Las t¨¢cticas de supervivencia de Marianne Faithfull
La cantante, que aprovech¨® inteligentemente sus tropiezos para construirse una trayectoria mitol¨®gica, se habr¨ªa sentido abrumada ante tanto kirieleis¨®n
Veamos... ?c¨®mo explicarlo sin ofender a nadie? Imposible puntualizar detalles, cuando la muerte aporta ese definitivo halo de santidad, aparte del convencionalismo que ve ¡°mala educaci¨®n¡± en se?alar inconsistencias en las biograf¨ªas oficiales. Sospecho que Marianne Faithfull no compartir¨ªa esos prejuicios. Ten¨ªa la lengua suelta y, en verdad, era tremenda esnob. De visita a Madrid, alojada en una suite de lujo, se indign¨® al saber que en el mismo hotel, tal vez en la misma ha...
Veamos... ?c¨®mo explicarlo sin ofender a nadie? Imposible puntualizar detalles, cuando la muerte aporta ese definitivo halo de santidad, aparte del convencionalismo que ve ¡°mala educaci¨®n¡± en se?alar inconsistencias en las biograf¨ªas oficiales. Sospecho que Marianne Faithfull no compartir¨ªa esos prejuicios. Ten¨ªa la lengua suelta y, en verdad, era tremenda esnob. De visita a Madrid, alojada en una suite de lujo, se indign¨® al saber que en el mismo hotel, tal vez en la misma habitaci¨®n, hab¨ªa vivido David Beckham: ¡°?Beckham, el futbolista? Qu¨¦ horror. Si hubiera sido Beckett, el dramaturgo¡¡±.
Tomaba su carrera con cierta frivolidad. En otra visita a Espa?a, recort¨® su recital en un teatro. ?Fuerza mayor? No, sencillamente ten¨ªa prisa por acudir a la fiesta prevista tras el concierto de sus amigos del grupo Blur, que esa misma noche llenaban un gran recinto. Demasiadas veces, sus h¨¢bitos y su agenda social se impusieron sobre sus compromisos profesionales. En su descubrimiento como poderosa actriz secundaria a partir de los a?os noventa del siglo pasado, se pasaba por alto que, en d¨¦cadas anteriores, hab¨ªa renegado expl¨ªcitamente de esa profesi¨®n. En los sesenta y primeros setenta Marianne hizo teatro y televisi¨®n pero, en general, rechazaba papeles de protagonista en pel¨ªculas que requer¨ªan semanas o meses de rodaje fuera de su c¨ªrculo habitual.
Le fue m¨¢s f¨¢cil a Marianne destacar como cantante. Nada m¨¢s aparecer en el Londres pop, Andrew Loog Oldham la retrat¨® con su habitual crudeza: ¡°Un ¨¢ngel con tetas grandes¡±. El m¨¢nager de The Rolling Stones supo crearle un relato rotundo. Las conexiones con la aristocracia austroh¨²ngara y Leopold von Sacher-Masoch, educaci¨®n en un convento, matrimonio temprano, virginal folk singer¡ todo abandonado por Mick Jagger. Una relaci¨®n que fijar¨ªa la imagen de Faithfull para la eternidad. En verdad, su vida ¨ªntima resultar¨ªa bastante m¨¢s compleja: romances con famosos, abortos, intentos de suicidio, experiencias amargas. Y una disonancia fundamental: la reputaci¨®n de criatura promiscua, cuando luego te reconoc¨ªa que pas¨® d¨¦cadas acobardada ante la sexualidad. As¨ª, recordaba estar coqueteando con Bob Dylan y echarse atr¨¢s en el momento de concretar.
Los a?os setenta de Marianne fueron mitificados por su bi¨®grafo, David Dalton, con plena complicidad de la protagonista. Se exager¨® su etapa como sin techo y okupa en el Soho o Chelsea. En todo momento funcion¨® una eficaz red de protecci¨®n que se ocup¨®, por ejemplo, de inscribirla en el programa para adictos del National Health Service, que le permiti¨® el acceso gratuito a hero¨ªna de alta calidad. Se neg¨®, sin embargo, a apuntarse a las ayudas al paro de la Seguridad Social brit¨¢nica; algunos ven all¨ª un gesto de altivez patricia, aunque puede que sencillamente Marianne s¨ª estuviera recibiendo ingresos, por discos (Masques, Rich Kid Blues, Dreamin¡¯ My Dreams, Faithless) y pel¨ªculas hechos durante esos a?os setenta.
Mick Jagger no era uno de sus benefactores, a diferencia de Chris Blackwell. El fundador de Island Records la fich¨® en 1978, subvencion¨¢ndola hasta la publicaci¨®n del brutal Broken English. Blackwell sab¨ªa tratar con artistas problem¨¢ticos y disculpaba que Marianne tendiera hacia los amor¨ªos turbulentos, con personajes que se entromet¨ªan en su m¨²sica y su carrera (uno de ellos, Fran?ois Ravard, hasta confeccion¨® una segunda ¡°autobiograf¨ªa¡± de la diva). Una consecuencia era que su residencia oscilaba entre Estados Unidos, Irlanda o la Europa continental; Londres no estaba entre sus lugares favoritos (¡°demasiados paparazi¡±), a pesar de que all¨ª viv¨ªa un hermanastro y su ¨²nico hijo, Nicholas, y sus nietos.
Terminar¨ªa regresando a la capital brit¨¢nica, donde form¨® t¨¢ndem con otro sat¨¦lite flam¨ªgero expulsado de la ¨®rbita de los Stones, Anita Pallenberg. Ellas eran, seg¨²n afirmaba Marianne, ¡°bestias fabulosas¡± preparadas para intimidar. Adorada por la sociedad hip, requer¨ªa limusinas para desplazarse y ser tratada como una baronesa (¡°igual que mi madre¡±), tal vez como ant¨ªdoto para su miedo a la pobreza.
Un miedo exagerado: pose¨ªa bienes inmuebles en varias capitales. En contra de su reputaci¨®n de diletante, trabaj¨® y mucho: lanz¨® m¨¢s de una docena de discos tras ser rescatada por Chris Blackwell, demostrando buen olfato para los colaboradores. Y su calendario de actuaciones fue razonablemente intenso, a pesar de sus enfermedades y accidentes. Adem¨¢s, daba buenas entrevistas, donde no sol¨ªa faltar alg¨²n alfilerazo contra Mick Jagger. Y, no por casualidad, aprovechaba para a continuaci¨®n alabar a Keith Richards, que fue decisivo en la lucha por recuperar su cr¨¦dito en el tema Sister Morphine. Disfrutaba narr¨¢ndolo, se re¨ªa: ¡°Mis noviazgos siempre traen cola.¡±