El desnudo integral del Prado
A trav¨¦s de maquetas, planos, personajes y los objetos que forman su rutina diaria, el museo ha inaugurado un espacio en el que humaniza su trayectoria de m¨¢s de 200 a?os y el camino sin retorno hacia su tercer siglo
?Qui¨¦n se atreve a decirle al rey que est¨¢ desnudo? En el cuento de Hans Christian Andersen El traje nuevo del emperador es un inocente ni?o quien lo grita al final de la historia. Al entrar por la puerta de Goya del Museo del Prado, Carlos V y el Furor reciben al visitante. Esta escultura de los Leoni se muestra sin armadura. El rey est¨¢ desnudo.
En el otro extremo del edificio de Villanueva, el primero construido para albergar el Real Museo de Pintura y Escultura, germen del Prado, la pinacoteca tambi¨¦n se desnuda. Se muestra como vino al mundo: desde su origen ¨Cel espacio que hoy ocupa era, literalmente, un prado fuera de la ciudad¨C hasta lo que ser¨¢ en el futuro con la ampliaci¨®n propuesta por Foster+Partners y Rubio Arquitectura. En las salas que antes ocupaba el Tesoro del Delf¨ªn, ahora el Prado se explica a s¨ª mismo: el metamuseo convierte la exposici¨®n temporal organizada para celebrar su bicentenario, Museo del Prado 1819-2019. Un lugar de memoria, en una parte m¨¢s de su colecci¨®n permanente para mostrar su evoluci¨®n como ser vivo: fotograf¨ªas, documentos, indumentaria, maquetas, muebles¡ Historia del Museo del Prado y sus edificios re¨²ne 265 piezas para humanizar, desde la desnudez, al emperador de los museos de pintura en Europa.
?PASEN Y VEAN! COMIENZA
EL ESPECT?CULO
?No podr¨ªa ser el Prado el mayor espect¨¢culo del mundo? Al menos, uno de los mayores. El museo expone un torno de principios del siglo XX que daba acceso a ese universo donde conviven reyes y mendigos, fil¨®sofos y santas, Dios y los demonios, mujeres barbudas y h¨¦roes amantes de dioses, cad¨¢veres y beb¨¦s que maman¡ Al acceder al espacio que hoy cuenta la historia del museo y sus edificios, esta pieza es la primera que el visitante se encuentra. La contextualiza una fotograf¨ªa en la que se muestra al conserje Jos¨¦ Manso Azpiazu, hacia 1960, junto a uno de estos torniquetes. La pinacoteca encarg¨® a la empresa L. Miltgen cuatro, que adem¨¢s funcionaban como contadores de personas. Se instalaron en 1913 y estuvieron en uso hasta 1960. Qui¨¦n se pod¨ªa imaginar en esos momentos que para acceder hoy habr¨ªa esc¨¢neres con los que ver lo que no se observa a simple vista y term¨®metros para medir la temperatura de los visitantes.
PARA VER Y DEJARSE VER
Antes de que hubiera un edificio donde ubicar un torno para controlar el acceso al museo, hab¨ªa otra manera de tener vigilado al personal: el conocido como Sal¨®n del Prado en tiempos de Carlos III (1716-1788) ¨Choy paseo del Prado¨C era un lugar para ver y ser visto. Un espacio de paseo en los solares anejos al monasterio de San Jer¨®nimo, donde las madrile?as luc¨ªan la ¨²ltima moda francesa, vestidos ricos con tejidos de vivos colores, y los madrile?os segu¨ªan la tradici¨®n de las capas y los tricornios. Se aprecia en el plano de Madrid de 1762, anterior a la construcci¨®n del edificio Villanueva, de Tom¨¢s L¨®pez de Vargas y Ventura Rodr¨ªguez (imagen superior), que lo que hoy es eje central de la capital (Prado, Recoletos y Castellana, n¨²mero 18), en aquellos momentos era el extremo este de la ciudad. Ya exist¨ªa el palacio del Buen Retiro (n¨²mero 10 en el mapa del siglo XVIII), del que hoy se conserva el Cas¨®n y el Sal¨®n de Reinos, que tambi¨¦n forman parte del museo. El urbanismo de calles como la de Atocha (n¨²mero 25) o la plaza de Ant¨®n Mart¨ªn (3) apenas han cambiado en dos siglos y medio como se puede observar en el plano actual (imagen inferior).
