¡°Buscaba un sitio con gente parecida a m¨ª¡±: la m¨²sica afro reivindica los or¨ªgenes de una generaci¨®n migrante
Las sesiones y eventos se multiplican por Espa?a, los artistas suman millones de reproducciones en Spotify y se cuelan en el ¡®mainstream¡¯ a trav¨¦s de las colaboraciones con cantantes latinos
Es viernes. Hace cuatro horas, CJ, un veintea?ero afroestadounidense, hac¨ªa turismo con sus tres amigas por Madrid. Ahora, pasadas las 00.30, est¨¢ a cuatro patas, moviendo las caderas como si en vez de huesos tuviera gomas, en el suelo de una discoteca en la Milla de Oro de Madrid, en la calle Serrano. Se levanta y recorre la sala con sus gestos de baile de voguing. Se aproxima a otro grupo de hombres que, en c¨ªrculo, se retan con distintos tipos de movimientos. Bailan ritmos del continente africano atravesados por el pop y la electr¨®nica. No se conocen, pero parece que llevaran semanas ensayando. ¡°Esto solo lo hab¨ªa visto en las pel¨ªculas¡±, resume bien lo que est¨¢ pasando en Ghetto Vibes, Yeneba, de 21 a?os, nacida en C¨¢diz con familia originaria de Senegal. Esta fiesta es solo un ejemplo de un fen¨®meno que se multiplica por toda Espa?a desde el final del confinamiento y que est¨¢ impulsado por el crecimiento de estos sonidos en Spotify y las redes sociales.
En Ghetto Vibes se juntan cada viernes turistas como CJ, los hijos y las hijas de migrantes de todo el continente africano y Am¨¦rica Latina, nacidos o no en Espa?a, y ¡°muchos blancos, cada vez m¨¢s¡±, explican Ruslan Oripov, originario de Ucrania, y Ana Marina Dom¨ªnguez, de Canarias, creadores de esta fiesta. Dos de los que han pagado los 20 euros para entrar, con un dresscode muy espec¨ªfico (tan concreto que en el perfil de Instagram de la fiesta hay recomendaciones de c¨®mo se debe vestir para entrar en este local), se llaman Quique y Alejandra, amigos de 24 y 21 a?os, son del mismo pueblo del Pa¨ªs Vasco, ¨¦l naci¨® en Guinea Ecuatorial. ¡°Siempre estamos buscando sitios donde bailar m¨²sica afro y de este local nos avisaron unos colegas¡±, cuentan. Kacem, de 21, es de Marruecos, viv¨ªa en Chipre y se acaba de mudar a Madrid. Buscaba garitos para bailar R&B y ha terminado trabajando aqu¨ª. ¡°Estoy aprendiendo a ser MC [animador] como ¨¦l¡±, y se?ala a un chico subido en la tarima del DJ con un micr¨®fono.
Se llama Sami, tiene 28 a?os, lleva el pelo recogido en una coleta, los tatuajes le suben hasta el cuello y se define como cantante de reguet¨®n y bailar¨ªn. En Guetto Vibes pasa la noche pegado al DJ, fuma en shisha y recorre la sala animando a la gente con sus bailes y sus canciones. Cuando la fot¨®grafa de este peri¨®dico le pregunta si le puede hacer una foto, este joven le pide unas gafas a su crew, el grupo de chavales que le rodean, y posa. En ese instante aparece Alejandro, un chico de 19 a?os que naci¨® en Madrid y cuyos or¨ªgenes se reparten por Camer¨²n y Francia. ¡°Estoy aqu¨ª por las vibes, por la m¨²sica, quiero aprender a bailar en esos c¨ªrculos¡±, explica este joven a la vez que apunta a una nueva coreograf¨ªa que se acaba de montar a nuestro lado.
Esta sesi¨®n, en una de las zonas m¨¢s adineradas de Madrid, es algo as¨ª como la versi¨®n m¨¢s mainstream de un fen¨®meno que hace menos de cinco a?os se circunscrib¨ªa a las ciudades del sur de la capital: el de las fiestas de m¨²sica afro. ¡°Mis hermanos mayores sal¨ªan por M¨®stoles, Fuenlabrada, Alcorc¨®n, Getafe, algunas zonas de Torrej¨®n a principios de los 2000¡å, explica Oumoukala, investigadora sonora y DJ, de 28 a?os. Ella naci¨® en un pueblo de Mauritania y lleg¨® a Espa?a a los cuatro a?os para reunirse con su padre, que hab¨ªa viajado antes que el resto ¡°en busca de una mejora de sus condiciones materiales¡±, cuenta. En estas poblaciones madrile?as, como explica esta joven, vive una gran comunidad de ciudadanos llegados de Guinea, Nigeria y Senegal. Ella y sus hermanos iban hasta all¨ª de fiesta desde el norte de la Comunidad de Madrid en busca, dice, de ¡°un sitio donde pudieras ver a m¨¢s gente parecida a ti¡±.
