Los arquitectos tambi¨¦n lloran
?Tendr¨¢ soluci¨®n alg¨²n d¨ªa que vida y obra vayan tan peligrosamente unidas?
Me hago con un ejemplar de Saltos mortales, de la belga Charlotte Van den Broeck, porque me atrae el mundo que intuyo que aparece ah¨ª. Quiz¨¢s por eso lo veo como una lectura para hoy, no para un d¨ªa cualquiera, sino para hoy mismo. No tardo en abrir el libro al llegar a casa y en el ep¨ªgrafe de Ingeborg Bachmann leo que ¡°hoy¡± es una palabra que s¨®lo deber¨ªan utilizar los suicidas, pues para todos los dem¨¢s no tiene el menor sentido, designa simplemente ¡°un d¨ªa cualquiera¡±.
Parece una r¨¦plica a lo que he pensado cuando iba a casa. Pero no me detengo en esa posible casualidad y me adentro en el libro, confirmando que en ¨¦l se narran los colapsos art¨ªsticos y al mismo tiempo vitales de 13 arquitectos de diferentes ¨¦pocas, colapsos sobre los que planea tanto la sombra del suicidio como esa cuesti¨®n que nunca acabamos de resolver del todo: ?es necesario que vida y obra hayan de ir tan unidas? Aun no s¨¦ qu¨¦ contestar y ni siquiera si hay un problema ah¨ª a resolver cuando viene a mi memoria algo que o¨ª ayer en un documental deportivo: ¡°El tenis de Roger Federer dialogaba con la historia del tenis¡±.
De inmediato, divido en dos las actitudes de los narradores de las nuevas generaciones: los que dialogan con la historia de la literatura, y los que no. En el primer grupo, vida y obra van a veces peligrosamente unidas, y en el otro m¨¢s bien la obra ser¨ªa como ¡°un d¨ªa cualquiera¡±.
En el libro de Van den Broeck los arquitectos afectados por el fracaso de su obra ¡ªsiempre que hay un creador genial es incomprendido, deber¨ªamos hac¨¦rnoslo mirar¡ª relacionan esa derrota con la de su vida, y ya sabemos c¨®mo pueden acabar estas cosas.
El fantasma del suicidio recorre las 13 historias de los 13 arquitectos del libro. En la historia, por ejemplo, de Start Gideon Kempf (1917-1995), arquitecto y creador de esculturas en un jard¨ªn de Colorado Springs, alguien pregunta para qu¨¦ demonios quiere un escultor una pistola. Y alguien ah¨ª responde que nadie recuerda a un artista que muere en la cama.
?Tendr¨¢ soluci¨®n alg¨²n d¨ªa que vida y obra vayan tan peligrosamente unidas? Si fuera por Duchamp, no la tendr¨ªa: ¡°No hay soluci¨®n porque no hay problema¡±. Y si fuera por Pau Luque, quiz¨¢s tampoco, pues basta ver c¨®mo en su ¨²ltimo libro, ?u, va contra las soluciones mientras transita entre g¨¦neros, un tr¨¢nsito parecido al que se da en Saltos mortales. Trece narraciones con el mito del suicidio literario de fondo. Para m¨ª que ese mito en la era contempor¨¢nea procede en parte de Aurelia, esa impresionante narraci¨®n en la que Nerval, en 1855, habl¨® de ese doble fracaso que, poco despu¨¦s de terminar su libro, le llevar¨ªa a colgarse de noche de la verja de un sombr¨ªo palacio que estaba junto al Sena. En Aurelia vida y obra se fundieron sin discusi¨®n. Hoy, donde estaba el oscuro palacio, est¨¢ el Th¨¦?tre de la Ville, el mismo en el que, una Nochebuena, con la familia, vi a Woody Allen tocar el clarinete con su banda de jazz neoyorquina.
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