Por fin, una rampa bien puesta
En el pueblo mallorqu¨ªn de Sencelles, la calle es ahora plaza y a la iglesia se puede acceder por una rampa-grada que, atenci¨®n, no se ve
Esta es una historia sencilla que acaba en fiesta con la beata Francinaina Cirer, el personaje m¨¢s c¨¦lebre Sencelles, conocida como Sa t¨ªa Xiroia, asomada a su nueva-vieja atalaya. En realidad, esa estatua no ha cambiado de sitio, pero lo parece porque s¨ª lo ha hecho la plaza a sus pies.
En este pueblo mallorqu¨ªn de cerca de 3.000 habitantes, todo lo importante est¨¢ cerca. La iglesia est¨¢ junto al Ayuntamiento, este junto a la parada de autob¨²s y la oficina de Correos. Y en frente queda el Caf¨¦ Ca¡¯n Paris. Lo que suced¨ªa, hasta hace poco, es que esta reuni¨®n de lugares importantes no hac¨ªa una plaza. Los coches la hab¨ªan transformado de espacio de encuentro en un lugar de paso. All¨ª ya nadie se quedaba en la calle. Por eso, desde el consistorio se preguntaron si los coches no estar¨ªan ganando el pulso a los vecinos y convocaron un concurso. Las sospechas del Ayuntamiento las corroboraron las consultas ciudadanas: para que la gente salga a la calle los coches deben abandonarla. Para que la gente se quede en la calle debe ser f¨¢cil llegar, posible quedarse y c¨®modo permanecer. Vamos a ver qu¨¦ hicieron los arquitectos de Moneo Brook para conseguirlo.
En primer lugar, pensaron en todos. Todos son los ni?os y los ancianos, la gente con movilidad reducida, los j¨®venes, los turistas y hasta los fieles que acud¨ªan a rendir tributo a la beata. Todos ten¨ªan que poder llegar, lo que se llama accesibilidad universal. Erigida sobre un pedestal, la parroquia de San Pere quedaba en la plaza y, sin embargo, alejada de la plaza, sobre una terraza con una gran escalinata de acceso. Ese desnivel marca el origen del pueblo, en la parte alta, y su ensanche en la baja, y deb¨ªa suavizarse para conectarlas.
Hoy la plaza es un lugar de integraci¨®n. Una rampa, que son gradas, conecta los niveles. Est¨¢ cuando se necesita y desaparece cuando no se usa. ?C¨®mo? Con un juego ¨®ptico. Son muchos los arquitectos que protestan porque, cuando ya tienen una fachada dibujada, caen en la cuenta de que la normativa exige una rampa de acceso con una pendiente determinada que ¡°estropea los edificios¡±. Pocos piensan en esas cuestiones necesarias antes de proyectar. Bel¨¦n Moneo, Jeff Brook y su equipo lo hicieron. Y convirtieron la rampa en gradas. Un mismo pavimento une ahora lo que hace poco eran bordillos, aceras y asfalto. Y culmina el ascenso transformando escaleras en camino.
La rampa se integra y esconde dentro de un grader¨ªo escalonado de piedra que mira hacia las p¨¦rgolas, ofrece asiento, y es un rinc¨®n de juegos de los que hablaba Aldo Van Eyck. La diferencia de cota entre los tramos de la rampa es de 55?cm, por eso no son necesarias las barandillas y por eso desaparece, por el esfuerzo de dise?o que han hecho los arquitectos para que los elementos queden bien trabados entre s¨ª.
As¨ª, peatones, ciclistas y quienes se sientan a descansar comparten ahora un mismo espacio convertido en un lugar de encuentro cotidiano y de celebraci¨®n de mercados, teatro o festivales cuando termina la semana. Es la fiesta del final de esta historia. ?Por qu¨¦ se quedan los ciudadanos? Porque sienten el lugar como propio. Son las p¨¦rgolas, el olivo centenario y la nueva sombra de plantas trepadoras, lo que rebaja la temperatura en verano. La plaza est¨¢ renaturalizada. Pero tambi¨¦n la cer¨¢mica de las bancadas habla de reconquista. Y de artesan¨ªa y cultura local. Sobre los bancos de hormig¨®n, p¨¦talos de baldosas hidr¨¢ulicas mallorquinas de colores, hablan de la cultura local. Tambi¨¦n hay sillas, es decir, escala para que cada rinc¨®n sea diferente.
Los arquitectos hablan de producci¨®n local y car¨¢cter mallorqu¨ªn. Se refieren a esas cer¨¢micas, pero tambi¨¦n al tamizado de la luz que consiguen las p¨¦rgolas de bovedillas cer¨¢micas cuya textura y color terroso se mimetiza con el de los edificios del entorno. ¡°La cer¨¢mica es un material tradicional, local y noble, que, adem¨¢s, no requiere mantenimiento. Es un material que respira, que disipa el calor y que se identifica con el mar Mediterr¨¢neo¡±, explica Bel¨¦n Moneo. Los materiales aut¨®ctonos de la zona, as¨ª como sistemas constructivos tradicionales, son f¨¢ciles de ejecutar y requieren un m¨ªnimo mantenimiento.
Lo mismo sucede con el agua. Los adoquines permiten su entrada en el subsuelo para que esta reduzca el calor superficial y facilite el riego de las jardineras. As¨ª, ahorrando agua, se genera un microclima. Esa es la fiesta en esta plaza, diaria y para todos.
Babelia
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