Entusiastas del cine, fans de las estrellas y siestas en las salas: todo cabe en Venecia
La Mostra ofrece una variopinta galer¨ªa humana de periodistas, creadores, productores y p¨²blico que paga
Son casi las diez de la noche. Un goteo de espectadores accede a la sala para la ¨²ltima proyecci¨®n del d¨ªa. Tal vez descubran una perla. O se arrepientan de no haberse ido a cenar. Pero uno de ellos ya lo tiene m¨¢s que claro. As¨ª que, nada m¨¢s entrar, proclama en alto su firme intenci¨®n. Traducida de su dialecto romano al espa?ol sonar¨ªa as¨ª:
¡ªMenuda siestaca me voy a echar.
Cabr¨ªa preguntarle por qu¨¦, entonces, no se ha retirado a su hotel. Pero debe de ser que as¨ª tambi¨¦n se expresa la pasi¨®n cin¨¦fila. Tanto que a pocas butacas de distancia una se?ora comparte el mismo p...
Son casi las diez de la noche. Un goteo de espectadores accede a la sala para la ¨²ltima proyecci¨®n del d¨ªa. Tal vez descubran una perla. O se arrepientan de no haberse ido a cenar. Pero uno de ellos ya lo tiene m¨¢s que claro. As¨ª que, nada m¨¢s entrar, proclama en alto su firme intenci¨®n. Traducida de su dialecto romano al espa?ol sonar¨ªa as¨ª:
¡ªMenuda siestaca me voy a echar.
Cabr¨ªa preguntarle por qu¨¦, entonces, no se ha retirado a su hotel. Pero debe de ser que as¨ª tambi¨¦n se expresa la pasi¨®n cin¨¦fila. Tanto que a pocas butacas de distancia una se?ora comparte el mismo plan. De ah¨ª que avise a su amiga: ¡°Me escuchar¨¢s roncar¡±.
Conviene omitir el nombre de la pel¨ªcula, no vaya a ser que al director le d¨¦ una crisis existencial. Y, adem¨¢s, tampoco importa mucho: la escena no es tan rara en la Mostra de Venecia. En un filme de apenas una hora, un periodista confesaba haberse dormido hasta tres veces. Cosas de un festival. De luz apagada y asientos confortables. Y de una galer¨ªa humana variopinta, que procede de todos los gustos y los rincones del planeta. Redactores, creadores, productores y espectadores se juntan cada d¨ªa, durante dos semanas, para decenas de proyecciones. Puede haber colas para un w¨¦stern kazajo o un filme experimental saud¨ª. Y, mientras, se comparten todo tipo de teor¨ªas y certezas f¨ªlmicas. Basta abrir los o¨ªdos para escucharlas.
¡ªLas pel¨ªculas de [Aleksandr] Sokurov hay que verlas tres veces.
¡ªNo me gusta la etapa iPhone de Almod¨®var.
¡ªSolo vi media hora. Bonita, ?eh?
¡ªNo entend¨ª nada, pero me encant¨®.
Apenas son cuatro ejemplos ¡ªde los ¨²ltimos ocho a?os de certamen¡ª, pero la conversaci¨®n nunca se interrumpe. Y, en el fondo, demuestra un entusiasmo inaudito por el s¨¦ptimo arte, adem¨¢s de contagioso. Porque, mientras algunos cines cierran, otros luchan por sobrevivir y los que abren suelen hacerlo en un centro comercial, el festival de Venecia ofrece una burbuja de resistencia. Sobre todo, en sus dos salas principales, Grande y Darsena: pantalla colosal, m¨¢s de mil butacas, el asombro y la expectaci¨®n de ser los primeros del planeta en descubrir un nuevo filme. Por aqu¨ª, el cine tambi¨¦n es un acto de amor.
Una pareja de reci¨¦n casados, en 1988, hasta se desvi¨® de su luna de miel para acudir al festival. Del idilio al esc¨¢ndalo: vieron La ¨²ltima tentaci¨®n de Cristo, de Martin Scorsese, que les impact¨® a ellos dos, al certamen y luego al mundo. Tres d¨¦cadas despu¨¦s su pasi¨®n segu¨ªa intacta, igual que su matrimonio. Como prueba, ¨¦l hab¨ªa renunciado a la ¨²nica entrada que ten¨ªan para el documental El gran Buster. Solo entr¨® ella. Por lo menos, mientras cruzaba los dedos en la cola para que se liberara un sitio, el marido compart¨ªa sus recuerdos.