Con el paso de los a?os, Oumoukala se empez¨® a preguntar por qu¨¦ no pod¨ªan ser ellos ¡°y no gente occidental y europea¡± los que gestionaran las fiestas en las que suenan ¡°m¨²sicas del sur global¡±. Y a poder ser que se celebraran en el centro de Madrid. Antes de la pandemia, ella fund¨® dos de estos eventos: Okro y Don¡¯t Hit A la Negrx en casas okupas y locales como La Dragona. ¡°El objetivo era generar una caja de resistencia para personas trans, racializadas, sin documentaci¨®n y otras en situaciones vulnerables¡±, explica.
Despu¨¦s del confinamiento, Oumoukala se profesionaliz¨® como DJ y empez¨® a pinchar en m¨¢s fiestas en las que, asegura, trata de ¡°resignificar¡± la m¨²sica de su infancia, la que le pon¨ªan sus padres, con la que fue escuchando y conectando en su juventud en Espa?a. ¡°Es un proceso de reconciliaci¨®n con lo que yo entiendo que debe ser un poco el disfrute de los or¨ªgenes musicales¡±, dice, y pone varios ejemplos de su trabajo en el que mezcla instrumentos de cuerda del este de ?frica, artistas como Salif Keita y Boubacar Traor¨¦ y g¨¦neros como la electr¨®nica, entre otras muchas referencias musicales.
En esta misma tarea de mezcla de ritmos y mucha investigaci¨®n est¨¢ Marc Collins, conocido como Materia Prima en su faceta DJ. Naci¨® en Camer¨²n en 1995 y lleg¨® al barrio de Aluche de Madrid a los 11 a?os. Ha convivido, cuenta, con marroqu¨ªes y gitanos, unos sonidos que ha incorporado a los de la tribu de su familia y a todos esos que va encontrando en distintos pa¨ªses africanos. Despu¨¦s de ser rechazado durante muchos a?os y tener que pinchar, entre otros g¨¦neros, reguet¨®n para abrirse camino en esta escena, decidi¨® crear su propia jam session en casa. Gracias a su estilo, el boca oreja y la explosi¨®n comercial de estos ritmos ya tiene varias citas fijas en salas como Clamores y ha viajado a pa¨ªses como Canad¨¢ para tocar. ¡°Mis sesiones son espacios en los que cada uno se puede expresar con libertad a nivel pol¨ªtico y sexual, no hay tab¨²es¡±, define Collins.
En el origen de Afrobrunch hay tambi¨¦n una reivindicaci¨®n de encontrar y ocupar espacios en los que la m¨²sica afro no se limite a una sola canci¨®n comercial, es decir, a algo simb¨®lico que cumpla con una cuota. Danny, marroqu¨ª, criado en un barrio de M¨¢laga donde ¡°solo hab¨ªa africanos¡±, decidi¨® montar esta fiesta en Barcelona despu¨¦s del confinamiento. ¡°Est¨¢bamos cansados de viajar a Londres, no pod¨ªamos seguir pagando los billetes y la estancia para poder ir a fiestas de este tipo o a ver a nuestros artistas favoritos que no sol¨ªan pasar por Espa?a¡±, cuenta, ¡°tampoco quer¨ªamos seguir yendo a garitos que eran c¨®mo b¨²nkeres, una mierda, y con sesiones solo los mi¨¦rcoles¡±.
Danny convenci¨® al due?o de un local al aire libre en el F¨®rum de Barcelona para que le diera la oportunidad de organizar Afrobrunch un domingo durante el d¨ªa. ¡°Llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que, m¨¢s que racismo, hab¨ªa clasismo. Si le dices a alguien que solo le vas a llenar la sala con negros y moros, pero ese d¨ªa va a ganar una pasta, te va a ceder el sitio¡±, asegura, ¡°nuestra filosof¨ªa es de victimismo cero. No nos paramos a pensar que nos ten¨ªan que dejar un espacio por la inclusi¨®n o la diversidad. Siempre hemos sido claros con los propietarios de los locales: ¡®Mira, vas a ganar dinero¡±.
