Vuelve Lisbeth Salander: lea el adelanto de ¡®Las garras del ¨¢guila¡¯, la s¨¦ptima entrega de la serie de Stieg Larsson
Las aventuras de la hero¨ªna que cambi¨® la novela negra regresan a sus or¨ªgenes con una historia de corrupci¨®n y multinacionales en el norte de Suecia
En 2005 una ola arras¨® el g¨¦nero negro tal y como lo conoc¨ªamos. Ven¨ªa de Suecia, estaba escrita por un periodista hasta entonces desconocido, y fallecido antes de su publicaci¨®n: Stieg Larsson. Seis novelas y millones de libros vendidos despu¨¦s, la Saga Millennium vuelve con su s¨¦ptima entrega, Las garras del ¨¢guila (Destino, en librer¨ªas desde este 30 de agosto), escrita por la fot¨®grafa y periodista de formaci¨®n Karen Smirnoff. Tras la trilog¨ªa original abierta con Los hombres que no amaban a las mujeres (M?n som hatar kvinnor, 2005), y continuada con La chica que so?aba con una cerilla y un bid¨®n de gasolina (2006) y La reina en el palacio de las corrientes de aire (2007), la serie tom¨® otro rumbo de la mano del escritor David Lagercrantz. Ahora, EL PA?S adelanta dos cap¨ªtulos de la nueva entrega. No son el inicio, sino el tercero (en el que aparece Michael Blomkvist, periodista de investigaci¨®n y coprotagonista de la serie) y el decimotercero, en el que ya vemos a Lisbeth Salander.
Cap¨ªtulo 3
Bueno, qu¨¦ co?o se hab¨ªa esperado. Cuando anuncian por tercera vez que el tren con destino Sundsvall, Ume?, Lule? y Kiruna, con salida a las 18.11, se ha retrasado y que la nueva salida se prev¨¦ a las 19.34, Mikael Blomkvist se sienta en el Luzette y pide una cerveza.
En circunstancias normales, pasar un rato en la estaci¨®n central podr¨ªa ser relajante. Refugiarse en su burbuja. Ver pasar a la gente. Pero esta tarde no lo es. Est¨¢ demasiado cansado como para interesarse por el mundo que lo rodea. Cansado por varias razones, la mayor¨ªa de las cuales le resultan muy familiares: demasiado trabajo, demasiados follones en la revista, demasiadas trasnochadas, pocas horas de sue?o y un deadline que se ha muerto de verdad.
Siempre esa condenada Millennium. La Dama entre las damas. La que siempre gana en la batalla contra familia, amigos y novias. Ahora que est¨¢ muerta debe preguntarse si ha merecido la pena. S¨ª. Sin duda alguna, s¨ª. Millennium es el aire que respira, la sangre que corre por sus venas. No todos los hombres pueden ser maridos y padres de familia perfectos. Algunos ¡ª¨¦l entre otros¡ª tienen que informar a los maridos y padres perfectos sobre el verdadero estado del mundo m¨¢s all¨¢ de los pulcros jardines de sus chal¨¦s.
Precisamente por eso le resulta tan incomprensible que todo haya acabado. El mal y las injusticias, s¨ª, toda esa mierda de siempre sigue teniendo a la sociedad agarrada por los huevos, pero ya nadie parece preocuparse por eso. La gente vuelve a casa despu¨¦s de un d¨ªa en la oficina, se sirven un whisky, echan un vistazo a los correos electr¨®nicos, cenan, juegan al p¨¢del y se acuestan. En esa maldita burbuja viven la mayor¨ªa de las personas que conoce. Sus vidas les estresan. No les quedan fuerzas m¨¢s que para preocuparse por los m¨¢s allegados, como mucho. Ser un servidor de la justicia est¨¢ pasado de moda, simplemente.
Recorre el listado de llamadas. Sigue sin saber nada de Erika Berger. Tampoco de nadie m¨¢s de la redacci¨®n, a decir verdad.
Mikael Blomkvist no est¨¢ solo. Pero se siente solo. Eso es una novedad.
Cuando ha terminado la cerveza se acerca a Pressbyr?n. Compra un caf¨¦ para llevar y el Morning Star. Capta su atenci¨®n un art¨ªculo sobre los intentos de una empresa brit¨¢nica de establecerse en la provincia de Norrbotten. Tarda un rato en reaccionar a la voz.
¡ªMikael, hola, Mikael.
Levanta la mirada. Su hermana. Annika.
¡ª?Qu¨¦ haces aqu¨ª? ?No est¨¢s en ?re?
¡ªEstaba, pero ha pasado algo en el trabajo y he tenido que volver. Acabo de llegar. ?Y t¨²? ?Esperas a alguien?