CONSERJE, COPISTA Y CATALOGADOR: EUSEBI, CHICO PARA TODO
El recorrido tambi¨¦n muestra la evoluci¨®n de la profesionalizaci¨®n de los trabajadores del museo. Luis Eusebi (1773-1829) fue pintor, pero tambi¨¦n conserje y el redactor de los primeros cat¨¢logos del Prado. El de la imagen data de 1828 ¨Cm¨¢s completo que los de 1821 y 1824¨C. El destino ha querido que este trabajador, desconocido pero fundamental en la instituci¨®n, protagonice a la vez parte de la muestra que se est¨¢ realizando en las salas 60 y 60 A del Edificio Villanueva del museo, compuesta por las obras compradas en los ¨²ltimos a?os gracias al legado de Carmen S¨¢nchez. Una de ellas, Sagrada Familia del roble, de 1821, es una de las primeras copias realizadas en el museo tras su inauguraci¨®n en 1819, y obra precisamente de Eusebi, que se bas¨® en el original bocetado por Rafael pero ultimado por Giulio Romano entre 1518 y 1520, propiedad tambi¨¦n de la pinacoteca.
ABIERTO 24 HORAS
Ha pasado un siglo desde que este panel estuvo vigente (entre 1913 y 1928). En ¨¦l se muestra que el museo abr¨ªa todos los d¨ªas salvo los lunes y que la entrada, excepto jueves y domingo que era gratis, val¨ªa una peseta. Un gran avance si se piensa que hace dos siglos, cuando se inaugur¨®, solo se abr¨ªa los mi¨¦rcoles y era necesaria una recomendaci¨®n o autorizaci¨®n de personal de la Corte para acceder. Ahora el museo est¨¢ abierto 24 horas en su web; incluso una de sus exposiciones, Pasiones mitol¨®gicas, se puede visitar virtualmente por 2,5 euros desde hace una semana, la primera muestra que ofrece esta posibilidad. Las entradas al museo se pueden comprar desde cualquier dispositivo y para cualquier d¨ªa de la semana y, si no fuera por las restricciones a causa de la pandemia, quiz¨¢ el n¨²mero de visitantes podr¨ªa haber superado los 3.203.417 que alcanz¨® en 2019, la cifra m¨¢s alta de toda su historia. Estos datos se registraban ya en 1843 en los libros de visitas, donde quedaban las cifras de visitantes y copistas. No ser¨¢ hasta 1856 cuando se contabilicen separados unos de otros.
ESCUPA AQU?
El Prado tambi¨¦n es muestra de los cambios de los h¨¢bitos sociales y de higiene. Un objeto tan inconcebible hoy en un museo como una escupidera formaba parte de sus salas a principios del siglo XX; as¨ª aparece documentada en algunas im¨¢genes, y no precisamente en lugares rec¨®nditos. A pocos metros de Las meninas, en una instant¨¢nea que inmortaliz¨® la visita del entonces pr¨ªncipe de Gales con la reina Victoria Eugenia en 1920, aparece uno de estos recipientes de cer¨¢mica fabricados en Sevilla. Los tiempos han cambiado y no solo por la pandemia: ya mucho antes ni siquiera se pod¨ªa sacar una botella de agua en pro de la conservaci¨®n de las obras de arte.
ESTO SIGUE IGUAL
Algunas cosas no cambian tanto. La ampliaci¨®n dise?ada por Fernando Arb¨®s permiti¨® la apertura de nuevas salas en septiembre de 1920, entre las que destaca la dedicada a El Greco, que reun¨ªa 22 obras del cretense. El proyecto de distribuci¨®n de los lienzos con acuarelas cortadas y pegadas sobre cart¨®n que se ve en la imagen inferior no dista de la manera en la que se planifican hoy las exposiciones temporales, con las obras a escala sobre los planos.
