Culturetas desde la cuna
Las ganas de los padres de pasar m¨¢s tiempo con sus hijos y seguir acudiendo a eventos aumentan la relevancia de las actividades infantiles, aunque a veces las entradas vuelen y la calidad resulte dudosa
El Ratoncito P¨¦rez no ha compuesto Let it Be. Tampoco ha tocado en el grupo m¨¢s famoso de la historia. Ni mucho menos lleva ocho a?os sin actuar en Madrid. Al rev¨¦s, se le puede visitar cada d¨ªa en su propia casa, en pleno centro de la capital. Sin embargo, el roedor s¨ª se parece a Paul McCartney en algo: ambos agotan entradas en cuesti¨®n de horas. O minutos. Un martes de finales de junio, poco antes de las 11 de la ma?ana, una cola de distintas edades aguardaba a que abriera el museo del c¨¦lebre roedor. Todos con su billete adquirido con antelaci¨®n. Las familias que se hab¨ªan confiado a la taquilla, en cambio, descubrieron que ya no hab¨ªa hueco. Si acaso, para el final de la tarde. Se vieron obligadas a darse la vuelta. Y, sobre todo, a lidiar con la desilusi¨®n de los peque?os.
¡ª?Vamos?
¡ªNo podemos.
¡ª?Por qu¨¦?
Dif¨ªcil contestar a la muy leg¨ªtima pregunta que un chiquillo con gorra de b¨¦isbol dirigi¨® a su abuelo. Entre otras cosas, porque habr¨ªa que hablarle de conciliaci¨®n, capitalismo, esperanzas frustradas y cambios generacionales. Tampoco le consolar¨ªa saber que su chasco no supone un caso aislado. Pocos d¨ªas antes, una pareja pidi¨® ayuda a la imaginaci¨®n para explicarle a su hijo de tres a?os que deb¨ªan marcharse sin acceder a la exposici¨®n La ciencia de Pixar, en el Caixaforum de Madrid: ¡°Buzz Lightyear se ha tenido que ir a dormir¡±. Los tres volvieron, esta vez con ¨¦xito, al d¨ªa siguiente. ¡°Hay una proliferaci¨®n de actividades culturales infantiles. Y la tendencia habitual es que las entradas vuelen¡±, resume Pablo Mart¨ªnez Garc¨ªa, vicegerente de Tritoma, empresa especializada desde hace d¨¦cadas en organizaci¨®n de eventos art¨ªsticos. ¡°Cuando empezamos, en el 79, casi no hab¨ªa oferta para ni?os. Y, al ser infantil, no se consideraba. Ahora se le da la misma importancia¡±, agrega I?aki Ju¨¢rez Montol¨ªo, director art¨ªstico del teatro de t¨ªteres Arbol¨¦, en Zaragoza.
Demograf¨ªa, sociolog¨ªa y econom¨ªa se mezclan para entender la creciente relevancia de exposiciones, proyecciones, espect¨¢culos, lecturas o conciertos para asistentes peque?os. Las fuentes consultadas, entre familias y trabajadores del sector, apuntan en varias direcciones: ante todo, el mayor empe?o de los progenitores mileniales en pasar tiempo de calidad con sus hijos. ¡°Era impensable a mediados de los noventa que un padre fuera a ver un cantajuegos¡±, sentencia Mart¨ªnez Garc¨ªa.
La propia oferta, seg¨²n varios entrevistados, ha aumentado su atractivo: se toma m¨¢s en serio a los peque?os y, a la vez, entretiene mejor a los adultos. ¡°A los ni?os intentamos exigirles que vayan un poco m¨¢s all¨¢. Pero somos conscientes tambi¨¦n de que, en las funciones infantiles, la mitad del aforo est¨¢ compuesta por mayores. Y al ser el teatro un arte en vivo, puedes ir modific¨¢ndolo d¨ªa a d¨ªa¡±, comparte Ju¨¢rez Montol¨ªo. El triunfo en los cines de Del Rev¨¦s 2 sugiere qu¨¦ sucede cuando se hechiza a la vez a todas las edades. Lo que logra, en la pantalla m¨¢s peque?a, la serie Bluey.
¡°Cuando eres padre, los planes de ocio terminan enfocados principalmente a tus hijos. No les puedes llevar a ver a Puccini. Pero un espect¨¢culo infantil que tenga cierta relaci¨®n, aunque sea desde otra perspectiva, tambi¨¦n cubre tu necesidad de hacer algo¡±, aporta otro argumento Mart¨ªnez Garc¨ªa. O, dicho de otra manera, si ya no est¨¢s en la pista con todas tus bandas favoritas, siempre te quedar¨¢n las de tus hijos. A costa, en algunas ocasiones, de flexibilizar tus gustos.