¡ªEl tren se ha retrasado ¡ªdice¡ª. He pensado subir unos d¨ªas antes. Ven¨ªs a la boda, ?no?
¡ªEl resto de La Famiglia s¨ª, en cualquier caso ¡ªresponde Annika¡ª. Yo tendr¨¦ que ir despu¨¦s. Ni siquiera conozco al novio de Pernilla todav¨ªa.
¡ªNadie lo conoce. ?Qu¨¦ ha pasado?
¡ªNada especial ¡ªreplica¡ª. O s¨ª. Pero no puedo hablar de eso.
¡ªVenga, mujer ¡ªinsiste ¨¦l¡ª. Algo me podr¨¢s contar.
¡ªBah. Un pol¨ªtico que se ha metido en un l¨ªo, ya sabes.
Mikael espera una continuaci¨®n que no llega. Y como conoce bien a su hermana, sabe que no hay nada que la haga hablar si ha decidido mantener la boca cerrada.
¡ªTe ir¨ªa muy bien de esp¨ªa ¡ªasegura Mikael.
¡ªAh, ?s¨ª? ¡ªse r¨ªe Annika¡ª. ?Por qu¨¦ esp¨ªa?
¡ªPorque, aunque te torturaran, no revelar¨ªas nada.
En silencio contemplan a un hombre que pasa por delante de ellos con sus pertenencias en un carrito de supermercado. Debe de sufrir alguna dolencia en la espalda, porque aprovecha el carrito tambi¨¦n como andador.
¡ª?Sab¨ªas que por la noche echan a todos los que duermen en los bancos durante la hora que tardan en limpiar? ¡ªcomenta Annika¡ª. Imag¨ªnate lo dura que debe de ser esa hora. La verdad es que es una mierda que la sociedad no sea capaz de proporcionarles casa a los sintecho ¡ªcontin¨²a¡ª. Algunos est¨¢n aqu¨ª s¨®lo porque tienen deudas, mientras que otros, claro...
¡ª?De qu¨¦ pol¨ªtico estamos hablando? ¡ªla interrumpe Mikael.
¡ªD¨¦jalo, anda ¡ªdice Annika mientras lo abraza¡ª. Ya te enterar¨¢s por la prensa. Dale recuerdos a Pernilla. ¡ªY luego, de repente, Mikael se percata de que tiene que darse mucha prisa.
El tren est¨¢ a punto de salir cuando consigue maniobrar para meter la maleta en el compartimento, ya arrepentido de no haberse permitido un billete de primera clase o, al menos, un coche cama con s¨®lo tres literas. Al ver el caos que se monta cuando seis hombres intentan poner las s¨¢banas a la vez, deja su maleta en una de las literas de en medio, coge su bandolera y sale. Atraviesa unos cuantos vagones bamboleantes hasta llegar al restaurante. Pide una cerveza y un s¨¢ndwich, y se dirige a un asiento libre que justo en ese momento se ocupa.
¡ªHay que joderse ¡ªsuelta, y siente una mano que le tira de la manga de la cazadora.
¡ªAqu¨ª hay sitio. Estamos en el mismo compartimento ¡ªdice el hombre que Mikael reconoce del caos de las s¨¢banas. Era el que lo invit¨® a un trago que Mikael declin¨®, con una brusquedad innecesaria, para mantener las distancias.
¡ªIB ¡ªse presenta el hombre al tiempo que le tiende la mano.
¡ªMB ¡ªresponde Mikael, y le quita el pl¨¢stico al s¨¢ndwich. Acto seguido le pregunta si va lejos, con la esperanza de que se baje ya en G?vle.
¡ªA Boden ¡ªdice IB y levanta el vaso¡ª. ?Y t¨²?
Hay que ver lo dif¨ªcil que es recordar el nombre del jodido pueblo. Norrbyn, Sj?byn, Storbyn... ?lvsbyn.
¡ª?lvsbyn. Mi hija se casa. Ha conocido a un chaval de Gasskas. Mejor dicho, a un hombre de Gasskas ¡ªse corrige, pues Henry Salo no tiene pinta de chaval.
¡ªSi vas a Gasskas, mejor que te bajes tambi¨¦n en Boden ¡ªexplica IB¡ª. Es el camino m¨¢s corto. Hay un tren directo desde Boden.
¡ªEs que me vienen a buscar a ?lvsbyn ¡ªdice Mikael, y se pone a mirar el m¨®vil.
Hay mucho escrito sobre su futuro yerno, Henry Salo, jefe administrativo del municipio de Gasskas. Un jefe relativamente reciente. Uno que sonr¨ªe en todas las fotos y parece ser muy popular. En fin, si eso es lo que ella quiere... Seguro que es un buen t¨ªo. Es guapo. Demasiado, quiz¨¢. No es que Pernilla no lo sea, al contrario, y tampoco es la cara en s¨ª lo que le molesta de Henry Salo, sino la mirada, o, m¨¢s bien, su lenguaje corporal. La manera que tiene de situarse siempre en primer plano en todas las fotos, con independencia de que se trate de felicitar a un joven por una beca o de inaugurar un parque.