Tambi¨¦n es destacable que en los papeles que hay sobre la mesa del retrato p¨®stumo de Isabel de Braganza (abajo), esposa de Fernando VII y a quien se considera la verdadera impulsora del museo por su defensa de las bellas artes, la reina est¨¦ sujetando unos esquemas de salas en los que tambi¨¦n se representa de la misma manera la ordenaci¨®n de las obras. En el lienzo de Bernardo L¨®pez Piquer de 1828, la reina adem¨¢s se?ala por la ventana el edificio del Real Museo de Pintura y Escultura, que en ese momento llevaba nueve a?os abierto, germen del Prado.
UNA PATA DE CABRA
En el ¨¢rea de Restauraci¨®n del museo se ha guardado durante d¨¦cadas un mueble que conserva elementos que van quedando obsoletos. Es una muestra de algo que este departamento lleva a gala: son, entre otras cosas, el conocimiento acumulado de sus antecesores. Esta secci¨®n del Prado es referencia en su campo en todo el mundo y colabora con instituciones punteras utilizando e investigando nuevas t¨¦cnicas a la vez que trabajan mano a mano con los grandes maestros de la historia del arte. El armario ha abandonado el espacio privado que ocupaba para mostrar objetos hist¨®ricos del departamento: tenazas, pesas, planchas de hierro, botes con pigmentos, clavos de m¨¢s de 15 cent¨ªmetros, colgadores de cuadros de hierro oxidado ¨Cuna barbaridad para la conservaci¨®n preventiva actual¨C¡ Hasta una pata de cabra real que se utilizaba para sacar clavos.
?Y SI HUBIERAN ACERTADO?
La salvaci¨®n de las obras del Prado durante la Guerra Civil ha pasado a la historia pero, ?y si hubieran acertado los proyectiles que el 16 de noviembre de 1936 cayeron sobre el museo? Por suerte, solo hubo un peque?o incendio en el tejado que r¨¢pidamente fue sofocado. Ese d¨ªa el patrimonio fue el objetivo, ya que tambi¨¦n fue bombardeada la Biblioteca Nacional. El museo, entre otras ic¨®nicas im¨¢genes de guerras, como pueden ser Los fusilamientos del 3 de mayo, de Goya, o los a?os que el Guernica colg¨® de las paredes del Cas¨®n del Buen Retiro (entre 1981 y 1992), tambi¨¦n conserva alguno de los proyectiles que intentaron destruirlo en plena guerra, como el de la imagen.
JAMES BOND: ¡°A LA PLANTA BAJA, POR FAVOR¡±
El museo lo hacen las personas y no todas pasar¨¢n a la historia: los trabajadores de la tienda, las taquillas o las salas son los que tienen el contacto m¨¢s directo con el p¨²blico, los verdaderos rostros del museo y bajo la gorra de la imagen que hoy se expone trabaj¨® Luis Lapausa Arango, que comenz¨® como ascensorista en los sesenta, luego fue vigilante de sala y despu¨¦s se pudo dedicar a su profesi¨®n de carpintero en el taller de carpinter¨ªa del museo. Casi 50 a?os trabajando en esta instituci¨®n hasta que se jubil¨® hace 12 a?os. Medio siglo en el que la pinacoteca ha dado un vuelco espectacular. Vivi¨® las propinas que les daban los gu¨ªas, ¡°unos durillos¡±, para que les adelantaran el acceso a la sala de Las meninas donde se entraba en grupos de 15 personas. Ha visto pasar por all¨ª a las personalidades que han dirigido el siglo XX como la primera ministra brit¨¢nica Margaret Thatcher o el presidente estadounidense Jimmy Carter. Incluso, al mism¨ªsimo James Bond. Fue tal revuelo el que se mont¨® con la visita de Roger Moore que le tuvieron que pedir que volviera a museo cerrado. Hablar con Lapausa es casi como poder hablar con El caballero de la mano en el pecho: alguien que ha estado all¨ª observ¨¢ndolo todo. Para prueba, su carn¨¦ de trabajador n¨²mero 312 (en la imagen), de los pocos que se guardar¨¢n de ¨¦poca de Franco.
