Cuando Marisa Paredes descubri¨® el mar
Con su elegante porte y su fabulosa voz, irradiaba esa personalidad independiente y extraordinaria de las grandes de su oficio. Tan altiva como cari?osa, le bastaba un gesto para dominar la escena
Cuando la primavera pasada entrevist¨¦ a Marisa Paredes para el proyecto Memoria colectiva del cine espa?ol, un archivo vivo por la Academia de Cine, le pregunt¨¦ si sab¨ªa que su fecha de nacimiento, el 3 de abril, coincid¨ªa con la de Marlon Brando. Paredes, que obviamente lo sab¨ªa y entendi¨® el cumplido, dio uno de esos golpes de melena tan suyos y sonri¨® con la dulzura que amortiguaba la fiereza de sus ojos claros. Lo que sigui¨® aquella tarde fue el relato fascinante de una vida igual de fascinante. La actriz interpret¨® el despertar de su vocaci¨®n (¡°?Mi vocaci¨®n naci¨® conmigo!¡±) d¨¢ndole voz, como en una peque?a pieza de c¨¢mara, a su padre, Lucio, y a su madre, Petra, cuando les anunci¨® que, les gustara o no, el escenario era su destino. Paredes evoc¨® sus inicios a lo Eva Harrington y la importancia de su barrio ¡ª¡°Yo nac¨ª en el barrio de las Musas¡±¡ª en su forja.
Marisa Paredes descubri¨® el mar y la vida gracias al teatro y esa deuda no la olvid¨® nunca. El cine, sin embargo, se le resisti¨® hasta los a?os ochenta. Aunque particip¨® en El mundo sigue (1960), de Fernando Fern¨¢n-G¨®mez ¡ªuno de los grandes c¨®mplices de su juventud¡ª, su carrera no despeg¨® hasta dos d¨¦cadas despu¨¦s. La confianza le lleg¨® con Tras el cristal (1986), de Agust¨ª Villaronga, y el ¨¦xito internacional con Pedro Almod¨®var. Gran amante del teatro, este ¨²ltimo la descubri¨® a principios de los ochenta interpretando Mot¨ªn de brujas en el Mar¨ªa Guerrero, bajo la direcci¨®n de Josefina Molina y junto a Carmen Maura y Julieta Serrano. Su primera colaboraci¨®n fue la sor Esti¨¦rcol de Entre tinieblas (1983) y pese a la fama que le supuso Tacones lejanos (1991), de todas sus pel¨ªculas con el cineasta, la actriz siempre guard¨® un afecto especial por La flor de mi secreto (1995). A Paredes le encantaba comprobar c¨®mo pasaban los a?os y el p¨²blico m¨¢s joven se sab¨ªa los di¨¢logos de memoria: ¡°?Ay, qu¨¦ pena, hija m¨ªa! ?Tan joven y ya est¨¢s como vaca sin cencerro!¡±, le dec¨ªa su madre (Chus Lampreave) o ¡°?Ay, Betty, excepto beber, qu¨¦ dif¨ªcil me resulta todo!¡±, se lamentaba ella ante su amiga Carmen El¨ªas. Curiosamente, en Todo sobre mi madre (1999), Paredes era Huma Rojo, una diva del teatro que interpreta a Blanche DuBois en Un tranv¨ªa llamado deseo, la obra que catapult¨® a Brando. De alguna manera, Almod¨®var siempre encontr¨® en ella una extensi¨®n de sus mitos de Hollywood.
La ¨²ltima vez que vi a Marisa Paredes fue comprando, precisamente, flores a apenas un par de metros de su casa. Entr¨® en la florister¨ªa para encargar un ramo sencillo, y todos los que est¨¢bamos dentro nos paramos al instante. Con su elegante porte y su fabulosa voz, irradiaba esa personalidad independiente y extraordinaria de las grandes de su oficio. Tan altiva como cari?osa, le bastaba un gesto para dominar la escena. Aquel d¨ªa, salud¨® amablemente a todo el mundo, pero el gui?o se lo dedic¨® a los m¨¢s j¨®venes, mi hija y Elliot, el encantador encargado de la florister¨ªa. Cuando se fue, todos nos miramos y expresamos en voz alta nuestra admiraci¨®n por una mujer que sab¨ªa ser divina de una forma que ya nadie sabe serlo.
Paredes siempre nombraba a su abuela y a su madre, su ¡°¨¢ngel de la guarda¡±, a sus viejas amigas y a su ¨²nica hija, Mar¨ªa Isasi, a quien fue a ver al teatro un d¨ªa antes de su muerte. La crio con las tres cosas que consideraba fundamentales en la vida, libertad, educaci¨®n y cultura: ¡°Porque todo cambia menos El Quijote, Hamlet, Lorca o Picasso. El arte es lo ¨²nico que permanece¡±.
Babelia
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