Maria Montessori todav¨ªa nos da clases
Una pel¨ªcula y una novela gr¨¢fica centradas en la vida y las teor¨ªas de la c¨¦lebre pedagoga refuerzan el inter¨¦s por una leyenda que todav¨ªa marca la educaci¨®n y hasta ha generado una moda a su alrededor
No es m¨¢s que una esponja. Y hace lo que todas: al tocar el agua, se hincha. Pero la ni?a observa fascinada. Cuando le toca el turno, la saca del taz¨®n, espera a que caiga hasta la ¨²ltima gotita y la traslada con cuidado a otro contenedor. Solo entonces, la estruja. Ni una mancha por el camino. ?Qu¨¦ satisfacci¨®n! ¡°Esta actividad parece poca cosa, ?pero alberga muchos secretos!¡±, asegura Maria Montessori (1870-1952) en la reciente recreaci¨®n en c¨®mic de una presentaci¨®n de sus alumnos, all¨¢ por 1909. El experimento tambi¨¦n encierra la respuesta a otro enigma: por qu¨¦ una educadora italiana de la primera mitad del siglo XX ha alcanzado el estatus de leyenda.
Dif¨ªcil encontrar alguien que no la conozca. Casi imposible en el caso de madres y padres. Referencia de la pedagog¨ªa. Fil¨®sofa, doctora, antrop¨®loga. Visionaria. Tres veces candidata al Nobel de la Paz. S¨ªmbolo pionero de la lucha feminista. Verduga y v¨ªctima del patriarcado. En las ¨²ltimas semanas, una pel¨ªcula y una novela gr¨¢fica han aumentado el inter¨¦s hacia su vida, su figura y su compleja relaci¨®n con la maternidad. Y, a la vez, un criticado ensayo intenta ensombrecerla. Aunque tampoco necesita m¨¢s focos: su ejemplo se renueva cada d¨ªa en casas y aulas de medio planeta. En sus libros, de La educaci¨®n y la paz a Educar en el potencial humano. Y en todo tipo de mercadotecnia m¨¢s o menos coherente con su mensaje original. ¡°Para educarlos, ante todo los hemos amado¡±, lo resume ella en el filme de la directora francesa L¨¦a Todorov. Titulado, igual que el tebeo, Maria Montessori. Otra muestra del poder¨ªo de su simple nombre.
¡°Sus ideas trascienden el tiempo porque parten de la observaci¨®n del funcionamiento del cerebro del ni?o. Hoy las familias est¨¢n muy pendientes de sus hijos y reeval¨²an el m¨¦todo Montessori. Concreto, experimental, basado en la interacci¨®n personal y con las manos en la masa es, adem¨¢s, la cura ideal frente a lo digital¡±, reflexiona Cristina de Stefano, autora de la biograf¨ªa El ni?o es el maestro (Lumen). A lo largo de 380 p¨¢ginas, la autora reconstruye un periplo descomunal que empez¨® en 1870 en la peque?a ciudad italiana de Chiaravalle, donde naci¨®, y termin¨® en la eternidad. ¡°Desde que puso en marcha la primera Casa dei bambini, el 6 de enero de 1907, hay un antes y un despu¨¦s en la educaci¨®n infantil¡±, se lee en la web de la Asociaci¨®n Montessori Espa?ola (AME), una de las cientos de entidades parecidas por el mundo.
El c¨®mic de Caroline Lepeu y J¨¦r?me Mondolini, editado en espa?ol por Andana (tambi¨¦n en catal¨¢n), comienza con otro hito: la discusi¨®n de su tesis, en 1896. A?os despu¨¦s se convertir¨ªa en la quinta doctora en la historia de Italia. Una mujer dominando la medicina. Inaudito. Y, sin embargo, era solo el comienzo. Porque Montessori revolucion¨® la forma de ver a los ni?os. ¡°Ay¨²denlo solo si lo necesita. Y para saber qu¨¦ necesita, ?obs¨¦rvenlo! Sin interpretar nunca sus palabras ni sus actos ni juzgarlo. No necesita reproches y aplausos, sino paciencia y acompa?amiento¡±, apunta ella en el c¨®mic.
Pero antes, se volc¨® en el rescate de los peque?os m¨¢s fr¨¢giles. Entonces se les llamaba ¡°idiotas¡± o ¡°deficientes¡±, como reconstruye otro c¨®mic titulado con el nombre de la educadora (de Alessio Surian, Diego di Masi y Silvio Boselli, editado por DeBolsillo). Una de las muchas cosas que han cambiado tambi¨¦n gracias al trabajo de Montessori. Y una de las razones por las que Todorov se anim¨® a filmar su ¨®pera prima.