Hace a?os, agotado tras el en¨¦simo visionado obligado de La patrulla canina, el guionista Borja Cobeaga bromeaba en la red social X con reunir a unos cuantos padres para ¡°ir a darle un susto¡± al creador, Keith V. Chapman. Otro progenitor cuenta as¨ª su reciente experiencia ante un escenario infantil: ¡°Supuestamente era un concierto para ni?os, pero lo ¨²nico que hab¨ªa era un hombre moviendo dos maracas y una chica tocando el viol¨ªn¡±. Duda seriamente de que su peque?a se divirtiera. Y agrega: ¡°Por lo menos era gratis¡±.
Aqu¨ª emergen unas cuantas sombras del asunto. Por un lado, no todos los sectores ofrecen las mismas opciones. Un filme infantil fue lo ¨²ltimo que vio uno de cada 10 asistentes a las salas, en datos del anuario estad¨ªstico que publica cada a?o el Ministerio de Cultura. Para cre¨¦rselo, basta con echar un ojo a la frecuencia de estrenos animados para peque?os. Pero, en el teatro, la misma estad¨ªstica sube a uno de cada 20 espectadores. Los libros infantiles y juveniles supusieron el 11,4% del total de obras apuntadas en 2022 en el registro ISBN. Sin embargo, solo el 0,5% de los conciertos de m¨²sica popular realizados en el mismo a?o estuvo enfocado al p¨²blico m¨¢s joven, seg¨²n el anuario de la SGAE.
¡°Una cuesti¨®n detr¨¢s de varias problem¨¢ticas que afectan a la infancia, como el uso excesivo de dispositivos digitales, est¨¢ relacionada con la falta de alternativas de ocio. Me refiero a actividades que permitan disfrutar de un tiempo libre sano y ayuden a desarrollarse plenamente como personas. Es importante que todos puedan participar en iniciativas de este tipo¡±, tercia Rub¨¦n P¨¦rez Correa, secretario de Estado de Juventud e Infancia. El derecho de ¡°todos¡± a acceder a la cultura, que protege el art¨ªculo 44 de la Constituci¨®n, empieza desde la cuna. Pero, en muchos casos, la oferta no basta para cubrir la demanda, al menos a juzgar por los datos de SGAE y Cultura, y la opini¨®n de expertos y familias de Madrid, Galicia, Catalu?a, Pa¨ªs Vasco o Arag¨®n consultados. Emergen, adem¨¢s, las desigualdades.
En el coraz¨®n de la capital o de otras grandes ciudades, el p¨²blico elige entre varias posibilidades, pero compite con un sinf¨ªn de aspirantes a una entrada. En periferias y lugares menos poblados, a menudo escasean directamente las alternativas. ¡°La gente que vive en el centro tiene muchas m¨¢s opciones. La mayor¨ªa de los planes suelen salir ah¨ª. Al resto, nos supone a?adir m¨¢s gastos y log¨ªstica¡±, apunta Irene Hern¨¢ndez, madre de una ni?a de siete a?os. Todo ello, al menos en las mayores urbes, se traduce en la volatilizaci¨®n de las entradas m¨¢s deseadas. Si no, que intenten apuntarse a los talleres infantiles del madrile?o Circo Price. En Zaragoza, el Arbol¨¦ lidia con problemas distintos: ¡°Por fin estamos recuperando los niveles de asistentes prepandemia. Estamos en medio de un parque, pero casi nunca alguien que pase por ah¨ª se interesa por el teatro. El p¨²blico que viene es porque busca directamente la sala¡±. Montol¨ªo muestra sus dudas, eso s¨ª, de que su nicho de fieles espectadores pueda extrapolarse para un an¨¢lisis sobre Espa?a entera.
El veterano titiritero subraya otro asunto controvertido: ¡°En todas las ciudades hay teatros p¨²blicos. Y se da por hecho que los espect¨¢culos para adultos cuestan un dinero. Pero cuando se hacen para ni?os tienen que ser gratis o casi regalados. Para las compa?¨ªas privadas (aunque nosotros recibimos una gran ayuda p¨²blica), supone una fuerte competencia desleal. Hay padres que nos dicen: ¡®Ah, pero hay que pagar. Qu¨¦ verg¨¹enza¡±. Sin embargo, tambi¨¦n puede darse el fen¨®meno opuesto. Los precios por encima de los 20 euros en muchas muestras del recinto Ifema de la capital, por ejemplo, criban a m¨¢s de una clase social. Y a veces, adem¨¢s, al pago le sigue una iniciativa dudosa, o incluso enga?osa, que busca aprovechar el tir¨®n del mercado. ¡°Cada vez son m¨¢s los que te ponen una piscina de bolas para que te hagas fotos y las subas a Instagram, y eso ya es la novedad¡±, lamenta Hern¨¢ndez. ¡°Hay cosas que no tienen ning¨²n sentido¡±, sentenciaba un padre de A Coru?a, antes de ir a ver al Ratoncito P¨¦rez.