Hay espectadores que conducen horas o recorren miles de kil¨®metros en avi¨®n para estar en la Mostra. Beatrice Ostuni y su familia cruzaron Italia entera, desde Potenza: carretera, tren, vaporetto y, al fin, el Lido. Eran las dos de la madrugada del jueves 1 de septiembre cuando la joven, de 17 a?os, se tumb¨® ante la alfombra roja del certamen. Se ech¨® encima una manta. Y se dispuso a dejar pasar el tiempo. A su alrededor, cuenta, ya hab¨ªa una veintena de seguidores, algunas venidas desde Colonia, en Alemania. Y eso que el objeto de su adoraci¨®n, el actor Timoth¨¦e Chalamet, no llegar¨ªa hasta la noche siguiente. Al menos, unas horas despu¨¦s, su madre, Maria Luigia, y su hermana Letizia se sumaron a la espera. ¡°Me gusta tambi¨¦n como persona, su humanidad¡±, resum¨ªa la chica sobre su ¨ªdolo. Su madre sonre¨ªa, tal vez recordando el aut¨®grafo que le firmaron en el mismo lugar, 22 a?os antes, Harrison Ford y Michelle Pfeiffer, que presentaban en el festival Lo que la verdad esconde.
¡°Los actores en vivo solo puedes verlos en este contexto, no es como con los m¨²sicos¡±, agregaba Beatrice Ostuni. Tanto que, en el Lido, los rincones estrat¨¦gicos de avistamiento siempre andan llenos de gente. Desde el puente delante del hotel Excelsior, con una buena vista, se disfruta un largo rato del divo de turno: desde la aparici¨®n de su vaporetto en el horizonte hasta el desembarco en el muelle, antes de dirigirse a la alfombra roja.
Dif¨ªcil explicar tanto ardor. O por qu¨¦ alguien pagar¨ªa mucho m¨¢s que una entrada normal por ver una pel¨ªcula que, en semanas o meses, llegar¨¢ a su barrio o su televisor. El glamur o la fascinaci¨®n del estreno global puede explicar una parte del fen¨®meno. Pero lo cierto es que la venta de entradas al p¨²blico del certamen no paraba de crecer en los ¨²ltimos a?os. De 171.120 espectadores en 2017 se pas¨® a 210.003 en 2019. La pandemia supuso una ca¨ªda en picado al a?o siguiente, pero en 2021 se volvi¨® a 153.265 billetes. Y en esta 79? edici¨®n, a falta de datos oficiales, la impresi¨®n es de una aut¨¦ntica invasi¨®n.
¡°Despu¨¦s de la crisis sanitaria se ha perdido la costumbre de frecuentar las salas. Hay que recrear el deseo del cine. Los festivales tambi¨¦n sirven para reforzar la idea de que ver una pel¨ªcula en la gran pantalla, en un establecimiento equipado para eso, es una experiencia incomparable¡±, asegura Alberto Barbera, director art¨ªstico de la Mostra. Es probable que todos los asistentes estar¨ªan de acuerdo. Aunque discrepar¨ªan de Barbera en otro aspecto del certamen: su sistema de reserva online. Las quejas han sido recurrentes, tanto entre los acreditados como el p¨²blico que paga, sobre todo en los primeros d¨ªas. Luego, la plataforma mejor¨® y la protesta se redujo.
Contin¨²a imposible, sin embargo, hacerse con una de las butacas externas de cada fila. Las m¨¢s ambicionadas, las primeras en ocuparse. Porque la prioridad de todos es ver la pel¨ªcula. Pero la segunda es garantizarse un plan de fuga r¨¢pido, en caso de ladrillo. Aunque tambi¨¦n puede servir de indicador del ¨¦xito de un filme: en 2019, los pocos presentes a la proyecci¨®n del filme checo El p¨¢jaro pintado, de V¨¢clav Marhoul, se desplegaron precisamente en los asientos m¨¢s cercanos a las salidas. Pero, 169 minutos despu¨¦s, la mayor¨ªa segu¨ªa all¨ª. La pel¨ªcula, finalmente, estuvo a punto de llegar como finalista a los Oscar.
¡°Este a?o se han estrenado superproducciones que han funcionado muy bien. Buena parte de los otros filmes distribuidos era de inter¨¦s escaso, porque los distribuidores no se fiaban. Todos esperaban el momento m¨¢s apropiado, pero ha llegado. Entre las pel¨ªculas que esperaban y las nuevas, de Cannes, Locarno y Venecia, saldr¨¢n obras muy importantes que pueden restituir al p¨²blico las ganas de la sala¡±, agrega Barbera. A condici¨®n, eso s¨ª, de no leer las rese?as de Ridateci i soldi [Devolvednos el dinero]. As¨ª bautizaron un rinc¨®n del festival donde los asistentes pueden coger papel, bol¨ªgrafo y dejar colgadas en una pared sus opiniones m¨¢s despiadadas.
Un espectador dej¨® escrita una petici¨®n algo extrema: ¡°Detened a Abel Ferrara¡±. Pero otros, lejos de disociarse, han subido la apuesta. Y a?adido al papel los nombres de m¨¢s cineastas: I?¨¢rritu, Rosi, Pallaoro¡ Desde luego, una forma muy peculiar de expresar pasi¨®n por el cine. Para esto, quiz¨¢s, mejor que se duerman en tu pel¨ªcula.