Yo, pe¨®n de Woody Allen
Las casualidades no existen aunque a veces la multiplicaci¨®n de motivos que conducen a un eventual resultado tenga toda la pinta de ser puro azar. No lo hubo en la fenomenal peripecia, sobre todo ¨ªntima, que un libro puede llegar a empujar cuando cae en algunas manos, da tumbos por algunos despachos, recala en la mesa de alg¨²n productor y lanza como un lanzallamas al infierno las ilusiones de un escritor. De algo as¨ª habla Paco Cerd¨¤ para contar las aventuras de un magn¨ªfico libro, ¡®El pe¨®n¡¯, en los laberintos de la industria cinematogr¨¢fica
Este art¨ªculo forma parte de la revista ¡®TintaLibre¡¯ de julio-agosto. Los lectores que deseen suscribirse a EL PA?S conjuntamente con ¡®TintaLibre¡¯ pueden hacerlo a trav¨¦s de este enlace. Los ya suscriptoras deben consultar la oferta en suscripciones@elpais.es o 914 400 135).
1. ? El rey
Eres el rey. Mejor dicho: vas a serlo, que es todav¨ªa mejor. La expectativa, lo aspiracional, el sue?o acariciado, los proleg¨®menos que lubrican toda felicidad. Qui¨¦n te lo iba a decir a ti, Francisco Cerd¨¤ Arroyo, hijo de agricultor y de administrativa, natural del Genov¨¦s, un pueblo de dos mil habitantes al que siempre tienes que poner la apostilla ¨CunpuebloalladodeX¨¤tivayaunahoradeVal¨¨ncia¨C porque nadie sabe d¨®nde est¨¢. Qui¨¦n te iba a decir a ti lo que te acaban de anunciar por tel¨¦fono. Te hab¨ªan contratado los derechos audiovisuales de un libro tuyo, El pe¨®n. Eso ya era la bomba, claro. Pero hay m¨¢s. Por un azar de la vida, y ese azar te ha tocado a ti, resulta que va a colaborar en esa pel¨ªcula alguien que naci¨® cincuenta a?os antes que t¨² con el nombre de Allan Stewart Konigsberg, hijo de un padre que era grabador de joyas, taxista y camarero y de una madre que trabajaba de contable en una florister¨ªa, un tipo natural de Brooklyn, distrito que no necesita apostilla porque todos sabemos d¨®nde est¨¢. Lo que no sabe casi nadie es que, si bien t¨² cambiaste el Francisco por Paco, que sonaba a familia numerosa, ese tal Allan Stewart se cambi¨® el nombre por otro m¨¢s art¨ªstico y de m¨¢s bella sonoridad: Woody Allen. Y ahora, por tel¨¦fono, en una conversaci¨®n improbable que se alarga casi una hora mientras t¨² das vueltas incr¨¦dulas por el comedor de casa, resulta que el productor de tu pel¨ªcula te est¨¢ diciendo que un d¨ªa tuvo una idea loca. Tu libro contaba la historia de Arturito Pomar, el ni?o prodigio del ajedrez que en los a?os cuarenta fue instrumentalizado por el franquismo, y tambi¨¦n contaba tu libro la historia de su partida contra Bobby Fischer, el m¨¢s grande ajedrecista de todos los tiempos que forj¨® su leyenda tras una dura infancia en Brooklyn. La idea loca era intentar seducir a Woody Allen, como quien lanza una botella al mar, aprovechando que es un loco del ajedrez, que adoraba a Fischer, que vivi¨® en su juventud de manera apasionada el match del siglo, aquel duelo por la corona mundial del ajedrez en plena guerra fr¨ªa que enfrent¨® en Reikiavik al americano Fischer con el sovi¨¦tico Spassky. La idea loca era tocarle la fibra a Woody Allen, que se encamina hacia los noventa a?os. Y t¨², que no sab¨ªas nada de ese intento extravagante, te acabas de enterar de que Woody ¨Cpor tel¨¦fono ya te hablan de ¨¦l as¨ª, como si fuera alguien conocido, casi de la familia¨C acaba de decir que s¨ª. Que pondr¨¢ su voz ¨Cla voz de Woody Allen¨C para el teaser de la pel¨ªcula que se est¨¢ levantando en torno a El pe¨®n. Y enseguida la imagen, siempre m¨¢s r¨¢pida que la palabra, acude a tu mente: una enorme pantalla de cine por la que se despliegan dos nombres juntos: Woody Allen, Paco Cerd¨¤. O mejor: Woody Allen & Paco Cerd¨¤. O incluso mejor: Paco Cerd¨¤ & Woody Allen. Ves las letras enormes, dir¨ªas que las tuyas un poco m¨¢s grandes que las suyas. Letras amarillas sobre fondo negro. Eres el rey.
