Entrega sin premio

Si el toro de hoy saliera, en l¨ªneas generales, como estos que se han lidiado esta tarde de s¨¢bado en la plaza de Pamplona, m¨¢s de medio escalaf¨®n estaba en su casa. Muy bien presentados por delante, astifinos, corniveletos algunos, de corto viaje en los enga?os, mansos en los caballos, sin franqueza en banderillas y midiendo al mil¨ªmetro cada embestida en el muleta¡­ toros muy dificultosos para el toreo actual, duros de pelar y de pelear ¨Dno digamos para torear¨D, que exig¨ªan lidiadores muy experimentados, con las ideas muy claras para obtener algo de rentabilidad a su entrega y pundonor.

Por eso, no ser¨ªa justo ser excesivamente riguroso con una terna que no torea mucho, que busca el triunfo para seguir adelante y que no le ha vuelto a la cara a estos toros a pesar de las muchas dificultades que han presentado.

Juan de Castilla ha tenido el triunfo en la yema de los dedos, pero la estocada primera al sexto de la tarde hizo guardia y la previsible gloria se esfum¨®.

De Castilla se plant¨® de rodillas frente a la puerta de toriles, el toro apareci¨® como un tren y la larga cambiada result¨® tan eficaz como milagrosa, a la que sigui¨® un pu?ado de valerosas ver¨®nicas.

El toro pas¨® de puntillas por el picador y plante¨® una guerra complicada en el tercio final, con muy ¨¢spera movilidad y un comportamiento muy irregular. El torero no dio un paso atr¨¢s y dise?¨® una faena larga e intermitente, en la b¨²squeda constante de alguna posibilidad incierta de que el animal humillara y le permitiera el lucimiento. No fue posible. La entrega del colombiano fue encomiable, traz¨® dos tandas de derechazos largos e intensos, pero el fallo con la espada le impidi¨® corroborar una tarde importante para ¨¦l.

Porque al pundonor demostrado ante ese ¨²ltimo toro hay que a?adir una actuaci¨®n m¨¢s redonda ante el tercero, el m¨¢s encastado y m¨¢s clase en los primeros compases del ¨²ltimo tercio. De rodillas comenz¨® De Castilla con la muleta en la mano y dibuj¨® tres derechazos de mucho calado y, a continuaci¨®n, dos tandas m¨¢s por el mismo lado que derrocharon mando y dominio de la situaci¨®n, pero el toro no dur¨® mucho m¨¢s. Lo intent¨® el torero con la mano izquierda, mas fue imposible, y en vista de lo cual dio cuatro molinetes, uno de ellos de rodillas antes de cobrar una estocada atravesada y pasear una oreja.

G¨®mez del Pilar, por su parte, no lo ha tenido m¨¢s f¨¢cil con su lote. Se justific¨® ante su primero, descastado y soso, que embisti¨® con la cara alta y sin clase alguna. Y el quinto, corniveleto, luc¨ªa dos pitones de miedo. Manse¨®, como todos, en el caballo, volte¨® al subalterno V¨ªctor del Pozo a la salida de un par de banderillas y le infiri¨® un varetazo en el gl¨²teo, y lleg¨® a la muleta tirando ga?afones por las nubes. El torero no se confi¨®, l¨®gicamente, y le falt¨®, quiz¨¢, la habilidad necesaria para solventar la muy dif¨ªcil situaci¨®n, que la empeor¨® con un p¨¦simo manejo de la espada.

Y el veterano Rafaelillo no tuvo una tarde l¨²cida, a pesar de que cort¨® una oreja a su primero tras una gran estocada. Y no fue lucida por su incapacidad para someter a ese toro que abri¨® plaza, con raza y soser¨ªa en su conducta, y que lo puso en apuros en m¨¢s de una ocasi¨®n. El cuarto, muy parado, no le ofreci¨® opci¨®n alguna. A los dos los recibi¨® con una larga cambiada de rodillas en el tercio, lo que no a?adi¨® gloria a una tarde sin brillo.