?Es bueno con Lukas?, le dice ella cada vez que hablan. Y ¨¦l siempre contesta ?te creo?. Pero cuando cuelga el tel¨¦fono le da la sensaci¨®n de que es justo al rev¨¦s. El ni?o. Su nieto. Desde que naci¨®, Mikael apenas lo ha visto. Hasta el verano pasado.
Primero dice que no, no tengo tiempo para ocuparme de un ni?o, pero Pernilla insiste.
¡ªCasi nunca te he pedido nada ¡ªdice.
Es verdad. No ha estado muy presente en la vida de su hija. Siempre se interpone algo. Y lo que se interpone casi siempre es Millennium. As¨ª que cuando Pernilla le pide que cuide al ni?o durante un par de semanas porque ella tiene un curso en Sk?ne y Salo un congreso en Helsinki, la respuesta inmediata es no. Imposible. No tiene tiempo. Deadline el pr¨®ximo jueves. No est¨¢ acostumbrado a cuidar ni?os.
Aun as¨ª, Pernilla le lleva a Lukas a Sandhamn y regresa a la ciudad en el primer barco de vuelta.
Dos semanas m¨¢s tarde se despide con un fuerte abrazo de un ni?o que no quiere irse. O a lo mejor es Mikael quien no quiere que se vaya. Va a dejarle un gran vac¨ªo. Lukas se ha hecho un hueco en su vida. Ha roto esa tenaz tristeza que desde hace meses se hab¨ªa instalado en su cuerpo como una gripe. Sin hacer m¨¢s que ser un ni?o que sigue sus necesidades inmediatas de levantarse temprano ante un nuevo d¨ªa lleno de posibilidades. ?Ganas de vivir, Micke Blomkvist. Te vendr¨ªa bien un poco m¨¢s de eso.?
¡ªNos vemos muy pronto ¡ªle dice al ni?o¡ª. ?Espera!
Se quita el colgante que su abuelo le regal¨® hace mucho tiempo y que ha llevado desde entonces; una cruz, un ancla y un coraz¨®n en una sencilla cadena de plata, y se lo pone a Lukas en el cuello.
¡ªAhora es tuyo ¡ªdice¡ª. Protege contra la mayor¨ªa de las cosas.
La respuesta del ni?o todav¨ªa flota suspendida en el aire:
¡ªPero no contra todo.
Mikael recorre el flujo de noticias de la p¨¢gina web de Gaskassen. Menudo nombre para un peri¨®dico, piensa, y los titulares le hacen sonre¨ªr. LA GUARDER?A EL ALCE VENDE MANUALIDADES. DONA DINERO A UCRANIA. DERROTA CONTRA BJ?RKL?VEN. EL PORTERO EXPULSADO. Foto de un Salo con cara de circunstancias en las gradas vip rodeado de otros caballeros con gestos parecidos. Caciques de pueblo. ?Todav¨ªa se les llama as¨ª? Hombres poderosos que trabajan por el bien del pueblo y el suyo propio.
Luego se detiene en un titular que ha le¨ªdo hace muy poco. Aunque no en este peri¨®dico, sino en el otro: MIMER MINING CERCA DEL PERMISO DE EXPLOTACI?N.
En la foto peque?a, el rostro contento de Salo. En una m¨¢s grande, manifestantes blandiendo pancartas en se?al de protesta.
¡ª?Sabes algo de esto? ¡ªpregunta Mikael, y le ense?a la imagen.
¡ªS¨ª, claro ¡ªcontesta IB¡ª. Mi viejo trabajaba en la mina, como casi todos los hombres de Gasskas. La monta?a iba a convertirse en una nueva Kiirunavaara, pero la
mina de hierro se acab¨® ya en los a?os setenta y luego se llen¨® con agua. Ni siquiera se molestaron en sacar las m¨¢quinas de las galer¨ªas.
¡ª?Y por qu¨¦ quieren volver a abrirla?
¡ªLa idea no es que reabran la vieja mina. Los ingleses est¨¢n explorando en una zona a unos kil¨®metros de all¨ª, donde quieren establecer una mina a cielo abierto. Hasta ahora el gobierno civil ha dicho que no, lo cual es perfectamente entendible. Devastar¨¢n lagos, el agua potable del r¨ªo Gasskas peligrar¨¢ y, para no variar, los propietarios de renos se llevar¨¢n la peor parte. Pero como siempre pasa cuando hay mucho dinero en juego, no aceptan un no por respuesta. Ahora por lo visto han recolocado a unas cuantas personas en el gobierno civil y Mimer ha recibido de manera preliminar una notificaci¨®n positiva.