¡°Mi hija naci¨® con una enfermedad gen¨¦tica. R¨¢pidamente entend¨ª que no ser¨ªa solo una madre, sino la madre de una ni?a con necesidades especiales. Y sufr¨ª la falta de representaci¨®n de este contexto, que podr¨ªa haberme ayudado¡±, comparte la directora. De ah¨ª que centrara su largo en el empe?o de Montessori en no dejar a nadie atr¨¢s. Y, a la vez, en el coste personal que pag¨®. Salvadora de todos los ni?os del mundo, excepto el suyo. Como apunta Todorov, ¡°para una mujer nacida en 1870 no era suficiente ser brillante; hac¨ªan falta una determinaci¨®n de hierro y una aspiraci¨®n de ¨¦xito extraordinaria. Sin embargo, cuanta m¨¢s energ¨ªa, mayores obst¨¢culos encontraba. Y para escapar del determinismo social de la ¨¦poca y su g¨¦nero, por encima de todo debi¨® renunciar a lo m¨¢s preciado: Mario¡±.
Fruto de su relaci¨®n extramatrimonial con el tambi¨¦n doctor Giuseppe Montesano, el muchacho fue escondido con otra familia en el campo. O abandonado, seg¨²n los cr¨ªticos. Montessori no se atrev¨ªa a criarle, por el esc¨¢ndalo que supondr¨ªa. Pero tampoco quer¨ªa casarse, por el aprecio a su propia libertad. As¨ª que iba a verle los fines de semana. Debieron pasar a?os hasta que Mario pudo vivir al fin con su madre. Y d¨¦cadas para que supiera la verdad. Eso s¨ª, ambos transcurrieron el resto de la vida muy cerca. Y el hijo, que pas¨® buena parte de su existencia en Espa?a, se sum¨® a los difusores del verbo de la madre.
¡°Con el m¨¦todo Montessori los ni?os se desarrollan en un ambiente preparado, basado en autonom¨ªa, independencia, iniciativa, capacidad de elegir, desarrollo de la voluntad y autodisciplina, con la idea de que sean sus propios maestros. No quer¨ªa crear genios, sino dar a cada persona la oportunidad de desarrollar sus propias capacidades, por s¨ª misma y con los otros¡±, aclara la asociaci¨®n espa?ola que lleva su nombre. ¡°Observ¨® que cada ni?o tiene su propio ritmo e intereses; con ello desarroll¨® materiales y presentaciones seg¨²n cada momento de aprendizaje. La neurociencia hoy avala lo que Montessori llam¨® la ¡®mente absorbente¡¯, como esa capacidad innata para aprender del entorno, as¨ª como la importancia del movimiento y los sentidos, a trav¨¦s de la manipulaci¨®n. Esto nos lleva a cuestionar la educaci¨®n en cadena, donde todos reciben la misma informaci¨®n al mismo tiempo¡±, completa Carmen Rodr¨ªguez, fundadora de la web Montessori para todos y colaboradora habitual de la AME.
La pensadora respetaba tanto la actividad infantil que prefer¨ªa llamarla ¡°trabajo¡±, en lugar de juego. Hablaba de ¡°gu¨ªas¡±, en vez de maestros, y se refer¨ªa al ni?o como ¡°ciudadano olvidado¡± o ¡°creador y padre del hombre¡±. Defend¨ªa que el chiquillo sabe lo que est¨¢ haciendo. Quien no entiende, si acaso, son los mayores. ¡°Observando qu¨¦ necesitan los ni?os y ajustando a ello nuestros comportamientos, bajamos del pedestal a los todopoderosos adultos y sus creencias limitantes¡±, agrega Caroline Lepeu. Madre y educadora montessoriana, quiso difundir esas teor¨ªas de la forma m¨¢s accesible. Y escribi¨® un tebeo.
Sus vi?etas a?aden otras claves: la preparaci¨®n f¨ªsica previa; la importancia de la repetici¨®n. Por supuesto, la paciencia. ¡°Sin disciplina no hay libertad, sino abandono del ni?o. Sin libertad, no hay disciplina, sino sumisi¨®n¡±, apunta en la novela gr¨¢fica. Es cierto que Montessori tambi¨¦n revolucion¨® el entorno: aulas, mobiliario y materiales deb¨ªan ser a medida de la infancia. Aunque las entrevistadas temen que esa lecci¨®n hoy se haya llevado al extremo o malinterpretado, quiz¨¢s adrede.
Todorov subraya que la propia pedagoga de alguna forma lo empez¨®, al patentar sus objetos para obtener dinero y, por tanto, libertad, necesaria para avanzar en su labor. Pero la tendencia ya se usa ¡°en exceso¡±, seg¨²n la cineasta. Ah¨ª est¨¢ la etiqueta ¡°montessoriano¡± pegada a todo tipo de silla, juguete, librer¨ªa, escuela o comportamiento.