Aquel primer domingo metieron a m¨¢s de 300 personas en Afrobrunch. Su expansi¨®n desde Barcelona hacia otras ciudades espa?olas como Madrid y M¨¢laga lo ha convertido en un macroevento al que acuden artistas como Bad Gyal. En este evento, la lectura pol¨ªtica no es tal vez tan expl¨ªcita como en las fiestas de Materia Prima y Oumoukala, pero con la sola presencia (en el significado m¨¢s amplio de este t¨¦rmino) de artistas y p¨²blico de origen africano ¡°ya se permite que se vea el continente¡±, a?ade Moha Gerehou, responsable del festival Conciencia Afro que se realiza en La Casa Encendida de Madrid. ¡°Se trasciende esa imagen monol¨ªtica como un lugar de pobreza, de exclusi¨®n, de enfermedades, de un lugar que no aporta nada a la historia de la humanidad¡±.
El empuje del amapiano
¡°En estas fiestas se mezcla amapiano, afropop y otros estilos del afro¡±, explica la periodista Sara Rosati, que tambi¨¦n trabaja con artistas como Mr. Eazi, icono del afrobeat, y Suzete, que fue concursante de Operaci¨®n Triunfo 2023. ¡°El amapiano, que viene de ritmos electr¨®nicos sudafricanos como el gqom, se ha empezado a popularizar fuera de las fronteras de Sud¨¢frica gracias a que los nigerianos, maestros en hacer comercial cualquier ritmo local, han empezado a hacer este g¨¦nero m¨¢s popular, mezclado con afrobeats. Y m¨¢s corto, de dos o tres minutos la canci¨®n¡±, relata sobre un estilo sin el que no se entiende la actual expansi¨®n de los ritmos africanos en Espa?a, pero que llevan a?os copando las listas de ¨¦xitos en Reino Unido, Francia u Holanda, donde la di¨¢spora africana est¨¢ asentada desde hace d¨¦cadas.
En 2023, el amapiano sum¨® m¨¢s de 1.400 millones de reproducciones en Spotify, seg¨²n datos de la plataforma de streaming. La empresa atribuye el crecimiento de este g¨¦nero al confinamiento, los meses en los que el mundo se encerr¨® en casa y se puso a descubrir nuevas m¨²sicas. TikTok fue una de las redes que identificaron r¨¢pido esta tendencia y contribuy¨® a su expansi¨®n a trav¨¦s de los retos de baile, m¨¢s conocidos como challenges.
El siguiente paso lo dieron las grandes estrellas del pop latino. Mr. Eazi colabor¨® con J Balvin y Bad Bunny (Oasis y Colores) y se convirti¨® en el primer artista nigeriano en ganar un Grammy Latino en 2023. La lista de este tipo de colaboraciones crece: Ozuna con Davido, Bomba Est¨¦reo con Yemi Alade, Bad Gyal con Rema, Rauw Alejandro con Ayra Starr, Maluma y Rayvanny. Incluso Soltera, de Shakira, tiene bases musicales africanas.
Suzete es uno de los ejemplos m¨¢s recientes de esta fusi¨®n. Naci¨® en Santo Tom¨¦ y Pr¨ªncipe y creci¨® entre Portugal y las Islas Canarias. Tras pasar por la Academia de Operaci¨®n Triunfo ha iniciado una carrera que se inscribe, explica, en ¡°el afrofusion: integrar elementos y tener referencias musicales principalmente de estilos como el Afrobeat, amapiano, afrotrap, kizomba, zouk, afrohouse¡±. Canta en ingl¨¦s, espa?ol y portugu¨¦s. Como muchos otros artistas africanos no va a renunciar a sus lenguas originarias. Ya no son un impedimento para entrar en el mainstream. El remix de su tema Kombolewa con Lola Indigo acumula m¨¢s de 1,8 millones de reproducciones en YouTube.
¡°No puedo predecir si estos ritmos conseguir¨¢n el nivel de influencia global del reguet¨®n¡±, apunta Moha Gerehou, ¡°pero se ha abierto un camino que es inevitable que se consolide. Hay una herencia cultural que se est¨¢ reivindicando¡±. Oumoukala apunta otro aspecto: ¡°En Espa?a no se van a llegar a entender del todo bien hasta que la propia gente negra pueda estar integrada en puestos laborales de todo tipo¡±. Ella hace una suerte de invitaci¨®n final a las personas blancas. ¡°Que no dejen de acudir a este tipo de fiestas para que se hagan visibles¡±. La DJ no pretende que dejen de ir a sesiones como Ghetto Vibes o Zsongo Club, donde prima el hedonismo, sino m¨¢s bien que vivan la experiencia de eventos en los que las personas racializadas ¡°ocupan los espacios donde ponen el centro sus vidas¡±.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.