C¨®mo la propuesta pedag¨®gica de Montessori puede haber resistido la prueba del tiempo
Mar¨ªa Montessori y su m¨¦todo tienen material para llenar cientos de p¨¢ginas sin aburrir al lector. Su vida es una verdadera cruzada a favor de la causa de la infancia, llena de guerras y de batallas sin tregua
Mar¨ªa Montessori fue, y sigue siendo, una pedagoga controvertida. Los naturalistas le reprocharon la rigidez y la artificialidad de su m¨¦todo, as¨ª como su rechazo a la imaginaci¨®n productiva y a la fantas¨ªa; los progresistas, la individualidad y el car¨¢cter coercitivo de su m¨¦todo; los modernistas, su religiosidad; algunos la criticaron por adelantar los aprendizajes o por no respetar la libertad del ni?o; por lo contrario, los cristianos la tildaron de laicista, positivista, naturalista y te¨®sofa, mientras que los te¨®sofos la definieron como ¡®cat¨®lica¡¯. En un plano m¨¢s informal, algunos de sus contempor¨¢neos la tacharon de arrogante y la consideraban endiosada. ?C¨®mo la propuesta pedag¨®gica de una mujer tan controvertida puede haber resistido la prueba del tiempo?
En la cima de la fama, con 31 a?os, Montessori renuncia a su puesto de docencia en la Universidad de Roma para dedicarse a los ni?os de San Lorenzo, en un barrio pobre de las periferias de Roma, a petici¨®n de un empresario nombrado Eduardo Talamo. Poco se habla de las dificultades que se encontr¨® por el camino, incluyendo la feroz y pr¨¢cticamente un¨¢nime oposici¨®n de los pedagogos de la ¨¦poca, que eran casi todos hombres. En un primer momento, la ignoran. En un segundo momento, cuando Montessori empieza a recibir atenci¨®n medi¨¢tica por el ¡°milagro de San Lorenzo¡±, entonces empieza la campa?a de desacreditaci¨®n.
En 1911, se genera un conflicto con Talamo, acerca del modelo educativo de la ya famosa Casa dei Bambini, que acaba con una ruptura de la relaci¨®n. Talamo, que se refiere hasta entonces a ella como su ¡°ilustre colaboradora¡±, la llama ¡°loca¡± e ¡°hist¨¦rica¡± y le niega la entrada a la Casa dei Bambini, en la que estuvo 5 a?os de su vida dise?ando un modelo educativo propio.
En agosto del a?o 1913, Montessori aparece en dos prestigiosos peri¨®dicos americanos, el New York Times, y el New York Tribune. Ese ¨²ltimo la llama ¡°la mujer m¨¢s interesante de Europa¡±. Pocos meses despu¨¦s, el muy cotizado Dewey, que se considera entonces como la autoridad en Am¨¦rica en el ¨¢mbito educativo, da el visto bueno a un informe dur¨ªsimo sobre el m¨¦todo Montessori realizado por su disc¨ªpulo, William Kilpatrick. El an¨¢lisis se realiza tomando como est¨¢ndar comparativo al m¨¦todo de Dewey: ¡°Si comparamos el trabajo de la se?ora Montessori con el de un escritor y pensador de la talla del profesor Dewey, podemos obtener una estimaci¨®n de su valor desde otro punto de vista¡±, escribe Kilpatrick. En definitiva, llega a la conclusi¨®n de que lo incorrecto del m¨¦todo, lo es porque se aleja del m¨¦todo de Dewey, mientras que lo bueno que tiene no es nada nuevo, porque ya lo tiene el m¨¦todo de Dewey. Queda patente que el escrito es una especie de an¨¢lisis a la defensiva de un m¨¦todo que podr¨ªa eventualmente considerarse rival del m¨¦todo que Dewey hab¨ªa conseguido establecer como el est¨¢ndar en Am¨¦rica.
Mientras unos alaban las aulas de los colegios Montessori por permitir a las madres trabajar sabiendo que sus hijos est¨¢n en buenas manos, William Boyd, un profesor de Educaci¨®n de la Universidad de Glasgow en Reino Unido, dedica un libro entero en 1914 a criticar a Montessori, acus¨¢ndola de colaborar a la explotaci¨®n de las mujeres en las f¨¢bricas.
A partir de 1918, se publican en Italia una serie de art¨ªculos en La Civilt¨¤ Cattolica, una revista que goza de mucho prestigio en los ambientes cat¨®licos de la ¨¦poca. En ellas, se la acusa de difundir ¡°teor¨ªas filos¨®ficas equivocadas¡±. Diez a?os despu¨¦s, en 1924, Timothy Corcoran, profesor de la Universidad de Dubl¨ªn, escribe una serie de art¨ªculos en los que critica en¨¦rgicamente a Montessori y le reprocha de blasfemar por citar textos cristianos. En 1930, Montessori es denunciada ante la Santa Sede, sospechosa de adscribirse a las tesis modernistas. No se da curso a la denuncia.