¡ªAs¨ª de sencillo ¡ªdice Mikael.
¡ªGasskas es una aut¨¦ntica guarida de g¨¢nsteres, por si no lo sab¨ªas ¡ªexplica IB¡ª. O, mejor dicho, el ayuntamiento de Gasskas. ¡ªLe da unos tragos a la cerveza, se limpia la espuma de la barba y bebe un poco m¨¢s¡ª. Un jodido nido de v¨ªboras y buscavidas ¡ªa?ade, y a continuaci¨®n expulsa unos discretos eructos antes de apurar el resto de la botella y abrir otra¡ª. En el ayuntamiento dicen que s¨ª y am¨¦n a casi todo, y la mina no es lo ¨²nico que est¨¢ sobre el tapete. El pr¨®ximo proyecto es el parque e¨®lico m¨¢s grande de Europa, y no me preguntes c¨®mo co?o lo van a hacer. Se trata de un terreno con un radio de decenas de kil¨®metros que pr¨¢cticamente acabar¨¢ convirti¨¦ndose en zona industrial.
Mikael Blomkvist sonr¨ªe. Malm? es una guarida de g¨¢nsteres. Y Estocolmo tambi¨¦n. Pero Gasskas, en comparaci¨®n, con sus veintipico mil habitantes, ser¨¢ sin duda m¨¢s bien como el establo de corderos del para¨ªso.
¡ª?Por qu¨¦ Gasskas? ¡ªpregunta.
¡ªBuen suministro de electricidad ¡ªcontesta IB¡ª. Los municipios con estabilidad en el suministro y electricidad barata son los due?os del mercado mundial, por si no lo sab¨ªas. La lista de empresas extranjeras que quieren establecerse en Gasskas es larga.
¡ªYa, pero que se creen puestos de trabajo debe de ser bueno para la regi¨®n de Norrland, ?no?
¡ªC¨®mo se nota que vienes del sur. Al parecer, segu¨ªs creyendo en ese mito de que los del norte tenemos que mudarnos al sur para conseguir trabajo. No hay problemas para encontrar empleo. En algunos lugares hay m¨¢s trabajo que mano de obra. Adem¨¢s, la apertura de la mina de Gasskas no beneficiar¨¢ a los del pueblo, sino a la mano de obra mal pagada de los pa¨ªses del Este y gente de Estocolmo que va y viene sin llegar a
empadronarse en el municipio ¡ªgru?e IB, y desv¨ªa la mirada al paisaje que pasa volando al otro lado de la ventanilla.
Mikael aprovecha para sacar el port¨¢til y levantar la pantalla como una oportuna barrera entre ellos.
El ¨²ltimo n¨²mero de Millennium acaba de salir, el ¨²ltimo literalmente hablando. Abre el PDF y observa la portada, toda en blanco y negro sin fotos ni destacados. Como una primera p¨¢gina del a?o 39, ¨¦sa era la idea. Un poco de texto y un ¨²nico titular: TERMINA UNA ?POCA, PERO LA GUERRA SIGUE.
Treinta y un a?os al servicio del periodismo de investigaci¨®n, pero al final result¨® inviable. Incluso Mikael Blomkvist tuvo que aceptarlo.
Una revista en papel se va a la tumba y resucita como p¨®dcast. ?Un p¨®dcast! No puede pronunciar la palabra sin soltar un bufido. La palabra escrita est¨¢ pasada de moda. Ahora hay que hablar y hablar, cort¨¢ndose unos a otros, ¨¦l tambi¨¦n. Qu¨¦ pereza, por favor.
?Est¨¢s viejo, Mikael?, ?era as¨ª como lo hab¨ªa expresado Erika Berger? ?Viejo y cabezota como un macho cabr¨ªo. La idea no es s¨®lo hacer un p¨®dcast, sino tambi¨¦n un blog y un videoblog.?
?Y qu¨¦ contest¨® ¨¦l? Pues que ella, siendo la vieja cabra que es, deber¨ªa entender que los medios online jam¨¢s podr¨¢n sustituir al periodismo de verdad. ??En qu¨¦ demonios est¨¢s pensando? ?No te das cuenta de hasta qu¨¦ punto eres pat¨¦tica! Son los cr¨ªos los que hacen p¨®dcast. Veintea?eros egoc¨¦ntricos que hablan de maquillajes y trastornos alimentarios.?
Desde entonces no han vuelto a hablar. Y no va a ser ¨¦l quien rompa primero el silencio, eso que le quede bien clarito.