¡°Hoy basta poner esa palabra encima de cualquier cosa para vender¡±, lamenta De Stefano. Y Lepeu aclara: ¡°Su filosof¨ªa no necesita ser adquirida. A los ni?os no les hace falta material montessoriano en casa, sino padres que los escuchen¡±. ¡°Montessori llamaba a sus aulas ¡®casas de ni?os¡¯. Un mueble adaptado, en la edad adecuada, ayudar¨¢ a que nuestros hijos sean m¨¢s aut¨®nomos. Si un libro tiene im¨¢genes reales, los peque?os siempre podr¨¢n comprender mejor su entorno. Pero no todo vale. Si un material no se ofrece en el momento correcto da igual que lleve o no la palabra Montessori. Y cuando veas al lado el t¨¦rmino ¡®juguete¡¯, ?huye! Montessori es un material cient¨ªfico siempre que como adultos aprendamos su uso. Si no, pasa a ser un material did¨¢ctico m¨¢s¡±, avisa Carmen Rodr¨ªguez.
A la vez, desde Karma Films, distribuidora del filme, subrayan el lado luminoso de tanto ¨¦xito. Por las 25.000 entradas vendidas en tres semanas en Espa?a para un largo muy peque?o. Y por lo que est¨¢ surgiendo alrededor: ¡°Hemos recibido llamadas y mensajes de provincias y municipios donde no hab¨ªa llegado a la cartelera. Diferentes colectivos afines a su pedagog¨ªa empezaron a movilizarse y a organizar quedadas en pases especiales en cines, en d¨ªas y horas concretas, acompa?ados de coloquios y mesas redondas con expertos y miembros de la AME¡±. Las peticiones siguen. Y se est¨¢n sumando las de escuelas, y facultades de Educaci¨®n.
No todos, sin embargo, comparten tama?o entusiasmo. El ensayo La larga sombra de Maria Montessori, de la profesora de la Universidad de Salzburgo Sabine Seichter, acusa a la pensadora de promover un proyecto ¡°racista de tipo eugen¨¦sico¡±. Y de intentar crear un ¡°ni?o perfecto¡±, coincidente con el ideal ario occidental. La publicaci¨®n ha armado esc¨¢ndalo en Italia, donde decenas de voces se han alzado para defender a su predilecta compatriota. Las entrevistadas tambi¨¦n se plantan en su defensa. ¡°En su juventud, tuvo expresiones que hoy podr¨ªan escandalizarnos, cuando med¨ªa los cr¨¢neos, pero eran las ideas del positivismo de su ¨¦poca. En sus cartas no encontr¨¦ una sola palabra que justificar¨ªa acusarla de racismo¡±, remarca De Stefano.
Tambi¨¦n se ha cuestionado su presunta cercan¨ªa al dictador fascista Benito Mussolini, aunque el r¨¦gimen termin¨® cerrando sus escuelas y ella misma huy¨® a Espa?a y luego Pa¨ªses Bajos, ante el avance totalitario. ¡°Hoy en d¨ªa nacionalistas e internacionalistas se empe?an de igual modo en adoctrinar tanto a ni?os como adultos¡±, denunci¨® ante la Sociedad de las Naciones, en Ginebra, en 1929. Y ciertas frases, le¨ªdas ahora, la colocan incluso en el anticapitalismo (¡°No existe la competencia. Si cada cual hiciera aquello para lo que est¨¢ hecho, el mundo ir¨ªa mucho mejor¡±) o muy a favor del Estado del bienestar (¡°Cuando la sociedad despilfarradora tiene una necesidad extrema de dinero lo sustrae incluso a las escuelas [¡] Es uno de los delitos m¨¢s desiguales de la humanidad y el m¨¢s absurdo de sus errores¡±, escribi¨® en El ni?o, el secreto de la infancia).
Tal vez, puestos a buscar una pega, sea justo la contraria: el riesgo de la hagiograf¨ªa. Un retrato tan impecable evoca a un icono, m¨¢s que una mujer real. Como la que, en un momento de la pel¨ªcula, pierde de golpe la paciencia y los papeles. Ah¨ª, por una vez, el espectador se asoma a una debilidad humana. Justo la distancia entre la fama de su m¨¦todo y la poca informaci¨®n sobre ella motiv¨® a De Stefano a escribir su biograf¨ªa. Tras terminarla, la describe as¨ª: ¡°Una mujer inteligent¨ªsima, moderna y transgresora. Una de las muchas que, entre finales del siglo XIX y principios del XX, cambiaron el mundo. Quiso estudiar medicina cuando ya solo ir a la universidad era una excepci¨®n para una mujer. Rechaz¨® casarse, incluso cuando se qued¨® embarazada. Fue a recuperar a su hijo adolescente, que le hab¨ªan arrebatado. Fund¨® una empresa exitosa, registrando su material. Afront¨® la celebridad repentina y mundial sin asustarse, dejando la Italia provinciana de entonces para ir a conquistar el mundo¡±.
Falleci¨® el 6 de mayo de 1952, a los 82 a?os, en Pa¨ªses Bajos. En su l¨¢pida, en Noordwijk, se lee: ¡°Les ruego a los queridos ni?os, que lo pueden todo, que se unan a m¨ª en la construcci¨®n de la paz entre los hombres y en el mundo¡±. La ¨²ltima lecci¨®n. Tal vez alg¨²n d¨ªa el mundo la aprenda.
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