Las cr¨ªticas no solamente vienen del sector antimodernista, una corriente que caracterizaba el ambiente religioso del principio del siglo XX, sino tambi¨¦n y sobre todo del ambiente progresista de la ¨¦poca. Las entidades de la Educaci¨®n Nueva, casi todas llevadas por hombres, intentan hacerse con su pedagog¨ªa, ofreciendo formaciones sobre su m¨¦todo, pero sin contar con ella. En 1912, Clapar¨¨de, Ferri¨¨re y Bovet, los fundadores del Instituto Jean-Jacques Rousseau, llegan a un acuerdo para que el Instituto publicara en franc¨¦s el primer libro de Montessori ¡ªque hab¨ªa sido un ¨¦xito en otros idiomas¡ª. Pero lo despojan de todo contenido te¨®rico, dej¨¢ndolo en un compendio de bonitas experiencias educativas. Cuando Montessori se da cuenta, no permite que se imprime la segunda edici¨®n, generando un conflicto con Bovet, que la critica por su falta de inter¨¦s y por su desagradecimiento hac¨ªa el Instituto. Montessori no figura entonces ni entre los profesores, ni entre los conferenciantes del Instituto. A partir de 1913, se nombra a una maestra con experiencia pr¨¢ctica en el m¨¦todo ¡ªpero que carece de conocimientos te¨®ricos y que Montessori no considera fiel a su m¨¦todo¡ª para dirigir un curso sobre el m¨¦todo Montessori. Tras una disputa, Bovet accede finalmente a retirar del curso cualquier referencia montessoriana.
Poco despu¨¦s surge una segunda disputa. En 1913, el Instituto funda la Maison des Petits ¡ªtraducci¨®n francesa de Casa dei Bambini¡ª con el fin de legitimar su enfoque cient¨ªfico-emp¨ªrico basado en la experiencia. Aunque se reconoce que esta iniciativa est¨¢ expl¨ªcitamente inspirada en la Casa dei Bambini de Montessori, est¨¢ no interviene en ella y se desvirt¨²a su m¨¦todo, implementando una pedagog¨ªa ecl¨¦ctica que toma ideas prestadas de otros pedagogos. En definitiva, se utiliza su m¨¦todo, se le desvirt¨²a, y no se la cita.
En un plano m¨¢s informal, Ferri¨¨re le reprocha su falta de entusiasmo por la Educaci¨®n Nueva, que Montessori describe como apolog¨ªa al desorden y a la ignorancia. Se aprecian reproches ad hominem en el diario ¨ªntimo de Ferri¨¨re, bajo el disfraz de una aparente cortes¨ªa: ¡°Pocas mujeres son tan famosas como la Sra. Montessori. Pero pocas personas llegaron a conocerla. No asiste a los congresos. (¡) la Diosa¡, disculpe: ?la Doctora Montessori!¡±.
El hecho de que Montessori reivindique la singularidad de su propuesta se interpreta en ella como arrogancia. Adem¨¢s, es inusual en esa ¨¦poca que una mujer diese su nombre a su m¨¦todo, a una asociaci¨®n internacional y a unas revistas y tenga la pretensi¨®n de colocar su m¨¦todo al nivel de una teor¨ªa educativa. Mientras Montessori busca el reconocimiento como pedagoga y te¨®rica de la educaci¨®n, sus contempor¨¢neos, casi todos hombres, o bien la ignoran, o la consideran como una maestra cuyos escritos son meras intuiciones basadas en una peque?a y bonita experiencia educativa. Mientras Montessori habla de su experiencia basada en la observaci¨®n de los ni?os, se considera que no se excede de lo que se puede esperarse de una mujer. Pero cuando habla con autoridad pedag¨®gica, entonces despierta, celos y envidia, especialmente entre aquellos que pertenecen al mundo acad¨¦mico (como es el caso por ejemplo de Bovet y de Dewey), o que han dedicado su vida a la causa de la educaci¨®n y que no han logrado, ni de lejos, su ¨¦xito (como es el caso de Ferri¨¨re). No es casualidad que tanto Dewey, Heard, Boyd como Ferri¨¨re, Decroly, Clapar¨¨de o Bovet se refiriesen a Montessori como ¡®la se?ora¡¯, en vez de c¨®mo ¡®doctora¡¯.