¡ªToma ¡ªdice IB, que ha ido a por un par de cervezas m¨¢s y le da una a Mikael¡ª. Bebe, anda, que luego dormir¨¢s mejor.
¡ªQu¨¦ mierda de cobertura ¡ªsuelta Mikael al tiempo que aporrea el teclado con el dedo.
¡ªPerdona, pero es que est¨¢s en el tren a Norrland ¡ªdice IB.
Mikael guarda el ordenador en la bolsa y hace adem¨¢n de levantarse cuando el hombre vuelve a hablar.
¡ªPasan cosas raras en Gasskas ¡ªdice¡ª. De?saparecen personas. Hombres que salen a buscar el peri¨®dico para no volver m¨¢s. Chavales que van al colegio y...
No termina la frase.
¡ªTampoco es que sea algo tan raro, ?no? Al parecer, el noventa y cinco por ciento de todas las desapariciones son voluntarias.
¡ªPuede ¡ªcontesta IB¡ª, pero ?y el cinco por ciento restante?
Cruzan la mirada por encima de sus cervezas.
¡ªNo lo s¨¦ ¡ªadmite Mikael al final¡ª. ?T¨² qu¨¦ crees?
¡ªDinero. Todo tiene que ver con el dinero. C¨®mo conseguirlo. Gastarlo. Hacer que crezca. Ocultarlo. Te endeudas. Haces tonter¨ªas. Las deudas aumentan. Desapareces.
¡ª?Te refieres a drogas? ¡ªpregunta Mikael.
¡ªNo s¨®lo ¡ªresponde IB¡ª, aunque es verdad que Gasskas empieza a parecerse a los peores barrios de J?rf?lla. Los j¨®venes se matan drog¨¢ndose y la polic¨ªa mira desconcertada sin saber qu¨¦ hacer.
¡ªTriste ¡ªconstata Mikael antes de tragar las ¨²ltimas gotas de cerveza ya tibias.
¡ªVa a ir a peor, cr¨¦eme ¡ªcontin¨²a IB¡ª. Cuando el capital se mueve hacia el norte, los malos van detr¨¢s. Ya tenemos una banda de moteros. Directamente importada de Estocolmo.
¡ª?Hells Angels? ¡ªquiere saber Mikael.
¡ªNo, se llaman otra cosa, algo b¨ªblico tambi¨¦n. Abbadon, Gehenna, Hades...
¡ª?Svavelsj??1
¡ªExacto, as¨ª se llaman.
Svavelsj? MC, joder. Mikael empieza a darse cuenta de que el hombre igual tiene raz¨®n en lo que cuenta de Gasskas. A esos moteros se les deber¨ªa haber borrado de la faz de la Tierra hace mucho tiempo. Realiza una b¨²squeda r¨¢pida en el m¨®vil. La ¨²ltima noticia es del verano pasado: EN MOTO PARA RECAUDAR FONDOS CONTRA EL C?NCER INFANTIL.
¡ªMuy listos, los cabrones ¡ªdice IB¡ª. Desfilaron en caravana por las calles de la ciudad y cobraron por montar y dar una vuelta en una de sus motos. Y por cada corona conseguida el ayuntamiento puso dos. En total consiguieron ciento cuarenta mil, que donaron a la investigaci¨®n del c¨¢ncer infantil. Enternecedor, ?verdad?
¡ªMucho ¡ªresponde Mikael mientras intenta agrandar la imagen en el m¨®vil para ver las caras bajo los cascos y las gafas de sol. Probablemente la mayor¨ªa de ellos ya ser¨¢ gente nueva. Quiz¨¢ es s¨®lo la marca la que ha sobrevivido. Espera que sea as¨ª.
¡ª?Y t¨², en qu¨¦ trabajas? ¡ªse interesa Mikael.
¡ªEn nada. Me jubil¨¦ hace un par de a?os.
¡ª?Y antes?
¡ªPsic¨®logo. Los ¨²ltimos veinte a?os en la S?po.
¡ª?Qu¨¦ hace un psic¨®logo en la polic¨ªa de seguridad?
¡ªUn poco de todo ¡ªcontesta de forma evasiva¡ª. Sobre todo, perfiles criminales.
Mikael sabe hasta d¨®nde llega la locuacidad de los miembros de la polic¨ªa de seguridad. O sea, a ning¨²n sitio, e IB no supone ninguna excepci¨®n.
¡ªDespu¨¦s de jubilarme conoc¨ª a una mujer en Uppsala. Somos pareja, aunque no vivimos juntos.
Luego no hay m¨¢s conversaci¨®n que un buenas noches, encantado de conocerte y gracias por la cerveza.
