Aquel verano de... Luc¨ªa Lijtmaer: lo que no acaba
La escritora recuerda el est¨ªo de 1999, cuando vio mucho la tele inmersa en la tristeza por haber regresado de un Erasmus inolvidable en Londres
Todo empieza el 22 de junio de 1999, el d¨ªa que marca el inicio del verano. Es exactamente ese d¨ªa, esa misma ma?ana en la que me doy cuenta de que todo se acaba de ir a la mierda. Estoy en un barrio al sur de Londres donde acabo de pasar los nueve meses m¨¢s importantes de mi vida, o al menos eso siento, donde he cumplido veinti¨²n a?os y ahora me toca volver a mi casa. Y lo peor de todo es que tengo una resaca espantosa.
Es horrible tener resaca durante una preciosa ma?ana de junio en esas circunstancias. El tiempo no acompa?a a tu desconsuelo. Quieres que llueva y no va a pasar. Las abejas zumban alrededor de los parques, la gente hace barbacoas al aire libre y el sol acaricia las mejillas y los tobillos de todos los estudiantes que pasan por mi lado, con libros, guitarras o cajas de cart¨®n. Todo el mundo es feliz porque llega el verano y yo arrastro una maleta que pesa demasiado por un bar con mesas pintadas de colores, intentando pedir un caf¨¦. Tengo una resaca tremenda, inmunda, propia de haber bebido para querer olvidar que me voy de mi para¨ªso, la universidad de letras en la que acabo de finalizar mi Erasmus y donde he conocido a los amigos m¨¢s cercanos que he tenido nunca, mis almas gemelas.
Lo ¨²ltimo que recuerdo es tomar chupitos de algo en una habitaci¨®n enmoquetada y bailar a Prodigy. Todos mis amigos deben de estar dormidos y yo soy ahora la primera que tiene que ir al aeropuerto. En la barra, con un dolor lacerante de cabeza y el est¨®mago revuelto, creo que pido un caf¨¦. Cuando me lo llevo a los labios, siento olor a alcohol y me digo que no es posible, que me lo estoy imaginando, as¨ª que me lo tomo de golpe. S¨ª, tiene alcohol. Me han hecho un carajillo por error. ?Qui¨¦n hace un carajillo por error? Desde esa cafeter¨ªa regentada por alg¨²n insensato miro la ma?ana hermosa de junio, algo finalmente cede en mi interior y comienzan a rodarme l¨¢grimas del tama?o de canicas mejillas abajo. Soy infeliz. Soy todo lo infeliz que se puede ser, o eso creo yo, porque para eso tengo veinti¨²n a?os y el mundo es para m¨ª la estepa des¨¦rtica del verano que est¨¢ por empezar.
No nos vamos a enga?ar, mi verano de 1999 no fue un buen verano. Echaba de menos mi vida anterior, quer¨ªa estar con mis amigos en ese barrio del sur de Londres pero no pod¨ªa, as¨ª que me sum¨ª en una tristeza let¨¢rgica que dur¨® todo julio y agosto, hasta que tuve que volver a clase, a terminar la carrera. Me tumb¨¦ en el sof¨¢ y vi toda la televisi¨®n posible. Toda. Desde las once de la ma?ana hasta las once de la noche. A ratos iba a por un refresco a la nevera y contemplaba mi rostro en el espejo, que para m¨ª adquir¨ªa colores tornasolados, entre el verde y el lila. Mis c¨®rneas estaban sufriendo los efectos de ver sin respiro alguno reposiciones de Los vigilantes de la playa o Las gemelas de Sweet Valley durante tantas horas. Mis pobres padres, preocupados, hac¨ªan lo que todos los padres intentan hacer con sus hijos en verano. Que es repetir sin cesar la frase: ¡°An¨ªmate, sal a que te toque un poco el aire y el sol, que te sentar¨¢ bien¡±, aunque caiga en saco roto. Lo ¨²ltimo que quiere un veintea?ero con crisis existencial es que le toque el aire. Lo ¨²ltimo que quiere es pasar p¨¢gina, intentar ser feliz.
Durante ese verano record¨¦ todo lo que hab¨ªa vivido ese a?o. Hab¨ªa bailado sin parar, hab¨ªa ido a obras de teatro en pubs, hab¨ªa descubierto la escarcha a la madrugada, hab¨ªa intercambiado libros nuevos, visto exposiciones raras y reveladoras, hab¨ªa conocido Irlanda, hab¨ªa tocado el timbre en bares ilegales con detectores de metales, hab¨ªa pedido m¨²sica a una dj con la cara completamente tatuada, hab¨ªa dado besos sin parar, hab¨ªa viajado en ferry, hab¨ªa hecho tortillas de patatas para veinte personas, hab¨ªa visto fuegos artificiales en medio del bosque, hab¨ªa caminado por la orilla del r¨ªo rodeada de amigos estallando en carcajadas. Y millones de cosas m¨¢s que no recuerdo.
Con el tiempo me di cuenta de que mi verano, en realidad, hab¨ªa durado todo el a?o anterior. Un verano perfecto de nueve meses. Y, finalmente, me levant¨¦ del sof¨¢.
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