Las superestrellas no pudieron parar a Trump
Tal vez el ¡®fandom¡¯ no siga a pies juntillas los consejos de sus ¨ªdolos. O puede que el n¨²mero de fans sea menor del que nos cuentan los publicistas
Tras el terremoto de Donald Trump, seguimos en modo pausa para reflexionar y, con suerte, extraer alguna ense?anza. Siente uno curiosidad por la supuesta ineficacia de los famosos que recomendaron votar a Kamala Harris (aunque, en realidad, puede que funcionara y que su posicionamiento evitara que la goleada fuera a¨²n m¨¢s estrepitosa). Recordemos: buena parte de las c¨²pulas de Hollywood y de la m¨²sica pop se implic¨® en las elecciones, a trav¨¦s de las redes o apareciendo junto a la candidata dem¨®crata.
Urge impugnar algunos t¨®picos. Cuando Taylor Swift manifest¨® su apoyo a Kamala, le¨ª que la votaci¨®n del 5 de noviembre pr¨¢cticamente ya estaba decidida. Pensamiento vud¨², que confunde su masa de followers estadounidenses con una genuina fuerza social. Sin considerar la posibilidad de que Swift estuviera predicando a los convertidos (y a millones de menores de edad, sin derecho al voto).
Y el efecto bumer¨¢n: la antipat¨ªa por determinadas figuras puede incentivar el respaldo al contrincante de tu favorita. No ayud¨® que todo se desarroll¨® sobre un tel¨®n t¨®xico, como los casos de Jeffrey Epstein o Puff Daddy. Aunque cueste establecer conexiones directas entre tan escabrosos asuntos y las celebridades kamalistas. Con alguna excepci¨®n: Jennifer L¨®pez estaba presente cuando Daddy/Diddy, su entonces novio, tir¨® de pistola en un club neoyorquino, desencadenando una balacera que dej¨® varios heridos; dej¨® que un protegido suyo, un rapero centroamericano conocido como Shyne, se comiera el marr¨®n y pasara nueve a?os en prisi¨®n.
Aparte, sabemos que las posturas y las reputaciones evolucionan en uno u otro sentido. No veo las bondades del aval de Eminem, con turbios antecedentes de misoginia y violencia. Bruce Springsteen encarn¨® durante d¨¦cadas cierto esp¨ªritu rebelde de la clase trabajadora estadounidense; fue generoso en donaciones y conciertos ben¨¦ficos. Pero me pregunto si los fans azotados por la inflaci¨®n entienden los millones invertidos en la carrera h¨ªpica de su hija Jessica.
Hablando espec¨ªficamente del rock, sabemos que es propicio al narcisismo y a la fantas¨ªa. En 1967, tras la publicaci¨®n del Sgt. Pepper¡¯s Lonely Hearts Club Band, aquel grandioso bocazas llamado David Crosby se asombraba de que tanta belleza no hubiera detenido la guerra de Vietnam. El pobre David pudo comprobar el giro del zeitgeist cuando sali¨® de gira con Stephen Stills, Graham Nash y Neil Young en 2006: miembros del p¨²blico manifestaron ostentosamente su rechazo a las canciones cr¨ªticas con el presidente Bush y la invasi¨®n de Irak, abandonando los recintos. Estos disidentes no estaban dispuestos a dejarse sermonear (y, con todo, hab¨ªan comprado las caras entradas, lo que implicaba una forma de activismo).
Finalmente, no deber¨ªamos concluir que se trataba exclusivamente de postureo (y que levante la mano quien nunca haya modulado sus opiniones en funci¨®n del momento o la compa?¨ªa). Las ¨ªnfulas de superioridad moral no son exclusivas de la izquierda. Y los que se alinearon junto a la vicepresidenta merecen, al menos, alg¨²n grado de simpat¨ªa en la derrota. En contra de lo que ahora se afirma, no prometieron abandonar EE UU si ganaba Trump. Bueno, s¨ª, lo solt¨® Cher. Pero no me digan que se toman muy en serio a Cher: estuvo casada con Sonny Bono, un falso hippie que luego ir¨ªa a Washington como congresista republicano.
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