Ha sido un d¨ªa largo. Y d¨ªas a¨²n m¨¢s largos vendr¨¢n. Mikael se deja la ropa puesta. Apaga la luz y cierra los ojos. No porque piense que va a poder conciliar el sue?o. Pese a todo quiz¨¢ se haya quedado dormido cuando oye a IB entrar y cerrar la puerta del compartimento. Acto seguido, sube a la litera que hay encima de Mikael.
¡ª?Est¨¢s despierto? ¡ªpregunta.
Mikael no sabe si contestar o no, pero al final lo hace.
¡ªMmm, parece que s¨ª.
¡ªTengo una hija ¡ªexplica IB¡ª. Solemos pescar durante los veranos y cazar perdices en invierno. Siempre ha sido la ni?a de pap¨¢. Le gusta hacer cosas con las manos. No ten¨ªa m¨¢s que quince a?os cuando empez¨® a trabajar en verano en la ebanister¨ªa.
¡ªAj¨¢, qu¨¦ bien ¡ªdice Mikael en tono neutro con la esperanza de poder silenciar ese narcisismo familiar.
¡ªBueno, tampoco es que me pueda quejar de su hermano, pero Malin tiene algo especial. Es, c¨®mo dir¨ªa yo, todo coraz¨®n. Tienen que haberla metido en algo jodido a la fuerza, s¨®lo por ser tan buena. De un d¨ªa a otro cambi¨® por completo. Pas¨® del instituto, aunque no le quedaba m¨¢s que un semestre para graduarse. Dej¨® de ver a sus amigos. No quer¨ªa decir lo que le pasaba, ni siquiera a su hermano. Empez¨® a ir a Lule? o a Kalix. A veces me llamaba para que la fuera a buscar. Intent¨¦ negarme, ponerme duro con ella: t¨² te lo guisas, t¨² te lo comes. Que se buscara otra manera de volver. Y cuando no volv¨ªa, me pasaba las noches en vela. La llamaba, denunciaba su desaparici¨®n, buscaba donde pod¨ªa. Regres¨® un par de d¨ªas, s¨®lo para desaparecer de nuevo. Dos semanas m¨¢s tarde, lleg¨® una postal de Estocolmo. Estoy bien, escribi¨®. Regresar¨¦ cuando est¨¦ preparada. Luego no supe nada de ella durante mucho tiempo hasta que un d¨ªa de pronto apareci¨®
otra vez por Gasskas. Se matricul¨® en la escuela de adultos para terminar el instituto. Retom¨® el hockey y volvi¨® a ser ella.
El hombre calla. Incluso los ronquidos de los dem¨¢s cesan. El tren a Laponia brama como un animal salvaje atravesando la noche y al final Mikael pregunta:
¡ª?Y qu¨¦ pas¨® despu¨¦s?
¡ªDesapareci¨®. Hace dos a?os. Nadie ha o¨ªdo nada desde entonces. Ni rastro, hasta ayer. Llam¨® la polic¨ªa. Un cazador ha encontrado los restos de una persona. Creen que puede ser Malin. Voy all¨ª a dejar una muestra de ADN.
Cap¨ªtulo 13
¡ª?C¨®mo te llamas?
¡ª?Por qu¨¦?
¡ªPor nada, es que me lo he pasado bien hablando contigo. Quiz¨¢ podr¨ªamos vernos un d¨ªa.
?l pone su mano sobre la de ella. Ella retira la suya al instante.
¡ªNo creo ¡ªdice Lisbeth Salander, y se levanta en cuanto la se?al de fasten seat belts se apaga. Se abre paso entre una familia con ni?os y sigue el flujo de pasajeros que salen por la puerta de embarque.
Viaja ligera de equipaje. En la mochila hay un par de mudas y el resto del espacio lo ocupan el ordenador y varios cables, ropa de deporte y un par de zapatillas con la piel seca y agrietada y suelas desgastadas. En el peor de los casos, tendr¨¢ que comprar algo por el camino. Un sol de octubre inusualmente c¨¢lido le da en la cara. El aire es puro. Se puede respirar.
Una vez que se ha registrado en el hotel, se conecta a la intranet de Milton Security. Responde un par de correos innecesarios de una colaboradora extraordinariamente zoquete. En fin, que la tipa s¨®lo est¨¢ all¨ª para tener en orden los papeles. A?ade un ?buen finde?, aunque supone que el fin de semana de Carina J?nsson va a ser igual de aburrido que siempre.
Charlar nunca ha sido el fuerte de Lisbeth, pero desde que entr¨® como socia en la empresa, las exigencias respecto a sus habilidades sociales han aumentado. Sobre todo, si tiene que ir a la oficina un lunes. Los empleados van entrando, se sirven caf¨¦ y cuentan m¨¢s o menos las mismas historias que el lunes anterior.