EL VECINO ACAD?MICO
Antonio Mu?oz Molina lleva m¨¢s tiempo colaborando con EL PA?S que como miembro de la Real Academia Espa?ola ¨Ccuya sede es vecina del museo¨C y, probablemente, m¨¢s tiempo todav¨ªa visitando el Prado. Sigue compaginando estas tres actividades y es frecuente que en su texto semanal en Babelia, el suplemento cultural del peri¨®dico, de vez en cuando haga alg¨²n repaso a lo que ocurre en la pinacoteca: el ¨²ltimo, en marzo, tras su visita a Pasiones mitol¨®gicas. Ahora uno de sus textos, acompa?ado con las fotos de Francisco de Onta?¨®n, forma parte de la contextualizaci¨®n que el Prado hace de s¨ª mismo. El 6 de noviembre de 1994, cuando Mu?oz Molina, a¨²n no era acad¨¦mico, El Pa¨ªs Semanal celebraba el 175? aniversario del museo con las palabras del escritor en las que, adem¨¢s de reflejar el ambiente de las salas, en las que ya destaca la presencia de extranjeros, dice: ¡°Al Museo del Prado va uno a disfrutar de la pintura, a aprender de ella, a ser confortado por ella, descubrir siempre algo que desconoc¨ªa justo en los cuadros que m¨¢s veces se detiene a mirar, pero tambi¨¦n va, al mismo tiempo, a pasearse, recrearse en los jardines y en la arquitectura de Juan de Villanueva¡¡±.
?A POR LOS 300!
El a?o 2019 marcar¨¢ otro hito en la historia del Prado: el museo cumpli¨® 200 a?os, recibi¨® m¨¢s de tres millones de visitas (su r¨¦cord) y obtuvo el Premio Princesa de Asturias de Comunicaci¨®n y Humanidades en un momento en el que precisamente la comunicaci¨®n es un reto para los museos. Hace un a?o y medio de aquel momento en el que Laura Fern¨¢ndez, jefa de vigilantes del Museo del Prado; Javier Solana, presidente del patronato de la pinacoteca, y el director, Miguel Falomir (de izquierda a derecha en la imagen de Jos¨¦ Luis Cereijido, de la agencia Efe), recog¨ªan el premio de manos de la princesa de Asturias. Era octubre de 2019 y el futuro pand¨¦mico no se pod¨ªa ni imaginar. El Prado solo estuvo cerrado tres meses y desde el pasado 6 de junio permanece abierto, demostrando que es un lugar seguro si se mantienen las medidas de seguridad anticovid, algo que no ocurre en otros pa¨ªses (por ejemplo, el parisino Louvre o el londinense British siguen cerrados). La perspectiva de los museos ha cambiado, se replantean la organizaci¨®n de grandes exposiciones y, sobre todo, la comunicaci¨®n, ya que se tienen que ocupar de dos tipos de p¨²blicos muy diferentes: por un lado el local, formado por los vecinos de su ciudad o barrio que pueden disfrutar del museo en persona; y, a la vez, el gran p¨²blico que accede al museo a trav¨¦s de las pantallas, de las redes sociales, de las charlas en streaming. Un nuevo mundo para el tercer siglo del Prado.
POR SUS SILLAS LE CONOCER?IS
Igual que hay ciudades que se reconocen por ciertos elementos, los museos tambi¨¦n tienen elementos caracter¨ªsticos y las sillas del Prado lo son. Al menos las de los vigilantes, porque es una instituci¨®n en la que no abundan los asientos para el descanso de los visitantes. La silla de la izquierda es un dise?o de la d¨¦cada de los cuarenta, utilizada tambi¨¦n por los copistas, que se inspira en la jamuga o silla tradicional de tijeras. La de la derecha, que se puede ver en las salas actualmente, es la denominada silla Prado, creada en exclusiva para el museo y basada en la silla de manos de Felipe II. Se mantiene alineada y a la vez separada de la pared gracias al pat¨ªn de la parte posterior.
Historia del Museo del Prado y sus edificios
Exposicion organizada por