2. ? El caballo
Es extra?o el movimiento del caballo. Cuando va recto, se tuerce. Cuando parece que se tuerza, endereza su camino. Lo inesperado. El azar. La esencia misma del infortunio y la fortuna. Algo as¨ª te sucedi¨® a ti. Primero, para llegar a esa historia. Ibas en tren de Val¨¨ncia a Madrid. Clase turista, ¨²ltimo asiento del vag¨®n, junto a la ventanilla. La pantalla emit¨ªa un Informe Robinson. Era corto, de apenas veinte minutos. Se titulaba El cartero genial. Las im¨¢genes se suced¨ªan a doscientos kil¨®metros por hora. Un ni?o incre¨ªblemente peque?o, muy serio y formal, jugaba al ajedrez contra hombretones en traje y corbata. Ese mismo ni?o hablaba por la radio, era paseado a hombros tras regresar de un torneo en Londres, posaba junto a Franco como h¨¦roe nacional. Todo en blanco y negro, arrullado por la voz del No-do y con ese tufo inconfundible de la propaganda de posguerra: lentitud, mentiras, falsas sonrisas.
Estaba la ¨¦pica del ni?o prodigio mallorqu¨ªn que con doce a?os le hac¨ªa tablas al campe¨®n del mundo de ajedrez, el sovi¨¦tico Alekhine, y que con catorce ya era campe¨®n de Espa?a e icono pop de un pa¨ªs hambriento, atrasado y gris. Una Espa?a en blanco y negro, devota de toreros y v¨ªrgenes, que viv¨ªa con colas, estraperlo, cartillas de racionamiento y miedo, y donde un ni?o afirm¨® la autoestima de todo un pa¨ªs. Estaba la poes¨ªa de un juego que es arte, que es ciencia, que es deporte, que es tan brutal como el boxeo sobre un cuadril¨¢tero blanquinegro, con sus magulladuras en la mente. Pero estaba, ante todo, el drama del antih¨¦roe: el ni?o utilizado por una dictadura, el ni?o prodigio explotado hasta la extenuaci¨®n y luego abandonado por el r¨¦gimen cuando m¨¢s falta le hac¨ªa, en aquel Torneo Interzonal de Estocolmo de 1962, antesala del campeonato del mundo, cumbre deportiva y punto de inflexi¨®n para una vida dif¨ªcil, la de esa mente brillante y luego enferma, reconvertida en anodino funcionario de Correos en Ciempozuelos. All¨ª le esperaba Bobby Fischer. Y t¨² te obsesionaste enseguida con esa idea: confrontar las historias de Arturito Pomar y Bobby Fischer, dos ajedrecistas utilizados por sus reg¨ªmenes, tan distintos, tan iguales. Era un juego de tableros dentro de tableros, como matrioskas rusas. Primera capa: narrar aquella partida Pomar-Fischer de Estocolmo 62. Segunda: contar las vidas de Pomar y de Fischer de principio a fin. Tercera: encontrar peones pol¨ªticos espa?oles y estadounidenses del a?o 1962 y relatar sus historias. Cuarta: reflexionar sobre el significado y las implicaciones personales de entregarse a un bando o ser utilizado por ¨¦l y, luego, pagar por ello un precio de muerte, c¨¢rcel, exilio, soledad. El precio de ser pe¨®n. Esa idea vibraba en tu cabeza y trabajaste en ella tres a?os. Como un loco. Un caballo desbocado. Todo el poder de la ilusi¨®n. Y nada m¨¢s publicarse el libro, un virus cambi¨® el guion. La pandemia. Librer¨ªas cerradas. Miles de novedades caducadas de repente. Libros zombis. Nadie los vio. El tuyo era uno. El caballo que se desv¨ªa. Una putada. Sin embargo, tal vez te merec¨ªas un poco de suerte. Esa suerte lleg¨®. Cuando el libro parec¨ªa olvidado para siempre, explot¨® la serie Gambito de dama. Tuvisteis una idea: conectar aquel fen¨®meno de la pelirroja Beth Harmon con Arturito Pomar, el gambito de dama real que tuvo la Espa?a de Franco. Bingo. Funcion¨®. El libro remont¨®. Varias ediciones consecutivas. Una atenci¨®n medi¨¢tica extraordinaria. Tu nombre en Babelia. Tu nombre en The Times. Tu nombre en The New York Times. Traducciones al franc¨¦s, al ingl¨¦s, al catal¨¢n, al portugu¨¦s. Y la pel¨ªcula. Llegaba la hora de la pel¨ªcula. El giro inesperado del caballo.