Para Carina J?nsson la vida parece girar en torno a ser buena y normal. Coger setas, hacer limpieza general, ir al teatro, preparar un exquisito desayuno, ir a Ikea. Le gusta emplear expresiones como ?darse un homenaje? o ?darse el lujo? de hacer algo. Me di el lujo de comprarme un vestido nuevo. De vez en cuando hay que darse un homenaje y cenar fuera. Hay que darse el lujo de disfrutar de la buena vida.
¡ªComo si t¨² supieras algo de la vida. Yo ya nac¨ª con m¨¢s a?os de los que t¨² tienes ahora ¡ªmurmura Lisbeth.
Por su parte, ella no tiene nada que aportar a las charlas de los lunes, ni a Carina J?nsson ni al resto de los frikis de la oficina. Es una loba solitaria y se encuentra bien as¨ª. A ojos de la plantilla de Milton, solitaria por de
en un juego de rol de El se?or de los anillos o a reuniones de techies en el Hilton. No es con la intenci¨®n de ser antip¨¢tica por lo que declina. Descodificar el factor humano no es como identificar una intrusi¨®n inform¨¢tica. Exige otra cosa. La capacidad de leer entre l¨ªneas, quiz¨¢.
A excepci¨®n de unas pocas personas, las relaciones con seres humanos le consumen demasiada energ¨ªa. La mayor¨ªa de los que dan algo quieren algo a cambio.
Todos los d¨ªas se parecen. Trabaja y, cuando no trabaja, va al gimnasio o duerme. No sale con nadie en particular. No tiene ni?os. Ni mascotas. Ni siquiera una planta. As¨ª que tampoco se esfuerza por cambiar nada. No cuenta nada innecesario de s¨ª misma, m¨¢s all¨¢ de que trabaja y hace deporte.
¡ª?Sigues yendo a eso de boxkicking? ¡ªpregunta Carina con tanta amabilidad que Lisbeth se ve obligada a contestar tambi¨¦n de forma amable.
¡ªSe llama kickboxing ¡ªprecisa, y no tiene fuerzas para a?adir que ahora hace k¨¢rate y que todo es por culpa de ese maldito Paolo Roberto. No porque a ella le importe con qui¨¦n se acuesta, pero pasar de ser un h¨¦roe en un l¨ªo de trata de personas a ir de putas a burdeles clandestinos le parece simplemente demasiado.
Este fin de semana, sin embargo, va a hacer algo diferente. Algo cien por cien involuntario.
Mira en el minibar. No hay Coca-Cola. En su lugar, abre una cerveza y se la bebe de un trago. La cabeza le da vueltas de esa placentera manera que s¨®lo una cerveza apurada as¨ª puede provocar.
Cien por cien involuntario, ?es verdad? Aunque ha enumerado todos los motivos emocionales y racionales para no querer meterse en un avi¨®n e ir a un pueblo perdido en Norrbotten, debe admitir que, a pesar de todo, ha ido y ah¨ª est¨¢. Nadie la ha obligado. Nadie le ha apuntado con una pistola en la cabeza ni le ha ofrecido sustanciosas recompensas econ¨®micas para ir. Por lo tanto, hay algo en su interior que lo ha elegido as¨ª.
?No es precisamente eso lo que detesta en la gente? Las decisiones emocionales. La falta de l¨®gica.
Prefiere mil veces las matem¨¢ticas. Aparte de que tienen un efecto ansiol¨ªtico que le da mil vueltas al Stesolid, pueden llenar una mente inquieta con teoremas que a primera vista parecen sencillos, pero que a una persona sola le llevar¨ªa miles de a?os resolver.
Lisbeth se ha atascado en el eslab¨®n perdido de la conjetura de Goldbach. Su conjetura de que todos los n¨²meros pares mayores que dos son la suma de dos n¨²meros
primos puede ser cierta, ya que nadie ha conseguido probar lo contrario. Pero tambi¨¦n, falsa. Entonces, la respuesta se encontrar¨ªa en la cadena al parecer infinita de n¨²meros primos y no dentro de la psique caprichosa de una persona.
Por eso ella busca patrones. Pasa noches y a veces d¨ªas en la n¨ªtida seguridad que proporcionan los n¨²meros. No para llegar a una ant¨ªtesis y corregir a Goldbach. No, es la propia posibilidad de que ¨¦l pueda haberse equivocado lo que significa algo. Y si resultara que ese error, contra todo pron¨®stico, apareciera, ser¨ªa completamente puro. Libre de las opiniones y la subjetividad humanas. La verdad es una cadena segura de n¨²meros que se alinean uno tras otro hasta que alguno se sale de la fila.
La culpa la tiene el maldito psicoterapeuta, piensa. Kurt ?gren, a quien enseguida ha apodado Kurt Angustiasson.
