¡®Memorias de un caracol¡¯: perversa joya de la animaci¨®n adulta nominada al Oscar
Depresiva y cruel, esta oda a la excepcionalidad est¨¢ llena de peque?as historias dentro del gran relato central creada por un artista que no se conforma con lo ya hecho, visto y mascado
¡°Sufrir¨¢s mucho, pero as¨ª es la vida: hay que enfrentarse a ella¡±. La ense?anza acerca de la existencia del ser humano, pronunciada en uno de los momentos m¨¢s emocionantes de Memorias de un caracol, no deja lugar a dudas: si est¨¢ pensando en ir con los ni?os a ver esta joya australiana de la animaci¨®n en stop motion (fotograma a fotograma, con modelos y objetos f¨ªsicos, y ausencia total de im¨¢genes generadas por ordenador), y es de esos padres que en todo momento intentan resguardar a los cr¨ªos de todo mal, igual deber¨ªa pensarlo dos veces. La pel¨ªcula de Adam Elliot, candidata al Oscar de la categor¨ªa, no se ahorra una: es oscura, t¨¦trica, pesimista (o realista con informaci¨®n), dram¨¢tica y est¨¢ dotada de un singular humor negro. Es, seguramente, una pieza solo para adultos.
Algunas de sus tem¨¢ticas y situaciones abundan en la sensaci¨®n: dos hermanos hu¨¦rfanos separados por los servicios sociales; una casa de acogida en la que reina el extremismo religioso; otra en la que los nuevos pap¨¢s practican el intercambio de parejas; un sintecho alcoh¨®lico que hab¨ªa sido juez, y que fue expulsado de la carrera por su tendencia a masturbarse en el estrado; un ni?o con tanto amor al fuego que se lo quer¨ªa comer¡ Elliot ya gan¨® en 2004 un Oscar al mejor corto animado por Harvie Krumpet (b¨²squenla, se puede ver gratis en Plex), otra pieza stop motion con tem¨¢tica arrolladora: el protagonista, marginado en la escuela, tiene el s¨ªndrome de Tourette y el irrefrenable impulso de tocar con su dedo la nariz de los dem¨¢s. Y ahora, con su ¨²ltima apuesta tras un ¨²nico largo ¡ªMary and Max (2009), acerca de la correspondencia entre un cuarent¨®n jud¨ªo y obeso de Nueva York y una ni?a de ocho a?os de los suburbios de Melbourne¡ª, renueva excentricidades, peculiaridades, intimidades y delicadezas.
Narrada en forma de fabuladora cr¨®nica existencial desde la ni?ez hasta la madurez, Memorias de un caracol tiene, en sus formas, un exquisito gusto por el detalle en cada uno de sus planos, cuidados con una brutal autoexigencia y desplegados a partir de una composici¨®n de personajes con tanto arte como insolencia. La voz en off domina la narrativa, casi siempre desde el punto de vista de la cr¨ªa protagonista, obsesionada por los caracoles, y convertida m¨¢s tarde en adolescente y mujer adulta. Pero tambi¨¦n interviene la voz de su hermano mellizo, lo que lleva a la pel¨ªcula en algunos momentos a una rica narrativa epistolar que acaba floreciendo en el conjunto.
Alejado de cualquier colorismo infantil, Elliot utiliza, de un modo acorde con los asuntos de fondo que trata, matices que no se salen del marr¨®n, el gris, el negro, el beis y el ocre. Como contrapartida, imprime a sus deformes criaturas y a su relato sobre la soledad una fina ternura no exenta de numerosos trazos de comedia negra. Y un tono tan inclasificable como ese momento en el que para definir la sensaci¨®n de que por fin el amor ha llegado a la vida de la protagonista, ella misma lo resume con un ¡°se me mojaban las bragas¡± de asombrosa sinceridad. Depresiva y cruel, esta oda a la excepcionalidad est¨¢ llena de peque?as historias dentro del gran relato central. Y tanto uno como las otras dejan entrever a un artista necesario: aquel que no se conforma con lo ya hecho, visto y mascado.
Memorias de un caracol
Dirección: Adam Elliot.
Intérpretes: Sarah Snook, Kodi Smit-McPhee, Eric Bana (voces).
Género: drama de animación. Australia, 2024.
Duración: 94 minutos.
Estreno: 31 de enero.
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