conservar el calor. El relato sucede en el a?o 2019, uno que fue fecundo para la concienciaci¨®n medioambiental, con la presencia del Greta Thunberg o del movimiento Fridays for Future: ¡°Parec¨ªa que el mundo despertaba a esta problem¨¢tica, que llevaba muchos a?os rondando, pero a la que no se le prestaba atenci¨®n suficiente¡±, dice Navarro de Castro. Luego esa ilusi¨®n fue opacada por la llegada de la pandemia (aunque la pandemia tambi¨¦n estuviera relacionada con el calentamiento global).
Sara, la protagonista de la novela, es una ingeniera agr¨®noma que se acerca a los 40 a?os y que vive el mismo proceso de concienciaci¨®n que vivi¨® el autor. A trav¨¦s de ella conocemos lo que pasa debajo del mar de pl¨¢stico de los invernaderos: se contamina el agua, se contamina el suelo, se gasta una energ¨ªa desproporcionada y los trabajadores migrantes sufren una explotaci¨®n laboral que roza la esclavitud, sin que a nadie parezca importarle demasiado. ¡°Producir m¨¢s es un indudable logro cient¨ªfico, pero el precio que pagamos es demasiado alto¡±, dice Navarro de Castro. Habla de fertilizantes, de pesticidas, del aumento del c¨¢ncer. De c¨®mo los acu¨ªferos espa?oles son esquilmados o contaminados, de la destrucci¨®n del agua dulce. Habla del DDT en nuestra sangre (a pesar de que lleva a?os perdido), de los micropl¨¢sticos dentro de nuestras c¨¦lulas. La verdad, hablando con este hombre se le quitan a uno las ganas de comer nada. ¡°Una ensalada es la comida m¨¢s sana que hay, pero est¨¢ llena de cosas que no querr¨ªamos comer¡±, dice, ¡°todo el mundo sabe que la comida y el agua est¨¢n contaminadas, pero consumimos de todos modos¡±.
El hecho de que la protagonista sea una mujer tiene una raz¨®n clara: son mujeres las que m¨¢s han hecho por divulgar los horrores de la industria alimentaria. Ejemplos: Rachel Carson, que cambi¨® el curso de la historia y logro un despertar ecologista en los a?os sesenta con su libro Primavera silenciosa, donde denunciaba el uso de DDT, que luego fue prohibido. Pero tambi¨¦n Petra Kelly en los ochenta en Alemania, o Vandana Shiva, o Isabelle Saporta, o Marie Monique Robin. ¡°Tienen un patr¨®n de vida muy similar: han escrito libros criticando la tecnolog¨ªa en la industria alimentaria y por ello han sido insultadas, acosadas y agredidas¡±, dice el escritor. Un patr¨®n que se repetir¨¢ en la protagonista.
Para el autor, adoptar el pensamiento y el habla de una mujer, y, adem¨¢s, de una ingeniera repleta de conocimientos cient¨ªficos, no result¨® f¨¢cil. Sobre todo si tenemos en cuenta que comienza la novela poni¨¦ndoselo dif¨ªcil: con el relato de la operaci¨®n de implantes de pecho a la que se somete Sara. ¡°Era un reto, pero tambi¨¦n una buena forma de empezar, porque iba a hablar de la relaci¨®n entre lo natural y lo artificial, lo org¨¢nico y lo sint¨¦tico, del cuerpo y la qu¨ªmica¡±, dice.
Protestas de agricultores
El lanzamiento del libro coincidi¨® con las protestas de los agricultores que se echaron a la carretera con sus tractores. ¡°Escrib¨ª mi anterior libro en defensa de los agricultores, pero eran otros agricultores¡±, dice el autor. ¡°Yo siento que los agricultores tienen derecho y el deber de quejarse, tienen que salir adelante, les debemos todo, porque nos dan de comer cada d¨ªa. Pero muchos no enfocan el problema adecuadamente: quieren que les dejen contaminar m¨¢s¡±, a?ade. Explica c¨®mo la agricultura est¨¢ acabando con los acu¨ªferos en Andaluc¨ªa para sobrevivir, pero, parad¨®jicamente, ese uso tambi¨¦n la pone en peligro. Habla de la cantidad de recursos que se necesita ahora para cultivar olivos, o aguacates en Almer¨ªa, donde hay poca agua. Habla del poder de las grandes empresas que les venden las semillas mejoradas a los agricultores y de las que depende toda la industria alimentaria.
Y habla de la casi esclavitud bajo el pl¨¢stico: para documentarse para el libro visit¨® el mar de pl¨¢stico, habl¨® con los trabajadores. ¡°Sin la gente migrante los invernaderos tendr¨ªan que cerrar¡±, explica, ¡°cuando llegas all¨ª se te cae el alma a los pies: me imaginaba que la cosa era dura, pero es que no te lo puedes creer. Les obligan a fumigar sin guantes o mascarillas. Les pagan 20 euros por 10 o 12 horas de trabajo. Luego los agricultores lo niegan todo¡±.
?Qu¨¦ hacer? Navarro de Castro cree que con solo cambiar nuestra forma de comer, primando los productos de temporadas y los producidos en Espa?a, para evitar que los alimentos recorran 4.000 kil¨®metros antes de llegar a nuestro plato, se producir¨ªa un enorme cambio. No son cambios tan dif¨ªciles, s¨ª se puede. ¡°Le hemos declarado la guerra a la naturaleza y lo malo es que estamos ganando¡±, concluye.
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