A los norcoreanos les hacen creer que el infierno est¨¢ fuera. Esto pasa cuando salen
El documental ¡®Beyond Utopia¡¯ contiene material valioso sobre el herm¨¦tico y represivo r¨¦gimen de los Kim a trav¨¦s de los que logran escapar
La escena fue filmada clandestinamente por alguien muy atrevido. En alg¨²n lugar de Corea del Norte, en un a?o no precisado, se celebra una farsa de juicio popular en lo que parece un descampado. El jefe de un grupo de uniformados armados lee el cargo contra un estudiante de Contabilidad: su terrible delito es que ha estado viendo pel¨ªculas surcoreanas. Veredicto: pena de muerte. El p¨²blico, quiz¨¢s un centenar de personas, asiente. Es fusilado all¨ª mismo.
Es uno de los momentos m¨¢s impactantes de Beyond Utopia, un documental premiado en Sundance y nominado a los Bafta el a?o pasado, y ahora disponible en Filmin. Lo dirigi¨® la prol¨ªfica autora estadounidense Madeleine Gavin (City of Joy; Nerve, un juego sin reglas) y rebosa material valioso sobre ese r¨¦gimen herm¨¦tico, paranoico y totalitario, un relato que se construye a partir de los que lograron cruzar al sur. Cuenta una mujer que asisti¨® a la primera ejecuci¨®n p¨²blica con siete a?os; cre¨ªa que era lo normal y solo al irse entendi¨® la atrocidad. Conocemos sus programas de televisi¨®n, donde no puede decirse ¡®estadounidense¡¯ sin a?adir ¡®de mierda¡¯; sus escuelas, cuyos chiquillos entrenan sin descanso para esas espectaculares coreograf¨ªas masivas que se organizan en actos p¨²blicos; la propaganda incesante, que hace repetir a los trabajadores que su fin en la vida es hacer feliz al Querido L¨ªder, Kim Jong-un.
Entendemos c¨®mo esa versi¨®n extrema y kitsch del comunismo no solo se ha convertido en un r¨¦gimen din¨¢stico, cuyo trono se hereda, sino casi religioso. Son adorados como semidioses el fundador de la naci¨®n, Kim Il-sung, y su hijo y sucesor, Kim Jong-il; se cuentan milagros de ellos como caminar sobre las aguas (eso suena a cristiano), cruzar entre monta?as escalando el arco iris o modificar el clima a su antojo. Lo llamativo es los norcoreanos viven muy mal no solo por la represi¨®n sino por la pobreza, pero el discurso oficial es que es el m¨¢s feliz de los pa¨ªses y que el mundo exterior, tanto el Occidente demonizado como los vecinos capitalistas, es el infierno. Dicen que los norteamericanos, todos, son s¨¢dicos asesinos que dejan morir a ni?os desnutridos en las calles. Cuando resulta que es en Corea del Norte donde han sido frecuentes las hambrunas en su corta historia. Se cuentan detalles tremendos de la vida cotidiana: las familias tienen la obligaci¨®n de almacenar sus heces y entregarlas al Estado, que las repartir¨¢ como abono a los agricultores.
A diferencia de otros documentales pensados desde una ¨®ptica pol¨ªtica, muy centrados en describir al r¨¦gimen, aqu¨ª ponemos cara y ojos a este drama (y nos ahorran el tost¨®n de voceros del dictador como el espa?ol Alejandro Cao de Ben¨®s). El principal foco del documental est¨¢ en los desertores, las personas que desaf¨ªan el miedo para escapar. Seguimos en profundidad tres historias: la del pastor Kim Sungeun, que desde Se¨²l presume de haber ayudado a escapar a miles de personas; la de una madre que logr¨® huir pero cuyo hijo es atrapado en la frontera e internado en un campo de concentraci¨®n; y la de una familia al completo a la que seguimos durante su ardua traves¨ªa por China, Vietnam, Laos y Tailandia. Si fueran detenidos en los tres primeros, con gobiernos amigos de Pyongyang, ser¨ªan devueltos a su pa¨ªs. No es el ¨²nico riesgo: pueden ser secuestrados por mafias de la explotaci¨®n laboral o sexual. Solo al pisar Tailandia (a m¨¢s de 4.000 kil¨®metros de casa) est¨¢n a salvo: ser¨¢n enviados por la v¨ªa r¨¢pida al generoso sistema de acogida de Corea del Sur.
La historia del pastor Kim, que comparte apellido (s¨ª, es el apellido) con los s¨¢trapas del otro lado de la frontera, es muy chocante. Este hombre entusiasta ejerci¨® como sacerdote en China, cerca de la frontera con Corea del Norte, y se interes¨® por los refugiados que llegaban hambrientos; una de estas personas se convirti¨® en su esposa. Luego perdi¨® a su hijo (por enfermedad) cuando estaba ausente ayudando a los migrantes; entonces decidi¨® emplearse m¨¢s a fondo en esas salidas. Kim maneja una buena red de contactos repartidos por la regi¨®n: informantes, colaboradores e intermediarios (a los que en otras partes se llamar¨ªa con nombres menos amables: coyotes o traficantes). Controla pisos francos y coches con ch¨®fer, paga sobornos a agentes de la autoridad de varios pa¨ªses. No explica c¨®mo se financia eso. Hace todo lo que puede y un poquito m¨¢s. Es una figura muy reconocida en Corea del Sur.
Resulta deprimente la historia que representa a los que fracasan, la de la madre que sufre por su hijo prisionero y trata de resolverlo como sea. Ella, se llama Soyeon Lee, recomienda a los desertores que emprenden la traves¨ªa que lleven una pastilla de cianuro: si te cazan, m¨¢s te vale morir r¨¢pido.
Lo m¨¢s emocionante es seguir la odisea de una familia norcoreana, los Ro, en su viaje, rigurosamente documentada aunque sea con las c¨¢maras de tel¨¦fonos m¨®viles. De la mano de sucesivos intermediarios, cruzan monta?as, r¨ªos y selvas en las zonas m¨¢s vigiladas, a pesar de que con el matrimonio viajan dos ni?as y la abuela de estas; tambi¨¦n hacen largos trayectos en coche con la mayor discreci¨®n posible. Solo con cruzar a China ya observan grandes diferencias con su pa¨ªs: es tambi¨¦n una tiran¨ªa, s¨ª, pero la gente tiene tel¨¦fonos m¨®viles, internet, televisiones de pantallas planas que ellos pensaban que eran pizarras. M¨¢s importante a¨²n: las tiendas est¨¢n decentemente abastecidas de productos y sale agua potable del grifo; ya no tienen que dedicar horas a traer bidones a casa y subirlos por las escaleras (tampoco hay ascensores).
Durante el largo trayecto, es muy revelador escuchar lo poco que dice la abuela de las ni?as. Al principio se la ve poco convencida, pero muy decidida a acompa?ar a los suyos. Cruzando caminos selv¨¢ticos por la noche, o moj¨¢ndose en los r¨ªos, es tan valiente como el que m¨¢s. En las primeras conversaciones ante la c¨¢mara todav¨ªa pronuncia elogios al r¨¦gimen de los Kim, ser¨¢ por la costumbre. Dice que su prop¨®sito en la vida siempre hab¨ªa sido complacer al Querido L¨ªder. Pero cuando ya est¨¢ en Corea del Sur, cuando ya se ha visto en el mundo moderno que nunca conoci¨®, cuando disfruta de una libertad a la que le costaba acostumbrarse, suelta: ¡°Quiz¨¢s mi gobierno me estaba enga?ando¡±. Quiz¨¢s.
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