3. ? El alfil
El alfil permite movimientos r¨¢pidos y lejanos. A los ni?os les encanta el alfil. Con ¨¦l vas de una punta a la otra del tablero en una sola jugada; eso parece el mundo durante la infancia. El movimiento que iba a cambiar tu vida fue r¨¢pido, propio de alfil. Un primer correo: una productora cinematogr¨¢fica con premios Goya se ha interesado por tu libro. Le encanta y desea hacer una pel¨ªcula que adapte esa historia que ha crecido en tu mente. Una reuni¨®n por Zoom. Una llamada. Varios correos. Te impresiona lo que oyes y lees. Por ejemplo esto: ?A Paco le interesa realizar el trabajo de guion o prefiere mantenerse al margen o con una funci¨®n secundaria? Por ejemplo, esto: Creo que tenemos un material muy potente, pero que necesita una operaci¨®n de bistur¨ª muy afinada para seleccionar y cortar todo lo que no podemos sintetizar en noventa minutos. En todo caso, el potencial es mucho. Por ejemplo esto: Pomar es la esencia de la obra y nuestro personaje principal. Todo te supera. Te desarma. El movimiento del alfil marea. Por eso te pilla con la defensa baja y firmas lo que te ofrecen. El contrato es una opci¨®n para comprar los derechos audiovisuales de El pe¨®n antes de dos a?os. Una opci¨®n de compra. Qu¨¦ m¨¢s da cu¨¢nto dinero: te espera la gloria. Firmas 18.000 euros. Pero de momento solo os dar¨¢n 2.000, como reserva de esa opci¨®n, a repartir entre la editorial y t¨². Es decir: te tocan 1.200 eurazos. Te espera la fama. El alfil vuela. Eres un alfil. La partida avanza.
4. ? La torre
La torre es una pieza robusta sobre el tablero. Una fortificaci¨®n que da seguridad. Por eso se la denomina rook en ingl¨¦s. En neerland¨¦s se la llama kastell. En euskera recibe el nombre de gaztelu, castillo. Una roca. Inamovible. As¨ª parece el proyecto de la pel¨ªcula cuando comienza a cobrar velocidad. Ser¨¢ una pel¨ªcula de animaci¨®n para adultos, un proyecto muy est¨¦tico; carne de Goya. Te imaginas en la alfombra roja. No tienes ninguna corbata, menos a¨²n pajarita. Y hacia ese mundo de color¨ªn y sue?o avanza la pel¨ªcula. Te informan de que han pensado en un t¨ªtulo alternativo. No se llamar¨¢ El pe¨®n, se llamar¨¢ Draw. Esa palabra tiene dos significados: dibujar y tablas. La pel¨ªcula ser¨¢ dibujada y las tablas tienen un peso importante en la historia que narra El pe¨®n. Adem¨¢s, los productores del film quieren que la cinta tenga proyecci¨®n internacional y un t¨ªtulo en ingl¨¦s ayudar¨¢. Aceptas. A estas alturas, di la verdad, qu¨¦ no estar¨ªas dispuesto a aceptar. M¨¢s todav¨ªa cuando empiezan a seducirte con los primeros bocetos de dibujos. Ves a Arturito Pomar, con traje anch¨ªsimo para subrayar su corta edad. Ves los esbozos de los dibujos que animar¨¢n tu historia. Y los ves porque la partida avanza y Draw ha sido seleccionada para presentarse en el Cartoon Movie de Burdeos, el encuentro europeo m¨¢s importante dedicado al mundo de la animaci¨®n, que re¨²ne a m¨¢s de mil profesionales del mundo entero. Se presenta como un largometraje de animaci¨®n con un presupuesto de tres millones de euros y un proceso de producci¨®n estimado de tres a?os. Par¨¦ntesis: tres millones de euros no suenan a dieciocho mil euros; a¨²n menos suenan a mil doscientos eurazos. Pero cierras el par¨¦ntesis y sigues la partida. Porque esa selecci¨®n en el Cartoon Movie significa el pistoletazo de salida para este largometraje de animaci¨®n, el primero centrado en el mundo del ajedrez que se realiza en la Historia. Ves el cartel que han preparado. En grande: Draw. Abajo, bien visible: Based on the book by Paco Cerd¨¤ The Pawn. Hay tambi¨¦n muchos peones y las caras, dibujadas en animaci¨®n, de dos ni?os: Arturito Pomar, ojos almendrados, cejas finas, pelo negro con raya de posguerra, y Bobby Fischer, pelo rubio revuelto, orejas de soplillo, mirada felina. La noticia se publica en algunos peri¨®dicos. En Abc, en La Vanguardia, hasta en el Marca. La familia de Arturo Pomar se emociona: su padre va a protagonizar una pel¨ªcula internacional. Tu familia se emociona: van a hacer una pel¨ªcula importante sobre tu libro. Todo es s¨®lido como un enroque. Solo hace falta tener paciencia de torre.