Con su voz suave, sus feas tazas de t¨¦ que parecen moldeadas por ¨¦l mismo y su sentida empat¨ªa, la lleva a un estado de sinceridad. Consigue que ella le cuente cosas. Cosas que enterr¨® hace mucho tiempo y que no deber¨ªan ser resucitadas.
Las sesiones la dejan extenuada. Al acabar, se lleva una pizza de Lilla Harem a casa y se acuesta enseguida. A las cuatro de la madrugada la despierta una voz angustiosa que se pregunta qu¨¦ habr¨¢ dicho y por qu¨¦.
Ahora Kurt Angustiasson piensa que Lisbeth debe atreverse a salir de su zona de confort, as¨ª lo expresa ¨¦l. Pese a que a estas alturas ya conoce de sobra bastantes de las zonas no muy confortables en las que Lisbeth se ha hallado y algunas en las que todav¨ªa se encuentra.
?Pues por eso ¡ªdice ¨¦l¡ª. El mundo no es tan malvado como piensas.?
?El mundo es mucho m¨¢s malvado de lo que t¨² puedes imaginar, Kurt Angustiasson?, y al final Lisbeth no pudo m¨¢s. Algo ten¨ªa que cambiar de sitio dentro de ella. Algo ten¨ªa que borrarse y ser sustituido por pensamientos nuevos.
La primera sesi¨®n es una cat¨¢strofe. El hombre se limita a estar all¨ª sentado esperando que ella diga algo. Y cuando ella no dice nada, se pone a preparar una tetera. Toman el t¨¦ en silencio. S¨®lo se oye el reloj de la pared. Tictac durante cuarenta y cinco minutos. Luego ella paga novecientas cincuenta coronas, vuelve a casa y le manda un correo.
?Dale a todo esto un par de oportunidades m¨¢s ¡ªcontesta ¨¦l¡ª. Eres t¨² la que debe decidir de qu¨¦ vamos a hablar, no yo.?
La segunda vez el psicoanalista vuelve a preparar t¨¦. Sus zapatillas Knulp chirr¨ªan cuando atraviesa el parqu¨¦ con la bandeja. Ella puede elegir la silla en la que sentarse. Le pregunta por qu¨¦ ha elegido justo ¨¦sa.
¡ªPara no dar la espalda a la pared ¡ªresponde ella.
¡ªExpl¨ªcamelo ¡ªle pide ¨¦l.
Y como el agua del r¨ªo cuando se abre el hielo en primavera le manan a Lisbeth las palabras. De eso hace m¨¢s de un a?o.
?No viajo al norte de manera voluntaria, pero viajo. No voy a terapia de manera voluntaria, pero me presento. No porque el mundo sea bueno ¡ªel mundo se va a la mierda¡ª, sino porque no me queda otra.?
Hasta ah¨ª llegan las fuerzas psicoanal¨ªticas. Para que le d¨¦ tiempo a serenarse y arrepentirse, ha viajado con un par de d¨ªas de antelaci¨®n. Ha pagado cara la ¨²nica suite del hotel que, por raro que pueda parecer, cumple sus deseos de tener pocos muebles, paredes desnudas y una cama dura. Ahora mismo la balanza se inclina m¨¢s hacia el arrepentimiento. Dejar el hotel, coger el primer avi¨®n de vuelta y volver a la vida normal de Fiskargatan.
El m¨®vil silenciado vibra en la mesa. Reconoce el prefijo. S¨®lo las instituciones y los viejos llaman desde tel¨¦fonos fijos, y ya no conoce a ning¨²n anciano. Coge el tel¨¦fono sin decir nada y deja que la voz diga ?oiga, oiga? antes de responder ?s¨ª?.
¡ªHola, Lisbeth, ah¨ª est¨¢s, qu¨¦ bien haber podido contactar contigo ¡ªdice la mujer, y se presenta como Elsie Nyberg¡ª. ?C¨®mo est¨¢s?
¡ªBien ¡ªcontesta Lisbeth.
¡ªBien, bien ¡ªrepite la mujer como un loro, y pregunta si ya ha llegado a Gasskas y si podr¨ªan quedar un momento.
¡ªS¨ª, estoy aqu¨ª, pero ten¨ªa entendido que la reuni¨®n no era hasta pasado ma?ana ¡ªdice Lisbeth.
¡ªS¨ª, es verdad, pero ha sucedido una cosa ¡ªresponde la mujer¡ª. Preferir¨ªa no comentarlo por tel¨¦fono, ?podr¨ªas pasarte por aqu¨ª?
¡ªNo ¡ªcontesta Lisbeth¡ª, pero podemos quedar en el hotel.
Se pasa la mano por el sucio pelo y se olisquea las axilas. Si fuera a ver a otra persona, igual considerar¨ªa darse una ducha antes.
Babelia
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