Se explotan, entre otras cosas, las inseguridades de todo progenitor: ?y si esa clase de baile o teatro para beb¨¦s resultara decisiva para su formaci¨®n psicomotriz, qu¨¦ clase de monstruo se preocupar¨ªa por el dinero? ?Y si mi hijo es el ¨²nico que no est¨¢ yendo y eso retrasa su desarrollo? Y as¨ª hasta reventar la agenda de los peque?os. ¡°El riesgo es el exceso, de presi¨®n para las familias y de realizar todo el tiempo actividades estructuradas. Se siente cada vez m¨¢s el peso social sobre lo que educar a un hijo debe incluir. Somos carne de ca?¨®n para este discurso capitalista. La crianza actual est¨¢ sobreexigida y eso a veces obtura la capacidad de los padres de pensar en c¨®mo lo har¨ªan ellos¡±, defiende Leire Iriarte, psic¨®loga y vocal de Sepypna (Sociedad Espa?ola de Psiquiatr¨ªa y Psicoterapia del Ni?o y del Adolescente). ¡°Estamos muy centrados en la l¨®gica ¡®mi hijo lo va a saber todo, y ya mismo¡¯. Tiene un punto de consumismo, postureo y ego nuestro, de decirnos ¡®qu¨¦ bien lo estamos haciendo¡±, reflexiona Irene Hern¨¢ndez.
Para despejar alguna angustia, Cristina Cordero Castro, Coordinadora del Grupo de Trabajo de Neurodesarrollo de la Sociedad Espa?ola de Neurolog¨ªa Pedi¨¢trica, apunta: ¡°No hay ninguna evidencia cient¨ªfica que nos permita posicionarnos en ese tema. A nivel neurol¨®gico no consta que pueda existir repercusi¨®n por ello¡±. Se trata, pues, sobre todo de placer, deleite, enriquecimiento personal. Aunque tambi¨¦n educaci¨®n: muchos pedagogos suelen destacar la importancia de un acceso temprano y del efecto contagio en la cultura. Leer¨¢ m¨¢s el ni?o que lo vea en su casa. Y as¨ª con las dem¨¢s artes. Con las ventajas que ofrece tambi¨¦n en los resultados acad¨¦micos.
¡°El contacto con la cultura es s¨²per beneficioso, pero va m¨¢s all¨¢ de apuntarse a talleres o exposiciones. La creatividad se puede desarrollar tambi¨¦n con un cart¨®n y un palo. O leyendo. O aburri¨¦ndose: constatamos cada vez menos capacidad en los ni?os de poder entretenerse sin pantallas o una actividad reglada¡±, plantea Iriarte. Y contin¨²a: ¡°No siempre son necesarios planes sofisticados. Los ni?os necesitan movimiento libre, y lo hay en espacios protegidos donde se pueda jugar con la arena o bajar por un tobog¨¢n. Y m¨¢s en la franja de edad 0-3, donde lo que les hace falta es el v¨ªnculo, como la ciencia ha corroborado millones de veces. En vez de buscar alternativas para los ni?os, igual tenemos que luchar por estar m¨¢s tiempo con ellos¡±.
Aunque, entre tantas reflexiones y debates, a menudo termina mandando el mismo jefe de siempre: el dinero. ¡°Hay estudios que encuentran una relaci¨®n entre la exposici¨®n a actividades art¨ªsticas y el desarrollo cognitivo, la cohesi¨®n social, o la calidad de vida. Pero tiene su doble lectura: las personas que pueden acceder suelen ser de clases medio-altas y tener m¨¢s factores protectores. Es un poco tramposo leerlo como ¡®a m¨¢s actividades culturales, mayor ¨¦xito educativo¡±, subraya Iriarte. Igual que la variable geogr¨¢fica, la socioecon¨®mica tambi¨¦n marca el camino. A veces, la oferta existe en la cartelera, pero no entre las opciones que da la cuenta bancaria. ¡°Las actividades tienen que ser inclusivas, de proximidad y con precios accesibles, o hasta bonificados, especialmente para familias en riesgo de pobreza o exclusi¨®n social. Hay que actuar a todos los niveles, sobre todo desde los gobiernos regionales y locales, que tienen las competencias. No es suficiente con que haya dos o tres musicales para ni?os en la Gran V¨ªa de Madrid a precios impagables para una familia trabajadora¡±, agrega el Secretario de Estado de Juventud e Infancia.
A m¨¢s de una familia le vendr¨ªa bien el genio de la l¨¢mpara del musical de Aladd¨ªn. Pero Irene Hern¨¢ndez sabe c¨®mo satisfacer los deseos de su ni?a. Vigila las promociones: ¡°Aunque no est¨¦ tan publicitado, un teatro de magia reservado por [la plataforma] Atr¨¢palo a veces es m¨¢s asequible y merece m¨¢s la pena que el Museo Sweet Space, al que tambi¨¦n fuimos¡±. Y, adem¨¢s, tira de variedad. Manualidades. Un picnic. Si la cartera no siempre da para ir a la sala, tal vez el cine pueda venir a casa: ¡°Al final se trata de querer dedicarles tiempo. Movemos los sof¨¢s, preparamos las palomitas¡¡±. No ser¨¢ lo mismo, claro. Pero est¨¢n juntas. Y en su sal¨®n, por lo menos, las entradas nunca se agotan.
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