5. ? La dama
La dama empieza la partida en su guarida palaciega, resguardada tras los peones. A medida que avanza el juego va desplegando su omnipotencia arrolladora. En horizontal, en vertical, en diagonal, sin l¨ªmite de escaques. Tras la llamada que anuncia la disposici¨®n de Woody Allen a poner su voz para el teaser de tu pel¨ªcula, eres una dama. Te sientes invencible. El productor te anuncia que viajar¨¢ a Nueva York a grabarle la voz a Woody. Ya siempre es Woody. Un d¨ªa te env¨ªa una captura de pantalla con un trozo del contrato firmado con Woody. Su firma rotunda, tan art¨ªstica la letra, va al pie del contrato. T¨² alucinas. Otro d¨ªa te anuncia que ya tienen fecha para volar a Nueva York. Pides ir t¨² tambi¨¦n, no perderte el momento, estar en la casa de Woody y saludar a Woody y presenciar ese m¨ªstico momento que cambiar¨¢ tu carrera, seguramente tu vida, porque eres la dama y tu corona refulge a lo lejos. Pero te dicen que no. Que la seguridad lo impide. Que Woody es muy celoso de su intimidad y que solo puede ir el equipo justo para la grabaci¨®n. Ni uno m¨¢s. Y entonces te desgranan bien que lo que van a grabar, ese teaser o ese corto, es una historia que figura dentro del libro El pe¨®n, pero cuyo guion ha escrito el mismo productor que te hab¨ªa contactado. No t¨². Suena un poco raro. No es El pe¨®n. No es Draw. Es otra cosa relacionada con Fischer. Y te dicen que si Woody entra, tal vez el proyecto deba adaptarse un poco porque su vuelo es internacional y adquiere una potencia estratosf¨¦rica. Que ir¨¢ sobre Fischer y Pomar pero que requerir¨¢ una adaptaci¨®n respecto al texto original. Y t¨², que salivas, dices que claro, que se adaptar¨¢ lo que sea necesario. Y al cabo de unos d¨ªas te env¨ªa la foto: tu productor, con una sudadera ocre de ajedrez, al lado de Woody en lo que parece la casa de Woody o el estudio de Woody en el Nueva York de Woody.
Misi¨®n cumplida: voz grabada. Lo que parec¨ªa una idea loca, una botella en el mar que lanzaron por ti, se ha materializado, ha llegado a la orilla. Y al cabo de unos d¨ªas, el productor te llama. La conversaci¨®n dura cuarenta minutos. Sabes que firmasteis el contrato el 1 de septiembre de 2020. Te pagaron los 1.200 eurazos; mil euros limpios de impuestos. Eso es lo que te ha llegado hasta ahora, junto a toneladas de expectativas. La productora ten¨ªa dos a?os para ejecutar la opci¨®n de compra de los derechos y pagar los 16.000 euros restantes, de los cuales a ti te correspond¨ªan menos de diez mil. Ya ha pasado el tiempo desde la firma del contrato. Han pasado dos a?os y cuatro meses. Es enero de 2023. La opci¨®n a¨²n no se ha ejecutado: lo de Woody lo ha demorado todo. Y entonces el productor comienza a hablar. La dama es omnipotente. Pero, en un momento de la partida, todas las piezas la acechan. Quieren acabar con ella. El productor habla y t¨² traduces sus rodeos verbales. En s¨ªntesis: Que ha grabado la voz de Woody en Nueva York sobre el guion que ¨¦l hab¨ªa escrito. Que ahora ha cambiado de idea y quiere hacer un largometraje centrado, ¨²nicamente, en la infancia de Bobby Fischer: una historia sobre Brooklyn, a?os 50, un grupo de ni?os y adolescentes que juegan al ajedrez. Que no va a meter nada de Pomar, nada de tus peones pol¨ªticos, nada del Fischer adulto. Que, por lo tanto, no va a ejercitar la compra de derechos de El pe¨®n. Que deja libre la opci¨®n de compra que hab¨ªa bloqueado