En medio de reproches cruzados por parte de unos y de otros, la base de lectores y de seguidores de Montessori no para de crecer. Hasta el punto en que el movimiento de la Educaci¨®n Nueva le pide que hiciese coincidir las fechas y los lugares de sus congresos con los de su asociaci¨®n, para aumentar la base de asistentes a los congresos de ambos.
En su pr¨®logo de la primera edici¨®n americana del primer libro de Montessori, en 1912, el profesor Henry Holmes de la facultad de Educaci¨®n de la Universidad de Harvard escribe: ¡°No tenemos otros ejemplos de sistemas educativos ¡ªpor lo menos, originales en su globalidad sistem¨¢tica y en su aplicaci¨®n pr¨¢ctica¡ª que hayan sido desarrollados e inaugurados por la mente y el toque femenino¡±. No podemos excluir que ese hecho singular fuera parte de la causa de tantas cr¨ªticas recibidas por el establishment pedag¨®gico masculino de la ¨¦poca. No deb¨ªa de sentar demasiado bien que una mujer se diera tanto protagonismo a s¨ª misma, hasta el extremo de dar su propio apellido a un m¨¦todo, y menos que criticara abiertamente a los pedagogos masculinos que la precedieron y a sus contempor¨¢neos, corrigiendo sus principios pedag¨®gicos de forma tan dr¨¢stica (critic¨® abiertamente a Rousseau, Froebel, Pestalozzi, Decroly, Dewey, Clapar¨¨de, entre otros).
Con Montessori, hay material para llenar cientos de p¨¢ginas sin aburrir al lector. Su vida es una verdadera cruzada a favor de la causa de la infancia, llena de guerras y de batallas sin tregua. Pero, ?qui¨¦n es Maria Montessori? Hay tantas preguntas como personas que las formulan, o que pretenden responderlas intentando validar sus propios prejuicios. Pero hemos de saber que solo hay una respuesta, y es la que se ajusta a la realidad. Y la realidad es que Montessori nunca se describi¨® a ella misma como ¡®inventora¡¯ o ¡®creadora¡¯ de ning¨²n m¨¦todo, ella dice que tan ¨²nicamente lo ¡®descubri¨®¡¯ observando al ni?o. Lo que distingue a Montessori de sus contempor¨¢neos, es que est¨¢ al servicio de una visi¨®n concreta del ni?o, y todo lo que hace responde a ese prop¨®sito. Por mucho que reciba ofertas de colaboraci¨®n, Montessori no renuncia nunca al esp¨ªritu del tesoro que tiene en sus manos.
Rechaza la oferta del millonario McClure por no perder el control sobre el esp¨ªritu de su m¨¦todo y se aleja del r¨¦gimen de Mussolini cuando se da cuenta del intento de instrumentalizar sus trabajos. Rechaza tambi¨¦n una oferta de la hija del Presidente Wilson para dar una serie de formaciones bajo el patrocinio de la Casa Blanca. Acepta invitaciones de la Sociedad Teos¨®fica en varias ocasiones para dar cursos y conferencias, pero luego, cuando ellos se hacen con su m¨¦todo, deplora que lo instrumentalizar¨¢n sin entenderlo. Su actitud conciliadora tiene l¨ªmites concretos precisamente porque tiene ideas claras de lo que quiere y de lo que no. Cuando intuye que alguien quiere hacerse con su prestigio o con su m¨¦todo, instrumentaliz¨¢ndolo para sus propios fines, corta inmediatamente y da la amistad o la colaboraci¨®n por terminada. Sencillamente, no es nada f¨¢cil influir en Montessori. Ella es consciente del tesoro que alberga en sus manos y cualquier intento de distraerla a cambio de dinero o de prestigio personal est¨¢ abocado al fracaso.
?C¨®mo la propuesta pedag¨®gica de una mujer tan controvertida puede haber resistido al paso del tiempo? Si su propuesta permaneci¨®, es porque lo que Montessori defiende a capa y espada no es otra cosa que la realidad. Si el m¨¦todo Montessori no cambia en funci¨®n de una oferta cambiante e innovadora, es porque el ser humano y sus fines tampoco cambian cada vez que surge un cambio de circunstancias culturales, o una nueva era tecnol¨®gica o filos¨®fica. El educador puede decidir que quiere ver el mundo de una forma o de otra, pero esa visi¨®n del mundo no va a cambiar c¨®mo es el ni?o. El ni?o siempre ha sido, es, y ser¨¢ el mismo: un ni?o. Y quien mejor que una mujer para record¨¢rnoslo.
*Catherine L¡¯Ecuyer es autora, entre otros libros, de Montessori ante el legado pedag¨®gico de Rousseau y Conversaciones con mi maestra
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