durante dos a?os y casi cinco meses, y que lo hab¨ªa llevado a aquel certamen de Burdeos, a los prototipos desarrollados de Arturito, que lo hab¨ªa llevado a la casa de Woody. Todo esto est¨¢ dicho con la frialdad asesina de un ajedrecista: sin la m¨¢s m¨ªnima empat¨ªa por el hecho que intentaba camuflar, y ese hecho es rotundo: Ya no habr¨¢ adaptaci¨®n de El pe¨®n. No existir¨¢ Draw. M¨¢s que bajarse del barco, te empuja a ti por la borda. Y no se toma la molestia ni de pagaros los 18.000 euros para que el editor y t¨² os los gast¨¦is en pa?uelos de papel que absorban bien las l¨¢grimas en futuras galas de Goya y de Oscar. Ni siquiera te pagar¨¢ un plato de bravas por el perjuicio econ¨®mico y el desenga?o personal. Si acaso, te propone, como compensaci¨®n, si quieres estar en el equipo de guionistas que puedan participar en esa futura pel¨ªcula y, si eso, empieza ya t¨² a investigar para ¨¦l sobre aquel grupo de chavales de Brooklyn en los a?os cincuenta y te escribes un argumento de quince p¨¢ginas que sirva de base para esa pel¨ªcula y adi¨®s. Cuelgas el tel¨¦fono. Hasta hoy.
6. ? El pe¨®n
Reflexionaste en muchos pasajes sobre esa palabra que inunda tu libro: pe¨®n. Escribiste de sus sacrificios, de su insignificancia cong¨¦nita, del abismo del vac¨ªo y la descarnada intemperie que se abr¨ªa bajo sus pies. Escribiste de esos cinco pasos, o seis, que son necesarios para despojarlo de su pesado destino, de los grilletes que le impone la jerarqu¨ªa y la sumisi¨®n. Escribiste sobre esa inadvertida circunstancia. Que rey, dama, torre, caballo y alfil pueden deshacer sus movimientos: desandar el camino, regresar al origen, rectificar. Solo el avance del pe¨®n es irreversible. Condenado a moverse siempre hacia adelante, es el ¨²nico incapaz de volver atr¨¢s. Reflexionaste mucho acerca del peligro que les acecha y la endeblez de sus armas, sobre su sacrificio comunal para debilitar la estructura adversaria. Buscaste en la etimolog¨ªa latina de la palabra ¨Cpedo, pedonis: soldado de a pie¨C y rastreaste el nombre que la pieza menos valiosa del ajedrez recibe en otras lenguas: en s¨¢nscrito, patadam; en persa, piyada; y en ¨¢rabe, baidaq. En los tres casos contiene el significado de soldado de infanter¨ªa, que se mueve a pie. En ingl¨¦s es pawn, persona usada para promover los prop¨®sitos de otra, persona manipulada por otro, reh¨¦n. En franc¨¦s es pion, persona o elemento que solo desempe?a un papel m¨ªnimo, que es manipulado, del que se dispone con arbitrariedad. Te sumergiste en todas las dimensiones del pe¨®n. El pe¨®n sacrificado. El pe¨®n envenenado. El pe¨®n doblado. El pe¨®n pasivo. El pe¨®n asesino. La soledad del pe¨®n aislado. Pensaste en todo ello y escribiste esa primera frase rotunda: Nunca un pe¨®n es solo un pe¨®n. Sonaba ¨¦pica, triunfal. As¨ª empezaba el libro. As¨ª empez¨® todo. Pero ya casi hab¨ªas olvidado aquella otra frase escondida en la p¨¢gina 91 que escribiste con mimbres afor¨ªsticos y voluntad de antolog¨ªa. Esa frase que te acompa?a ahora que Woody Allen nunca tendr¨¢ al lado el nombre de quien un d¨ªa fue rey, otro d¨ªa se sinti¨® caballo, al otro alfil, que tambi¨¦n fue torre y que hasta tuvo conciencia fugaz de ser dama. Esa frase, el mejor resumen de esta gran historia de sobremesa, dice as¨ª: Todo pe¨®n es una dama en potencia, y esa creencia, salv¨ªfica, suele ser su perdici¨®n.
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